Dios te dará más de lo que puedes soportar

Dios te dará más de lo que puedes soportar
MITCH CHASE

Los cristianos pueden hacer las afirmaciones más extrañas cuando consuelan a los que sufren. ¿Qué le dices a alguien cuya vida se está desmoronando? Si solo tienes unos minutos preciosos con alguien que ha perdido su trabajo, casa, cónyuge, hijo o todo su sentido y propósito, ¿qué consuelo le ofreces?

Puede que recurramos a la sabiduría convencional en lugar de ir a las Escrituras y acabemos diciendo algo como esto: «No te preocupes, esto no pasaría en tu vida si Dios no creyera que puedes soportarlo». La persona que sufre podría oponerse mientras mueve la cabeza y pone las manos en alto. Pero insistes: «Mira, en serio, la Biblia promete que Dios nunca te dará más en la vida de lo que puedas soportar». Ahí está: sabiduría convencional disfrazada de verdad bíblica. Has prometido lo que la Biblia nunca promete.

Tentaciones y pruebas
El apóstol Pablo escribe: «No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla» (1 Co 10:13). Su punto es específico: está escribiendo sobre la «tentación», una trampa que se esfuerza al máximo al tratar de arrastrarnos al pecado. Utilizando una metáfora de depredador, Dios advirtió a Caín que «el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo» (Gn 4:7). El pecado nos acecha, pero Dios es fiel. El pecado desea vencernos, pero hay una vía de escape misericordiosa. El pecado pone el anzuelo, pero para el creyente —¡alabado sea Dios!— el pecado no es irresistible.

El pecado nos acecha, pero Dios es fiel. El pecado desea vencernos, pero hay una vía de escape misericordiosa

Ahora bien, si la gente aplica las palabras de Pablo sobre la tentación a los sufrimientos generales, puedes ver de dónde viene la frase «Dios nunca te dará más de lo que puedas soportar». No dudo de la sinceridad y las buenas intenciones de los que usan esta frase, pero la sinceridad no es suficiente. Incluso los amigos de Job tenían buenas intenciones.

Errores gemelos
Hay al menos dos errores en la idea no bíblica de «Dios nunca te dará más de lo que puedas soportar». Primero, juega con la virtud cultural de justicia. En segundo lugar, orienta al que sufre hacia adentro en lugar de hacia Dios.

  1. Pruebas que son… ¿Justas?
    Si les vas a dar a tus hijos cajas para que las suban al carro, primero haces evaluaciones visuales y de peso que tienen en cuenta su edad y su fuerza. No sobrecargas sus brazos y ves cómo se estrellan contra el suelo con las cosas desparramadas por todas partes. Eso sería injusto. El dicho «Dios nunca te dará más de lo que puedas soportar» tiene un tono de justicia que instintivamente nos gusta. Hay algo agradable en la idea de que la balanza está equilibrada, que Dios ha evaluado lo que podemos soportar y permite unas pruebas adecuadas.

Pero hay un problema evidente con ese concepto de «justicia» que sustenta esta sabiduría convencional: Dios ya ha sido «injusto», porque no nos ha tratado como merecen nuestros pecados. Ha sido paciente, comprensivo, bondadoso y abundante en amor. El sol brilla y la lluvia cae incluso sobre los injustos (Mt 5:45). Dios trasciende las categorías [humanas] de justo e injusto hasta tal punto que no estamos en condiciones de evaluar Sus acciones o sopesar Su voluntad. Sus caminos no están sujetos a la norma de justicia de nuestra cultura.

  1. El poder… ¿Adentro?
    El sufrimiento no pregunta si estás preparado. Puede llegar lentamente o con fuerza, pero no pide permiso, y no le importa la conveniencia. Nunca es un buen momento para que tu vida se arruine. Pero el dicho «Dios nunca te dará más de lo que puedas soportar» me dice que tengo todo lo que se necesita. Me dice que puedo soportar todo lo que venga. Me dice que Dios permite las pruebas de acuerdo con mi capacidad de soportarlas. Piensa en lo que hace esta sabiduría convencional: dirige a la gente hacia dentro.

Cuando nuestras fuerzas flaquean bajo cargas aplastantes, la respuesta no está dentro de nosotros

Sin embargo, la Biblia nos dirige hacia Dios. Como dice el salmista: «Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares; aunque bramen y se agiten sus aguas, aunque tiemblen los montes con creciente enojo» (Sal 46:1-3). Cuando nuestras fuerzas flaquean bajo cargas aplastantes, la respuesta no está dentro de nosotros. Dios da poder a los débiles y aumenta las fuerzas de los débiles (Is 40:29). El poder viene de Él a los que esperan en Él.

Hacia dónde nos dirigen las pruebas
Las pruebas vienen en todas las formas y tamaños, pero no vienen para mostrar lo mucho que podemos soportar o cómo tenemos todo controlado. El sufrimiento abrumador vendrá a nuestro camino porque vivimos en un mundo quebrantado con personas quebrantadas. Cuando llegue, tengamos claro de antemano que no tenemos lo que hace falta. Dios nos dará más de lo que podemos soportar, pero no más de lo que Él puede.

