Todo el pueblo conocía nuestro plan. El domingo la iglesia estaba totalmente llena. El predicador comentó el pasaje: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmo 14:1). Luego habló sobre la crucifixión de Jesús:
– El Hijo de Dios fue clavado en una cruz como un criminal. La gente se burló de él… Luego vino un soldado romano y le abrió el costado con una lanza. De la herida salió sangre y agua. Para los creyentes de todos los tiempos, esta escena suscita adoración: el amor infinito de Dios dando a su Hijo respondía al colmo de la maldad del hombre. La sangre que salió de la herida de Jesús muestra que Cristo murió por mis pecados. ¡Todo pecador puede ser lavado por esta sangre!
La predicación terminó; todo el mundo miraba a Ralph Newman. Pero este no se movía. De repente Ralph se levantó y gritó:
– ¡Oh, Dios, perdóname! Yo soy ese soldado, ese pecador. Yo crucifiqué a Jesús porque lo detestaba.
Hubo un silencio total. Unos minutos después Ralph hablaba con el que había dado el mensaje.
A partir de ese domingo, Ralph fue otro hombre. Se trasladó a Londres. Cuando se iba, le pregunté: ¿por qué ese cambio tan radical?
– ¡La crucifixión de Jesús! Cuando se habló del soldado que abrió el costado del Señor Jesús con una lanza, y de la sangre que purifica nuestros pecados, ¡tomé conciencia de mis propios pecados!
Ralph no los minimizaba. La escena de la crucifixión le hizo comprender el precio que fue pagado para perdonar sus pecados.
¿QUÉ DICE REALMENTE LA BIBLIA ACERCA DE “ATAR A SATANÁS”? POR NATHAN DÍAZ
Uno de los principales debates que existen en escatología tiene que ver con la naturaleza de la atadura de Satanás en Apocalipsis 20:2. Pero, ¿cómo define el resto del Nuevo Testamento la idea de atar a Satanás?
SATANÁS FUE DERROTADO POR CRISTO EN SU PRIMERA VENIDA La idea de que Satanás está atado en el presente queda bien desarrollada desde los Evangelios. Ellos afirman que esta atadura es la derrota real y tangible de Satanás a manos de Cristo en Su muerte y resurrección. La atadura de Satanás es el cumplimiento de Génesis 3:15, en donde se presenta la promesa de que la simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente.
Estoy convencido, no por Apocalipsis 20:2, sino por el resto del Nuevo Testamento, de que Satanás está atado hoy. Sé que algunos podrán cuestionar esta afirmación. ¿No dice 1 Pedro 5:8 que Satanás anda como león rugiente buscando a quien devorar? ¿No es él considerado el dios de este mundo (2Co 4:4)?
En primer lugar, consideremos los siguientes versículos que explican lo que Jesús logró en Su primera venida respecto a Satanás:
Si Yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, el reino de Dios ha llegado a ustedes. ¿O cómo puede alguien entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata? Y entonces saqueará su casa (Mt 12:28-29).
Los setenta regresaron con gozo, diciendo: “Señor, hasta los demonios se nos sujetan en Tu nombre”. Y Él les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren, les he dado autoridad para pisotear sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo, y nada les hará daño. Sin embargo, no se regocijen en esto, de que los espíritus se les sometan, sino regocíjense de que sus nombres están escritos en los cielos” (Lc 10:17-20).
Ya está aquí el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Pero Yo, si soy levantado de la tierra, atraeré a todos a Mí mismo (Jn 12:31-32).
Y habiendo despojado a [habiéndose desecho de] los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de Él [de Jesús] (Col 2:15).
El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo (1Jn 3:8).
Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia; y las Puertas del Hades [es decir, los poderes de la muerte] no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos (Mt 16:18-19).
Acercándose Jesús, les dijo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden [he aquí]! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28:18-20).
En resumen: Jesús mismo dijo que Satanás estaba siendo derrotado en la inauguración de Su ministerio (Lc 10:17-18; Jn 12:31-32) y usó el lenguaje de “atar” como la descripción de lo que vino a hacer con Satanás (Mr 3:27). Asumir que Satanás no está atado en un sentido muy real al ser derrotado por Cristo en Su primera venida es minimizar tanto el valor como el impacto que la muerte de Jesús tuvo en el historial de la batalla contra el enemigo (Col 2:15).
