1 Reyes 6 | Efesios 3 | Ezequiel 36 | Salmo 86

3 OCTUBRE

Donald Carson

1 Reyes 6 | Efesios 3 | Ezequiel 36 | Salmo 86

Del mismo modo que en el capítulo 35 Dios se dirige por medio de Ezequiel a la montaña de Seír (la región de los edomitas), en Ezequiel 36 lo hace a los montes de Israel (36:1–15). Este recurso retórico vincula ambos capítulos, en particular desde que se ha distinguido a Edom de nuevo, esta vez de forma específica (36:5; véase la meditación de ayer). La primera parte del mensaje a las montañas de Israel condena a los enemigos que los han asolado y saqueado, especialmente a Edom (36:1–7); la segunda mitad (36:8–15) predice una época en que ellas serán prósperas de nuevo. La promesa de que las montañas serán de nuevo fértiles y densamente pobladas es exactamente lo contrario de la maldición pronunciada contra Edom (35:3, 7, 15).

Como estas palabras para las montañas de Israel traen consigo el peligro de que los israelitas se consideren simples víctimas, y no pecadores responsables de su propia destrucción, Dios presenta un pequeño repaso histórico (36:16–21). Su propósito es reiterar que él derramó su ira sobre la tierra porque el pueblo del pacto era demasiado malvado. “Ellos mismos la contaminaron con su conducta y sus acciones” (36:17).

Sin embargo, para el mundo pagano que observaba, era como si el Dios de Israel no fuese capaz de proteger a su propio pueblo. Por tanto, el Todopoderoso entrará en acción, porque está comprometido con mostrar su santidad entre las naciones del mundo, delante de las cuales el pueblo del pacto la ha profanado. No lo hará a causa de la casa de Israel (36:22), es decir, porque esta lo mereciese, sino debido a de su propio nombre (36:22–23). ¿Qué hará él para vindicar su gloria? Primero, devolverá físicamente a los exiliados a su tierra (36:24). Segundo, tras ello introducirá grandes cambios morales y espirituales. El acto de rociar con agua pura (36:25) significa algo más que el perdón de pecados. El lenguaje deriva de los lavamientos rituales (Éxodo 30:17–21; Levítico 14:52; Números 19:17–19), pero aquí está relacionado con purificar a las personas de las inmundicias de la idolatría. El regalo de un “nuevo corazón” y de un “espíritu nuevo” no indica simples aspectos de la personalidad del ser humano, sino la transformación de todo su carácter, el equivalente de la promesa de Jeremías de un nuevo pacto (Jeremías 31:31ss.); el Señor Jesús emplea su lenguaje en su descripción del nuevo nacimiento (Juan. 3); Pablo describe la transformación (p. ej., Romanos 8). Esto es lo que produce el auténtico arrepentimiento (Ezequiel 36:31–32).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 276). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Reyes 4–5 | Efesios 2 | Ezequiel 35 | Salmo 85

2 OCTUBRE

Donald Carson

1 Reyes 4–5 | Efesios 2 | Ezequiel 35 | Salmo 85

Podríamos preguntarnos por qué se denuncia especialmente a Edom en Ezequiel 35. ¿No pertenece este material a los capítulos 25–32? ¿No debería encontrarse junto a la breve acusación contra esa misma nación en 25:12–14? La solución más fácil es suponer que este pasaje se insertase en el texto más adelante (algunos críticos así lo afirman). Sin embargo, eso pondría en duda la capacidad de quien lo hiciese. Además, si podemos hallar razones de por qué la ubicación de este capítulo resulta lógica, también se entenderá que se encuentre aquí en el texto original.