El salmista pregunta: «¿De dónde vendrá mi ayuda?» (Sal 121:1), y nosotros debemos ser capaces de responder como él. Debemos saber y creer, en lo más profundo de nuestros huesos, que «Mi ayuda viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra» (v. 2). Cuando lleguen las pruebas, confía en que la ayuda del Señor llegará. Esta noticia es útil para los que sufren, ya que estamos diciendo algo verdadero sobre Dios en lugar de algo falso sobre nosotros mismos.

Pablo recordó un momento en que Dios le dio más de lo que podía soportar. Él escribió en una de las cartas a los corintios: «Porque no queremos que ignoren, hermanos, acerca de nuestra aflicción sufrida en Asia. Porque fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, de modo que hasta perdimos la esperanza de salir con vida» (2 Co 1:8). Pablo y sus compañeros habían estado bajo circunstancias que superaban sus fuerzas para soportar: «De hecho, dentro de nosotros mismos ya teníamos la sentencia de muerte» (v. 9).

Luego proporciona una visión crucial de su desesperación. ¿Por qué él y sus compañeros recibieron más de lo que podían soportar? «A fin de que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos» (2 Co 1:9). Dios te dará más de lo que puedes soportar para que Su gran poder se manifieste en tu vida. De hecho, un mayor peso de gloria está aún por llegar: «Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación» (2 Co 4:17).

Puede que no consideres que los sufrimientos abrumadores sean «leves» y «pasajeros», pero piensa en tus pruebas en términos de un trillón de años a partir de ahora. En medio de la aflicción, a veces lo más difícil de sostener es una visión de lo eterno. Pablo no está tratando de minimizar tu aflicción; está tratando de maximizar tu perspectiva.

El sufrimiento no tiene la última frase del guión. Dios te dará más de lo que puedes soportar en esta vida, pero el peso de gloria que viene será mayor de lo que puedes imaginar.

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Mitch Chase (PhD, Seminario Teológico Bautista del Sur) es pastor de la Iglesia Bautista de Kosmosdale y profesor adjunto en el Boyce College en Louisville, Kentucky.

Es el autor de Behold Our Sovereign God (Contempla a nuestro soberano Dios), The Gospel Is for Christians (El evangelio es para creyentes), y 40 Questions About Typology and Allegory (40 preguntas sobre tipología y alegoría). Está casado con Stacie, y tienen cuatro hijos. Puedes seguirlo en Twitter.

La centralidad de la adoración

La centralidad de la adoración
Por Jeffrey Jue

Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine: La historia de la Iglesia | Siglo XVI

l hecho de que Martín Lutero redescubriera la doctrina de la justificación por la fe sola sirvió como el fundamento teológico de la Reforma protestante. Lutero llegó a esa posición ortodoxa tras un cuidadoso estudio de la Biblia con la convicción de que la Escritura sola es la autoridad suprema, y no la Iglesia católica romana. La ortodoxia (la doctrina correcta) condujo a la ortopraxis (la práctica correcta), que incluye una correcta comprensión bíblica de la adoración. La Reforma protestante del siglo XVI puede describirse acertadamente como una reforma del culto en la iglesia. Los reformadores, entre ellos Lutero, Ulrico Zuinglio y luego Juan Calvino, recalcaron que el culto en la iglesia es vital para el cristiano, pero estaban preocupados por una serie de prácticas de la Iglesia católica romana. Eso los motivó a escudriñar la Escritura, la autoridad suprema, para instruir a la iglesia respecto a cómo practicar la adoración bíblica.

Muchos protestantes usan el término principio regulador de la adoración para describir el principio bíblico que define cómo la iglesia debe adorar a Dios. En pocas palabras, el principio establece que, en la adoración colectiva, la iglesia debe seguir únicamente las instrucciones de la Escritura. En cierto sentido, toda la vida cristiana está sujeta a un «principio regulador», porque siempre debemos vivir de acuerdo con la Escritura. Pero, desde luego, hay muchas áreas de la vida que no se abordan directamente en la Escritura, por ejemplo, ¿a qué escuela debo asistir?, ¿con quién debo casarme?, ¿qué carrera debo elegir? En esos casos, debemos deducir buenas y necesarias consecuencias de la Escritura para que nos ayuden a tomar decisiones sabias, como nos enseña la Confesión de Fe de Westminster 1:6. Sin embargo, el principio regulador de la adoración va más allá y explica que solo las cosas prescritas específicamente en la Escritura están permitidas en la adoración colectiva. En otras palabras, muchos reformadores insistieron en que el culto debe celebrarse exclusivamente según las instrucciones directas y específicas de la Escritura.

