Director de educación en español y profesor de Antiguo Testamento en The Master’s Seminary
Tiene una licenciatura summa cum laude en idiomas bíblicos (B.A.) por The Master’s University, dos maestrías summa cum laude (M.Div. y Th.M.) y un doctorado (Ph.D.) por The Master’s Seminary. Actualmente sirve no solo como director ejecutivo de la Sociedad Teológica Cristiana sino también como director de los ministerios en español de The Master’s Fellowship. Es anciano en la Iglesia Bíblica Berea en North Hollywood, California, y el editor general y uno de los autores de La hermenéutica de Cristo así como uno de los contribuidores de la serie En ti confiaré y El orgullo. Nacido en Buenos Aires, Argentina, Lucas emigró a los Estados Unidos en el 2008, donde conoció a su esposa Clara de origen brasileño. Juntos tienen tres hijos, Elias Agustín, Enoc Emanuel y Emet Gabriel.
Domingo 9 Octubre En una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende… Óyeme tú a mí; calla, y te enseñaré sabiduría. Job 33:14, 33 El objetivo de Dios En el siglo 17, en el ejército de Cromwell, jefe militar de Inglaterra, el reglamento exigía que cada soldado llevara consigo un ejemplar de la Biblia. Un joven delincuente se había enrolado en esa tropa con la esperanza de obtener un botín. Como todos sus compañeros, tuvo que llevar una Biblia con él. Después de una jornada de rudas batallas, queriendo tomar pan de su mochila, puso la mano sobre el libro y descubrió un misterioso hueco redondo en la cubierta. Observó bien y notó que una bala había atravesado una parte del volumen, pero se había detenido en la página de Eclesiastés 11. Con asombro leyó estas palabras: “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia… pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (v. 9).
¡Dios le hablaba! Fue consciente de que había rozado la muerte. Sin ese libro, probablemente estaría muerto y habría entrado en la eternidad sin estar preparado para encontrar a Dios. En ese mismo instante creyó en Jesús el Salvador y, desde entonces, lo siguió fielmente hasta el fin de su larga vida. Él solía decir: “Debo la vida a mi Biblia, la vida del cuerpo que ella preservó en el campo de batalla, y la vida de mi alma, que hallé en Jesucristo”.
Dios habla a los hombres de mil maneras: por medio de un accidente, un fracaso, una liberación, una decepción, o quizá por el relato que usted acaba de leer… El objetivo de Dios es alcanzar la conciencia y el corazón de sus criaturas. “Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo” (Proverbios 4:20-22).