EL MARIDO INTEGRAL
Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico
Por Lou Priolo
Capítulo Nueve
“CARIÑO, NECESITAS UNA DUCHA”
“Mi esposa y yo hemos estado casados por cinco años y ella aún no ha aprendido cómo tratarme con el respeto y honor que la Biblia demanda que la esposa muestre a su esposo.”
Cuando escucho a un esposo quejándose de alguna deficiencia de carácter largamente establecida en su esposa, mi respuesta usual es pedirle que considere su liderazgo. “¿Cómo es que has estado casado con esta mujer por tanto tiempo y ella no ha cambiado? ¿Qué es exactamente lo que has hecho para ayudarla con sus problemas?”
R.C Sproul enfoca este problema de manera bastante similar:1
“Una vez casados, la más grande influencia en el desarrollo de la personalidad y el carácter de una esposa es el esposo. Cuando un hombre viene a mí y se queja de cómo su esposa ha cambiado desde que se casaron, yo le respondo ¿Quién supones que la ha cambiado? En un sentido, la esposa que un hombre tiene es la esposa que él ha producido. Si lo que tiene es un monstruo, quizá debería examinar su propia naturaleza.
En el pasaje de Efesios es claro que el esposo está llamado a ser el sacerdote de su hogar. El hombre es responsable del bienestar espiritual de su esposa. Su santificación es su responsabilidad. Probablemente no hay responsabilidad masculina que haya sido más descuidada que ésta.
La búsqueda del Señor por la santificación de la Iglesia es en un sentido el Señor buscando cambiar a su esposa. Así, el esposo está llamado a cambiar a su esposa. El cambio tiene que ser hacia una semejanza mayor a la imagen de Cristo. ¡Debemos buscar presentar a Cristo a nuestras esposas, santas y puras, sin mancha y sin arruga!”
Examinemos Efesios 5:25–27. Esta porción de la Escritura tiene algunas cosas interesantes que decir sobre tu papel en el crecimiento y desarrollo espiritual de tu esposa.
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.
Mientras que el verso 26 (“para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la Palabra”) se refiere al trabajo santificador de Cristo por su esposa en este mundo (en la tierra), el verso 27 (“a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada”), se refiere a su trabajo santificador por su esposa en el mundo venidero (en el cielo). La primera oración del verso 28 (“Así también deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos”) es dada para que los esposos puedan aplicar lo que Cristo ha hecho por la iglesia a ellos mismos en su relación con sus esposas. El adverbio “Así que” apunta a la relación entre lo que Cristo ha hecho por la iglesia y lo que los esposos deben hacer por sus esposas.
“¿Cómo es que estas evidencias sobrenaturales del amor de Cristo por la iglesia se puedan aplicar a mí? ¡Sólo soy un ser humano! ¿De verdad Dios espera que un mortal como yo haga estas cosas por su esposa?”
Esta pregunta fue hecha y respondida hace más de 375 años por un hombre llamado William Gouge, en su libro llamado Treatise Of Domestical Duties2 (Tratado de las Responsabilidades Domésticas). Gouge indica que aunque no es posible para un esposo amar a su esposa como Cristo ama a la iglesia en la misma medida (en el mismo grado o extensión), sí lo puede hacer en similitud.
“En esta declaración del amor de Cristo, hay dos puntos generales que deben ser notados.
1. Que la iglesia en sí misma no era merecedora de tal amor.
2. Que Cristo se entregó por ella para hacerla merecedora de su amor.
Ésta debe ser la mentalidad de los esposos en cuanto a sus esposas.
1. Aunque ellas no merezcan ser amadas, ellos deben amarlas.
2. Ellos deben esforzarse con toda la pericia y sabiduría que tengan para hacerlas merecedoras de su amor. Digo esforzarse porque simplemente ningún esposo tiene el poder para realizar esto; sin embargo, el esfuerzo fiel de su parte es aceptado como si lo hubiese realizado.”