La escatología estudia y resume los eventos proféticos de la Biblia. Pero la escatología práctica tiene que ver con una teología de las últimas cosas que va más allá de solo examinar eventos futuros. Este libro analiza los temas escatológicos que la Biblia presenta y explica cómo estos temas afectan no solo nuestra teología, sino también nuestra conducta como cristianos hoy.
Todas estas victorias reales sobre Satanás fueron obtenidas por Cristo en Su primera venida. Cualquiera que sea tu interpretación de Apocalipsis 20:1-3 —Vi entonces a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo y una gran cadena en su mano. El ángel prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años. Lo arrojó al abismo, y lo encerró y puso un sello sobre él para que no engañara más a las naciones, hasta que se cumplieran los mil años. Después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo— tienes que reconocer que hay un sentido real en el cual Satanás está atado, ha sido ya derrotado y no puede detener el plan de Dios de avanzar Su reino por medio de la predicación del evangelio, que es la misión de la iglesia. Pero, considerando la naturaleza cíclica de Apocalipsis, ahora veamos lo que el capítulo 12 dice sobre la serpiente “Satanás”:
Entonces apareció otra señal en el cielo: Un gran dragón rojo que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas había siete diademas [o coronas]. Su cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo cuando ella diera a luz. Y ella dio a luz un Hijo varón, que ha de regir [o pastorear] a todas las naciones con vara de hierro. Su Hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta Su trono. La mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios, para ser sustentada allí por 1260 días. Entonces hubo guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles lucharon, pero no pudieron vencer, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él. Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía:
Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de Su Cristo [del Mesías], porque el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche, ha sido arrojado. Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte. Por lo cual regocíjense, cielos y los que moran en ellos. ¡Ay de la tierra y del mar!, porque el diablo ha descendido a ustedes con gran furor, sabiendo que tiene poco tiempo. Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al Hijo varón. Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila a fin de que volara de la presencia de la serpiente al desierto, a su lugar, donde fue sustentada por un tiempo, tiempos y medio tiempo. La serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que ella fuera arrastrada por la corriente. Pero la tierra ayudó a la mujer, y la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había arrojado de su boca. Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y salió para hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús (Ap 12:3-17).
Aquí claramente hay una batalla en el cielo (Ap 12:7) conectada con la ascensión de Cristo (Ap 12:5). Esta batalla es para expulsar a Satanás del cielo (Ap 12:9) y esta expulsión está relacionada con el engaño de Satanás a las naciones (Ap 12:9). Es difícil ignorar este pasaje como un paralelo del capítulo 20. Usa el mismo lenguaje, pero tiene un énfasis diferente. En el capítulo 12, la destrucción del engaño de las naciones tiene que ver con que “… ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de Su Cristo [del Mesías], porque el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche, ha sido arrojado. Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte” (Ap 12:10-11).
En Apocalipsis 12, Satanás no puede acusar a los redimidos delante de Dios. En Apocalipsis 20, Satanás no puede engañar a las naciones para atacar a los redimidos de Dios. Estas dos restricciones se complementan para mostrarnos todo lo que Cristo ha logrado en Su primera venida (Mt 28:18-20). El juicio sobre Satanás se desarrolla en tres etapas.
ASÍ QUE ¿TIENE SATANÁS PODER HOY? “Atado” es la idea de restricción, no de erradicación completa. Satanás solo ha sido atado “para no engañar más a las naciones” (Ap 20:3), lo cual significa que ya no puede hacer pensar al mundo que la salvación es de los judíos solamente, que no puede hacer guerra a una escala mundial contra la iglesia hasta el final en que sea soltado (Ap 11:7; 13:7; 16:12-16; 19:17-21; 20:7-9) y, respecto a los escogidos, que no puede acusarlos más delante del trono de Dios (Ap 12:10-11). Esta es una victoria real sobre Satanás que no debemos minimizar. Las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia de Dios porque es protegida por Dios (Mt 16:18-19; 28:18-19; Ef 1:15-23; Ap 7:3; 11:5). El enemigo puede atacar y lastimar, pero ningún ataque será triunfante a largo plazo sobre los escogidos de Dios. Eso debe ser un consuelo real y constante para nosotros hoy.
Este artículo ¿Qué dice realmente la Biblia acerca de “atar a Satanás”? fue adaptado de una porción del libro Escatología práctica, publicado por Poiema Publicaciones.
