«Diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado»

6 de noviembre

«Diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado».

Hebreos 9:20

Hay en la palabra sangre un extraño poder, y su sola presencia siempre nos afecta. Un corazón sensible no puede siquiera ver sangrar a un gorrión y (a menos que esté acostumbrado a ello) se apartará con horror del que mata a un animal. En cuanto a la sangre humana, es cosa muy sagrada. El que la vierte llevado por la ira, comete asesinato; y el que la derrama en las guerras, incurre en un espantoso crimen. ¿Se debe quizá este sentimiento al hecho de que la sangre es la vida y su derramamiento constituye una señal de muerte? Creemos que sí. Cuando nos erguimos para contemplar la sangre del Hijo de Dios, nuestro espanto se acrecienta y sentimos un estremecimiento pensando en el crimen del pecado y en el terrible castigo que tuvo que soportar quien lo expió. La sangre es siempre preciosa; y se vuelve inapreciable cuando procede de las venas de Emanuel. La sangre de Jesús sella el pacto de gracia y lo confirma para siempre. Los pactos de la antigüedad se hacían por medio de sacrificios, y el pacto eterno fue ratificado de la misma manera. ¡Oh, qué placer nos produce el ser salvos sobre ese seguro fundamento de los contratos divinos, que no pueden dejar de cumplirse! La salvación por las obras de la ley es una frágil y astillada embarcación destinada a naufragar; pero la nave del pacto no teme las tormentas, porque la sangre de Jesús la asegura plenamente. La sangre de Cristo hizo válido su Testamento. Los testamentos no valen de nada hasta que mueren los testadores; y, en este sentido, la lanza del soldado constituye una bendita ayuda para la fe, pues demuestra que nuestro Señor murió realmente. Acerca de este asunto no cabe duda alguna, y podemos intrépidamente apropiarnos de los legados que él dejó para los suyos. ¡Dichosos quienes ven garantizados sus derechos a las bendiciones celestiales por un Salvador que muere! Sin embargo, ¿no tiene esta sangre la última palabra para nosotros? ¿No nos está pidiendo que nos santifiquemos para Aquel por quien hemos sido redimidos? ¿No nos llama a una nueva vida y nos mueve a consagrarnos completamente al Señor? ¡Ojalá conozcamos y sintamos el poder de la sangre en nosotros en esta noche!

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 321). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.


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