CONOCIENDO A DIOS

Coalición por el Evangelio

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DÍA 9

CONOCIENDO A DIOS

«“Señor, muéstranos al Padre y nos basta”, le dijo Felipe. Jesús le dijo: “¿Tanto tiempo he estado con ustedes, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí? Las palabras que Yo les digo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en Mí es el que hace las obras. Créanme que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí; y si no, crean por las obras mismas”» (Juan 14:8-11).

A los niños les encanta hacer preguntas. Aunque muchas veces su deseo es conocer cosas nuevas, en ocasiones sus preguntas son sobre cosas de las que ya tienen respuestas. Ellos vuelven a preguntar simplemente porque no prestaron atención o no entendieron lo que se les dijo.

A los discípulos de Jesús les pasó algo similar. Durante su última cena con los discípulos, Jesús compartió con ellos grandes enseñanzas sobre lo que estaba por sucederle y la esperanza que ellos podían tener al creer que Dios mismo estaba con ellos en Él en ese momento y seguiría estando con ellos aun después de su partida (14:7).

En medio de estas verdades, Felipe, uno de los discípulos, hace a Jesús una petición que ya les había sido concedida: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». En otras palabras, «¿puedes por favor mostrarnos a Dios?». Esta petición y pregunta reveló que, a pesar del tiempo que los discípulos habían pasado con Jesús, ellos necesitaban conocerlo aún más. Todavía no habían entendido quién era Aquel que estaba delante de ellos.

En el Antiguo Testamento, Moisés hizo esta petición y le fue dada una visión limitada de la gloria de Dios (Éx 33:18). Los discípulos, en cambio, tenían el resplandor mismo de la gloria de Dios caminando entre ellos (2 Co 4:4). Isaías recibió una visión de Dios sentado en un trono alto y sublime y los discípulos tenían a ese mismo Dios lavando sus pies. El Dios eterno e inmortal, Aquel que habita en luz inasequible, se acercó a nosotros en Jesús. Conocer a Jesús es conocer a Dios. Él es la imagen del Dios invisible (Col 1:15).

El Dios hecho hombre, que habitó entre los discípulos, es el mismo que habita en nosotros (Col 1:27) y que se ha revelado en su total esplendor a través de su Palabra para que podamos conocerle tal y como Él es. A través de las Escrituras y su presencia habitando en nosotros, Jesús está en medio nuestro revelándonos al Padre. Él quiere que le conozcamos, porque no hay mayor plenitud que conocerlo íntimamente (Jn 17:3).

¿Cómo podemos buscar que cada área de nuestras vidas sea un reflejo de que Él ha estado en medio nuestro y que genuinamente lo conocemos?

CONFESIÓN Y PETICIÓN

El valle de la visión

Oraciones Puritanas

CONFESIÓN Y PETICIÓN
¡Santo Señor!
He pecado, innumerables veces, y he sido culpable de orgullo e incredulidad,
de fallar en encontrar Tu mente en Tu Palabra, de negligencia de buscarte a
Ti en mi vida diaria. Mis transgresiones e inconsistencias me presentan con
una lista de acusaciones, más Te exalto porque estas no van a ir contra mí,
porque todo se ha colocado sobre Cristo. Continúa sometiendo mis
corrupciones, y concédeme la gracia de vivir por encima de ellas. No
permitas que las pasiones de la carne, ni de las concupiscencias de la mente
traigan mi espíritu en sujeción, sino gobiérname en libertad y poder.
Te agradezco que muchas de mis oraciones fueran negadas. Yo pedí mal o
no he pedido, he orado a partir de mis concupiscencias y he sido rechazado,
he anhelado Egipto y me fue dado un desierto. Continúa con Tu obra
paciente, respondiendo “no” a mis oraciones erradas y llevándome a aceptar
esto. Purifícame de todo deseo falso, de toda aspiración vil, de todo lo que
es contrario a Tus estatutos. Te doy gracias por Tu sabiduría y tu amor, a
todos los actos de disciplina a la que estoy sujeto, a veces me pusiste en el
horno para refinar el oro y quitar mí escoria.
Ningún juicio es tan difícil de soportar como el sentido del pecado. Si Tú me
permitieses elegir entre vivir en el placer y mantener mis pecados, o que me
queme en el juicio, dame aflicción santificada.
Líbrame de todo hábito malo, de cada crecimiento de pecados anteriores,
de todo lo que ofusca el brillo de Tu gracia en mí, de todo lo que me
impide deleitarme en Ti. Entonces Te glorificaré, Dios mío por ayudarme
a ser recto.

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