Hay diversas clases de vanidad: el bonete y los cascabeles del payaso, la alegría del mundo, el baile, la lira y la copa del libertino. Los hombres saben que todas estas cosas son vanidades. Ellas ostentan en sus frontispicios sus propios nombres y sus títulos. Mucho más traicioneras son estas otras, igualmente vanas: las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas. El hombre puede ir en pos de la vanidad tanto en la oficina como en el teatro. Si emplea su vida en acumular riquezas, entonces la está pasando en una vana función. A menos que sigamos a Cristo y hagamos de nuestro Dios el gran objeto de nuestra vida, solo en apariencia nos distinguiremos de los más frívolos.
Esto nos muestra que tenemos mucha necesidad de la primera oración de nuestro texto: «Aparta mis ojos, que no vean la vanidad». «Avívame en tu camino». El Salmista se confiesa torpe, tedioso, inactivo, enteramente muerto. Quizá, querido lector, tú te sientas igual. Somos tan flojos que, aparte del Señor, ni aun los mejores incentivos nos pueden avivar. ¡Qué! ¿No me avivará el Infierno? ¿Puedo pensar en los pecadores que perecen, sin ser, no obstante, avivado? ¿No me avivará el Cielo? ¿Puedo pensar en el galardón que aguarda a los justos y permanecer indiferente? ¿No me avivará la muerte? ¿Puedo pensar en la muerte, y estar ante mi Dios y, sin embargo, ser indolente en el servicio de mi Maestro? ¿No me constreñirá el amor de Cristo? ¿Puedo yo pensar en sus amadas heridas y sentarme al pie de su cruz sin enardecerme con fervor y celo? ¡Parece que sí! Una mera reflexión no puede avivar nuestro celo; Dios mismo tiene que hacerlo, de ahí el clamor: «Avívame».
El Salmista exhala toda su alma en vehemente intercesión; su cuerpo y su alma se unen en la oración. «Aparta mis ojos», dice el cuerpo; «avívame», clama el alma. Es esta una oración apropiada para todos los días. ¡Oh Señor oye, en mi favor, esta plegaria en esta noche!
Hace muchos años conocí a Ralph Newman en Inglaterra. Disfrutábamos mucho de nuestro tiempo libre. Pasábamos noches en las discotecas con muchos amigos. Vivíamos exclusivamente para nuestro placer, sin preocuparnos por Dios, por su amor, ni por lo que le agrada. Una noche hablamos del joven predicador de la congregación.
–Es un buen tipo, dijo Rendall, el mecánico del garaje.
–¿Cómo? ¿Un buen tipo?, exclamó Ralph. ¿Te vas a volver religioso?
–¿Cómo?, vociferó Ralph… ¡Yo, Ralph Newman en la iglesia! ¡Ni pensarlo! E hizo todo tipo de comentarios desagradables sobre el predicador, enojándose cada vez más. Pero el mecánico dijo tranquilamente:
–Es fácil insultar a alguien a sus espaldas. Si realmente eres un tipo honesto, ve a la iglesia y, después de la reunión, dile lo que piensas de él.
Ralph dudó. ¿Se arriesgaría a atacar públicamente a un hombre que era respetado en todo el pueblo?
–Ralph, ¡no eres tan valiente como pretendes!, bromeó su amigo. Pero Ralph no quería admitirlo, y exclamó:
–Si nos vamos todos a la iglesia el domingo, le diré en la cara a ese joven payaso que él no hace más que decir palabras piadosas, pero que él mismo no cree lo que predica…
No eres Dios: Ciencia cognitiva para abrazar tus límites Ana Ávila
¿Por qué me resulta tan difícil enfocarme? ¿Por qué me toma tanto tiempo aprender y memorizar los conceptos que estudio? ¿Por qué olvido la mayor parte de lo que leo? ¿Por qué estoy tan cansada y tengo mis pensamientos borrosos, incluso cuando dormí bien durante la noche? ¿Qué me pasa?
Mis compromisos teológicos me obligan a examinar mi corazón inmediatamente: busca el pecado, arrepiéntete del pecado, huye del pecado. ¿Soy el perezoso del que habla el libro de Proverbios? ¿Me estoy rebelando en contra de lo que he sido llamada a hacer? ¿Estoy amargada con mi trabajo?
Seguramente algunas veces soy alguna de esas cosas… quizá incluso la mayoría de las veces. Pero no siempre. ¿Qué es lo que siempre soy? Una criatura limitada.
Una ciencia de ciencias La ciencia cognitiva en realidad no es una ciencia, sino un grupo de ciencias trabajando juntas. ¿La meta? Entender la mente humana; estudiar no solo lo que pensamos, sino cómo pensamos.
