La Verdadera Iglesia

Por J.C. Ryle

Yo deseo que pertenezcas a la única Iglesia Verdadera: a la Iglesia fuera de la cual no hay salvación. No pregunto a dónde asistes los domingos sino pregunto si ‘¿Perteneces a la única Iglesia Verdadera?» 

¿Dónde se encuentra esta única Iglesia verdadera? ¿Cómo es esta Iglesia? ¿Cuáles son las características por las cuales se puede reconocer esta única Iglesia verdadera? Quizás me hagas tales preguntas. Escucha bien y te daré algunas respuestas al respecto. 

La única Iglesia verdadera se compone de todos los creyentes del Señor Jesús. Se compone de todos los elegidos de Dios -de todos los hombres y mujeres convertidos -de todos los cristianos verdaderos. A cualquier persona que se le manifiesta la elección de Dios el Padre, la sangre vertida de Dios el Hijo, la obra santificadora de Dios el Espíritu, lo consideramos como un miembro de la Iglesia verdadera de Cristo. 

Es una Iglesia en la cual todos los miembros poseen las mismas características. Todos son nacidos del Espíritu; todos poseen «un arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo,» y santidad de vida y conversación. Todos odian el pecado y todos aman a Cristo. Adoran en diferentes maneras; algunos adoran con una forma de oración, y otros sin ninguna; otros adoran hincados y otros en pie; pero todos adoran con un sólo corazón. Todos son guiados por un mismo Espíritu; todos edifican sobre el mismo cimiento; todos derivan su religión de un sólo libro la Biblia. Todos están unidos a un mismo eje-Jesucristo. Todos aun ahora pueden decir con un corazón, «Aleluya;» y todos pueden responder con un corazón y una sola voz, «Amén y Amen. 

Es una Iglesia que no depende de ningún ministro aquí en la tierra, aunque sí estima mucho a aquellos que predican el evangelio a sus miembros. La vida de sus miembros no depende de la membresía oficial de la Iglesia, ni del bautismo ni de la cena del Señor aunque también estiman mucho estas cosas cuando, se pueden practicar. Pero sólo posee un Líder Supremo un Pastor, un obispo principal -y ese es, Jesucristo. Sólo Él, por medio de su Espíritu, da la entrada a los miembros de esta Iglesia, aunque los ministros les pueden indicar la entrada. Hasta que Él abra la puerta ningún hombre en la tierra la puede abrir-ni obispos, ni presbíteros, ni convocaciones, ni sínodos. Una vez que un hombre se arrepiente y cree en el evangelio, se convierte en ese momento en un miembro de esta Iglesia. Es posible que como el ladrón penitente no tenga la oportunidad de bautizarse, pero él sí tiene aquello que es mucho mejor que el bautismo en el agua eI bautismo del Espíritu. Puede ser que no pueda recibir el pan y el vino en la Cena del Señor; pero él come del cuerpo de Cristo y bebe de la sangre de Cristo todos los días de su vida, y ningún ministro en la tierra se lo puede impedir. Puede ser excomulgado por hombres ordenados y cortado de las ordenanzas externas de la Iglesia protestante: pero ni todos los hombres ordenados en el mundo lo pueden sacar de la única verdadera Iglesia. 

Es una Iglesia cuya existencia no depende de formas, ceremonias, catedrales, iglesias, capillas, púlpitos, bautismales, vestimentas, órganos, fundaciones, dinero, reyes, gobiernos, magistrados ni de ningún favor de parte del hombre. Muchas veces ha sobrevivido y continuado cuando todas estas cosas le han sido quitadas. Muchas veces se ha escapado de aquellos que debían de ser sus amigos al desierto y a las cuevas en la tierra. Su existencia no depende de nada sino la presencia de Cristo y de su Espíritu; y como éstos estarán siempre con ella, la Iglesia no puede morir. 

