La Verdadera Iglesia

Por J.C. Ryle

Yo deseo que pertenezcas a la única Iglesia Verdadera: a la Iglesia fuera de la cual no hay salvación. No pregunto a dónde asistes los domingos sino pregunto si ‘¿Perteneces a la única Iglesia Verdadera?» 

¿Dónde se encuentra esta única Iglesia verdadera? ¿Cómo es esta Iglesia? ¿Cuáles son las características por las cuales se puede reconocer esta única Iglesia verdadera? Quizás me hagas tales preguntas. Escucha bien y te daré algunas respuestas al respecto. 

La única Iglesia verdadera se compone de todos los creyentes del Señor Jesús. Se compone de todos los elegidos de Dios -de todos los hombres y mujeres convertidos -de todos los cristianos verdaderos. A cualquier persona que se le manifiesta la elección de Dios el Padre, la sangre vertida de Dios el Hijo, la obra santificadora de Dios el Espíritu, lo consideramos como un miembro de la Iglesia verdadera de Cristo. 

Es una Iglesia en la cual todos los miembros poseen las mismas características. Todos son nacidos del Espíritu; todos poseen «un arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo,» y santidad de vida y conversación. Todos odian el pecado y todos aman a Cristo. Adoran en diferentes maneras; algunos adoran con una forma de oración, y otros sin ninguna; otros adoran hincados y otros en pie; pero todos adoran con un sólo corazón. Todos son guiados por un mismo Espíritu; todos edifican sobre el mismo cimiento; todos derivan su religión de un sólo libro la Biblia. Todos están unidos a un mismo eje-Jesucristo. Todos aun ahora pueden decir con un corazón, «Aleluya;» y todos pueden responder con un corazón y una sola voz, «Amén y Amen. 

Es una Iglesia que no depende de ningún ministro aquí en la tierra, aunque sí estima mucho a aquellos que predican el evangelio a sus miembros. La vida de sus miembros no depende de la membresía oficial de la Iglesia, ni del bautismo ni de la cena del Señor aunque también estiman mucho estas cosas cuando, se pueden practicar. Pero sólo posee un Líder Supremo un Pastor, un obispo principal -y ese es, Jesucristo. Sólo Él, por medio de su Espíritu, da la entrada a los miembros de esta Iglesia, aunque los ministros les pueden indicar la entrada. Hasta que Él abra la puerta ningún hombre en la tierra la puede abrir-ni obispos, ni presbíteros, ni convocaciones, ni sínodos. Una vez que un hombre se arrepiente y cree en el evangelio, se convierte en ese momento en un miembro de esta Iglesia. Es posible que como el ladrón penitente no tenga la oportunidad de bautizarse, pero él sí tiene aquello que es mucho mejor que el bautismo en el agua eI bautismo del Espíritu. Puede ser que no pueda recibir el pan y el vino en la Cena del Señor; pero él come del cuerpo de Cristo y bebe de la sangre de Cristo todos los días de su vida, y ningún ministro en la tierra se lo puede impedir. Puede ser excomulgado por hombres ordenados y cortado de las ordenanzas externas de la Iglesia protestante: pero ni todos los hombres ordenados en el mundo lo pueden sacar de la única verdadera Iglesia. 

Es una Iglesia cuya existencia no depende de formas, ceremonias, catedrales, iglesias, capillas, púlpitos, bautismales, vestimentas, órganos, fundaciones, dinero, reyes, gobiernos, magistrados ni de ningún favor de parte del hombre. Muchas veces ha sobrevivido y continuado cuando todas estas cosas le han sido quitadas. Muchas veces se ha escapado de aquellos que debían de ser sus amigos al desierto y a las cuevas en la tierra. Su existencia no depende de nada sino la presencia de Cristo y de su Espíritu; y como éstos estarán siempre con ella, la Iglesia no puede morir. 

Esta es la Iglesia a la cual pertenecen los títulos bíblicos de honra y privilegio presentes, y sus promesas de gloria futura; éste es el cuerpo de Cristo; éste es el rebaño de Cristo; ésta es la casa de fe y la familia de Dios; éste es el edificio dc Dios, el cimiento de Dios, y el templo del Espíritu Santo. Esta es la Iglesia de los primogénitos, cuyos nombres están escritos en el cielo; éste es el sacerdocio real, la generación escogida, el pueblo escogido, la posesión adquirida, la habitación de Dios, la luz del mundo, la sal y el trigo de la tierra; ésta es «la santa Iglesia Católica» del Credo de los Apóstoles; ésta es la «única Iglesia Católica y Apostólica» de Credo de Nicea; esta es la Iglesia a la cual Cristo prometió que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella,» 5 y a la cual dice, «He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 16:18; 28:) 

Esta es la única Iglesia que posee una verdadera unidad Sus miembros están completamente de acuerdo respecto a los asuntos más importantes de la religión, porque todos son enseñados por un mismo Espíritu. En cuanto a Dios, a Cristo, el Espíritu, al pecado, a sus propios corazones, a la fe, al arrepentimiento, a la necesidad de la santidad, al valor de la Biblia, a la importancia de la oración, a la resurrección y al juicio venidero están de acuerdo. Escoge a tres o a cuatro de ellos, sin conocerse, de las regiones más aisladas de la tierra y examínalos individualmente sobre estos puntos y verás que serán de un mismo corazón. 

