Y separó Dios la luz de las tinieblas

9 de julio

«Y separó Dios la luz de las tinieblas».

Génesis 1:4

En el creyente hay dos principios activos. En su estado natural estaba sujeto a un solo principio, el de las tinieblas. Ahora la luz ha entrado en él, y esos dos principios se contraponen. Observa las palabras del apóstol Pablo en Romanos 7: «Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios, mas veo otra ley en mis miembros que se rebela contra la ley de mi espíritu y me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros». ¿Cómo se ha producido este estado de cosas? «Separó Dios la luz de las tinieblas». Las tinieblas, en sí mismas, resultan plácidas y serenas; pero cuando el Señor introduce la luz, se produce un conflicto, porque las tinieblas son la antítesis de la luz. Este conflicto nunca cesará hasta que el creyente sea enteramente luz en el Señor. Si hay una división dentro del creyente, tiene que haberla también fuera de él. Tan pronto como el Señor da luz a alguno, el tal empieza a separarse de las tinieblas que lo circundan, se aleja de una religión meramente mundana, de ceremonias externas (pues nada fuera del evangelio de Cristo le produce satisfacción), y se aparta de la sociedad mundana y de las diversiones frívolas para buscar la compañía de los santos; ya que «nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida en que amamos a los hermanos». La luz tira hacia su lado y las tinieblas hacia el suyo. Lo que Dios ha dividido jamás intentemos nosotros unirlo; sino que como Cristo salió fuera del campamento llevando su vituperio, así también salgamos nosotros de entre los impíos y seamos un pueblo especial. Cristo fue santo, inocente, limpio y apartado de los pecadores. Como él fue, así debemos ser nosotros, disintiendo del mundo, apartándonos de todo pecado y diferenciándonos del resto de la Humanidad por nuestra semejanza con nuestro Maestro.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 200). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.


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