En Apuros

Isha – Salmos

DÍA 107 – Salmo 70

Dosis: Ayuda

En Apuros

“Apresúrate, oh Dios, a rescatarme; ¡apresúrate, SEÑOR, a socorrerme!…Yo soy pobre y estoy necesitado; ¡ven pronto a mí, oh Dios! Tú eres mi socorro y mi libertador; ¡no te demores, Señor!” (Salmo 70:1, 5) (NVI)

¿Cuántas veces has estado en apuros, necesitando desesperadamente del socorro de Dios? En este breve salmo, David se encuentra en problemas. Así que suplica a Dios que venga en su ayuda a toda prisa porque parece ser que ya no puede más. Lo curioso es que aún, en medio de su pánico, no olvida alabar a Dios. Parece increíble que alguien que está en aprietos pueda pronunciar estas palabras: “Pero que todos los que te buscan se alegren en ti y se regocijen; que los que aman tu salvación digan siempre: «¡Sea Dios exaltado!»”

En ocasiones queremos ver a Dios como un Papá Noel o una máquina que vende productos. “Presione el botón y obtenga sus deseos”. “Haga una lista, y recibirá sus peticiones”. Sin embargo, Dios es una persona. Y como David, debemos reconocer que al pedir ayuda podemos alabar también a Dios, sin importar lo hondo del pozo en el que estemos.

Analizando el salmo: ¿Quién necesita ayuda? David comienza con una confesión: “Soy pobre y estoy necesitado”. Si recordamos las bienaventuranzas, el Señor Jesús llama dichosos a los pobres de espíritu, y ser pobre de espíritu significa reconocer nuestra necesidad de Dios. ¿Somos pobres de espíritu? En ocasiones no. Creemos tener todo resuelto y no acudimos a Dios. Que este día podamos aceptar que lo necesitamos.

Sigue una súplica. “¡Ven pronto!” Cuanto más apremiante es el dolor, más necesitaremos de su gracia. Tal vez este versículo nos haga recordar también el anhelo de la iglesia por la segunda venida de nuestro Señor, conforme a la promesa que Él nos hizo de volver.

Después viene el reconocimiento. David declara que el Señor es su socorro y su libertador. David sabía en quién podía confiar. No tenía ninguna duda de ello. ¿Y nosotras confiamos así? El otro día enfermó mi hijo. Empezó a vomitar y a llorar. Sentí pánico. ¿Sabes qué hice? Llamé a mi madre, pero no estaba. Busqué en el Internet para ver qué remedios encontraba. Hice todo, menos acudir a Dios. Cuando finalmente, aturdida porque nada salía, me arrodillé y oré, vi las cosas con claridad. ¡Qué pobre y necesitada estaba! En cualquier situación, primero acudamos a Él.

Oración: Señor, reconozco que soy pobre y necesitado. ¡Ven pronto a socorrerme! Sí, ¡ven, Señor Jesús! Amén.

De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 123). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.

 


Deja un comentario