Como podrías imaginar (ya que eres un ser humano y posees una mente), entender el funcionamiento cognitivo —nuestro razonamiento, percepción, memoria, la manera en que nos comunicamos y todo lo que sucede dentro de nuestra mente, estemos conscientes de ello o no— no es una tarea sencilla. Diferentes disciplinas —desde la antropología hasta las ciencias informáticas, incluyendo la filosofía, la neurociencia, la psicología y lingüística— contribuyen estudiando desde neuronas individuales hasta datos conductuales.
La ciencia cognitiva tiene el objetivo de proveer una descripción de nuestros procesos mentales desde lo general a lo específico: qué es lo que logra un sistema cognitivo (como el sistema visual, que nos ayuda a reconocer y localizar objetos), cuál es el proceso a través del cual ese sistema cognitivo consigue su objetivo y cuáles son las estructuras cerebrales que permiten que el sistema logre dicha tarea.
No necesito ser fuerte. Necesito admitir que soy débil
La ciencia cognitiva es una empresa bastante reciente (se cristalizó en la década de los setenta) pero ya ha producido ideas en las que vale la pena reflexionar. Una de ellas es la dura realidad de los límites de nuestra mente.
¿Todo es posible? Durante gran parte del siglo XX, el conductismo —la idea de que solo se debe estudiar la conducta observable y medible— fue la perspectiva dominante en el campo de la psicología. Los conductistas, quienes fueron capaces de enseñar trucos a las palomas y hacer que niños pequeños temieran a los conejos (usando recompensas de comida y acompañando la presentación del animal con un fuertísimo sonido), se animaron por sus descubrimientos acerca del aprendizaje asociativo. Estaban convencidos de que cualquiera podía ser transformado en cualquier cosa:
Entrégame una docena de infantes saludables, bien desarrollados, y mi propio mundo en el que pueda criarlos, y garantizaré tomar cualquiera de ellos al azar y lo entrenaré para convertirse en cualquier clase de especialista que pudiera seleccionar: doctor, abogado, artista, jefe mercante y sí, incluso un mendigo y un ladrón, independientemente de sus talentos, inclinaciones, tendencias, habilidades, vocaciones y la raza de sus ancestros.1
Los conductistas desarrollaron una perspectiva muy optimista de las habilidades humanas. No existía límite para lo que la mente de una persona pudiera lograr. Su credo era que «todas las cosas son posibles para el que tiene el entrenamiento conductual correcto»… un credo que neciamente intento seguir todavía, a pesar de que la evidencia muestra que es engañoso.
Aunque el análisis conductual fue y sigue siendo valioso (¡nunca refuerces con recompensas los berrinches de tus hijos!), la ciencia cognitiva retó los sueños de la mente humana ilimitada con mucha fuerza. Los experimentos de George A. Miller mostraron que las personas solo podían manejar más o menos siete elementos de información al mismo tiempo. Los estudios de Donald Broadbent revelaron cómo debemos enfocarnos en un canal de información a la vez si vamos a encontrarle sentido a los estímulos que estos canales nos hacen llegar. Lento pero seguro, comenzó a acumularse la evidencia de que nuestras capacidades mentales, así como las físicas, son limitadas.
Tu mente es limitada Siempre he tenido el delirio de que, si paso el tiempo suficiente entre libros y hago suficientes tarjetas de estudio, seré capaz de saberlo todo. Quizá no completamente todo, pero casi.
Como cristiana, tomo el mandamiento de amar a Dios con toda mi mente muy seriamente, en respuesta al amor de Dios mostrado en la cruz. Esa es la razón por la que me siento decepcionada cuando los versículos que pasé horas memorizando hace quince años desaparecen de mi mente. Me reprocho a mí misma por no captar el nombre de la nueva mujer que se presentó en la iglesia mientras sonaba una canción de fondo muy pegadiza. Me avergüenza que me tome diez horas escribir un artículo en lugar de cinco.
La ciencia cognitiva nos invita a mantener los pies en la tierra, conscientes de nuestros límites naturales como seres humanos
Mi instinto para la santidad (¿o la autojusticia?) me obliga a señalarme a mí misma y a otros que puedan cometer estos mismos errores como pecadores perezosos y centrados en uno mismo. Pero la ciencia cognitiva me invita a detenerme y considerar: ¿No es esto simplemente parte de lo que significa ser un ser humano limitado?