Esta es la única Iglesia que posee la verdadera santidad. Todos sus miembros son santos. No sólo son santos en palabra, en nombre o en el sentido de caridad; todos son santos en acto y hecho, en realidad, en su vida diaria y en la verdad. Todos están más o menos conforrnados a la imágen de Jesucristo. Ningún hombre impío pertenece a esta Iglesia. 

Esta es la única Iglesia que es verdaderamente católica. No es la Iglesia nacional de alguna nación o raza: sus miembros se encuentran en cada región del mundo donde el evangelio es recibido y creído. No está limitada a las fronteras de cierto país ni encerrada dentro de la estructura de formas particulares ni de un gobierno externo. En ella no hay diferencia entre judío o griego, negro o blanco, piscopaliano o Presbiteriano pero la fe en Cristo es todos. Sus miembros serán juntados del norte, del sur, y del oriente y del occidente, y todos tendrán dife rentes nombres y lenguas-pero todos serán uno en Jesucristo. 

Esta es la única Iglesia que es verdaderamente apostólica. Está edificada sobre los cimientos echados por los Apóstoles, y sostiene las doctrinas que ellos predicaban. Las dos metas que sus miembros; procuran realizar son, la fe y la práctica apostólicas; y ellos consideran que el hombre que sólo habla de seguir a los apóstoles sin poseer estas cosas, no es mejor que un metal que resuena o címbalo que retiñe. 

Esta es la única Iglesia que con certeza perdurará hasta el final. Nada puede vencerla o destruirla del todo. Sus miembros pueden ser perseguidos, oprimidos, encarcelados, golpeados, decapitados, y quemados, pero la verdadera Iglesia nunca es eliminada; vuelve a surgir nuevamente de sus aflicciones sobrevive el fuego y el agua. Cuando la aplastan en un país brota en otro. Los Faraones, los Herodes, los Neros, las Marías sangrientas, han luchado por eliminar esta Iglesia; ellos matan sus miles y luego se mueren y van a su lugar. La verdadera Iglesia dura más que todos ellos, y es testigo de la muerte de éstos. Es un yunque que ha quebrado muchos martillos en este mundo, y aún seguirá quebrando más. Es una zarza que arde muchas veces pero no se consume. 

Esta es la única Iglesia de la cual ningún miembro perecerá. Una vez que uno se matricula en’ esta Iglesia, sus pecados están perdonados por la eternidad; nunca son echados fuera. La elección de Dios el Padre, la intercesión continua de Dios el Hijo, la renovación diaria y el poder santificador de Dios el Espíritu Santo, los rodea y los encierra como en un jardín. Ningun hueso del cuerpo místico de Cristo será roto; ningún cordero del rebaño de Cristo le será arrebatado de la mano. 

Esta es la Iglesia que desempeña el trabajo de Cristo en la tierra. Sus miembros son un pequeño rebaño y pocos en número, comparados con los hijos del mundo: uno cuantos aquí, otros tantos allá-unos cuantos en esta parroquia y otros tantos allá. Pero estos son los que sacuden el universo; éstos son los que cambian el destino de gobiernos con sus oraciones; éstos son los que son los obreros activos para difundir el conocimiento de la religión pura y sin mácula; éstos son los que son la misma vida de un país, el escudo, la defensa, la resistencia y el apoyo de cualquier nación a la cual pertenecen. 

Esta es la Iglesia que será verdaderamente gloriosa al final Cuando toda la gloria terrenal se termine entonces esta Iglesia será presentada sin mancha delante del trono de Dios el Padre. Los tronos, los principados, y los poderes en la tierra llegarán a la nada todos los dignatarios, los oficios y las fundaciones pasarán; pero la Iglesia de los primogénitos brillará como las estrellas al fin y será presentada con gozo delante del trono del Padre en el día de la apariencia de Cristo. Cuando las joyas del Señor se preparen y suceda la manifestación de los Hijos de Dios, no se mencionarán el Episcopalianismo ni el Presbiterianismo ni el Congregacionalismo sino una sola Iglesia y ésa será la Iglesia de los elegidos. 

