3 JULIO

Josué 5 | Salmos 132–134 | Isaías 65 | Mateo 13
Tres elementos resaltan en Josué 5.
(1) Aquí, se circuncida a todos los varones nacidos durante los años en los que vagaron por el desierto. Según y cómo, esto es bastante sorprendente: ¿Por qué no lo hicieron cuando nacieron los niños? En muchas ocasiones la multitud se quedaba en un lugar por largo periodo de tiempo y sin duda, desarrollaban vida de comunidad. ¿Qué les impidió que obedecieran este claro mandato del pacto?
Ha habido muchas teorías, pero carecemos de una definitiva. Más importante aún en este contexto es el hecho de que el rito se hace ahora a todos por igual. Por ende, surge como un punto de inflexión, una afirmación simbólica comunitaria del pacto en el momento en que el pueblo está a punto de entrar a la Tierra Prometida. Egipto ya quedó atrás; el descanso asegurado les espera. “Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto” (5:9).
(2) El maná cesó (5:10–12). De ahora en adelante, el pueblo se alimentará de “los frutos de la tierra de Canaán”. Esto también fue una señal dramática de que se habían acabado los días errantes y que el cumplimiento de la promesa de una nueva tierra comenzaba a revelarse ante ellos. El cambio les debió haber provocado tanto miedo como emoción, especialmente a toda una generación que nunca había conocido la vida sin la seguridad del maná.
(3) En los primeros capítulos de este libro, Josué experimenta una serie de hechos que lo destacan, tanto en su propia mente como en la del pueblo, como el sucesor legítimo de Moisés. Este capítulo termina con una de estas señales. Sin duda, la más dramática antes de este capítulo fue cuando cruzaron el río Jordán, una especie de recreación milagrosa del momento en el que pasaron el Mar Rojo (Josué 3–4). Aparte de ser una manera eficiente de mover a las multitudes a través del río, la dimensión personal está explícita: “Aquel mismo día, el Señor engrandeció a Josué ante todo Israel. El pueblo admiró a Josué todos los días de su vida, como lo había hecho con Moisés” (4:14- aunque esa última frase se debe tomar con un tono un tanto irónico).
Pero, ahora, hay otro paso: Josué se encuentra con un “hombre” que parece ser una especie de aparición angelical. Él es un guerrero, un “comandante del ejercito del Señor” (5:14). Por un lado, esto fortalece la fe de Josué para creer que el Señor mismo irá delante de él en las competencias militares que le esperan. Pero aún más: la escena en cierto sentido nos recuerda a Moisés ante la zarza ardiente (Éxodo 3:5): “porque estás pisando tierra santa”. Si bien estas circunstancias son únicas, nosotros también debemos tener líderes acostumbrados a estar en presencia de santidad.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 184). Barcelona: Publicaciones Andamio.