Los recuerdos que no se repasan constantemente se pierden de la memoria a largo plazo. Esa es la razón por la que no puedo recordar los 176 versículos del Salmo 119. Si un canal auditivo está ocupado recibiendo una canción a todo volumen, no va a registrar un nombre. Esa es la razón por la que no sé el nombre de mi nueva conocida. Mi memoria de trabajo solo puede sostener una limitada cantidad de información al mismo tiempo, sin importar lo mucho que me esfuerce. Esa es la razón por la que repasar mis libros y crear algo nuevo me toma el tiempo que me toma.
No me gusta enfrentarme a la realidad de mi debilidad; admitir mis limitaciones cognitivas es humillante. Pero las palabras del apóstol Pablo me hacen recordar que, aunque no lo parece, esto glorifica a Dios: «[Él] me ha dicho: “Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí» (2 Co 12:9). No necesito ser fuerte. Necesito admitir que soy débil.
La ciencia cognitiva nos invita a mantener los pies en la tierra, conscientes de nuestros límites naturales como seres humanos. Curiosamente, también nos permite examinar nuestros corazones, los cuales —de acuerdo con la Biblia— no solo representan nuestros afectos posiblemente pecaminosos, sino también los pensamientos y procesos dentro de nuestras mentes.
1 John B. Watson, Behaviorism, 2nd ed. (London: Kegan Paul & Co., 1931), 82. Vía Barrett, Justin L.. Cognitive Science, Religion, and Theology (Templeton Science and Religion Series) p. 174.
Ana Ávila es escritora senior en Coalición por el Evangelio, Química Bióloga Clínica, y parte de Iglesia El Redil. Es autora de «Aprovecha bien el tiempo: Una guía práctica para honrar a Dios con tu día». Vive en Guatemala junto con su esposo Uriel y sus dos hijos. Puedes encontrarla en YouTube, Instagram y Twitter.
Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras
Lucas 24:45
Aquí encontramos a Jesús, a quien vimos anoche abriendo las Escrituras, abriéndoles el entendimiento a las personas. En la primera obra tiene muchos colaboradores, pero en la segunda permanece solo: muchos pueden llevar las Escrituras a la mente, pero solo Dios es capaz de preparar esta última para recibirlas. Nuestro Señor Jesús difiere de todos los demás maestros en que, mientras que estos últimos llegan al oído, él instruye el corazón.
Ellos se ocupan de la letra externa, pero él imparte un gusto interior por la verdad, por el cual percibimos el sabor y el espíritu de la misma. El más ignorante de los hombres llega a ser un perfecto erudito en la escuela de la gracia, cuando el Señor Jesús, por medio de su Santo Espíritu, le revela los misterios del Reino y le concede la divina unción por la cual lo capacita para contemplar lo invisible. Si el Maestro ha abierto y capacitado nuestros sentidos, somos dichosos. ¡Cuántos hombres de profunda erudición ignoran las cosas eternas!
Conocen, de la revelación, la letra que mata, pero no pueden discernir su espíritu que vivifica: tienen un velo sobre sus corazones que los ojos de la razón carnal no logran atravesar. Nosotros, que ahora vemos, éramos una vez tan ciegos como ellos. La verdad era, para nosotros, como la belleza en la oscuridad: una cosa inadvertida y olvidada. Si no hubiese sido por el amor de Jesús, habríamos permanecido en perfecta ignorancia hasta este momento; de no habernos abierto él el sentido, no hubiéramos alcanzado el conocimiento espiritual, como tampoco un niño sería capaz por sí solo de escalar las pirámides. La escuela de Jesús es la única en donde se puede realmente aprender la verdad de Dios.
Otras escuelas pueden enseñarnos lo que debe creerse, pero solo la de Cristo es capaz de enseñarnos cómo creer. Sentémonos a los pies de Jesús y, con ardiente ruego, imploremos su ayuda bendita, para que nuestros embotados sentidos puedan ir esclareciéndose y nuestros débiles entendimientos acepten las cosas celestiales.
Este museo está dedicado a las artes y civilizaciones de África, Asia, Oceanía y las Américas. El visitante constata que hay tres temas presentes en los cuatro continentes:
– Las máscaras: desde las islas del Pacífico hasta el corazón de África, por todas partes el hombre se esconde bajo máscaras muy variadas.
– La muerte: numerosos rituales tienen que ver con la muerte y el más allá.
– El mundo invisible: los brujos, con sus objetos mágicos, tratan de conjurar los hechizos realizados por los espíritus maléficos.
