Isha – Salmos

DÍA 108 – Salmo 71
Dosis: Virtud
Oración de un Anciano
“Aun cuando sea yo anciano y peine canas, no me abandones, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a la generación venidera, y dé a conocer tus proezas a los que aún no han nacido.” (Salmo 71:18) (NVI)
La señorita Phyllis, porque nunca se casó, era hija de padres ingleses, misioneros en mi ciudad. Desde que nací la vi como una mujer mayor de edad. Después me enteré que me llevaba cincuenta años. Todos los domingos, sin falta, llegaba puntualmente a la reunión y se sentaba junto a la puerta para recibir a los fieles. Vendía Biblias y repartía folletos. Toda la semana asistía a distintas reuniones para niños y mujeres donde ayudaba en lo que podía.
Pero la edad cayó sobre ella. Ya no podía vivir sola. Se discutió con ella qué hacer, y ella estuvo de acuerdo en ingresar a un asilo. En ese lugar, como en muchos, había ancianos que terminaban su vida angustiados, abandonados, rechazados, ignorados, y por lo tanto, amargados y enfadados. No ella. Hacía bromas, cuando podía. Se sentaba para ver partidos de fútbol, una afición que había ocultado de muchos de nosotros. Cuando murió, sus cuidadoras lloraron. “La vamos a echar de menos. Iluminaba nuestros días”.
El cómo vivimos hoy, afectará cómo vemos el mañana. Quizá ya estás en una edad avanzada, o tal vez ni siquiera piensas en ello, pero la ancianidad es una realidad para todas nosotras. La pregunta es: ¿podremos hablar como el salmista? Este anciano tenía un testimonio claro: “Mi vida es un ejemplo para muchos, porque tú has sido mi fuerza y protección.” Vivamos desde hoy siendo ejemplo, no tanto por lo que hagamos, sino por aquel en quien confiamos.
Y ya que su vida era un ejemplo, el salmista clama a Dios y le ruega más tiempo. Aún no terminaba su labor. Debía anunciar las maravillas de Dios a una generación venidera. Una persona jamás será suficientemente adulta para servir a Dios, ni demasiado anciana para orar. Si bien algunas actividades físicas cesan, no las espirituales. Aún en el asilo, la señorita Phyllis cantaba himnos y recitaba salmos. Aunque su mente ya no podía articular bien un sermón, dejó huella en los que la escuchaban.
Mis abuelos me regalaron un cuadro con una leyenda que ha marcado mi vida: “Cuando tú naciste, todos sonreían y tú llorabas. Vive de tal manera que cuando mueras, todos lloren y tú sonrías”. Vivamos el día de hoy de modo que el día de mañana podamos anunciar la fidelidad de Dios a los que todavía no nacen.
Oración: Señor, ayúdame a proclamar lo que has hecho por mí. Sostén a todas las ancianitas que aún hoy te sirven en oración y en alabanza. Gracias porque jamás nos abandonas.
De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 124). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.