Lector, esta es la iglesia verdadera a la cual uno necesita pertenecer si has de ser salvo. Hasta que pertenezcas a ésta no eres nada mas que un alma perdida. Puedes tener la forma, la cáscara, la piel y la semblanza de la religión pero no posees la substancia y la vida. Sí, puedes gozar de muchos privilegios y puede ser que estés dotado con mucha luz y conocimiento pero sino perteneces al Cuerpo de Cristo, tu luz y tu conocimiento y privilegios no salvarán tu alma. ¡Ay, cómo hay ignorancia sobre este punto! Los hombres se imaginan que si se unen a esta iglesia o a aquella y se convierten en miembros y hacen ciertos ritos que sus almas están bien. Es un engaño total y es un error muy grave. No todos aquellos que se Ilamaban Israel eran de Israel, ni tampoco todos aquellos que profesan ser cristianos son miembros del cuerpo de Cristo. 

Nota bien; puede ser que seas Episcopaliano, Presbiteriano Independiente, Bautista, Metodista o Pentecostal y aún un pertenecer a la iglesia verdadera. Y si no perteneces, al final seria mejor que no hubieras nacido. 

-por J.C. Ryle, Obispo de Liverpool

¿Cuál es el camino de los Romanos hacia la salvación?

El camino de los Romanos hacia la salvación, es una manera de compartir las buenas nuevas de la salvación, utilizando versículos del libro de Romanos. Este es un simple, pero poderoso método para explicar por qué necesitamos la salvación, cómo Dios proveyó la salvación, cómo podemos recibir la salvación, y cuáles son los resultados de la salvación.

El primer versículo del camino de los Romanos hacia la salvación es Romanos 3:23, «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios». Todos hemos pecado. Todos hemos hecho cosas que desagradan a Dios. No hay uno que sea inocente. Romanos 3:10-18 nos da una descripción detallada de cómo luce el pecado en nuestras vidas. La segunda escritura en el camino de los Romanos hacia la salvación es Romanos 6:23, y nos enseña las consecuencias del pecado – «Porque la paga del pecado es muerte…». El castigo que merecemos por nuestro pecado es la muerte. ¡No solamente la muerte física, sino la muerte eterna!

El tercer versículo en el camino de los Romanos hacia la salvación se encuentra en la segunda mitad de Romanos 6:23, «mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro». Romanos 5:8 declara, «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros». ¡Jesucristo murió por nosotros! La muerte de Jesús pagó el precio de nuestros pecados. La resurrección de Jesús prueba que Dios aceptó la muerte de Jesús como pago por nuestros pecados.

La cuarta parada en el camino de los Romanos hacia la salvación es Romanos 10:9, «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo». ¡Debido a la muerte de Jesús a favor nuestro, todo lo que tenemos que hacer es creer en Él, confiar en Su muerte como pago por nuestros pecados – y seremos salvos! Romanos 10:13 lo dice nuevamente, «Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo». Jesús murió para pagar el castigo por nuestros pecados y rescatarnos de la muerte eterna. La salvación, el perdón de los pecados, está disponible para cualquiera que confía en Jesucristo como su Señor y Salvador.

El aspecto final en el camino de los Romanos hacia la salvación es el resultado de la salvación. Romanos 5:1 tiene este maravilloso mensaje, «Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo». A través de Jesucristo podemos tener una relación de paz con Dios. Romanos 8:1 nos enseña, «Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús». Debido a la muerte de Jesús a nuestro favor, nunca seremos condenados por nuestros pecados. Finalmente, tenemos esta preciosa promesa de Dios en Romanos 8:38-39, «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro».

¿Le gustaría seguir el camino de los Romanos hacia la salvación? Si es así, aquí está una sencilla oración que usted puede hacer a Dios. Hacer esta oración es una manera para declararle a Dios que usted está confiando en Jesucristo para su salvación. Las palabras mismas no van a salvarle. ¡Solamente la fe en Jesucristo es la que le puede dar la salvación! ¡Dios, sé que he pecado contra ti y merezco el castigo. Pero Jesucristo tomó el castigo que yo merecía, de manera que a través de la fe en Él yo pueda ser perdonado. Con tu ayuda, me aparto de mi pecado y pongo mi confianza en Ti para la salvación. ¡Gracias por Tu maravillosa gracia y perdón – el don de la vida eterna! En el Nombre de Jesús, ¡Amén!»

¿Ha hecho usted una decisión por Cristo por lo que ha leído aquí? Si es así, por favor oprima la tecla “¡He aceptado a Cristo hoy!”