Esta es la Iglesia a la cual pertenecen los títulos bíblicos de honra y privilegio presentes, y sus promesas de gloria futura; éste es el cuerpo de Cristo; éste es el rebaño de Cristo; ésta es la casa de fe y la familia de Dios; éste es el edificio dc Dios, el cimiento de Dios, y el templo del Espíritu Santo. Esta es la Iglesia de los primogénitos, cuyos nombres están escritos en el cielo; éste es el sacerdocio real, la generación escogida, el pueblo escogido, la posesión adquirida, la habitación de Dios, la luz del mundo, la sal y el trigo de la tierra; ésta es «la santa Iglesia Católica» del Credo de los Apóstoles; ésta es la «única Iglesia Católica y Apostólica» de Credo de Nicea; esta es la Iglesia a la cual Cristo prometió que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella,» 5 y a la cual dice, «He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 16:18; 28:) 

Esta es la única Iglesia que posee una verdadera unidad Sus miembros están completamente de acuerdo respecto a los asuntos más importantes de la religión, porque todos son enseñados por un mismo Espíritu. En cuanto a Dios, a Cristo, el Espíritu, al pecado, a sus propios corazones, a la fe, al arrepentimiento, a la necesidad de la santidad, al valor de la Biblia, a la importancia de la oración, a la resurrección y al juicio venidero están de acuerdo. Escoge a tres o a cuatro de ellos, sin conocerse, de las regiones más aisladas de la tierra y examínalos individualmente sobre estos puntos y verás que serán de un mismo corazón. 

Esta es la única Iglesia que posee la verdadera santidad. Todos sus miembros son santos. No sólo son santos en palabra, en nombre o en el sentido de caridad; todos son santos en acto y hecho, en realidad, en su vida diaria y en la verdad. Todos están más o menos conforrnados a la imágen de Jesucristo. Ningún hombre impío pertenece a esta Iglesia. 

Esta es la única Iglesia que es verdaderamente católica. No es la Iglesia nacional de alguna nación o raza: sus miembros se encuentran en cada región del mundo donde el evangelio es recibido y creído. No está limitada a las fronteras de cierto país ni encerrada dentro de la estructura de formas particulares ni de un gobierno externo. En ella no hay diferencia entre judío o griego, negro o blanco, piscopaliano o Presbiteriano pero la fe en Cristo es todos. Sus miembros serán juntados del norte, del sur, y del oriente y del occidente, y todos tendrán dife rentes nombres y lenguas-pero todos serán uno en Jesucristo. 

Esta es la única Iglesia que es verdaderamente apostólica. Está edificada sobre los cimientos echados por los Apóstoles, y sostiene las doctrinas que ellos predicaban. Las dos metas que sus miembros; procuran realizar son, la fe y la práctica apostólicas; y ellos consideran que el hombre que sólo habla de seguir a los apóstoles sin poseer estas cosas, no es mejor que un metal que resuena o címbalo que retiñe. 

Esta es la única Iglesia que con certeza perdurará hasta el final. Nada puede vencerla o destruirla del todo. Sus miembros pueden ser perseguidos, oprimidos, encarcelados, golpeados, decapitados, y quemados, pero la verdadera Iglesia nunca es eliminada; vuelve a surgir nuevamente de sus aflicciones sobrevive el fuego y el agua. Cuando la aplastan en un país brota en otro. Los Faraones, los Herodes, los Neros, las Marías sangrientas, han luchado por eliminar esta Iglesia; ellos matan sus miles y luego se mueren y van a su lugar. La verdadera Iglesia dura más que todos ellos, y es testigo de la muerte de éstos. Es un yunque que ha quebrado muchos martillos en este mundo, y aún seguirá quebrando más. Es una zarza que arde muchas veces pero no se consume. 

Esta es la única Iglesia de la cual ningún miembro perecerá. Una vez que uno se matricula en’ esta Iglesia, sus pecados están perdonados por la eternidad; nunca son echados fuera. La elección de Dios el Padre, la intercesión continua de Dios el Hijo, la renovación diaria y el poder santificador de Dios el Espíritu Santo, los rodea y los encierra como en un jardín. Ningun hueso del cuerpo místico de Cristo será roto; ningún cordero del rebaño de Cristo le será arrebatado de la mano. 

