21 SEPTIEMBRE

2 Samuel 17 | 2 Corintios 10 | Ezequiel 24 | Salmo 72
La segunda parte de Ezequiel 24 (Ezequiel 24:15–27) es quizás el pasaje más desgarrador de todo el libro. Hemos visto en Ezequiel al profeta fiel, al testigo firme de la verdad de Dios, al hombre preparado para representar extraordinarias parábolas cargadas de simbolismo. Hoy veremos al Ezequiel marido. Observemos lo siguiente:
(1) Se nos da una pequeña pista de lo que su esposa significaba para él en la expresión que Dios utiliza: “la mujer que te deleita la vista” (24:16). Si el profeta tenía treinta años en el quinto año del exilio (1:1–2), ahora en el noveno (24:1) no tendría más de treinta y cuatro o treinta y cinco, y probablemente su esposa no fuese mayor. Ezequiel no es el único líder del pueblo de Dios que sufrió una pérdida personal devastadora. Aquí, el Señor le avisa del golpe que sufrirá (saberlo de antemano es a la vez una bendición y una agonía), pero también le ordena que no muestre públicamente su pesar: su silencio en esta ocasión, en una sociedad conocida por sus expresiones de dolor, se convierte en otro acto profético simbólico.
(2) Casi podemos sentir lo duro de esta restricción en las lacónicas palabras: “Por la tarde murió mi esposa. A la mañana siguiente hice lo que se me había ordenado” (24:18, cursivas añadidas). Su silencio puede entenderse como insensibilidad, pero no es así en este caso. El pueblo sabe qué clase de hombre es y discierne que esta entereza total lleva consigo un mensaje para ellos (24:19).
(3) Ezequiel comunica al pueblo el significado de su silencio (24:20–24). El deleite de sus ojos, el deseo de su corazón, aquello en lo que aún tienen depositada su confianza, es la ciudad de Jerusalén. Creían que Dios irrumpiría desde allí para rescatarlos. Sin embargo, la perderán, tal como el profeta ha perdido a su mujer. Cuando ocurra, no deben llorar más de lo que lo ha hecho Ezequiel por la muerte de su esposa.
¿Qué significa esto? (a) Algunos creen que se trata de una condena del pueblo: ellos son tan crueles e insensibles que no se molestarán en llorar la pérdida de la ciudad. Esta interpretación no concuerda en absoluto con el conjunto del libro. (b) Otros piensan que la tragedia de la destrucción de Jerusalén es demasiado profunda como para que cualquier expresión de dolor sea apropiada. Es posible, pero el profeta no guarda silencio por la gravedad de su pérdida, sino porque Dios se lo manda. (c) Puede ser, entonces, que el Señor les esté ordenando no afligirse por la caída de la ciudad, ya que merecen sobradamente ese juicio (cp. 14:22–23; 1 Samuel 16:1).
En relación a 24:25–27, reflexionemos sobre 3:26–27 y 33:21–22.
Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 264). Barcelona: Publicaciones Andamio.