Un libro que me comprende

Sábado 17 Diciembre

La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Hebreos 4:12

Un libro que me comprende

Émile Cailliet (1894-1981), profesor de literatura y filosofía, conocedor de Blaise Pascal, venía de una familia atea. Él cuenta cómo, en las trincheras de la guerra de 1914-1918, había soñado con un “libro que lo comprendería”. Después de la guerra emigró a los Estados Unidos y empezó a buscar dicho libro, pero no tuvo éxito. Entonces decidió escribirlo él mismo, a partir de sus lecturas. Al final, Émile abrió su preciosa colección de textos seleccionados. Pero ¡qué decepción! Él no se sentía identificado con ese libro: esos pasajes no hacían más que recordarle obras que lo habían decepcionado.

«En ese mismo momento, afirma él, mi esposa, quien no sabía nada del proyecto sobre el cual yo trabajaba, volvía de la ciudad. Por un extraño encadenamiento de circunstancias, ella traía una Biblia en la mano. ¡Tomé el libro, lo abrí en el instante y “caí” sobre las bienaventuranzas! (Mateo 5:1-12). Leí, leí, y leí, incluso en voz alta, mientras un calor indescriptible me invadía. No encontraba palabras para expresar mi asombro. De repente, tomé conciencia: ¡ese era el libro que me comprendía! Sus páginas estaban como animadas por la presencia del Dios vivo. Por primera vez oré a Dios, a ese mismo Dios del cual hablaba este libro».

Dios quiere revelarse a todo hombre y utiliza los medios adaptados a cada temperamento. Hizo descubrir a Émile Cailliet el libro que buscaba, el que nos permite descubrir al Dios que nos comprende.

Jueces 9:1-29 – Apocalipsis 10 – Salmo 143:7-12 – Proverbios 30:5-6

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El gozo puesto delante de él

Viernes 16 Diciembre

Jesús… el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio.

Hebreos 12:2

Gocémonos… porque han llegado las bodas del Cordero.

Apocalipsis 19:7

En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.

Salmo 16:11

El gozo puesto delante de él

“Por el gozo puesto delante de él”, Jesús “sufrió la cruz”. ¿Cuál era ese gozo cuya perspectiva sostenía a Jesús en medio de semejante sufrimiento? Este contiene tres aspectos, unidos unos a otros:

– El gozo del Salvador: Jesús se compara a sí mismo con un pastor, y compara a los hombres con ovejas perdidas que él busca. Cuando encuentra una oveja, el pastor “la pone sobre sus hombros gozoso”. Nuestro Salvador Jesucristo se goza por cada persona salvada, y el cielo también se goza por cada pecador que se arrepiente (Lucas 15:5-7).

– El gozo del Esposo: muriendo en la cruz, Jesús adquirió una Esposa: su Iglesia, formada por todos los verdaderos creyentes. Pronto, él se presentará su Esposa “gloriosa… santa y sin mancha” (Efesios 5:27), y la llevará junto a él. Este gozo será compartido por todo el cielo (Apocalipsis 19:6-7).

– El gozo del Hijo: el primer hombre, Adán, dudó de Dios, le desobedeció y lo deshonró. Jesús, el Hijo de Dios, enviado a la tierra por su Padre, vino como hombre. Confió en Dios y le obedeció hasta la muerte, dando su vida en la cruz. Allí satisfizo las exigencias de la justicia y de la santidad de Dios, quien debía castigar el pecado. Demostró el amor de Dios, quien sacrificó a su Hijo unigénito para salvar a los pecadores. Jesús llevó a cabo la obra de la cruz. Dios lo acreditó resucitándolo y sentándolo a su diestra. La presencia y la aprobación del Padre hacen el gozo del Hijo.

Jueces 8 – Apocalipsis 9 – Salmo 143:1-6 – Proverbios 30:1-4

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Cartas a las iglesias: Filadelfia (6)

Jueves 15 Diciembre

He puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar… Yo vengo pronto; retén lo que tienes.

Apocalipsis 3:811

Cartas a las iglesias: Filadelfia (6)

Leer Apocalipsis 3:7-13

La ciudad de Filadelfia controlaba una de las rutas más grandes del imperio romano, uniendo Europa al Oriente. Su situación geográfica daba a la iglesia local una posición estratégica para propagar el Evangelio, pero allí había muchos adversarios religiosos, “la sinagoga de Satanás”. En esas condiciones, el testimonio y el servicio de esos cristianos eran difíciles. Entonces, desde el principio de esta carta, el Señor les muestra que él los conoce: “Tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”; les hace esta promesa animadora: “He puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar”. Esta aprobación de Jesús hasta su regreso -“Vengo pronto” –, nos alienta. Jesús es la puerta por la cual él nos lleva a Dios el Padre. Él abre a los cristianos una puerta para servirle, para anunciar el Evangelio y para congregarse de una manera que lo honre, guardando su Palabra.

