«Porque él no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama»(Sal. 22:24).

SALMO 22
«Porque él no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama»
(Sal. 22:24).

En el momento más crítico de la historia de la humanidad, cuan- do todo parecía perdido y el Hijo de Dios agonizaba en la cruz del Calvario, este fue el salmo que estuvo en Su mente y corazón (Mat. 27:46). Se trata de uno de los pasajes de la Biblia más explíci- tos sobre el sufrimiento incomparable de Jesús por nosotros.
Al igual que David, el autor humano del salmo, Jesús soportó gran aflicción antes de ser exaltado como el Rey del pueblo de Dios. Sin embargo, las cosas que en este salmo lucen como exageraciones o meras figuras literarias por parte de David para ilustrar y expresar su dolor, fueron verdaderas en Jesús.
Los vestidos de Jesús fueron repartidos y otros echaron suerte sobre ellos mientras Él estaba desnudo y en vergüenza (v. 18; comp. Mat. 27:35). Sus manos y pies fueron horadadas en verdad (v. 16). La gente lo miró colgado en la cruz, y menearon la cabeza en burla hacia Él mientras le decían: «Este conf ía en el SEÑOR, ¡pues que el SEÑOR le ponga a salvo!» (v. 8; comp. Mat. 27:43). En aquella cruz, Él experimentó realmente el abandono de Dios para que nosotros no tengamos que experimentarlo jamás si creemos el evangelio (v. 11; comp. Mat. 27:46).
El Salmo 22 parece escrito por el mismo Jesús mientras ago- nizó en el Calvario. Por lo tanto, es un salmo que nos llama a la esperanza en Dios. No importa cuán terrible sea la adversidad que enfrentemos, sabemos que Dios está con nosotros porque Su Hijo sufrió hasta lo sumo para que eso fuese una realidad. Cristo fue tratado como un criminal ante el Juez del universo para que tú y yo podamos ser recibidos como hijos.
Además, este salmo nos recuerda que Dios conoce el dolor no solo porque conoce todas las cosas, sino también porque lo ex- perimentó por nosotros. Nuestro Salvador es varón de dolores experimentado en aflicción (Isa. 53:3). Esto no brinda todas las respuestas que quisiéramos aquí y ahora a todas nuestras preguntas en medio del sufrimiento, pero sí es la muestra más grande de que Dios no es indiferente a nuestra aflicción. El sufrimiento de Jesús en la cruz es la muestra irrefutable de Su amor por nosotros que nunca nos dejará (Rom. 5:8; 8:31-39)
Al mismo tiempo, este salmo no solo nos apunta al sufrimiento de Cristo, sino también a Su exaltación (v. 22) y nuestra adoración a Dios en respuesta a Su salvación (v. 23-31). Por tanto, ora que el Señor te conceda deleitarte más en Su amor revelado en el evan- gelio, y que así tu corazón sea movido a la alabanza en medio de la prueba. Cristo no se quedó en el sepulcro. Él fue exaltado. En esto tenemos la certeza de nuestra salvación y esperanza.

Conflictos necesarios

Conflictos necesarios
Por Roland Barnes

Nota del editor:Este es el tercer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Conflicto en la iglesia

La confrontación rara vez o nunca es agradable, pero a menudo es necesaria. En 1 Corintios 11:18-19, el apóstol Pablo considera muy necesario confrontar a la iglesia de Corinto por las divisiones y facciones que están proliferando entre ellos:

Pues, en primer lugar, oigo que cuando se reúnen como iglesia hay divisiones entre ustedes, y en parte lo creo. Porque es necesario que entre ustedes haya bandos, a fin de que se manifiesten entre ustedes los que son aprobados.

Cuando el pecado es confrontado y se produce un conflicto, surge una oportunidad para el arrepentimiento y la reconciliación. Cuando el pecado no se controla porque estamos evitando el conflicto, dejamos que el pecado y la incredulidad pongan en peligro a la iglesia. El apóstol Pablo instruye a Tito que se enfrente a los falsos maestros de las iglesias de Creta en Tito 1:10-13:

Porque hay muchos rebeldes, habladores vanos y engañadores, especialmente los de la circuncisión,a quienes es preciso tapar la boca, porque están trastornando familias enteras, enseñando por ganancias deshonestas, cosas que no deben… Por eso, repréndelos severamente para que sean sanos en la fe. 

La palabra griega traducida como «reprender» tiene varios significados: desenmascarar, convencer, reprobar. El vocablo también se encuentra en Efesios 5:11, donde el apóstol Pablo da instrucciones sobre cómo enfrentarnos a las tinieblas: «Y no participen en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien, desenmascárenlas». Cuando las desenmascaremos, de seguro habrá un conflicto.