En cuanto a su forma, Ezequiel 35 mantiene algo de la estructura de las denuncias del capítulo 34: “porque… por tanto” (p. ej., 35:5–6, 10–11). Más importante aún es que Edom era un caso especial entre todas las naciones vecinas. Los edomitas eran descendientes de Esaú y la vieja rivalidad entre este y Jacob siguió existiendo entre Israel y Edom, dos naciones de familiares divididos por una antipatía común. No se menciona a Edom por su nombre en este capítulo; se hace referencia en su lugar a la montaña de Seír (35:2), es decir, el monte situado al este del Arabá, el valle que se extiende hacia el sur desde el Mar Muerto. Allí se inició su “enemistad perpetua” (35:5). Sin embargo, las referencias a la sangre y la muerte en este capítulo (en hebreo, dam) pueden constituir un juego de palabras intencionado con la no mencionada Edom, como una forma de señalar que su despreciable traición era mucho más repugnante por el grado de parentesco que mantenía con Israel. Cuando Jerusalén estaba al borde del colapso, Edom esperaba poder aprovecharse de la destrucción de “las dos naciones” (35:10, Israel y Judá) para ampliar su territorio. Probablemente, ofrecieron apoyo a Nabucodonosor a cambio de tierra. Sobre todo, su regodeo sobre los rivales caídos (35:12–15) es, bajo la perspectiva de Dios, un desafío contra él: “A pesar de que el Señor viva allí, las dos naciones y los dos territorios serán míos” (35:10); Dios advierte: “Me has desafiado con arrogancia e insolencia, y te he escuchado” (35:13). De hecho, parte de la restauración de los exiliados israelitas a su tierra implicará hacerla más segura para ellos: debe librarse de “las bestias feroces” (34:25) que la han asolado. Si se está haciendo una alusión sutil a las tribus de los alrededores que intentaban establecerse allí, esta profecía sobre la destrucción de Edom está convenientemente colocada aquí (véase también la meditación de mañana).

Así pues, además de las advertencias implícitas contra el rencor enconado y las venganzas familiares, este capítulo también garantiza al pueblo del pacto el compromiso continuo de Dios con el bienestar de ellos, incluyendo la destrucción de sus enemigos. ¿Qué pasajes del Nuevo Testamento se mantienen en esta misma sintonía, extrapolados en clave del nuevo pacto?

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 275). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Pastor

1 OCTUBRE

Donald Carson

1 Reyes 3 | Efesios 1 | Ezequiel 34 | Salmos 83–84

“Pastor” era una metáfora habitual para “rey” en el antiguo Oriente Próximo, en particular en el Antiguo Testamento (cp. Isaías 44:28; Jeremías 10:21; 23:1–6; Miqueas 5:4, 5; Zacarías 11:4–17). El pastor no sólo cuidaba y alimentaba a las ovejas, sino que las dirigía, les daba atención médica y las defendía de sus enemigos. Sin duda, era una excelente metáfora a aplicar a los monarcas que podían verse tentados a pensar en su llamamiento en términos de poder y privilegio, pero no de responsabilidad. En cambio, cuando David confiesa que el Señor es su pastor (Salmo 23:1), la metáfora incluye la noción de que Dios es rey. Las ovejas pasan debajo de la vara (Salmo 23:4, la misma palabra empleada para el cetro real).

El capítulo (Ezequiel 34) comienza con una dura denuncia de los pastores que han estado dirigiendo a Israel (34:1–10). Las acusaciones son básicamente dos: (a) han estado esquilando a las ovejas con avaricia, explotando al rebaño para estar cómodos y enriquecerse, y no alimentando ni cuidando a los ejemplares confiados a ellos (34:2–4). (b) Lejos de proteger a las ovejas manteniéndolas en un solo rebaño, la conducta de los pastores las ha “dispersado” (34:5–6), un término que indica el exilio. Así pues, Dios garantizará que esos pastores falsos y peligrosos nunca más se hagan cargo de las ovejas (34:7–10). Es difícil no percibir en estas líneas la desaparición de la dinastía davídica tal como esta se entendía entonces, junto al sacerdocio levítico.

Lo que Dios pondrá en su lugar es a sí mismo. Vendrá a pastorear a sus ovejas. Leamos estas líneas conmovedoras del versículo 16 en adelante y contemos las veces que Dios habla en primera persona de las cosas que hará. No solo protegerá al rebaño (34:10–16), sino que también ejercerá el juicio dentro del mismo (34:17–22), porque inevitablemente algunas ovejas son corruptas o acosadoras. El rebaño no sólo se limpiará de sus avariciosos líderes, sino también de sus malvados miembros, en particular las ovejas “gordas” que no dejan que las demás disfruten de la abundancia.

De repente, el lenguaje cambia. Dios ha estado declarando en todo momento que él mismo pastoreará a su rebaño. Ahora dice: “Entonces les daré un pastor, mi siervo David, que las apacentará y será su único pastor. Yo, el Señor, seré su Dios, y mi siervo David será su príncipe. Yo, el Señor, lo he dicho” (34:23–24). De hecho, la reforma prometida traerá un nuevo pacto transformador (34:25–31), que será eficaz (esto es lo que “pacto de paz” sugiere).