Esta es la Iglesia que desempeña el trabajo de Cristo en la tierra. Sus miembros son un pequeño rebaño y pocos en número, comparados con los hijos del mundo: uno cuantos aquí, otros tantos allá-unos cuantos en esta parroquia y otros tantos allá. Pero estos son los que sacuden el universo; éstos son los que cambian el destino de gobiernos con sus oraciones; éstos son los que son los obreros activos para difundir el conocimiento de la religión pura y sin mácula; éstos son los que son la misma vida de un país, el escudo, la defensa, la resistencia y el apoyo de cualquier nación a la cual pertenecen. 

Esta es la Iglesia que será verdaderamente gloriosa al final Cuando toda la gloria terrenal se termine entonces esta Iglesia será presentada sin mancha delante del trono de Dios el Padre. Los tronos, los principados, y los poderes en la tierra llegarán a la nada todos los dignatarios, los oficios y las fundaciones pasarán; pero la Iglesia de los primogénitos brillará como las estrellas al fin y será presentada con gozo delante del trono del Padre en el día de la apariencia de Cristo. Cuando las joyas del Señor se preparen y suceda la manifestación de los Hijos de Dios, no se mencionarán el Episcopalianismo ni el Presbiterianismo ni el Congregacionalismo sino una sola Iglesia y ésa será la Iglesia de los elegidos. 

Lector, esta es la iglesia verdadera a la cual uno necesita pertenecer si has de ser salvo. Hasta que pertenezcas a ésta no eres nada mas que un alma perdida. Puedes tener la forma, la cáscara, la piel y la semblanza de la religión pero no posees la substancia y la vida. Sí, puedes gozar de muchos privilegios y puede ser que estés dotado con mucha luz y conocimiento pero sino perteneces al Cuerpo de Cristo, tu luz y tu conocimiento y privilegios no salvarán tu alma. ¡Ay, cómo hay ignorancia sobre este punto! Los hombres se imaginan que si se unen a esta iglesia o a aquella y se convierten en miembros y hacen ciertos ritos que sus almas están bien. Es un engaño total y es un error muy grave. No todos aquellos que se Ilamaban Israel eran de Israel, ni tampoco todos aquellos que profesan ser cristianos son miembros del cuerpo de Cristo. 

Nota bien; puede ser que seas Episcopaliano, Presbiteriano Independiente, Bautista, Metodista o Pentecostal y aún un pertenecer a la iglesia verdadera. Y si no perteneces, al final seria mejor que no hubieras nacido. 

-por J.C. Ryle, Obispo de Liverpool

¿Cuál es el camino de los Romanos hacia la salvación?

El camino de los Romanos hacia la salvación, es una manera de compartir las buenas nuevas de la salvación, utilizando versículos del libro de Romanos. Este es un simple, pero poderoso método para explicar por qué necesitamos la salvación, cómo Dios proveyó la salvación, cómo podemos recibir la salvación, y cuáles son los resultados de la salvación.

El primer versículo del camino de los Romanos hacia la salvación es Romanos 3:23, «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios». Todos hemos pecado. Todos hemos hecho cosas que desagradan a Dios. No hay uno que sea inocente. Romanos 3:10-18 nos da una descripción detallada de cómo luce el pecado en nuestras vidas. La segunda escritura en el camino de los Romanos hacia la salvación es Romanos 6:23, y nos enseña las consecuencias del pecado – «Porque la paga del pecado es muerte…». El castigo que merecemos por nuestro pecado es la muerte. ¡No solamente la muerte física, sino la muerte eterna!

El tercer versículo en el camino de los Romanos hacia la salvación se encuentra en la segunda mitad de Romanos 6:23, «mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro». Romanos 5:8 declara, «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros». ¡Jesucristo murió por nosotros! La muerte de Jesús pagó el precio de nuestros pecados. La resurrección de Jesús prueba que Dios aceptó la muerte de Jesús como pago por nuestros pecados.