Lo que Gouge está diciendo es que ames a tu esposa, no como el rey Asuero amó a Ester (después de buscar laboriosamente a la mujer más bella para luego seguirla embelleciendo por doce meses más)3, sino como Cristo amó a la iglesia, sabiendo que estaba llena de manchas, arrugas y cosas similares. Gouge también explica que aunque tú no puedes santificar a tu esposa de la misma manera que Cristo lo hace (sobrenaturalmente), debes usar todos los medios que Dios da para hacerla merecedora de tu amor.
Como lo señalé anteriormente, Cristo amó a la iglesia primero. Mientras aún era pecadora, Él derramó sobre ella su amor.
Él no escogió amarla porque hubiese algo atractivo en ella que lo haya cautivado. Por el contrario, Su amor brotó exclusiva y enteramente de Él mismo. No había nada que ella poseyera de antemano que moviera a Cristo a amarla – ninguna belleza, ninguna bondad, ninguna riqueza. ¡Nada en absoluto! Tampoco había nada en ella que Él quisiera o necesitara. Él no tenía la esperanza de que ella le devolviera algo, excepto lo que Él le había dado primero a ella. Él se deleita en la justicia con la cual, como una gloriosa túnica, ella está vestida; y en esas gracias divinas, como joyas preciosas, con las que ella está adornada. Pero esa justicia y esas gracias son las suyas propias – son los regalos gratuitos con los que Élla viste para presentársela a sí mismo en toda Su gloria.
Es así como los esposos deben amar a sus esposas. Aunque no haya nada en una esposa que haga que su esposo la ame, está el hecho de que es su esposa; y aunque él sepa que no obtendrá ningún beneficio en el futuro de parte de ella, él debe darle su amor. El verdadero amor se enfoca en la persona amada y en el bien que éste le pueda hacer a ella, no en la persona que ama y en el bien que éste pueda recibir por amar, pues el amor no busca lo suyo. Esta clase de amor debe mover a los esposos a hacer lo que esté en su poder para embellecer a sus esposas y hacerlas merecedoras del amor que reciben.4
Aunque muchos comentaristas están en desacuerdo con el significado exacto5 de la frase “por el lavamiento del agua con la Palabra” (vs. 26), los pocos que intentan aplicarlo parecen estar de acuerdo en que la aplicación práctica de este pasaje es alguna forma de ayuda que el esposo da a la esposa en el proceso de su santificación progresiva. Como su líder espiritual, tü debes “separarla” (o hacerla santa), purificándola mediante las Escrituras. Debes ayudarla por medio de la Palabra a remover sus manchas, arrugas o cosas semejantes (vs. 28) que no se conforman a la imagen de Cristo. La manera de hacer esto es obedeciendo y usando la Palabra en todos tus tratos con ella.
Es asombroso como muchos cristianos creen que pueden crecer espiritualmente sin un regular (quiero decir diario) estudio de la Palabra. Muchos parecen pensar que pueden crecer, desarrollar un carácter y resolver sus problemas con ningún o poco tiempo invertido para leer, estudiar, memorizar, y meditar en la Palabra de Dios. Parecen haber olvidado porciones de la Escritura como:
La ley del SEÑOR es perfecta, que restaura el alma; el testimonio del SEÑOR es seguro, que hace sabio al sencillo. (Salmo 19:7)
Pero Él respondiendo, dijo: Escrito está: “NO SÓLO DE PAN VIVIRÁ EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS.” (Mateo 4:4)
Desead como niños recién nacidos, la leche pura de la Palabra, para que por ella crezcáis para salvación. (1 Pedro 2:2)
Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu. (2 Corintios 3:18)
En este último pasaje leemos que el Espíritu Santo nos transforma a la imagen de Cristo mientras contemplamos Su imagen en el espejo de la Palabra de Dios. De esta manera somos “transformados en la misma imagen de gloria en gloria” (de un nivel a otro de madurez espiritual).