“Retén lo que tienes”: recomendación dirigida a la iglesia local, pero también a cada uno de nosotros. ¿Cuál es esta “puerta abierta, la cual nadie puede cerrar”? Cuando en todos los aspectos de nuestra vida (relaciones familiares, laborales, escolares, entre vecinos, etc.) retenemos firme lo que hemos aprendido de Cristo, y permanecemos aferrados a él, descubrimos que ningún obstáculo puede impedir que lo sigamos y testifiquemos de él.

Jesús también es la puerta abierta para salir de nuestros propios pensamientos, de nuestros fracasos, de nuestro pasado, de las tradiciones que nos paralizan. Su amor nos ayuda cada día, mediante la fuerza de su Palabra y de su Espíritu.

(fin el próximo jueves)

Jueces 7 – Apocalipsis 8 – Salmo 142 – Proverbios 29:26-27

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El lenguaje humano de Jesús

Miércoles 14 Diciembre

Hablad verdad cada uno con su prójimo.

Efesios 4:25

Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.

Colosenses 4:6

El lenguaje humano de Jesús

El regalo más maravilloso que Dios hizo al hombre, con la vida, es la palabra. Y para revelarse al hombre, Dios le habla. En todas las épocas Dios ha transmitido su mensaje de manera comprensible, por medio de diversos siervos y profetas, cada uno en su estilo propio. Ese mensaje ha sido transcrito en la Biblia, la Palabra de Dios. Ese libro es una palabra viva, eterna. Al leerla, nos enteramos de lo que Dios dice.

Luego Dios quiso acercarse más a su criatura, por lo que envió a su Hijo al mundo para hablarle. Jesús, el Verbo hecho carne, vino a la tierra (Juan 1:14Hebreos 1:2). Jesucristo fue la revelación de Dios en el mundo, y todo su comportamiento manifestó la verdad de Dios: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9).

Mientras vivía entre los hombres, Jesús hablaba el arameo, la lengua de los que lo rodeaban. De su boca salían palabras de gracia (Lucas 4:22); las multitudes se asombraban al oír sus poderosas palabras (Mateo 7:28-29). Incluso sus opositores dijeron: “Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre” (Juan 7:46). Era el cumplimiento de lo que el profeta Isaías había anunciado unos 700 años antes: “El Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado” (Isaías 50:4). Solo él comunicó la palabra apropiada a la situación de quien lo escuchaba; esta palabra es comparada a “manzana de oro con figuras de plata” (Proverbios 25:11).

Cristianos, parezcámonos más a nuestro modelo. Velemos para que nuestra forma de hablar muestre que somos discípulos de Cristo.

Jueces 6:22-40 – Apocalipsis 7 – Salmo 141:5-10 – Proverbios 29:24-25

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Pecado, arrepentimiento y caminar en la luz

Pecado, arrepentimiento y caminar en la luz
Por Trillia Newbell

Nota del editor:Este es el octavo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: La ética sexual cristiana

Nuestra ofensa más pequeña merece toda la ira de Dios. Eso es difícil de escuchar si olvidamos que Dios no solo ha cubierto nuestro pecado en Cristo, sino que también nos permite acercarnos a Él continuamente para recibir esa gracia una vez más. También sabemos que Dios es santo, separado en Su perfección, gloria y majestad. Somos pecadores que pecamos todos los días. Nuestro pecado debería afligirnos, pero no condenarnos, porque servimos a un Dios que es bueno y bondadoso, pero que también es santo y justo. Entonces, ¿qué debemos hacer con este enigma de nuestra pecaminosidad y la santidad de Dios que está tan cerca de nosotros? Arrepentirnos y recibir la asombrosa gracia de Dios.

¿Es Dios una especie de cuco?
Ahí está de nuevo. Esa tenebrosa sombra acechando en el armario. Parece tan impredecible. ¿Qué va a hacer ahora? ¿Qué podría pasar? ¿Saltará y me atrapará?

Esos eran mis aterradores pensamientos de niña. Me acurrucaba con miedo en mi cama, esperando que el cuco saltara del armario y me atrapara. Cuando me convertí en cristiana, me di cuenta de que gran parte de la forma en que me relacionaba con Dios era con ese miedo infantil al cuco. Sentía que no tenía mucho control sobre mi vida, pero en lugar de darme cuenta de que estaba en manos de un Padre bueno y amoroso, lo veía como un tirano. Pensaba que Él tenía todo el control, pero que el único amor que mostró fue en la cruz (que por supuesto hubiera sido suficiente). Realmente creía que Dios era como el cuco que rondaba por mi armario, esperando el momento adecuado para castigarme o causarme algún daño.