¿Un pastor transformador que es al mismo tiempo Jehová y alguien del linaje de David? Meditemos sobre Juan 10.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 274). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Reyes 2 | Gálatas 6 | Ezequiel 33 | Salmos 81–82

30 SEPTIEMBRE

1 Reyes 2 | Gálatas 6 | Ezequiel 33 | Salmos 81–82

Ezequiel 33 marca un punto de inflexión en el libro. Los capítulos 33–37 recogen oráculos relacionados con la caída de Jerusalén. Aunque las advertencias y llamamientos al arrepentimiento continúan, se puede oír ahora una nota de alivio. Mientras los exiliados veían difícil creer que Jerusalén pudiese caer, Ezequiel no paraba de advertirles. Una vez consumado el desastre, Dios concede a Ezequiel en su misericordia palabras que aliviarán a la comunidad de exiliados, alimentarán su fe y armarán de valor su mente y su voluntad.

Antes de llegar a ese punto de inflexión, la primera mitad del capítulo vuelve a un tema introducido por primera vez en 3:16–21: el Ezequiel centinela. Se incide de nuevo en ello porque el profeta comienza una nueva fase de su ministerio. En cierto sentido, Dios lo vuelve a comisionar. Al mismo tiempo, las noticias que está a punto de comunicar en relación a la caída de Jerusalén dan al pueblo una nueva oportunidad para arrepentirse y confiar en el Señor. Por tanto, la primera mitad del capítulo (33:1–20) se divide de forma natural en estos dos asuntos. Por un lado, Dios recuerda al profeta su terrible responsabilidad como centinela (33:1–9). Se le obliga a estar, en cierto modo, separado de sus compatriotas exiliados. Debe velar, escuchar al Todopoderoso y proclamar lo que él le dice que transmita, advirtiendo sobre juicio venidero y suscitando la fe en la fidelidad de Dios. Por otro lado, se insta al pueblo a reaccionar ante las advertencias del centinela (33:10–20). No deben confiar en su propia justicia ni caer en el fatalismo. La respuesta apropiada siempre es prestar atención al vigía del Señor, porque él mismo declara: “Tan cierto como que yo vivo… que no me alegro con la muerte del malvado, sino con que se convierta de su mala conducta y viva. ¡Conviértete, pueblo de Israel; conviértete de tu conducta perversa! ¿Por qué habrás de morir?” (33:11).

Después, llegan las noticias: Jerusalén ha caído (33:22). Ezequiel queda liberado del silencio que Dios le impuso anteriormente: puede conversar abiertamente y decir otras cosas que no sean las dadas a él como profeta. Sin embargo, todo lo que habla en el resto del capítulo son más palabras del Señor. Menciona dos temas: (a) Los que han quedado entre las ruinas de la ciudad son siempre optimistas. Creen que se restablecerán, aunque no han renunciado a sus pecados. Así pues, Dios seguirá con su castigo hasta que solo quede desolación, a fin de que entiendan que él es el Señor (33:23–29). (b) Los exiliados a los que Ezequiel se dirige directamente han aprendido a disfrutar escuchándolo, del mismo modo que lo hacemos ante un buen orador, pero no han tomado conciencia de que deben arrepentirse.

¿Dónde encontramos las analogías más cercanas a tales posturas actualmente?

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 273). Barcelona: Publicaciones Andamio.

1 Reyes 1 | Gálatas 5 | Ezequiel 32 | Salmo 80

29 SEPTIEMBRE

1 Reyes 1 | Gálatas 5 | Ezequiel 32 | Salmo 80

El Salmo 80 lo escribieron probablemente cantores asafitas en otro momento de desastre nacional, cuando los asirios conquistaron el reino del norte, destruyeron su capital y exiliaron a muchos de sus habitantes. El impacto sufrido por el remanente piadoso de Judá debió ser considerable y explica el estribillo: “Restáuranos, oh Dios” (80:3, 7, 19; cp. v. 14).

Quizás la característica más impactante de este salmo sea el uso particular que hace de la amplia imagen de la viña (80:8–17):

(1) Frecuentemente Israel aparece representado como una viña: veamos, por ejemplo, la meditación del 7 de mayo (sobre Isaías 5). En el más elocuente de estos pasajes, Israel es una de ellas, que Dios plantó y regó cuidadosamente, pero que tristemente ha producido frutos malos. Decepcionó tanto al Señor, que decidió destruirla a su debido tiempo.

