Menú1. Iglesia consumista

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a1No todo es culpa del que lo recibe, también lo es del que da la Palabra. Algunos predicadores nos han dicho sólo lo que queremos oír. Palabra a la carta, barata, rápida y a gusto del cliente, y siempre acorde con la corriente de este mundo:

Tú eres el mejor (de los cuales yo soy el primero (1 Timoteo 1:15), Dios quiere cumplir todos tus sueños, tienes que pensar en positivo, reclama lo que es tuyo, 34 pasos para el éxito… y un largo (demasiado largo) etcétera. Los que damos de comer somos responsables del alimento que reciben otros. Nuestra teología se ha abaratado demasiado. Creo firmemente que en el liderazgo están muchas de las raíces del problema y también las soluciones. Nuestras ideas se han empapado del pensamiento de esta época. Algunas de ellas no son malas en sí mismas pero…

Nos hemos acostumbrado a verdades a medias, que no sacian al verdadero buscador y que dejan de lado el mensaje que Jesús vino a enseñar, su cruz, su vida, su misión y nuestra entrega.

Jóvenes que, aunque asistimos, lo que conocemos de Dios es lo que dicen las canciones que cantamos y saltamos, o lo que pone en nuestras camisetas; pero que, en la mayoría de los casos, no nos atrevemos a estudiar la Biblia, no la hemos leído entera ni una sola vez, no hemos meditado en ella, ni pasamos tiempo a solas con Dios, pero nos atrevemos a decir “Jesús es mi amigo”. Nuestras vidas no cambian, somos como todos los demás, nos preocupan las mismas cosas, tenemos los mismos intereses y pensamos como este siglo, pero claro, somos cristianos.

Hemos construido toda una cultura de la que nos servimos (creo que eso no es malo en sí mismo), hemos decorado nuestras iglesias, nuestros templos y nuestras vidas. Nos hemos cargado de herramientas, instrumentos, artes, escenarios, luces, humo, show, marketing, estrategias, formas de hablar, música para todos los gustos, “performances”, tácticas, nuevas corrientes culturales, movimientos urbanos, bailes, moda, “mass media”. Toda una carcasa donde hemos puesto todos nuestros esfuerzos. Pero quizás hemos olvidado el contenido. De qué estamos hablando y de qué va esto. Si nos despojáramos de estos disfraces ¿Qué nos quedaría? ¿Qué te quedaría? Pregúntatelo delante de nuestro Dios. Yo lo hago. Además, ¿Qué buscan realmente las personas, aquellos que tienen ganas de descubrir la verdad de Dios y que están ahí fuera esperándonos?

La comida basura nos ha invadido, pero creo que aún hay una generación que tiene hambre y sed de justicia. ¿Serás tú uno de ellos?

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados”. (Mateo 5:6).

Sampedro, Á. (2013). Igleburger (pp. 10–12). Álex Sampedro.


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