Qué triste. Si solo conocemos a Dios como el gobernante soberano del mundo podríamos cometer el mismo error que yo cometí cuando era una joven cristiana. No fue hasta que comprendí el gran amor de Dios que comencé a ver Sus caminos como buenos y amables. Sí, incluso las cosas difíciles de nuestra vida provienen de la mano amorosa de Dios (1 P 1:3-9; He 12:3-17). Podemos descansar en el conocimiento de que los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, y que Sus caminos no son nuestros caminos, y que sin embargo Él tiene cuidado de los hombres (Sal 8:4; Is 55:8).

Lo vemos en Isaías 55, que comienza con un llamado urgente a que vengamos a beber: «Todos los sedientos, vengan a las aguas; y los que no tengan dinero, vengan, compren y coman. Vengan, compren vino y leche sin dinero y sin costo alguno» (v. 1). Dios se complace en satisfacer nuestras necesidades (espirituales y de otro tipo). Tenemos un Padre que nos invita al trono de la gracia para recibir ayuda en nuestros momentos de necesidad (He 4:16). Y aunque de joven no comprendía del todo el significado de la cruz, ahora entiendo que Dios mostró Su máximo amor por nosotros mediante el sacrificio de Su Hijo a nuestro favor. ¿Existe un amor más grande que ese?

Dios no es el cuco. Es el Dios soberano, amoroso y asombroso que vino a redimir a un pueblo para Sí mismo. Él es bueno y nos ama todo el tiempo. Así que, como respuesta a nuestro conocimiento de Su carácter amoroso, nos disciplinamos para arrepentirnos diariamente del pecado por el que Cristo ya ha muerto.

Camina en la luz
Uno de los muchos efectos secundarios que he experimentado al envejecer es la incapacidad de ver la carretera al conducir de noche. Todo brilla. Si llueve, es como si alguien me iluminara los ojos con una luz brillante. Como adulta responsable que soy, todavía no he ido al oftalmólogo. Así que conduzco en la oscuridad, ciega como un murciélago.

Afortunadamente, no tenemos que hacer esto como cristianos. Hemos visto la luz. El evangelio ha iluminado las tinieblas. Y esta luz no desorienta; es un don de la gracia que nos purifica y nos guía.

Pero tal vez has estado caminando como si estuvieras todavía en la oscuridad. Dios te llama a caminar en la luz. Caminar en la luz significa caminar en la bondad y la gracia de Dios, viviendo una vida que refleje al Salvador y caminando de una manera digna del evangelio. El arrepentimiento es una de las formas más claras de caminar en esta luz. El apóstol Juan nos dice: «Si decimos que tenemos comunión con Él, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad» (1 Jn 1:6). Caminar en las tinieblas es caminar con el conocimiento del pecado e ignorarlo, o caminar como si estuviéramos completamente sin pecado, sin arrepentirnos nunca (1 Jn 1:8). La gracia de Dios nos permite no solo reconocer que seguimos luchando con el pecado, sino también volvernos de nuestro pecado.

Vemos claramente que nuestro caminar en la luz no es perfecto, ni siquiera está cerca de serlo. Nunca alcanzaremos la perfección en esta tierra. Por eso el arrepentimiento es un regalo tan hermoso de nuestro Dios. «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad» (1 Jn 1:9). Oh, qué gracia. Confesamos nuestros pecados a Dios —reconociendo nuestra gran necesidad de que Él nos convierta de nuestro pecado— y ¿qué hace Él? Hace lo que ya ha hecho: derrama la gracia que necesitamos para cambiar. Su ira estuvo reservada para Jesús. No recibimos castigo o ira por nuestros pecados; recibimos gracia. Hay, por supuesto, consecuencias por el pecado, pero aún así, nuestra posición ante Dios no cambia.

Dios es soberano y lo gobierna todo. Es santo, pero gracias a Jesús podemos acercarnos a Él. Corre, no camines, al trono de la gracia. No camines como un ciego mientras puedes caminar en la luz que está disponible para ti. Camina en la luz. Confiesa tu pecado y recibe la gracia. No hay condenación para ti.

Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.

Trillia Newbell
Trillia J. Newbell es conferencista y autora de Fear and Faith [Temor y Fe], United [Unidos], Enjoy [Disfruta] y su libro infantil más reciente God’s Very Good Idea [La gran idea de Dios].

Atacado por un tiburón

Martes 13 Diciembre

Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe.

1 Pedro 5:8-9

Dando gracias al Padre… el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo.