Ahora, el Espíritu Santo puede trabajar de la manera que Él desee, pero nosotros debemos esperar que Él trabaje en nuestras vidas como la Biblia dice que Él lo hace, es decir, a través de la Biblia. Realmente no importa cuánto ores, cuánto testifiques de Cristo, o cuán frecuentemente participes de la cena del Señor, si no estás involucrándote en la Palabra de Dios (o para decirlo de una manera más precisa, si la Palabra de Dios no está morando dentro de ti; cf. Col. 3:16), te estás privando a ti mismo de uno de los recursos más poderosos e indispensables para el crecimiento espiritual. Dicho de otra manera, si la palabra de Cristo no habita en ti, no estás dándole al Espíritu Santo su más poderosa arma: “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” Ef. 6:17.6
La Teología de la Transformación Súbita: El Síndrome de “Un Beso y Todo Arreglado con Dios”
¿Has batallado alguna vez para vencer un mal hábito en tu vida? ¡Seguro que sí! Todos lo hacemos. Sin embargo, muchos cristianos, que “luchan” contra el pecado, en realidad no luchan. Lo que hacen es simplemente confesar su pecado, oran para que Dios los cambie y se levantan de sus rodillas esperando que Él súbitamente les infunda una medida especial de gracia o los impacte con un poder que los hará dejar de pecar sin ningún esfuerzo de su parte. A esto se le puede llamar el síndrome de “un beso y todo arreglado con Dios.”7
Desde luego, la santificación progresiva es algo que Dios hace, pero también es un proceso que requiere nuestra cooperación. No es suficiente orar que Dios nos cambie; debemos hacer lo que la Biblia dice que es necesario hacer, es decir, debemos despojarnos del pecado y luego revestirnos de Cristo. El cambio es un proceso doble: tenemos que despojarnos de nuestro pecado y vestirnos de su antítesis bíblica. Dicho de otra manera, los cristianos no “rompen” con sus hábitos como hacen los paganos. Los cristianos sustituyen los malos hábitos con buenos hábitos.
No es suficiente para el cristiano que habitualmente miente dejar de mentir. Él debe fijarse la meta de decir siempre la verdad. “Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablad verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros” (Ef. 4:25). No es suficiente para un ladrón sólo dejar de robar. Él debe despojarse del hábito de robar, pero también debe adoptar el hábito de la diligencia y la generosidad. “El que roba, no robe más, sino más bien que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, a fin de que tenga qué compartir con el que tiene necesidad” (Ef. 4:28). Esta dinámica de despojarse y revestirse sólo sucede cuando la mente es renovada por la Escritura.
“Que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad [énfasis añadido]” (Ef. 4:22–24)
La Palabra de Dios es indispensable para que permanezca el cambio en tu vida. El Espíritu Santo toma las Escrituras que tienes morando dentro de ti (a través de la lectura, el estudio, la memorización, y la meditación, etc.) y te cambia (transforma) desde el interior. “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto” (Rom. 12:2). No puedes ser santificado apropiadamente sin la Palabra de Dios.
Tampoco tu esposa puede hacerlo. Ésta es la razón por la que debes aprender a utilizar las Escrituras eficientemente en cualquier ambiente de la vida diaria. Debes usarlas para enseñar, convencer, corregir e instruir en justicia. “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia” (2 Tim. 3:16).
Antes de explicar más esto, debo advertirte sobre una doctrina en particular que ha estado ganando influencia en los círculos cristianos por lo menos desde hace dos décadas. Variedades de esta enseñanza se encuentra en libros, revistas, seminarios e iglesias locales. Es algo como esto: los cónyuges cristianos no deben nunca aconsejarse uno al otro porque la consejería presupone un problema y por lo tanto coloca a alguno de los cónyuges sobre el otro (o daña la auto-estima del compañero).
Popular o no, este concepto no es bíblico. La Biblia abunda en versos que hablan de que los creyentes deben aconsejarse uno al otro (Rom. 15:14; Col. 3:16; 1 Tsl. 5:11–14; Heb. 10:24). Como de vez en cuando les digo a mis aconsejados, “Sólo soy un limosnero mostrándole a otro limosnero donde está el pan. Mañana quizá tú estés de este lado del escritorio (aconsejándome) y yo del otro.”
