Hospitalario | Tim Challies

El carácter del cristiano: Hospitalario
Por: Tim Challies

Este artículo pertenece a una serie titulada El Carácter Cristiano, publicada originalmente en Timchallies.com

Hoy continuamos con nuestra serie sobre el carácter del cristiano. Estamos explorando los diferentes rasgos de carácter de los ancianos que son en realidad un llamado de Dios para todos los creyentes. Si bien se supone que los ancianos deben ejemplificar estos rasgos, todos los cristianos deberían exhibirlos. Quisiera que consideremos juntos si es que estamos mostrando estos rasgos y de esta manera aprender cómo podemos orar para tenerlos en una mayor medida. Hoy vamos a mirar lo que implica para un anciano —y para cada cristiano— ser hospitalario. Veremos por qué razón Dios eleva este rasgo a un lugar de tanta importancia.

Pablo le dice a Timoteo, “Un obispo debe ser… hospitalario” (1 Timoteo 3:2) y hace eco de esto en su carta a Tito (Tito 1:8). La palabra griega “hospitalario” (philoxenon) indica un amor por los extraños. En días cuando no existían hoteles de buena calidad y accesibles como en la actualidad, se esperaba que los cristianos extendieran hospitalidad a otros viajeros creyentes o predicadores itinerantes. Ellos los alimentarían y les proveerían un lugar limpio para dormir, a fin de que no fueran a pensiones sucias, peligrosas y desagradables. Por supuesto la palabra tiene más extensiones que incluyen otras formas de hospitalidad. Pero primordialmente, indica una disposición a invitar a otros dentro de tu hogar para una estadía ya sea breve o extensa.

¿Por qué hacer énfasis en este rasgo particular? Alexander Strauch lo explica de esta manera: “La hospitalidad es una expresión concreta de amor cristiano y vida familiar. Es una virtud bíblica importante… Darse uno mismo al cuidado del pueblo de Dios significa compartir la vida del hogar con otros. Un hogar abierto es señal de un corazón abierto y de un espíritu amoroso, sacrificial y servicial. La falta de hospitalidad es una señal segura de un cristianismo egoísta, sin vida y sin amor”. La hospitalidad es una manifestación abierta y tangible del carácter piadoso.

Un hogar abierto muestra el amor cristiano, pero también lo hace posible. La hospitalidad crea oportunidades para relaciones, discipulado y evangelismo. Crea un contexto natural para ver un modelo de matrimonio, paternidad y una amplia serie de virtudes cristianas. Si bien debemos enseñar a otros lo que la Biblia dice, también debemos demostrar lo que dice, y esto lo hacemos al invitar personas a nuestros hogares y a nuestras vidas.

¿Solamente los ancianos son llamados a compartir sus vidas y sus recursos abriendo sus hogares? No, es un llamado para todos los cristianos. Si bien la ley en el Antiguo Testamento coloca un gran énfasis en el cuidado y la protección del peregrino, este cuidado por los extranjeros es aún más explícito en el Nuevo Testamento. Pedro le escribe a todos los cristianos cuando dice “Sean hospitalarios los unos para con los otros, sin murmuraciones” (1 Pedro 4:9) y Pablo le dice a toda la congregación en Roma que ellos deben estar “practicando la hospitalidad” (Romanos 12:13). El autor de Hebreos dice, “No se olviden de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Hebreos 13:2). Pablo instruyó a Timoteo para que la iglesia extendiera su benevolencia a una viuda “si ha mostrado hospitalidad” (1 Timoteo 5:9-10). Jesús enseñó que seremos juzgados sobre la base de nuestra hospitalidad, puesto que cuando amamos y recibimos a otros, en realidad lo estamos amando y recibiendo a Él (Mateo 25:35-40).

Strauch concluye diciendo que “difícilmente exista algo más característico del amor cristiano que la hospitalidad. Por medio del ministerio de la hospitalidad compartimos las cosas que más valoramos: familia, hogar, recursos financieros, comida, privacidad y tiempo. En otras palabras, compartimos nuestras vidas”.

