El mensaje de la Biblia
Autor: F. F. Bruce
La Biblia ha jugado, y continúa jugando, un papel notable en la historia de la civilización. Muchos lenguajes se han comenzado a escribir por primera vez para que la Biblia, en su totalidad o en parte, se pudiera traducir a ellos en forma escrita. Y este es sólo un pequeño ejemplo de la misión civilizadora de la Biblia en el mundo.
Esta misión civilizadora es el efecto directo del mensaje central de la Biblia. Puede sorprender que se hable de un mensaje central en una colección de escritos que refleja la historia de la civilización en el Cercano Oriente a través de miles de años. Pero hay un mensaje central, y es este reconocimiento el que ha llevado al tratamiento común de la Biblia como un solo libro, y no sólo una colección de libros—al igual que el plural griego biblia (libros) se convirtió en el singular latín biblia (el libro).
El mensaje central de la Biblia es la historia de la salvación, y a través de ambos Testamentos se pueden distinguir tres aspectos de esta historia en desarrollo: el que trae la salvación, el camino a la salvación y los herederos de la salvación. Esto podría ser reformulado en términos de la idea del pacto, expresando que el mensaje central de la Biblia es el pacto de Dios con los hombres; y que los aspectos son el mediador del pacto, la base del pacto y la gente del pacto. Dios mismo es el Salvador de su pueblo y es él quien confirma su pacto de misericordia con ellos. El que trae la salvación, el mediador del pacto, es Jesucristo, el Hijo de Dios. El camino a la salvación, la base del pacto, es la gracia de Dios, que pide de su pueblo una respuesta de fe y obediencia. Los herederos de la salvación, el pueblo del pacto, son el Israel de Dios, la iglesia de Dios.
La continuidad del pueblo del pacto del Antiguo Testamento y el pueblo del pacto del Nuevo Testamento no está clara para el lector de nuestra Biblia actual, porque «iglesia» es una palabra exclusiva del Nuevo Testamento y es natural que el lector piense que la iglesia es algo que comenzó en la época del Nuevo Testamento. Pero el lector de la Biblia griega no se enfrentaba a ninguna palabra nueva cuando encontró ekklesia en el Nuevo Testamento; ya la había encontrado en la Septuaginta como una de las palabras para indicar a Israel como la «asamblea» del pueblo del Señor. Sin embargo, es cierto que tiene un significado nuevo y más amplio en el Nuevo Testamento. El pueblo del viejo pacto tenía que morir con él para resucitar con él a una nueva vida—una nueva vida en la cual habían desaparecido las restricciones de nacionalidad. Jesús provee en sí mismo la continuidad vital entre el Israel antiguo y el nuevo, y sus fieles seguidores eran ambos, el remanente del antiguo y el núcleo del nuevo. El Señor siervo y su pueblo siervo unen a los dos Testamentos.
El mensaje de la Biblia es el mensaje de Dios para el hombre, comunicado «muchas veces y de varias maneras» (Hebreos 1:1, NVI) y finalmente encarnado en Cristo. Así que «la autoridad de las Santas Escrituras, por las que ellas deben ser creídas y obedecidas, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino exclusivamente de Dios (quien en sí mismo es la verdad), el autor de ellas; y deben ser creídas, porque son Palabra de Dios» (Confesión de fe de Westminster, 1.4).
Bibliografía
Barr, J., editor general. The Cambridge History of the Bible [La historia Cambridge de la Biblia], Volúmenes I–III, 1975.
Bruce, F. F. The Books and the Parchments [Los libros y los pergaminos], 1952.
Dodd, C. H. According to the Scriptures [Según las escrituras], 1952.
Reid, J. K. S. The Authority of the Bible [La autoridad de la Biblia], 1957.
Warfield, B. B. The Inspiration and Authority of the Bible [La inspiración y la autoridad de la Biblia], 1948.
Westcott, B. F. The Bible in the Church [La Biblia en la iglesia], 1896.
Comfort, P. W., & Serrano, R. A. (2008). El Origen de la Biblia (p. 5). Carol Stream, IL: Tyndale House Publishers, Inc.