Más aun, Efesios 5:26 (“para santificarla, habiéndola purifi cado por el lavamiento del agua con la palabra”) implica el consejo de parte del esposo hacia la esposa. Por otra parte, Génesis 2:18 (Y el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea) deja mucho espacio para que una mujer aconseje a su esposo. Si hay algo en lo que Dios desea que una esposa ayude a su esposo, es a que sea un mejor cristiano. El uso de las Escrituras para confrontar amorosamente es una puerta que se abre de ambos lados en el contexto de un matrimonio bíblico.
“¿Cómo hago esto?”
Enseguida te ofrezco una lista con algunas ideas específicas de santificación para tu consideración. Al final de este capítulo encontrarás una hoja de trabajo para ayudarte a ti y a tu esposa a decidir la mejor manera de “lavarla con el agua de la Palabra.” Ella quizá decida modificar algunas de las opciones que menciono o añadir algunas ideas propias.
Maneras Específicas en las Que un Esposo Puede Santificar a su Esposa con la Escritura
• Asegúrate de que tu esposa tiene tiempo suficiente en su agenda diaria para el estudio de la Biblia y la oración personal. (quizá esto implique levantarte más temprano o reorganizar tu agenda para cuidar de los niños durante ese tiempo).
• Pasa tiempo con ella de manera regular (por lo menos una vez a la semana) estudiando la Biblia.
• Anímala a que busque tu ayuda para responderle preguntas sobre doctrinas bíblicas o aplicaciones.
• Pídele que memorice porciones de la Escritura junto contigo y ríndanse cuentas de esto el uno al otro.
• Haz y explica tus decisiones en base a la Escritura.
• Elógiala por las características bíblicas virtuosas que posea (reverencia, autocontrol, discreción, amor, gozo, paz, etc.)
• Haz el esfuerzo necesario para ofrecerle razones bíblicas válidas cuando no puedes darle lo que ella quiere (explícale esas razones).
• Está atento aun a la más mínima indicación de crecimiento espiritual y aprueba eso.
• Asegúrate de nunca criticarla (reprobarla) si no es en base a la Escritura y anímala a que haga lo mismo contigo.
• Aprende cómo restaurarla cuando peca, en base a pasajes como Mateo 18:15; Lucas 17:13 y Gálatas 6:1.
• Anímala a ser fiel en su asistencia a la iglesia donde pueda sentarse a escuchar la predicación y la enseñanza fiel de la Palabra de Dios. Sé un buen ejemplo de fidelidad en tu asistencia también.
• Busca otras oportunidades para que pueda estudiar la Escritura (individualmente o con otros).
• Provéele de música basada en la Escritura para que pueda disfrutarla mientras esté en casa o en el carro.
• Provéele herramientas bíblicas (y enséñale a usarlas si no sabe hacerlo).
• Aprende cómo relacionar la Escritura a la vida y la vida a la Escritura. Habla de ellas en toda circunstancia cotidiana (Deut. 6:7).
• Si ella disfruta de la lectura, invierte en literatura bíblicamente sana y en biografías cristianas.
• Haz la hora de la comida un tiempo agradable donde discutan verdades bíblicas y aplicaciones escriturales.
• Determina que áreas de su vida ella desea cambiar más y por qué desea cambiarlas. Usa estas áreas como la base para buscar juntos la respuesta de Dios en la Escritura. (Asegúrate de mencionarle las cosas que tú quieres cambiar en tu propia vida y pídele que te ayuda con sus oraciones).
“¡Pero mi esposa sabe más de la Biblia que yo! ¿Cómo voy a enseñarle?”