Auto-evaluación
¿Qué acerca de ti? ¿Dirían otros que tu eres hospitalario? Reflexiona en las siguientes preguntas y al responderlas sé honesto contigo mismo y con Dios:

¿Cuántas personas de tu iglesia has invitado a tu hogar para una comida? ¿Cuándo fue la última vez que alguien se quedó un noche en tu hogar?
¿Se acercan otros a ti cuando necesitan ayuda o das la impresión de que no quieres que te molesten?
¿Tiene tu familia la intención de recibir a otros en tu hogar, incluso si son diferentes a ti o si te hacen sentir incómodo o perturbado?
¿Por qué temes recibir a otros en tu vida y en tu hogar? ¿Qué promesas te ha dado Dios a las cuales te puedes aferrar para tener esperanza, paz y seguridad?
Puntos de oración
Toma aliento en la verdad de que el Dios del débil y marginado te recibe a ti y ora a Él de esta manera para obtener su ayuda:

Oro para que me llenes con tu Espíritu de manera que mi vida pueda llevar fruto en obras de amor para otros.
Oro para no aferrarme a todas las cosas que me das y para recordar que mi hogar, mi comida, mi tiempo y todo lo demás te pertenecen a ti. Ayúdame a ser un administrador fiel de todas estas cosas.
Oro para que me des el denuedo para recibir a otros como tu me has recibido a mí.
Oro para que la motivación de mi corazón sea que, a través de amar a otros, yo mismo pueda expresar mi amor por Cristo. Por favor, dame gran gozo y libertad en ser hospitalario.
En el próximo artículo consideraremos lo que implica para los ancianos y para todos los cristianos no ser pendenciero, sino amable.

Publicado originalmente en Challies.com | Traducido con permiso para Soldados de Jesucristo por Ricardo Daglio

3 PRINCIPIOS PARA HONRAR A TUS PADRES A MEDIDA QUE VAN ENVEJECIENDO

3 PRINCIPIOS PARA HONRAR A TUS PADRES A MEDIDA QUE VAN ENVEJECIENDO

Por Jim Newheiser Elyze Fitzpatrick

HONRAR A TUS PADRES
Aunque los hijos adultos están libres del control paterno, siguen teniendo la responsabilidad de honrar a sus padres (Éx 20:12). Los hijos adultos honran a sus padres cuando buscan su consejo respecto a decisiones importantes. También muestran amor y respeto invirtiendo en la relación por medio de visitas frecuentes y llamadas telefónicas. Muchas familias jóvenes honran a padres que viven lejos usando sus recursos limitados y sus días de vacaciones para ir a visitarlos. Esto puede producir recuerdos que duran toda la vida y lazos más fuertes con nuestros hijos y nietos. A medida que los hijos adultos ganan una perspectiva más madura de la edad adulta, entienden y valoran cada vez más todo el esfuerzo de sus padres, y eso suele llevarlos a un mayor agradecimiento.

HONRA A TUS PADRES ASEGURÁNDOTE DE QUE SUS NECESIDADES ESTÉN CUBIERTAS
Aunque muchos de nosotros anhelamos disfrutar esa etapa del nido vacío en la que se supone tendríamos menos responsabilidades, por lo general estos son los años en que nuestros padres ancianos comienzan a necesitar más de nuestra ayuda. Jesús mismo enseñó que tenemos la obligación de honrar a nuestros padres, lo que incluye asegurarnos de que sus necesidades materiales estén cubiertas. Él condenó fuertemente a los fariseos por usar el servicio a Dios como una excusa para evitar su deber (Mt 15:3-6). Jesús incluso cumplió esta parte de la ley mientras moría en la cruz, asegurándose de que alguien cuidara de Su madre porque Él ya no podría hacerlo en Su humanidad. Él la encomendó dulcemente al cuidado de Su amado amigo, el apóstol Juan, quien la llevó a su casa (Jn 19:26-27).

El apóstol Pablo manda a los hijos y nietos a proveer para las necesidades económicas de sus madres y abuelas viudas antes de pedirle ayuda a la iglesia (1Ti 5:4). De hecho, él condena como peores que incrédulos a los que no cumplen esta obligación básica para con la familia (1Ti 5:8).

Desgraciadamente nuestra cultura poscristiana se está apartando rápidamente de los valores bíblicos. La responsabilidad de cuidar de los ancianos se ha transferido de la familia al estado. La mayoría de los hijos adultos simplemente suponen que es tarea del gobierno proveer para sus padres ancianos. Pero incluso cuando sus necesidades físicas están siendo cubiertas por una institución, muchas de estas personas mayores se sienten solas. Sus hijos están demasiado ocupados con sus propias familias y carreras como para tener mucho tiempo para el abuelo o la abuela. Suponen que ya que las necesidades físicas de sus padres están cubiertas no necesitan que los visiten.