(2) Sin embargo, aquí no se hace hincapié en la terrible calidad del fruto de la viña (aunque se presupone), sino en su desdichada condición ahora que el propio Señor ha roto el muro protector que había levantado alrededor de ella. Él mismo la trajo de Egipto, la plantó, la regó y la vio expandirse desde el Mar Mediterráneo hasta el río Éufrates (80:8–11). “¿Por qué has derribado sus muros? ¡Todos los que pasan le arrancan uvas!” (80:12). Incluso las bestias salvajes del bosque la destruyen y devoran (80:13).

(3) Así pues, se pide al Todopoderoso que tenga compasión de su propia viña. Sin obsesionarse en por qué rompió Dios el muro protector, aunque reconoce que se debió a su ira ardiente (80:4), a su justa reprensión (80:16), el salmista le ruega, claramente emocionado, que cuide de quien él mismo ha establecido y alimentado: “¡Brinda tus cuidados a esta vid! ¡Es la raíz que plantaste con tu diestra!” (80:14–15).

(4) Entrelazada con este tema encontramos una referencia al “vástago” que Dios ha criado para sí (80:15). La palabra hebrea puede referirse a una rama o a un retoño (como en Génesis 49:22), pero en este poema está también preparando el camino para 80:17. Probablemente, en el primer ejemplo debemos interpretar que se hace una referencia a Israel, que brota de Éxodo 4:22–23: “Israel es mi primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo para que me rinda culto”. El salmista suplica compasión por el “hijo” de Dios. Incluso en el versículo 17, el hijo de tu diestra, es decir, el primogénito de Dios, vislumbra en primera instancia a Israel.

En el horizonte más amplio, la respuesta definitiva a estas peticiones de Asaf procedería de la vid verdadera (Juan 15), el supremo Hijo de Hombre, surgido de Israel.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 272). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Samuel 24 | Gálatas 4 | Ezequiel 31 | Salmo 79

28 SEPTIEMBRE

2 Samuel 24 | Gálatas 4 | Ezequiel 31 | Salmo 79

Aparentemente, el Salmo 79 describe las atrocidades relacionadas con la caída de Jerusalén en 587 a.C. Antes de reflexionar sobre algunos de sus temas, deberíamos preguntarnos cómo es posible que tanto el Salmo 78 como el 79 afirmen ser de Asaf. El primero se escribió claramente al principio de la dinastía davídica; el segundo es aparentemente cuatro siglos y medio posterior, de la época en que Jerusalén fue destruida. ¿Cómo es posible entonces que ambos salmos sean de la misma persona? El Asaf que conocemos fue coetáneo de David.

Lo más probable es que la docena de salmos atribuidos a este hombre fuesen compuestos por él o por el coro que fundó, algo parecido a los escritos por “los hijos de Coré” (presumiblemente, otra fundación musical).

Aquí, Asaf no cuestiona la justicia del “celo” ardiente de Dios (79:5), pero sí su duración (como en el Salmo 74; véase la meditación del 23 de septiembre): “¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar enojado para siempre?” (79:5). Nótese que algunos de los temas de Asaf encajan con los que encontramos en los profetas.

(1) “¡Enójate con las naciones que no te reconocen, con los reinos que no invocan tu nombre!” (79:6). Como hemos visto repetidamente, los profetas mayores afirman que también se exigirán responsabilidades a las naciones paganas. No se les deja vía libre. Entretanto, los creyentes deberían recordar siempre las palabras de Dios a su pueblo por medio de Amós (3:2): “Sólo a vosotros os he escogido entre todas las familias de la tierra. Por tanto, os haré pagar todas vuestras perversidades” (cursivas añadidas). En un mundo maldito, los cristianos también deben comprender que el castigo que nos empuja al arrepentimiento únicamente puede ser bueno (cp. Hebreos 12:4–13).

(2) “No nos tomes en cuenta los pecados de ayer” (79:8): repásese Ezequiel 18 (véase la meditación del 15 de septiembre).

