Domingo 10 Marzo

(Jesucristo) se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres… se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo.
Filipenses 2:7-9
Suprema humillación
Jesucristo es el ejemplo perfecto de humildad. Su humillación, cada vez más profunda, nos es mostrada de modo muy sobrecogedor en ese texto de Filipenses 2:5-8:
– Siendo Dios “se despojó a sí mismo”, se hizo hombre. Era el Hijo unigénito junto al Padre, el Creador, y se hizo hombre entre los hombres para poder ser nuestro Salvador, sin dejar nunca de ser Dios.
– Como hombre “se humilló a sí mismo”, tomando el último lugar: se hizo siervo. Hubiese podido ser un rey colmado de honores y riquezas. Pero eligió la humildad y la pobreza.
– Jesús se hizo “obediente hasta la muerte”. Como siervo obedeció perfectamente, y esto hasta la muerte. Fue la voluntad de su Padre que diera su vida. La muerte de Jesús mostró su amor, y también su obediencia perfecta.
– Obedeció hasta la “muerte de cruz”. Esta era una muerte denigrante reservada solo para los malhechores. Traía la maldición sobre quien era sometido a este suplicio (Gálatas 3:13), el “tropiezo” (Gálatas 5:11). “Jesús… sufrió la cruz, menospreciando el oprobio” (Hebreos 12:2), aunque él era el “glorioso Señor” (Santiago 2:1).
La humillación total del Señor Jesús corresponde al lugar de honor supremo al cual Dios lo exaltó. Pronto, en el nombre del Señor Jesús, toda rodilla se doblará, y cada uno tendrá que reconocerlo como Señor (Filipenses 2:9-11). Desde ahora los creyentes reconocemos su gloria y le adoramos, conmovidos por su sumisión voluntaria y su inmenso amor.
Ezequiel 5 – Hechos 16:11-40 – Salmo 31:21-24 – Proverbios 11:9-10
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