¿Cuáles son las prescripciones específicas para el culto que se encuentran en la Escritura? Hay cinco elementos clave. En primer lugar, hay que leer la Biblia (1 Ti 4:13). En segundo lugar (y esto era muy significativo para los reformadores), el culto debe incluir la predicación de la Palabra (2 Ti 4:2; Ro 10:14-15). En la Iglesia católica romana medieval, la predicación perdió prestigio porque se elevó la prioridad de la misa en el culto. Los reformadores recalcaron que la predicación es central y que es un medio de gracia para fortalecer a los creyentes en su santificación. En tercer lugar, en el culto deben ofrecerse oraciones (Mt 21:13; Hch 4:24-30). En cuarto lugar, los sacramentos deben ser administrados correctamente (Mt 28:19; 1 Co 11:23-26). Recuerda que los reformadores determinaron que la Biblia solo enseña dos sacramentos: el bautismo y la Cena del Señor. Por último, también se incluye el canto como elemento de la adoración (Ef 5:19).

El elemento del canto en el culto es un ejemplo de algunas de las diferencias que tuvieron los reformadores en su comprensión de la adoración bíblica. Lutero amaba la música y compuso varios himnos, entre ellos el célebre «Castillo fuerte es nuestro Dios». Creía que cantar los salmos bíblicos y también himnos nuevos era una parte importante del culto. Además, Lutero creía que la era del Nuevo Testamento daba más libertad en la adoración que el Antiguo Testamento. Por otro lado, Juan Calvino tenía una comprensión mucho más estricta del principio regulador en lo que respecta al canto en la adoración pública. Calvino sostenía que solo debían cantarse las palabras de la Escritura en el culto. Así, el libro de los Salmos se metrificó y cantó en muchas iglesias reformadas influenciadas por Calvino. El legado del planteamiento de Calvino también se aprecia en los puritanos del siglo XVII, como vemos en el Directorio para el culto público elaborado por la Asamblea de Westminster.

Podríamos reprochar a Calvino por ser tan estricto al apropiarse del principio regulador, pero debemos recordar el contexto en que trabajaron Calvino y los otros reformadores. Los reformadores consideraron idólatras muchas de las prácticas de la Iglesia católica romana. El uso de iconos y reliquias, la prioridad de la misa y las oraciones a los santos y a María eran prácticas que hacían que la gente dejara de adorar al Dios vivo y verdadero para adorar a otra persona u objeto físico. Para los reformadores, estas prácticas violaban claramente la enseñanza de la Escritura. En consecuencia, para restaurar el culto verdadero y combatir la idolatría, Calvino y otros teólogos siguieron y a veces aplicaron una visión más estricta del principio regulador.

La restauración de la adoración bíblica es un fruto directo de la Reforma. En muchos sentidos, los cultos de la mayoría de las iglesias evangélicas protestantes de la actualidad, especialmente por su centralidad en la predicación, tienen sus raíces en la Reforma. Al igual que en la Reforma, hoy en día sigue habiendo desacuerdo sobre la aplicación del principio regulador. Sin embargo, el desacuerdo sobre esta cuestión debe motivarnos a volver a la Escritura, nuestra autoridad suprema, para que nos instruya en cuanto a cómo debemos adorar a nuestro Dios.

Publicado originalmente en: Tabletalk Magazine

Jeffrey Jue
El Dr. Jeffrey K. Jue es director, vicepresidente ejecutivo y titular de la cátedra Stephen Tong de teología reformada en el Westminster Theological Seminary de Filadelfia. Es anciano docente de la Iglesia presbiteriana en América (PCA).

Deseo partir (6) Pablo

Miércoles 2 Noviembre

Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia… teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros… para vuestro provecho y gozo de la fe.

Filipenses 1:2123-25

Deseo partir (6) Pablo

Leer Filipenses 1

El apóstol Pablo había servido a Jesucristo, su Señor y Maestro, con devoción; trabajó sin cesar por los cristianos. Pero constató con tristeza que “todos buscan lo suyo propio” (Filipenses 2:21). Entonces, desde el fondo de su prisión romana, a pesar de su edad escribió a los cristianos de Filipos: “Y en esto me gozo, y me gozaré aún… será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:1820-21).

¿Cuáles eran sus motivaciones? ¿Trataba de escapar a los sufrimientos? ¿Estaba decepcionado de los cristianos, o herido en su amor propio y desanimado por estar confinado en una cárcel? ¿Se creía el único fiel, y estaba listo a rendirse? ¿Lamentaba haber nacido? ¡En absoluto! Su carta refleja el gozo y la paz. Con insistencia invita a sus lectores a regocijarse “en el Señor siempre”. Pablo sabía que la muerte lo llevaría a estar en compañía de su amado Salvador. Lo que él deseaba era “estar con Cristo”. Sin embargo, no pedía la muerte. “No sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho” (Filipenses 1:22-23). Él no pensaba en sí mismo, sino en los otros; sabía que todavía podía ser útil a los cristianos.

Que nuestro Dios nos conceda tener las mismas motivaciones que Pablo. Él tenía una sola razón para vivir, la cual resume así: “Para mí el vivir es Cristo”. ¡Por Cristo vale la pena soportar todo!

Deuteronomio 27 – Juan 17 – Salmo 119:105-112 – Proverbios 26:21-22

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