“Tales son los caminos de los que se olvidan de Dios” (Job 8:13).

REPROCHES DE UN FISCAL

Autor: Samuel Perez Millos

Tales son los caminos de los que se olvidan de Dios” (Job  8:13).

a1       Cada uno de los amigos de Job tenía un concepto personal de la causa de su aflicción. Todos ellos consideraban que la situación a que había llegado se debía a algún pecado de él o de los suyos que no había confesado. En el capítulo habla un hombre de carácter agrio. No tiene en cuenta el dolor de Job. Habla con él como alguien a quien se le agotó la paciencia, invitándole a que vea en tres direcciones.

       ¡Mira arriba! (vv. 3-7). Dios es justo y actúa siempre con justicia, por tanto sólo permite una situación como la tuya por retribución justa al pecado. Por este sofisma los hijos de Job habían recibido lo que correspondía a su pecado (v. 4).  No tiene en cuenta la providencia, sólo la retribución. Job debía reconocerlo ante Dios, y confesar su pecado.

       ¡Mira al pasado! Es típico del legalista que piensa que el pasado fue siempre mejor que el presente. En su pensamiento eso le ocurría a Job; un pasado glorioso y un presente lamentable. No ve al pasado para descubrir a Dios, sino para contemplar a los que vivieron antes tomándolos como ejemplo de vida (v. 8). En su pensamiento hay un concepto erróneo:nosotros no sabemos, solo eran sabios los antiguos. En cierta medida estaba diciendo a Job, aprende de los que fueron antes que tu. ¿De que valía esto para quien estaba en tan angustiosa situación?

       ¡Mira entorno a ti! (vv. 11-19). Pedir a Job que mire a su alrededor era invitarlo a ver el basurero donde estaba sentado. Así le dice, tú estas así porque te has olvidado de los caminos de Dios (v. 13). Como una planta privada de agua que se seca, así estás tu a causa de tu pecado.

       El juicio de aquel hombre no solo causó mayor angustia a Job, sino que expresó conceptos equivocados. Los grandes conflictos no son siempre retribución merecida por el pecado, sino la bondadosa permisión de la gracia. Hemos de comprender que nuestras concepciones de la verdad son siempre menos que la verdad misma. Ignorar el amor de Dios, Su gracia y Su misericordia es ignorar a Dios mismo. El Señor es “lento para la ira y grande en misericordia” (Ex. 20:6). La consolación es entender que en medio de la angustia, de algún modo incomprensible, actúa el amor de Dios. Algunos procuran cargar la conciencia del hermano con la sombra de algún pecado, sin entender que la fidelidad y la santidad no son esfuerzos del hombre sino la operación divina en la vida cristiana (He. 13:20-21). El legalista se olvida que la fe no sólo es auténtica en las grandes batallas, cuando se glorifica a Dios aun a riesgo de la vida, sino también cuando agoniza en las profundidades de la perplejidad.

       La gran seguridad en medio de las pruebas es que en las mayores dificultades, las promesas de Dios son incondicionales. Esto implica descanso, porque debemos estar “…contentos con lo que tenéis ahora; porque Él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (He. 13:6).

Señor, no entiendo lo que sufro ahora, pero sé que estoy rodeado de Tu amor.

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