Buena pregunta. Pero recuerda que Dios te ha hecho el líder espiritual de tu casa y te ha encargado la responsabilidad de lavar a tu esposa con la Palabra. Esto debería responder a tu pregunta. Tú puedes enseñarle por qué Dios demanda de ti que lo hagas como la cabeza espiritual de tu hogar (cf. 1 Cor. 14:35). Como cristiano debes aprender a hacer todo lo que Dios demanda de ti. Es como si Dios te hubiese dado un uniforme con el que debes vestirte. Puede que el uniforme te quede un poco grande y hasta le quede mejor a tu esposa. Pero te lo ha dado a ti, no a ella. Si ella es cristiana, es necesario que ella respete ese uniforme aun si es demasiado grande para ti. Mientras vas creciendo conforme al tamaño del uniforme, pueda ser que ambos se sientan un poco incómodos con este arreglo, pero tú tienes que aprender a funcionar de acuerdo a él.
Por otra parte, ser el líder espiritual para tu esposa no requiere necesariamente que sepas más de la Biblia que ella – al menos no para empezar. Sé de algunos hombres cuyas esposas los aventajan tanto en el conocimiento de la Biblia, que quizá ellos nunca puedan saber más que ellas. El verdadero punto de ser un líder espiritual no es cuanto conocimiento bíblico poseas (por útil que éste sea), sino la dirección en la vas.
La siguiente ilustración demuestra este principio8:
¿Qué esposo está más cerca de Dios?
“Eso es fácil de contestar. ¡Por supuesto que el número uno!” El diagrama que estás viendo es una gráfica, no una película. Supongamos que te digo que el esposo número uno ha pasado los últimos cuatro meses alejado del Señor. El esposo número dos ha estado en el mismo lugar durante los últimos tres años. Pero el esposo número tres ha estado creciendo espiritualmente por los últimos dos años. ¿Cuál de estos esposos está “más cerca de Dios?.”
No te intimides por tu ignorancia de las Escrituras. Puedes aprender todo lo que necesitas saber de la Biblia para ser un líder eficaz. Además, es probable que no sea la falta de conocimiento bíblico lo que te impide santificar a tu esposa con las Escrituras, sino tu falta de iniciativa. ¿Por qué no te propones desde ahora usar las Escrituras como deben ser usadas en tu trato con tu esposa – para santificarla, limpiarla, y embellecerla – y así presentársela a Cristo (por no decir a ti también) en toda su gloria?
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Como “Limpiar” a mi Esposa con las Escrituras Muchos esposos se preguntan cómo pueden animar a sus esposas a crecer espiritualmente. La manera más práctica de hacerlo es saturarla (lavarla) con la Palabra de Dios. Usa como punto de partida la lista titulada “Maneras específicas en las cuales un esposo puede santificar a su esposa con las Escrituras.” Registra con tus propias palabras lo que puedes hacer para fortalecer a tu esposa y tu matrimonio con las Escrituras. Pídele a ella que te ayude a modificar cada punto y te dé sugerencias adicionales. |
1 Sproul, R.C The Intimate Marriage, Wheaton: Tyndale House Publisher, Inc., pp. 45–46.
2 William Gouge, Of Domestic Duties, London 1622, pg. 76.
3 Ester 2:2, 12.
4 Estoy en deuda con William Gouge y su ensayo de of Domestic Duties del cual material he adaptado y explicado en los siguientes párrafos (pg. 415)
5 La mayoría creen que esta frase hace referencia al bautismo (i.e., el cual se fundamenta o basa en la palabra predicada). Otros creen que hace referencia a alguna forma de lavamiento ceremonial como se menciona en Ezequiel 16:9. El pasaje presenta otras dificultades exegéticas que están más allá de lo que este libro busca explorar.
6 Incidentalmente, el término para “palabra” en este pasaje es rhema, “la palabra hablada” (vs. Logos, “la palabra escrita”). Rhema es también el término para “palabra” en Efesios 5:26: “para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra.” Cada vez que le hablas la Palabra a tu esposa durante el transcurso de cada día, ésta tiene un efecto santificador en ella, y con eso la estás amando y santificando como Cristo lo hace con la iglesia.
7 Este término es usado por Jay Adams en varias conferencias y conversaciones personales en las cuales he tenido el gusto de estar presente.
8 Estoy en deuda con Bill Gothfard por este diagrama el cual aprendí hace algunos años en uno de sus seminarios avanzados.
Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 165–177). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.