La cuarta parada en el camino de los Romanos hacia la salvación es Romanos 10:9, «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo». ¡Debido a la muerte de Jesús a favor nuestro, todo lo que tenemos que hacer es creer en Él, confiar en Su muerte como pago por nuestros pecados – y seremos salvos! Romanos 10:13 lo dice nuevamente, «Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo». Jesús murió para pagar el castigo por nuestros pecados y rescatarnos de la muerte eterna. La salvación, el perdón de los pecados, está disponible para cualquiera que confía en Jesucristo como su Señor y Salvador.

El aspecto final en el camino de los Romanos hacia la salvación es el resultado de la salvación. Romanos 5:1 tiene este maravilloso mensaje, «Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo». A través de Jesucristo podemos tener una relación de paz con Dios. Romanos 8:1 nos enseña, «Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús». Debido a la muerte de Jesús a nuestro favor, nunca seremos condenados por nuestros pecados. Finalmente, tenemos esta preciosa promesa de Dios en Romanos 8:38-39, «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro».

¿Le gustaría seguir el camino de los Romanos hacia la salvación? Si es así, aquí está una sencilla oración que usted puede hacer a Dios. Hacer esta oración es una manera para declararle a Dios que usted está confiando en Jesucristo para su salvación. Las palabras mismas no van a salvarle. ¡Solamente la fe en Jesucristo es la que le puede dar la salvación! ¡Dios, sé que he pecado contra ti y merezco el castigo. Pero Jesucristo tomó el castigo que yo merecía, de manera que a través de la fe en Él yo pueda ser perdonado. Con tu ayuda, me aparto de mi pecado y pongo mi confianza en Ti para la salvación. ¡Gracias por Tu maravillosa gracia y perdón – el don de la vida eterna! En el Nombre de Jesús, ¡Amén!»

¿Ha hecho usted una decisión por Cristo por lo que ha leído aquí? Si es así, por favor oprima la tecla “¡He aceptado a Cristo hoy!”

Un libro que me comprende

Sábado 17 Diciembre

La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Hebreos 4:12

Un libro que me comprende

Émile Cailliet (1894-1981), profesor de literatura y filosofía, conocedor de Blaise Pascal, venía de una familia atea. Él cuenta cómo, en las trincheras de la guerra de 1914-1918, había soñado con un “libro que lo comprendería”. Después de la guerra emigró a los Estados Unidos y empezó a buscar dicho libro, pero no tuvo éxito. Entonces decidió escribirlo él mismo, a partir de sus lecturas. Al final, Émile abrió su preciosa colección de textos seleccionados. Pero ¡qué decepción! Él no se sentía identificado con ese libro: esos pasajes no hacían más que recordarle obras que lo habían decepcionado.

«En ese mismo momento, afirma él, mi esposa, quien no sabía nada del proyecto sobre el cual yo trabajaba, volvía de la ciudad. Por un extraño encadenamiento de circunstancias, ella traía una Biblia en la mano. ¡Tomé el libro, lo abrí en el instante y “caí” sobre las bienaventuranzas! (Mateo 5:1-12). Leí, leí, y leí, incluso en voz alta, mientras un calor indescriptible me invadía. No encontraba palabras para expresar mi asombro. De repente, tomé conciencia: ¡ese era el libro que me comprendía! Sus páginas estaban como animadas por la presencia del Dios vivo. Por primera vez oré a Dios, a ese mismo Dios del cual hablaba este libro».

Dios quiere revelarse a todo hombre y utiliza los medios adaptados a cada temperamento. Hizo descubrir a Émile Cailliet el libro que buscaba, el que nos permite descubrir al Dios que nos comprende.

Jueces 9:1-29 – Apocalipsis 10 – Salmo 143:7-12 – Proverbios 30:5-6

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