Isha – Salmos

DÍA 110 – Salmo 73
Dosis: Contentamiento
La recompensa de los justos
“Entonces me di cuenta de que mi corazón se llenó de amargura, y yo estaba destrozado por dentro… Puede fallarme la salud y debilitarse mi espíritu, pero Dios sigue siendo la fuerza de mi corazón; Él es mío para siempre.” (Salmo 73:21, 26) (NTV)
A partir del salmo 73 comienza el tercer libro de los Salmos, la mayoría escrito o compilado por Asaf, uno de los líderes de los coros levíticos bajo el reinado de David. En este salmo, Asaf habla de dos grandes temas que se van entretejiendo: la prosperidad de los malos versus la aparente pobreza de los justos.
Asaf abre de par en par su corazón dolido y comienza confesando su envidia hacia los malos porque estos prosperan, aparentemente no sufren, triunfan en todo lo que hacen, blasfeman a Dios y se salen con la suya. ¿Te has sentido así? ¿Tu compañera de clases de la escuela elemental ahora tiene una casa grande, un auto nuevo, una familia perfecta, en tu opinión, mientras que tú luchas por el sustento diario? Y ella decidió no confiar en Dios, mientras que tú le sirves. De repente te parece injusto.
Podemos caer en la misma trampa en que tropezó Asaf y pensar tres cosas: que no vale la pena ser fiel a Dios, que desperdiciamos nuestras vidas y que aquellos que se ríen de nuestra fe son los que más se enriquecen. Pero Asaf no se quedó en sus quejas. Eso es lo que hace la oración. Aunque tengamos reclamos, al entrar en la presencia del Señor vamos recuperando la visión. Cuando asistimos a la iglesia y escuchamos la palabra de Dios ordenamos nuestros pensamientos. Así le sucedió a Asaf. Entró al santuario y finalmente comprendió las cosas.
El fin de los malos será inexorable. Los ricos ponen su confianza y su gozo en las riquezas, pero esto solo crea un sueño que pronto se desvanece. Un día, el Señor se reirá de sus sueños y sus ideas pues le negaron a Él. A final de cuentas, los ricos y malos no son dignos de envidia sino de lástima.
Entonces Asaf descubre cómo Dios le ha cuidado y le guiado. Declara que en medio de la enfermedad y la pobreza, cuenta con una riqueza eterna que nadie le arrebatará: Dios mismo. Así que se propone seguir adelante y hablar a otros de su Dios. Como Asaf, habrá días en que envidiemos a los que hacen el mal y prosperan, pero no olvidemos que nuestra herencia es eterna, y es lo mejor que puede existir: Dios mismo. Quizá hoy no lo entendemos del todo, pero un día lloraremos de gratitud por haber sido salvadas por Jesús, pues tendremos lo que jamás perderemos: a Jesús mismo, la verdad y la vida.
Oración: Señor, enséñame a no envidiar. Gracias porque tú eres lo que más deseo en esta tierra. Y te pido por aquellos que aún andan ciegos pensando que la riqueza lo es todo. Dame valor para hablarles de ti. Amén.
De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 126). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.