13 JULIO

Josué 18–19 | Salmos 149–150 | Jeremías 9 | Mateo 23
Este (Josué 18–19) es un buen momento para reflexionar sobre los muchos capítulos de Josué que se dedican al reparto de la tierra.
(1) Enfocados en la división de la tierra, estos capítulos se centran implícitamente en la tierra misma. Después de todo, la tierra era un componente irreducible de la promesa a Abraham, del pacto del Sinaí, de la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto. Ahora se distribuye mediante la supervisión providencial de la “suerte”.
(2) La conclusión inevitable es que Dios es fiel a sus promesas. Tan sólo dos capítulos más adelante se nos revela explícitamente este punto: “Así fue como el Señor les entregó a los israelitas todo el territorio que había prometido darles a sus antepasados; y el pueblo de Israel se estableció allí. El Señor les dio descanso en todo el territorio, cumpliendo así la promesa hecha años atrás a sus antepasados. Ninguno de sus enemigos pudo hacer frente a los israelitas, pues el Señor entregó en sus manos a cada uno de los que se les oponían. Y ni una sola de las buenas promesas del Señor a favor de Israel dejó de cumplirse, sino que cada una se cumplió al pie de la letra.” (Josué 21:43–45).
(3) Estos capítulos también nos explican que la entrada en la Tierra Prometida no procedió de una ola de triunfo constante. Anteriormente, Dios había advertido que no se la entregaría toda de un golpe a los israelitas. Ahora, se nos dice varias veces que una u otra tribu no logró desalojar a ciertos cananeos y que permanecieron allí “hasta hoy”. Por ejemplo, “Los descendientes de Judá no pudieron expulsar de la ciudad de Jerusalén a los jebuseos, así que hasta el día de hoy estos viven allí junto con los descendientes de Judá.” (15:63; cf. Jueces 1:21). De hecho, Jerusalén fue tomada (Jueces 1:8), pero no todos los jebuseos fueron arrojados. Este tipo de detalle nos ayuda a explicar por qué gran parte de la historia de Israel está saturada de la lucha entre la fidelidad y el sincretismo.
(4) Algunos de los elementos en estos capítulos le ponen punto final a ciertos fragmentos anteriores de la narrativa. Por ejemplo, Caleb aparece de nuevo. Él era colega de Josué entre el grupo inicial de los doce espías; ellos dos fueron los únicos que, en Cades Barnea, al acercarse por primera vez a la Tierra Prometida, animaron al pueblo a entrar con valentía y confiar en Dios. En consecuencia, son los únicos de su generación que aún están vivos para ver la Tierra Prometida con sus propios ojos. Y ahora, en Josué 15, Caleb sigue buscando nuevos territorios para conquistar y recibe su herencia. De forma parecida, los capítulos 20 y 21 detallan la designación de ciudades de refugio y los pueblos asignados para los levitas- pasos ordenados por el Código Mosaico.
(5) Se avecinan problemas. Las ambigüedades de la situación y la memoria de las últimas advertencias de Moisés le señalan al lector que estas victorias parciales, siendo buenas, no pueden ser la provisión final o máxima de Dios.
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 194). Barcelona: Publicaciones Andamio.