Colosenses 1:1213

Atacado por un tiburón

La escena se desarrolló en África del sur, durante una competencia de surf. Repentinamente uno de los participantes percibió algo bajo su tabla, sintió un golpe y luego vio surgir un alerón triangular. No había duda: un tiburón lo atacaba. En un reflejo, el hombre golpeó la espalda del animal y se alejó lo más rápido posible; fue recogido in extremis por un barco cercano.

Este animal que rondaba en busca de una presa nos hace pensar en un adversario temible que ataca a los hombres: el diablo, llamado Satanás, “la serpiente antigua” (Apocalipsis 12:9). La Biblia confirma su existencia y le da varios calificativos: adversario y león rugiente (ver el versículo del día), el malo (Mateo 13:19), mentiroso y homicida (Juan 8:44), seductor (Génesis 3:13), etc. Dios nos pone en guardia contra este enemigo y nos revela sus intenciones: trata de confundir y extraviar a los creyentes, los empuja al mal bajo todas sus formas, morales o físicas, los induce a oponerse a Dios de diferentes maneras. Satanás desvía a los hombres del evangelio; quiere la desgracia de la humanidad.

Aunque no siempre sea consciente, el que rehúsa poner su confianza en Jesús todavía es esclavo de ese amo despiadado y cruel. Pero Satanás fue vencido en la cruz: el que cree en Jesús es librado de Satanás y tiene a Jesucristo como Salvador y Maestro, y puede decir:

No temeré nada. Ni Satanás ni el mundo pueden arrancarme de los brazos del buen Pastor… Con él estoy al abrigo del peligro para siempre.

Jueces 6:1-21 – Apocalipsis 6 – Salmo 141:1-4 – Proverbios 29:23

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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¿Debería asistir a una boda homosexual?

Por Kevin DeYoung 

Nota del editor:Este es el séptimo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: La ética sexual cristiana

¿Por qué podría un cristiano negarse a asistir, atender o participar en una ceremonia de matrimonio entre personas del mismo sexo? Para hacer las cosas más simples, asumamos que este es un debate entre cristianos tradicionales que creen —como siempre ha creído la iglesia y como sigue creyendo la mayor parte de la iglesia mundial— que el comportamiento sexual entre personas del mismo sexo es pecaminoso y que el matrimonio es una unión conyugal y de pacto entre un hombre y una mujer.

Con este comentario aclaratorio, podemos abordar la cuestión directamente: ¿Por qué un cristiano se sentiría obligado por su conciencia a no asistir o participar en una boda gay? Lo que nos lleva a esta conclusión no es el fanatismo, ni el miedo, ni porque no sepamos que Jesús pasó tiempo con los pecadores. Es por nuestro deseo de ser obedientes a Cristo y por la naturaleza del evento de la boda en sí.

Una ceremonia de boda, en la tradición cristiana, es ante todo un servicio de adoración. Así que si la unión que se celebra en el servicio no puede ser aprobada bíblicamente como un acto de adoración, creemos que el servicio da crédito a una mentira. No podemos, con buena conciencia, participar en un servicio de adoración falsa. Entiendo que no suena muy bien, pero la conclusión se desprende de la premisa, es decir, que el «matrimonio» que se celebra no es en realidad un matrimonio y que no debe celebrarse.

Además, desde hace tiempo se entiende que los presentes en una ceremonia matrimonial no son simples observadores casuales, sino que son testigos que otorgan su aprobación y apoyo a los votos que se van a realizar. Por eso el lenguaje tradicional habla de reunirse «ante Dios y ante esta congregación». Por eso, en uno de los servicios matrimoniales modelo de la Iglesia presbiteriana de América, todavía el ministro dice:

Si alguien puede mostrar una causa justa por la que no puedan casarse legalmente, que lo declare ahora o que calle para siempre.

De forma muy explícita, la boda no es una fiesta para los amigos y la familia. No es una mera formalidad ceremonial. Es un acontecimiento divino en el que los reunidos celebran y honran la «solemnidad del matrimonio».

Por eso —por mucho que quiera tender puentes con una amiga lesbiana o asegurar a un familiar gay que me importa y que quiero relacionarme con él— no asistiría a una ceremonia de boda del mismo sexo. No puedo ayudar con mi pastel, con mis flores o con mi presencia a solemnizar lo que no es sagrado.

Al adoptar esta postura, a menudo he escuchado en respuesta cosas como estas:

Pero Jesús se juntó con los pecadores. No le preocupaba ser contaminado por el mundo. No quería alejar a la gente del amor de Dios. Siempre abría las compuertas de la misericordia de Dios. Él nos diría: «Si alguien te obliga a hornear un pastel, hornea para él dos».

Bien, pensemos en estas objeciones. Me refiero a pensar con unas cuantas frases y no solo con eslóganes y vagos sentimentalismos.