Mientras más se hunda nuestra sociedad en el ensimismamiento, más sufrirán las personas mayores. Esa generación que aprendió a abortar bebés no deseados porque eran un estorbo en su estilo de vida está comenzando a lidiar con sus parientes mayores, a quienes también consideran un estorbo.1 El porcentaje de gente de edad avanzada en nuestra población aumentará notablemente a medida que los baby boomers (todos los que nacieron durante la explosión de natalidad que hubo tras la Segunda Guerra Mundial) alcancen la edad de jubilación. Habrá menos trabajadores pagando impuestos para financiar la Seguridad Social, el seguro médico del estado y otros programas para los ancianos. El incremento en los costos médicos podría aumentar la presión social y política para deshacerse de los ancianos, ya sea por medio de la eutanasia o negándoles la atención médica. Los políticos ya están hablando sobre la necesidad de racionar la atención médica y se cuestionan si vale la pena desperdiciar recursos limitados en personas no productivas que de cualquier manera ya no van a vivir mucho tiempo.

LOS CRISTIANOS TIENEN LA OPORTUNIDAD DE SER LUZ EN EL MUNDO
Así como los primeros cristianos demostraron el valor que le daban a la vida, así como su amor por sus semejantes al cuidar a bebés no deseados que habían sido abandonados para morir,3 nosotros tenemos la oportunidad de manifestar la luz de Cristo por la manera en que cuidamos a los miembros ancianos de nuestra familia. Muchas familias cristianas han aceptado a una abuela viuda o a un abuelo inválido en sus casas para que puedan pasar sus últimos días rodeados de los que los aman y cuidan de ellos. Otros, cuyos padres todavía son algo independientes, pasan mucho tiempo ayudando a mamá y papá con varias tareas del hogar. Tal amor refleja el amor sacrificial de Jesús, quien sacrificó tiempo, comodidad, privacidad y dinero por amor a los demás. Hacerse cargo de un padre anciano puede ser extremadamente estresante, sobre todo cuando tienes que lidiar con sus enfermedades físicas y mentales. Pero podemos mostrarles ese amor porque hemos sido muy amados (1Jn 4:19).

ACEPTANDO LAS LIMITACIONES
Cuando una madre anciana o necesitada se muda con sus hijos, tendrá que recordar que su hijo o su yerno es ahora la cabeza de la casa. Quizá ha tenido que vivir por su cuenta durante muchos años, pero ahora tendrá que vivir bajo la autoridad de otro. No importa cuánto pueda amar a esa persona, le será difícil aceptar este cambio en la relación.

Uno de los mayores retos para las personas mayores es aceptar las nuevas limitaciones. Para ellas es muy difícil admitir que ya no pueden vivir solas y que ya no deben manejar ni administrar sus propias finanzas. También se encuentran en una posición donde deben considerar con humildad las necesidades e intereses de los miembros de su familia (Mt 7:12), aceptando y no resistiéndose a las limitaciones que se les impongan. Si tienen que lidiar con las penosas señales de una demencia precoz, también van a llegar a frustrarse cuando se den cuenta de que ya no pueden pensar tan claramente como solían hacerlo. Llegará un punto en el que tendrán que confiar en seres queridos que están en su sano juicio para que tomen por ellos las decisiones difíciles.

La manera de tratar con estas pérdidas es aceptando que Dios es soberano y que nos ha quitado algo que Él mismo nos había dado (Job 1:21).

La buena noticia para el creyente es que estos sufrimientos son temporales. Nuestra bendita esperanza es que un día nuestras enfermedades ya no existirán más; nuestros cuerpos serán resucitados en la semejanza de Su glorioso cuerpo cuando Él regrese (Fil 3:20-21). Esta dulce promesa por sí sola es lo suficientemente poderosa como para sostener a los creyentes mientras atraviesan el valle de sombra de muerte —incluso una muerte lenta como la que resulta de padecer demencia o alzhéimer.

A veces los hijos con padres ancianos vienen a nosotros pidiendo consejo sobre cómo manejar la renuencia de sus padres a recibir ayuda o aceptar las limitaciones. Cuando los padres viven solos los hijos temen por su seguridad, y quizá por la seguridad de los demás (en el caso de padres ancianos que ya no deberían manejar un carro). En este tipo de situaciones, los hijos también tienen que reconocer su propio poder limitado. Por lo general no pueden obligar a sus padres a que actúen con prudencia, y podrían dañar la relación si lo intentan. A menos que el padre sea un gran peligro para sí mismo o para los demás, puede ser que tengas que esperar pacientemente y confiar en que el Señor cuide de ellos.

