Isha – Salmos

DÍA 111 – Salmo 74
Dosis: Pertenencia
La posesión más preciada
“Recuerda que somos el pueblo que elegiste hace tanto tiempo, ¡la tribu a la cual redimiste como tu posesión más preciada! Y acuérdate de Jerusalén, tu hogar aquí en la tierra.” (Salmo 74:2) (NVI)
Este salmo, es probablemente de uno de los descendientes de Asaf, se escribió después de la caída de Jerusalén. En él, el salmista ruega a Dios que ayude a su pueblo y recuerde sus promesas. Cuando estamos devastados y nos creemos olvidados, podemos, como el salmista, enumerar lo que Dios ha hecho en el pasado, y así confiar que nos ayudará en el presente.
En el verso 2, el salmista usa una de las ilustraciones más bellas que hay: la redención. A Dios no le bastó comprar a su pueblo, tuvo que rescatarlo. Dios lo liberó y se convirtió en su Redentor. Aún más, lo hace suyo. Lo vuelve su posesión preciada, su más grande tesoro. Para entender este concepto, me gusta usar la siguiente historia que escuché de niña.
Un niño, a quien llamaremos Tomás, construyó un barco de madera. Lo pintó, lo barnizó y le puso una vela. Después salió al río para verlo navegar. Ató a su mástil una cuerda, pero cuando la corriente se puso más violenta, perdió la cuerda y el barquito de madera se fue río abajo. Tomás perdió su bote. Semanas después, pasaba por el centro del pueblo cuando en la vitrina de la juguetería principal vio su barco. Entró corriendo y le dijo al vendedor: “Señor, este es mi barco. Yo lo construí. ¿Me lo devuelve?”
El dueño de la tienda lo miró con curiosidad: “Disculpa, hijo, pero si lo quieres, deberás comprarlo. Cuesta treinta monedas”. Tomás no tenía ni diez, y por más que insistió, el hombre del negocio no rebajó el precio ni le entregó el barco. Finalmente, Tomás juntó el dinero y volvió por el barco. Al tenerlo en brazos, lo abrazó y dijo: “Te amo, barquito, porque eres dos veces mío”.
Del mismo modo, somos preciadas para Dios. Somos dos veces suyas. Por creación le pertenecíamos, pero el pecado nos separó de él y terminamos en la vitrina de la esclavitud al pecado. Pero Jesús pagó el precio y nos recuperó. Hemos sido redimidas. Le pertenecemos a él. ¿No es esto maravilloso? Amada, no importa los problemas que hoy tengas, o cómo te sientas al mirarte en el espejo. Empieza a verte a ti misma con los ojos de Dios. Eres dos veces suya, porque te creó y te compró. ¡Eres su posesión preciada!
Oración: Señor, gracias porque me redimiste y me compraste del pecado. Gracias porque soy preciada para ti.
De Vergara, P. A., de Vera, A. D., & Harris, K. O. (2012). Isha-Salmos: Una dosis diaria de fe para ti. (P. A. de Vergara, Ed.) (Primera Edición, p. 127). Lima, Perú: Ediciones Verbo Vivo.