Jesús se juntó con los pecadores. Es cierto, más o menos (depende de lo que se entienda por «juntarse»). Pero Jesús creía que el matrimonio era entre un hombre y una mujer (Mt 19:3-9). El ejemplo de Cristo en los evangelios nos enseña que no debemos tener miedo de pasar tiempo con los pecadores. Si una pareja gay de la casa de al lado te invita a cenar, no la rechaces.

No le preocupaba ser contaminado por el mundo. Esa no es la preocupación aquí. No se trata de piojos o gérmenes del pecado. Nosotros mismos tenemos muchos de ellos.

No quería alejar a la gente del amor de Dios. Pero Jesús lo hizo todo el tiempo. Actuó de maneras antagónicas, que pudo hacerlas involuntariamente, pero más a menudo las hizo deliberadamente (Mt 7:6, 13-27; 11:20-24; 13:10-17; 19:16-30). Jesús apartaba a la gente todo el tiempo. Esto no es excusa para que seamos irreflexivos y poco amables. Pero debería poner fin a la noción no bíblica que dice que si alguien se siente herido por tus palabras o no amado por tus acciones, ipso facto fuiste poco amoroso de manera ridícula y pecaminosa.

Siempre abría las compuertas de la misericordia de Dios. Amén. Sigamos predicando a Cristo y prediquemos como Él lo hizo, llamando a todas las personas a «arrepentirse y creer en el evangelio» (Mr 1:15).

Si alguien te obliga a hornear un pastel, hornea para él dos. Este es, por supuesto, un principio verdadero y hermoso sobre cómo los cristianos, cuando son injuriados, no deben injuriar a su vez. Pero difícilmente puede significar que hagamos todo lo que la gente exige sin importar nuestros derechos (Hch 4:18-20; 16:35-40; 22:22-29) y sin importar lo que es correcto a los ojos de Dios.

Una boda no es una invitación a una cena o una fiesta de graduación o de jubilación. Incluso en un entorno completamente laico, sigue existiendo la sensación —y a veces las invitaciones de boda lo dicen— de que nuestra presencia en el evento honraría a la pareja y su matrimonio. Sería difícil, si no imposible, asistir a una boda (por no hablar de hacer el catering o el centro de mesa) sin que tu presencia comunique la celebración y el apoyo a lo que está ocurriendo. Y, por muy doloroso que sea para nosotros y para los que amamos, celebrar y apoyar las uniones homosexuales no es algo que Dios o Su Palabra nos permitan hacer.

Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.

Kevin DeYoung
El Rev. Kevin DeYoung es pastor de Christ Covenant Church en Matthews, N.C., y maestro asistente de Teología Sistemática en el Reformed Theological Seminary de Charlotte, N.C. Es autor de numerosos libros, incluyendo Taking God at His Word [Confía en Su Palabra] y Just Do Something [Haz algo].

Me falta algo

Lunes 12 Diciembre

Nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.

Gálatas 2:16

Me falta algo

“Crecí en Egipto, en una familia cristiana, amparándome en la fe de mis padres. Cuando llegué a la adolescencia, esto no me satisfacía más. En mi espíritu crecía un vacío, pero, ¿por qué?

En cierta ocasión mi hermano asistió a un campamento cristiano y volvió irreconocible. Su mal carácter había dado lugar a una actitud amable, y con dulzura me invitó a asistir al siguiente campamento.

El primer día el predicador habló de alguien que se parecía mucho a mí. “¿Se considera bueno, e incluso cree ser un buen cristiano, sin tener a Jesucristo en su vida?”. Ese hombre, ¿me hablaba a mí, o a personas que hacían mal? Me sentí confundida… Una tarde nos propuso: “Los que quieran entregar su vida a Jesucristo, levántense y oremos juntos”. Algunos se levantaron, pero yo me quedé sentada, diciéndome en voz baja: “Soy una buena cristiana”. Un poco más tarde el predicador nos invitó una vez más a ir a Jesús. Entonces comprendí que debía decidirme. Mi lengua se desató y oré: “Señor Jesús, quiero conocerte. Gracias por haber muerto en la cruz por mí. Te pido que vengas a mí y seas mi Salvador. Gracias por amarme, por haber perdonado mis pecados y por darme la vida eterna. Ayúdame a ser la persona que tú quieres que yo sea. Amén”.

Cuando volví a la casa, ¡qué cambio en mi vida! Y mi Biblia, que yo no leía, empecé a devorarla para saber más de Dios y hablarle todos los días. Mi vida tomó un sentido. Al fin comprendí en qué consistía la fe de mis padres”.

según Joy Y.

Jueces 5 – Apocalipsis 5 – Salmo 140:6-13 – Proverbios 29:21-22

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