¡Esteban, el primer mártir cristiano!

20 JULIO

Jueces 3 | Hechos 7 | Jeremías 16 | Marcos 2

Los salmos históricos del Antiguo Testamento nos ofrecen muchísimos ejemplos en los cuales los escritores repasaban la historia compartida de Israel con algún propósito especial, ya sea teológico o ético. Algo parecido ocurre cuando 1 y 2 de Crónicas vuelven a narrar 1 y 2 de Samuel y 1 y 2 de Reyes, como para centrarse en el reino del sur y en ciertas perspectivas teológicas. Esta forma de discurso continúa en algunos sermones del Nuevo Testamento. Pablo, en Antioquía de Pisidia, comienza el relato histórico con el Éxodo y organiza sus prioridades como un cronista para mostrar que Jesús realmente es el Mesías prometido (Hechos 13:16 ss.; ver también la meditación del 26 de julio). Aquí, en Hechos 7, Esteban, el primer mártir cristiano, comienza con Abraham.

¿Cuáles son las ventajas de este acercamiento? Y en cuanto a Esteban en particular, ¿qué intenta demostrar?

Una de las ventajas es que narrar la historia capta la atención de la audiencia – y, en este caso, la audiencia era excesivamente hostil y necesitaba tranquilizarse. Su identidad personal estaba entrelazada con su historia nacional. Al menos en un principio, esta narración debió haber apaciguado los ánimos, estableciendo un terreno común para mostrar que Esteban estaba dentro de los límites de la ley. Una segunda ventaja tiene que ver con el hecho de que el cambio que Esteban quería efectuar en la mente de su audiencia judía era tan grande, que sólo podría adoptarse dentro del marco de una cosmovisión modificada. En otras palabras, los judíos pensantes no serían capaces de aceptar la identidad de Jesús – y mucho menos su muerte y resurrección – a no ser que percibieran que esto era lo que las Escrituras enseñaban. Y este hecho no se podía establecer fácilmente a menos que estuviera anclado en el tejido mismo del relato del Antiguo Testamento. De manera que debían contar una y otra vez la historia para resaltar los aspectos más importantes.

A medida que Esteban relata la historia, surge un tema lentamente al principio y luego se va acelerando hasta volverse explosivo: el pecado repetitivo del pueblo. Cuando Esteban comienza la historia, al principio no menciona la maldad de Israel. Luego, habla brevemente sobre la maldad de los hermanos de José (7:9). La maldad comunitaria resurge en la época de Moisés (7:25–27, 35). Ahora el paso se aligera. El pueblo rehusó obedecer a Moisés y “en sus corazones se volvieron a Egipto” (7:39).

Se cuenta el episodio del becerro de oro y este se equipara con la idolatría en la época de Amós (7:42–43). Avanzamos hasta David y Salomón, y la insistencia de que Dios no puede ser domesticado por un edificio. Finalmente, aparece la explosiva condenación, no sólo de las pasadas generaciones israelitas que rechazaron a Dios y su revelación, sino también de todos sus descendientes contemporáneos que resisten al Espíritu (7:51–53).

¿Qué relación tiene este hecho con las lecciones que debemos extraer de la historia bíblica?

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 201). Barcelona: Publicaciones Andamio.


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