Gedeón

25 JULIO

Jueces 8 | Hechos 12 | Jeremías 21 | Marcos 7

En muchos aspectos, Gedeón fue un gran hombre. Cauteloso cuando el Señor lo llamó por primera vez, tomó los primeros pasos de la obediencia de noche (Jueces 6). Luego, lleno del Espíritu del Señor (6:34) y convencido de que Dios estaba con él gracias a dos señales extraordinarias (6:36–40), dirigió a su pequeño grupo de trescientos hombres hacia una impresionante victoria sobre los madianitas (Jueces 7).

No obstante, a pesar de toda su grandeza, Gedeón representa un poco de lo que anda mal en la nación. Graves defectos de carácter y la inconsistencia se multiplican y se corrompen, de manera que al final del libro, la nación entera se encuentra en un estado desastroso.

En el primer incidente de Jueces 8, Gedeón sale bien parado y los hombres de Efraín bastante mal. Nadie estaba dispuesto a pelear contra los madianitas antes de que Dios levantara a Gedeón. Ahora que la victoria con Gedeón fue tan asombrosa, los hombres de Efraín le acusan de no invitarles a participar de la lucha con anterioridad. Él responde de manera diplomática, alabando sus esfuerzos en la etapa final de la operación, y ellos quedan aplacados (8:1–3). Ni los pueblos de Sucot y Peniel, ni Gedeón quedaron bien (8:4–9, 13–17). Los residentes de estos pueblos son cobardes, sin principios y dispuestos a mantenerse neutrales hasta ver en qué dirección están soplando el viento. Sin embargo, la respuesta de Gedeón, por justa que parezca, es vengativa. Cuando se trata de la ejecución de los reyes madianitas Zeba y Zalmuna (8:18–21), su decisión no se basa exactamente en principios de justicia pública ni en los mandatos del Señor en cuanto a la limpieza de la tierra. Más bien, se deja llevar por una venganza personal: sus propios hermanos habían muerto en la guerra.

Por un lado, Gedeón no parece tener sed de poder. Rechaza la aclamación popular que buscaba hacerle rey, afirmando que sólo Dios debe gobernar sobre este pueblo del pacto (8:22–23). Pero luego tropieza de manera muy fea. Solicitó anillos de oro y acaba con tal cantidad que construye un efod elaborado, una vestimenta externa adornada con más de diecinueve kilos de oro. El estado de la religión en Israel es tan deplorable que este efod pronto se convirtió en un objeto de idolatría, no sólo para la nación, sino incluso para la familia de Gedeón (8:27). La lealtad al pacto que logra mantener en la nación es sólo parcial.

Se avecinan peores problemas. Toma, no dos ni tres esposas, sino muchas y tiene setenta hijos. A su muerte, la nación regresa a un paganismo desenfrenado y demuestra una ingratitud tenaz hacia la familia de Gedeón (8:33–35). Y uno de sus hijos, Abimelec, resulta ser un carnicero cruel y sediento de poder (Jueces 9).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 206). Barcelona: Publicaciones Andamio.


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