(3) “¡Venga pronto tu misericordia a nuestro encuentro, porque estamos totalmente abatidos!” (79:8). Simultáneamente, esta súplica pide ayuda al único que puede salvarnos y refleja la actitud de dependencia y confianza tan ausente en la desafiante rebelión y autonomía que provocó el juicio en primera instancia.

(4) “Oh Dios y salvador nuestro, por la gloria de tu nombre, ayúdanos; por tu nombre, líbranos y perdona nuestros pecados” (79:9). De nuevo, no se intenta blanquear los pecados. Se apela a la gloria de Dios, de forma que las naciones paganas no lleguen a la conclusión de que Dios es demasiado débil o voluble para salvar a su pueblo (79:10). ¿Hasta qué punto está motivada la fuerza motriz de la predicación evangélica actual por una pasión por la gloria de Dios?

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 271). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Samuel 23 | Gálatas 3 | Ezequiel 30 | Salmo 78:40–72

27 SEPTIEMBRE

2 Samuel 23 | Gálatas 3 | Ezequiel 30 | Salmo 78:40–72

La meditación del 25 de mayo en el volumen 1 se centraba en Salmos 78:40–72, especialmente en los versículos 40–41: “¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto, y lo entristecieron en los páramos! Una y otra vez ponían a Dios a prueba; provocaban al Santo de Israel” (cp. también 78:56). Los repetidos errores de la comunidad del pacto fueron desafiando uno tras otro a Dios, poniéndole a prueba hasta que respondió con ira: “Tan furioso estaba contra su pueblo” (78:62). Es un tema importante en el salmo, pero tiene otra vertiente sobre la que deberíamos meditar.

Los últimos versículos del salmo (78:65–72) describen a Dios despertando de un sueño (78:65), y venciendo a sus enemigos. ¿Qué hizo? No escogió a “los descendientes de José” (aunque este había sido gobernador de Egipto). En su lugar, “escogió a la tribu de Judá”. “Escogió a su siervo David, al que sacó de los apriscos de las ovejas” (78:70); de hecho, eligió “al monte Sion, al cual ama. Construyó su santuario, alto como los cielos, como la tierra, que él afirmó para siempre” (78:68–69). “Y David los pastoreó con corazón sincero; con mano experta los dirigió” (78:72).

No obstante, usted y yo estamos leyendo estas líneas al mismo tiempo que el libro de Ezequiel y sabemos que el linaje de David supuso una estabilidad muy poco duradera. Dos generaciones después, la dinastía davídica perdió las diez tribus del norte y su historia desde ese momento hasta el exilio se volvió tan voluble y repulsivamente malvada como cualquiera de las cosas descritas en este salmo, que analiza el periodo que va desde el éxodo hasta el comienzo de la dinastía davídica. En otras palabras, este salmo mira hacia atrás a los restos del fracaso y a la bien merecida ira de Dios, pero considera la elección de David y de Sion como una señal espectacular de la gracia y bondad del Señor, una base alentadora para una fidelidad estable en los años venideros. Sin embargo, cuando miramos atrás desde la perspectiva de Ezequiel o Jeremías, encontramos una serie aun más larga de errores y una ira todavía más merecida. ¿Es, por tanto, el Salmo 78 simplemente ingenuo?

En cada etapa de la línea argumental de la Biblia, Dios interviene con misericordia en medio de la ira. La raza humana estaba cayendo en una atmósfera de pecado, por lo que el Señor escogió a Abraham. En el desenfreno de los doce hijos, Dios eligió a José. En el abismo de la esclavitud israelita, Moisés fue el escogido. En los terribles ciclos de rebelión, levantó a los jueces. Cada paso apuntaba a una esperanza gloriosa. Ahora, Dios levanta a David. No obstante, tres milenios después de él, miramos atrás y damos gracias profundamente por cómo se ha revelado el Señor, “en estos días finales” (Hebreos 1:1–4), en la firmeza de su Hijo.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 270). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Samuel 22 | Gálatas 2 | Ezequiel 29 | Salmo 78:1–39

26 SEPTIEMBRE

2 Samuel 22 | Gálatas 2 | Ezequiel 29 | Salmo 78:1–39

En ciertos aspectos, la profecía contra Egipto (Ezequiel 29) es parecida a las pronunciadas contra otras naciones mencionadas en esta sección de Ezequiel (caps. 25–32). La repetición de temas nos indica lo importantes que son para Dios, por ejemplo, la maldad de la arrogante confianza en uno mismo y jactarse de ser independiente (29:3, 9). No obstante, existen además varios elementos frescos que merecen considerarse.