Otro posible factor que pudiera complicar las cosas son los conflictos entre los hermanos. La hija que vive cerca de los padres o que se los lleva a su casa puede sentir que está soportando una carga muy grande mientras los demás se quedan muy cómodos. Los que viven más lejos pudieran sospechar que el hijo que está más involucrado en las vidas de los padres está sacando ventaja de su posición adquiriendo los bienes paternos y las herencias. Es muy importante que los hermanos se comuniquen francamente sobre estos temas y lo hagan de acuerdo a los principios bíblicos de suponer lo mejor (1Co 13:7), pasar por alto las faltas (1P 4:8) y considerar los intereses de los demás por encima de los propios (Fil 2:3-4).

Una vida fiel en medio de estos retos puede parecer que está más allá de tu alcance. Tratar de equilibrar la responsabilidad de cuidar a tus padres ancianos con el resto de tus responsabilidades (cónyuge, hijos que vivan en tu casa e hijos que se han ido de la casa) seguramente va a ser abrumador. Permítenos recomendarte que busques el consejo bíblico de tu pastor o de un consejero bíblico que te pueda ayudar a clasificar tus variadas responsabilidades y priorizarlas.

Este artículo 3 principios para honrar a tus padres a medida que van envejeciendo fue adaptado de una porción del libro Nunca dejas de ser padre, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

Páginas 171 a la 176

¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley – Romanos 3:31

Cuando el creyente es adoptado en la familia de Dios, su relación con el viejo Adán y con la ley cesan inmediatamente; pero entonces está bajo una nueva autoridad y un nuevo pacto. Creyente, tú eres un hijo de Dios: tu primer deber es obedecer a tu Padre celestial.

No tienes nada que ver con un espíritu servil, no eres un esclavo sino hijo, y ahora, puesto que eres un hijo amado, estás obligado a obedecer el más insignificante deseo de tu Padre, la más leve insinuación de su voluntad. ¿Te manda cumplir un sagrado mandato? Es peligroso que lo desatiendas, pues desobedecerías a tu Padre. ¿Te ordena que procures parecerte a Jesús? ¿No te gozas en hacer esto? ¿Te dice Jesús: «Sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto»? Entonces debes esforzarte en ser perfecto en santidad, no porque la ley lo ordene, sino porque te lo manda tu Salvador. ¿Manda él a sus santos que se amen unos a otros? Hazlo, no porque la ley diga: «Ama a tu prójimo»; sino porque Jesús dijo: «Si me amáis, guardad mis mandamientos».

Y este es el mandamiento que nos ha dado: «Que os améis los unos a los otros». ¿Se te dice que repartas a los pobres? Cumple con eso, no porque la caridad sea una carga que no te atreves a esquivar, sino porque Jesús enseña: «Al que te pida, dale». ¿Dice la Biblia: «Ama a Dios con todo tu corazón»? Considera el mandamiento y replica: «¡Ah mandamiento!, Cristo ya te ha cumplido; por tanto, yo no tengo necesidad de cumplirte para mi salvación, pero me gozo en obedecerte porque Dios ahora es mi Padre y tiene un derecho sobre mí que yo no quiero discutir».

Que el Espíritu Santo haga que tu corazón obedezca al irresistible poder del amor de Cristo, para que tu petición pueda ser: «Guíame por la senda de tus mandamientos; porque en ella tengo mi voluntad» (Sal. 119:35). La gracia es la madre y el ama de la santidad, no la defensora del pecado.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 33). Editorial Peregrino.

Como un árbol en el bosque

Miércoles 25 Enero

¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!… Porque allí envía el Señor bendición, y vida eterna.

Salmo 133:13

Como un árbol en el bosque

Un bosque siempre es más próspero que un árbol aislado, pues conserva mejor la humedad, el suelo es más rico y las raíces encuentran más nutrientes para que los árboles crezcan.

Esta imagen del bosque nos anima a buscar la compañía de otros cristianos para alabar y orar al Señor, para comprender sus pensamientos y crecer juntos en la fe… aunque la fe de cada uno crece a su ritmo.

En el bosque, los árboles grandes en buen estado sanitario son más fuertes para soportar las ráfagas de viento, y protegen a los más pequeños. Así, en una asamblea (iglesia) cristiana, los hermanos y hermanas más maduros protegen a los más jóvenes y les ayudan a afrontar las dificultades de la vida, con el Señor.

La diversidad de las especies constituye la riqueza y la belleza de un bosque, pues cada árbol es diferente.