El conflicto es muy necesario para que la iglesia siga siendo una iglesia verdadera, fiel al evangelio. Cuando confrontamos el error como en 1 Corintios 11, preservamos la fe cristiana genuina. Pablo afirma eso en el versículo 19: «Porque es necesario que entre ustedes haya bandos, a fin de que se manifiesten entre ustedes los que son aprobados».

Aunque la palabra «conflicto» no se encuentra en el versículo 19, Pablo está confrontando a los que promueven herejías y causan divisiones en la iglesia, y el resultado suele ser un conflicto necesario. Esto es necesario para preservar la pureza del evangelio y distinguir a los creyentes genuinos de los que no lo son. Cuando las facciones (los maestros de herejías) son confrontadas en la iglesia, las personas que creen verdaderamente y siguen de verdad a Cristo son reconocidas.

En Gálatas, Pablo enfrentó frontalmente los errores de los judaizantes, y el conflicto necesario resultante preservó a las almas de muchas de las seducciones engañosas de aquel otro «evangelio», que no era el evangelio verdadero en absoluto. Los que enseñaban que la circuncisión es necesaria para la salvación estaban destruyendo el verdadero evangelio de la gracia y no debían ser vistos como creyentes genuinos. Pablo escribe en Gálatas 1:6:«Me maravillo de que tan pronto ustedes hayan abandonado a Aquel que los llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente».

Una y otra vez, a lo largo de la historia de la iglesia, los conflictos necesarios han servido para preservar la pureza del evangelio. En el primer siglo, el conflicto necesario confrontó a los judaizantes y preservó al evangelio de la gracia redentora de Dios del error de la justicia basada en las obras. A principios del siglo IV, el conflicto necesario confrontó los errores de los arrianos, y así se preservó la doctrina de la deidad plena de Cristo. A comienzos del siglo V, el conflicto necesario preservó la naturaleza soberana de la gracia de Dios cuando Agustín confrontó a Pelagio. En la Reforma, el conflicto necesario confrontó muchos errores que se habían colado en la vida de la iglesia durante la Edad Media, entre ellos la corrupción del culto, de los sacramentos, del papel del clero y del propio evangelio.

Fue necesario confrontar estos errores, y, como resultado, estallaron grandes conflictos en la iglesia. Muchos hombres piadosos perdieron la vida. Sin embargo, esos conflictos eran totalmente necesarios para restaurar la salud y vitalidad espiritual de la iglesia. Los errores fueron confrontados y los hombres piadosos perseveraron en medio de los conflictos, y así la iglesia verdadera fue preservada, y las personas que no creían de verdad fueron desenmascaradas.

Los conflictos pueden ser desagradables, pero son necesarios si queremos ser fieles a Cristo y tratar de preservar la pureza de Su iglesia. Que Dios nos dé sabiduría para poder discernir cuándo es necesaria la confrontación y cómo manejar los conflictos resultantes de manera que Cristo sea honrado y Su iglesia sea preservada.


Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Roland Barnes
Roland Barnes

El reverendo Roland Barnes es pastor principal de Trinity Presbyterian Church (PCA) en Statesboro, Georgia.

Tres cruces

Viernes 11 Noviembre

Allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.

Juan 19:18

Tres cruces

En la colina del Gólgota, cerca de Jerusalén, erigieron tres cruces; en cada una de ellas fue clavado un hombre. A cada lado había un malhechor, pero Jesús, en la cruz del medio, era diferente, era inocente. Su juez declaró: “Ningún delito hallo en este hombre” (Lucas 23:4); sin embargo, incitado por la multitud, lo condenó a muerte. Jesús sufrió, pues, el atroz suplicio reservado a los criminales, según las leyes romanas de la época. Todos se burlaban de él y lo injuriaban, incluso los dos malhechores crucificados con él. “Los principales sacerdotes… decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él” (Mateo 27:41-42). Pero Jesús no lo hizo por amor a cada uno de nosotros, por amor a los que estaban allí insultándolo, por quienes oró: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

Al oír esto, uno de los dos malhechores cambió de actitud, aceptó este perdón para sí mismo y se encomendó a Jesús para el más allá. “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. La respuesta fue inmediata: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:42-43).

En esta escena se encuentra toda la historia de la humanidad. Todos los hombres son culpables ante Dios y merecen su juicio. Todos excepto uno, Jesucristo, Dios hecho Hombre para sufrir ese juicio en lugar del culpable, para que así Dios pudiera perdonar al pecador. Unos aceptan esta gracia, otros son indiferentes.

Y usted, ¿de qué lado está?

“Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:14-15).

Deuteronomio 34 – Hebreos 3 – Salmo 120 – Proverbios 27:11-12

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