(1) Dios acusa a Egipto de ser “un bastón de caña” que no puede proporcionar el apoyo prometido. Cuando intentaron descansar sobre él, se quebró y les desgarró la carne de sus manos (29:6; cf. Isaías 36:6 = 2 Reyes 18:21). Las personas y las naciones no deberían prometer lo que no pueden cumplir.

(2) Como Israel (y por ende, otras muchas naciones), Egipto sería derrotado y una parte importante de su población acabaría exiliada (29:12). Así como los israelitas podrían volver a su tierra gracias a las políticas más tolerantes de los persas, otros muchos exiliados volverían a sus respectivos territorios. Entre estos, se encontrarían los egipcios en particular (29:13). Este hecho es obra de Dios: “Reuniré a los egipcios de entre los pueblos donde fueron dispersados”.

(3) Sin embargo, Dios afirma que Egipto nunca más será una gran potencia (29:14–16). Si él es el Dios que puede levantar y hacer caer naciones, tiene todo el derecho de tomar estas decisiones. Algunas potencias antiguas han desaparecido práctica o totalmente: los heteos, los asirios, los babilonios. Los egipcios siguen existiendo, pero Dios dice que los volverá débiles, de forma que “no podrán dominar a las otras naciones” (29:15), ni otros pueblos como Israel confiarán en ellos (29:16).

(4) Uno de los razonamientos más intrigantes que se hacen “entre bambalinas” se encuentra en 29:17–20. Nabucodonosor de Babilonia va a vencer a Tiro, pero esa campaña será dura y poco provechosa. Por tanto, Dios dará Egipto a Babilonia, en parte como pago por sus largos y costosos años invertidos contra Tiro. “Al rey de Babilonia le entregaré Egipto como recompensa por lo que hizo contra Tiro, porque ellos lo hicieron por mí. Lo afirma el Señor omnipotente” (29:20). En ningún momento debemos creer que cualquiera de esas naciones actuase en obediencia voluntaria al Señor (¡cf. Isaías 10:5ss.!). Él no debe nada a nadie y lo dispone todo como cree oportuno.

Por supuesto, no conoceríamos estas cosas sin la revelación de Dios. Ellas nos instan a no exponer con demasiada vehemencia opiniones acerca de lo que está aconteciendo en nuestra época, cuando solo vemos una pequeña parte del gran cuadro de lo que el propio Dios está haciendo.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 269). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Samuel 21 | Gálatas 1 | Ezequiel 28 | Salmo 77

25 SEPTIEMBRE

2 Samuel 21 | Gálatas 1 | Ezequiel 28 | Salmo 77

La larga profecía contra la ciudad-Estado de Tiro culmina con esta otra contra el rey de la misma (Ezequiel 28:1–19). Históricamente, el rey en cuestión fue Itobal II. Sin embargo, parece claro que el capítulo que nos ocupa no se centra tanto en un monarca determinado como en todo aquello que representa.

La acusación que se repite constantemente es que el rey de Tiro dice en su corazón: “Yo soy un dios” (28:2, 6, 9). El contexto muestra que el tema no es que el monarca esté realizando algún tipo de reivindicación personal y ontológica escandalosa, sino que está tipificando la actitud de Tiro en su conjunto, confiando inmensamente en sí mismo, orgulloso de sus fabulosos éxitos comerciales y, en consecuencia, terriblemente independiente. No hay sensación de debilidad o necesidad personal, mucho menos de dependencia del Dios que lo creó y que gobierna providencialmente sobre él. La raíz de esta situación se resume fácilmente: “Eres muy hábil para el comercio; por eso te has hecho muy rico. A causa de tus grandes riquezas te has vuelto arrogante” (28:5).

Las muchas alusiones a Génesis 2–3 (más claras en el texto hebreo que en sus traducciones) destacan las perversas dimensiones de la arrogancia. Creían estar en el Edén, el huerto de Dios (28:13), y ser querubines protectores (28:14), pero el Señor los expulsará (28:16). En otras palabras, su pecado es como el de Adán y Eva. Ellos también quisieron ser como Dios, independientes, conocedores del bien y del mal sin que nadie se lo dijese (¡ni siquiera su Creador!). El resultado es el mismo en ambos casos: ruina, desastre, muerte, juicio catastrófico. Sólo hay un Dios y no tolera tener rivales.