El punto en común es que todos tienen raíces. Del mismo modo, en una iglesia cristiana cada uno contribuye a la armonía del conjunto, estando bien “arraigados” en el amor de Jesús, teniendo una vida personal con el Señor. “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él” (Colosenses 2:6-7).

Dios desea que sus hijos vivan juntos, con Jesús como centro de nuestra vida, y que se cuiden unos a otros. Una iglesia en la que los cristianos se aman, se perdonan y se ayudan mutuamente, es un mensaje sin palabras que todos pueden oír. Es como “una ciudad asentada sobre un monte”, que “no se puede esconder” (Mateo 5:14).

1 Samuel 20:1-23 – Mateo 16:1-12 – Salmo 17:1-5 – Proverbios 5:1-6

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch

5 tipos de mentalidad que obstaculizan tu crecimiento espiritual – Paul Tripp

5 tipos de mentalidad que obstaculizan tu crecimiento espiritual
Paul Tripp

Nota del editor: Este es un fragmento adaptado de Nuevas misericordias cada mañana: 365 reflexiones para recordarte el evangelio todos los días (Poiema Publicaciones, 2016), por Paul David Tripp. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

La mayoría de nosotros se conforma muy fácilmente. No es que pidamos mucho de nuestro Salvador. El problema es exactamente lo contrario —estamos dispuestos a conformarnos con muy poco. Nuestras metas personales, nuestros deseos y sueños son demasiado cortos en comparación con los planes y propósitos de Dios.

Él no se conformará con nada menos que asemejarnos completamente a la imagen de su Hijo. Él derrotará final y completamente al pecado y a la muerte. No abandonará su propósito por ninguna razón y en ningún momento. El problema es que frecuentemente no coincidimos con su pensamiento ni aceptamos su propósito. Otras mentalidades nos capturan obstaculizando nuestro crecimiento espiritual:

1. La mentalidad consumidora. En ella somos como compradores religiosos. Realmente no tenemos lealtad al plan de Dios. Buscamos una experiencia religiosa que sea cómoda y satisfaga lo que percibimos como necesidades; no tenemos problema en movernos cuando nos sentimos insatisfechos.

2. La mentalidad de “bien es lo suficientemente bueno”. En ella estamos satisfechos con los cambios que la gracia ha traído a nuestras vidas, pero nos conformamos con facilidad. Estamos satisfechos con un poco de literatura cristiana o conocimiento teológico, un matrimonio un poco mejor, un poco de crecimiento espiritual, por citar algunos ejemplos. Dejamos de buscar, pero Dios está lejos de haber terminado de transformarnos.

3. La mentalidad de “esta cosa mala podría funcionar”. En ella intentamos sacar lo mejor de lo que Dios dice que no es bueno. Por ejemplo, un matrimonio está satisfecho con la distensión matrimonial; es decir, aprenden a negociar las idolatrías de cada uno en lugar de trabajar por un matrimonio piadoso.

4. La mentalidad de la comodidad personal contra la santidad personal. En ella lo que captura nuestros corazones es el anhelo de una vida cómoda, placentera, predecible, y libre de problemas. Acostumbramos a juzgar la bondad de Dios basados en qué tan bien funciona la vida para nosotros y no basados en su promesa de que todo nos ayuda para bien (Ro. 8:28).

5. La mentalidad evento contra proceso. En ella somos impacientes. Queremos que Dios haga las cosas buenas que nos ha prometido, pero no queremos perseverar a través de un proceso que dura toda la vida. Queremos que la obra de Dios sea un evento en lugar de un proceso, y cuando no lo es, nuestro compromiso comienza a disminuir.

Pregúntate a ti mismo hoy: “¿Qué es lo que quiero realmente de Dios?”. ¿Has hecho de los propósitos de su gracia tu propósito de vida? ¿Quieres lo que Él desea o simplemente te conformas muy fácilmente? Recuerda: Bien no es suficiente; una completa semejanza a la imagen de Cristo es el objetivo de la gracia (Ef. 4:13Ro. 8:29).

Lee Filipenses 2:1-18 para profundizar y ser alentado.

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Paul Tripp es pastor, autor y conferencista internacional. Él es el presidente de Ministerios Paul Tripp y trabaja para conectar el poder transformador de Jesucristo con la vida cotidiana. Esta visión lo ha llevado a escribir libros sobre vida cristiana y a viajar por todo el mundo predicando y enseñando. La pasión que guía a Paul es ayudar a la gente a comprender cómo el evangelio de Jesucristo habla con esperanza práctica en la vida cotidiana.