Conversión de Cornelio

23 JULIO

Jueces 6 | Hechos 10 | Jeremías 19 | Marcos 5

El relato de la conversión de Cornelio ocupa mucho espacio en el libro de los Hechos. A medida que el evangelio se expande más allá de sus fronteras judías, cada paso se documenta cuidadosamente. Primero, fueron los samaritanos, una raza mixta con una visión peculiar de las Escrituras. (Sólo aceptaban la Torah, lo que nosotros llamamos el Pentateuco.) Luego, fue el eunuco etíope, quien no podía ser un verdadero prosélito – pero (se puede argumentar) que tal vez lo había sido si no hubiera estado mutilado. Luego viene la conversión del hombre que sería el apóstol de los gentiles (ver 9:15). Aquí, en Hechos 10, está la conversión de uno que temía a Dios, un gentil muy aferrado a las Escrituras y a la sinagoga judía, quien había elegido no circuncidarse y por tanto era un prosélito – converso al judaísmo – no cualificado.

El apóstol que Dios prepara para ir a Cesarea y predicarle el evangelio a Cornelio y a su casa es Pedro. La visión repetida de Pedro se trata de comida impura para realizar los rituales. Tres veces se le dice que mate y coma las criaturas impuras; tres veces rehúsa, entendiendo que sigue estando bajo las prohibiciones de la Ley en cuanto a la comida. Muchos se preguntan por qué Pedro fue tan lento, considerando que, según Marcos 7:19, Jesús ya había declarado limpios todos los alimentos. Pero no queda nada claro que los discípulos hayan entendido en ese momento las implicaciones de las palabras de Jesús. Marcos escribe más tarde, cerca del año 60 d. C., mucho después del episodio de Cornelio; y, al reflexionar sobre lo que dijo Jesús, Marcos percibe las implicaciones de sus palabras que en aquel momento no habían captado. Ni siquiera la comisión de llevar el evangelio a todas partes o la afirmación de Jesús de que vendrían personas de todos los lugares del mundo a unirse a los patriarcas en el reino de los cielos (Mateo 8:11) hicieron que los apóstoles captaran el panorama completo. No sorprende, entonces, que en esta etapa, Pedro todavía esté luchando por entenderlo.

Así que se despierta y medita sobre el significado de la visión. El momento providencial de la misma se lo aclara. Los judíos kosher siempre estaban nerviosos en casas de gentiles – pero aquí Dios envía a Pedro no meramente a visitar una casa judía no kosher, sino a predicar el evangelio allí. Inicialmente, Pedro es el más sorprendido (10:28–29, 34), pero no tarda mucho en comenzar una presentación sumamente completa del evangelio a estos gentiles. Mientras Pedro todavía está hablando, el Espíritu Santo desciende sobre este hogar gentil como lo hizo sobre los judíos en Pentecostés y a nadie le sorprende más que a Pedro y a los judíos que viajaban con él (10:45–47).

El ímpetu inicial de cruzar fronteras de raza y cultura con el evangelio de Jesucristo no surgió de un comité planificador de la evangelización mundial, sino de Dios mismo.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 204). Barcelona: Publicaciones Andamio.


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