Este es un resumen bastante obvio del pasaje, pero debemos pensar qué dice este a cualquier cultura, país o iglesia aferrados a las riquezas actualmente. Las personas muy pobres pueden ser materialistas, en el sentido de que las posesiones materiales son lo que más desean. No es algo exclusivo de los ricos. No obstante, en este caso, la atención se centra en los pudientes, cuyas posesiones los han vuelto prepotentes. Están por encima de la gente común, de las demás naciones empobrecidas o desposeídas. ¿Hasta qué punto nos afecta la famosa frase de Jesús: “No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas” (Mt. 6:24)?

El hecho de que América sea una gran superpotencia en el panorama internacional ha alimentado mucho la arrogancia. Innumerables expertos han argumentado, con bastante razón, que la indiferencia moral ante las mentiras presidenciales debe atribuirse a una economía poderosa más que a cualquier otra cosa. Así pues, ¿hasta dónde y cuánto tiempo más nos dejará ir Dios si no se produce un gran y profundo arrepentimiento?

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 268). Barcelona: Publicaciones Andamio.

2 Samuel 20 | 2 Corintios 13 | Ezequiel 27 | Salmos 75–76

24 SEPTIEMBRE

2 Samuel 20 | 2 Corintios 13 | Ezequiel 27 | Salmos 75–76

La estructura del Salmo 76 es de una simplicidad elegante, con una lección teológica que explicaré al final de esta meditación. Los seis primeros versículos recuerdan una gran liberación, un acontecimiento histórico concreto; los seis últimos pintan un cuadro a escala cósmica, cuyas perspectivas indican el triunfo de Dios también en este ámbito.

La particularidad histórica de los primeros seis versículos queda clara en los dos iniciales: “Dios es conocido en Judá; su nombre es exaltado en Israel. En Salén [otro nombre de Jerusalén, Génesis 14:18; Hebreos 7:2] se halla su santuario; en Sion [la fortaleza sobre la colina que David capturó] está su morada” (76:1–2). El centro de atención es, pues, Jerusalén, la ciudad en la que Dios se reveló. La referencia al “santuario” puede indicar que el tabernáculo seguía en pie, por lo que el templo aún no se habría edificado. Otra opción es que este existiese, pero se siguiese empleando el lenguaje del tabernáculo al ser la terminología utilizada en el pacto mosaico. En cualquier caso, fue en esta ciudad donde Dios “hizo pedazos las centelleantes flechas” (76:3, literalmente, “centellas”, cp. 78:48) y otras armas de guerra. Los versículos 4–6 sugieren un rescate repentino y espectacular como cuando el ángel del Señor destruyó por la noche al ejército de Senaquerib (Isaías 37:36; véase la meditación del 5 de junio). Dios mismo declaró: “No entrará en esta ciudad, ni lanzará contra ella una sola flecha” (Isaías 37:33). Compárese con: “Ninguno de estos hombres aguerridos volverá a levantar sus manos”.

El resto del salmo pinta con un pincel más grande. Ahora, Dios no reina desde Jerusalén, sino desde el cielo (76:8). Las lecciones de los seis primeros versículos se universalizan: “Tú, y solo tú, eres temido. ¿Quién puede hacerte frente cuando se enciende tu enojo?” (76:7). El versículo 10 es notablemente difícil de traducir. La “furia” de la primera línea puede ser la de Dios o la de las personas (véase nota a pie de página en la NVI). Cualquiera de las dos opciones es posible. Si es la “furia del hombre” (Coverdale) la que se vuelve alabanza a Dios, lo hace en este contexto porque él tiene la última palabra y responde con juicio, aunque también es cierto que el Señor obra con tal sabiduría providencial que puede hacer que la ira de los seres humanos le sirva incluso bajo las condiciones más extraordinarias (Hechos 2:23). Lo que queda claro en los versículos finales es que Dios reina sobre todas las cosas y nadie puede resistirse ante él.

Así pues, la estructura del salmo refleja en algunos aspectos la de la línea argumental de toda la Biblia, permitiendo a los lectores contemporáneos ver en los relatos de gracia y juicio del antiguo pacto representaciones de la revelación absoluta de Dios en gracia y juicio.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 267). Barcelona: Publicaciones Andamio.