Estos tres temas son puestos en evidencia desde las primeras páginas de la Biblia. Por medio de la serpiente, el mundo invisible tentó a la primera pareja (Génesis 3:1). Avergonzados por haber desobedecido a Dios, Adán y Eva se escondieron (cap. 3:8). La sentencia de muerte anunciada fue confirmada (cap. 2:17; 3:19). Hasta hoy, el temor a la muerte y las supersticiones han marcado a la humanidad. Pero el Evangelio hace brillar una gran luz sobre esta escena tenebrosa:
– Ya no hay que esconder ninguna vergüenza: el Señor Jesús nos acepta tal como somos y nos perdona. Luego nos da la fuerza para hacer el bien y vivir en la luz, en una perfecta rectitud.
– Ya no debemos tener miedo a la muerte: por medio de la resurrección de Cristo, la muerte fue vencida, y el creyente sabe que estará con Cristo cuando deje este mundo.
– No más miedo a un mundo invisible: todo lo oscuro y oculto pierde su poder sobre el que conoce a Jesucristo. Es liberado del poder de las tinieblas y experimenta el amor divino.
¿Acaso la iglesia tal y como la conocemos ha pasado su fecha de vencimiento? ¿Necesitamos rediseñar nuestras congregaciones para adaptarlas a las sensibilidades modernas y a los avances tecnológicos?
Este es precisamente el argumento presentado en una reciente serie de artículos de The Christian Post en los que se promueven las congregaciones virtuales e iglesias diseñadas para el metaverso.
Como vimos la última vez, la Palabra de Dios es suficiente y autoritativa para la conducta de la iglesia, por lo que no somos libres de reorganizar la iglesia a nuestro antojo. Al contrario, debemos procurar que cada aspecto de nuestra práctica cristiana esté en conformidad con las Escrituras.
Por el contrario, The Christian Post parece asumir que la práctica familiar y bíblica de la asamblea de la iglesia se formó por motivos puramente pragmáticos. Uno de los supuestos expertos del artículo escribe: “Las plataformas digitales trastornan las iglesias. Esto no ocurrió durante la pandemia. Ocurrió cuando apareció la Web 2.0. Así que, si observa la historia de la iglesia, ve que nuestro modelo, el que prevalece ahora mismo, se inventó hace 1.700 años”. Según él, este modelo de iglesia se diseñó para adaptarse a una época y cultura diferentes.
En realidad, la práctica de que los creyentes se reúnan regularmente el primer día de la semana no se “inventó hace 1.700 años” con fines pragmáticos. Fue establecida hace 2.000 años por Cristo mismo. La naturaleza de la iglesia, la práctica de los apóstoles y los mandamientos de las Escrituras lo demuestran claramente.
Una Asamblea Convocada
Cuando el estado de California prohibió que las iglesias se reunieran en cualquier capacidad, los ancianos de Grace Community Church respondieron diciendo: “La iglesia por definición es una asamblea. Ese es el significado literal de la palabra griega para ‘iglesia’—ekklēsia—la asamblea de los llamados. Una asamblea que no se reúne es una contradicción en términos”.
Además, John MacArthur comenta sobre las palabras de Cristo: “Edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18) diciendo:
“La palabra ekklēsia (iglesia) significa literalmente ‘los llamados’, y se usaba como un término general y no técnico para cualquier grupo oficialmente congregado de personas. Se usaba a menudo para reuniones cívicas como cabildos municipales, donde se hacían importantes anuncios y se debatían asuntos comunitarios. Ese es el sentido en que Esteban utilizó ekklēsia en Hechos 7:38 para referirse a ‘la congregación’ de Israel llamada por Moisés en el desierto (cp. Ex. 19:17). Lucas la utilizó para una turba desenfrenada (‘asamblea’) incitada por los plateros efesios en contra de Pablo (Hch. 19:32, 41).
“Mateo 16:16 contiene el primer uso de ekklēsia en el Nuevo Testamento, y Jesús no ofrece aquí ninguna explicación calificada. Por consiguiente, los apóstoles no la habrían entendido en ninguna otra manera que su sentido común y general. Las epístolas utilizan el término en una manera más distinta y especializada, y dan instrucciones para su adecuado funcionamiento y para su liderazgo. Pero en Cesárea de Filipo el uso que Jesús da a ekklēsia solo pudo haber llevado la idea de ‘asamblea’, ‘comunidad’ o ‘congregación’”[1].
Aunque Jesús habla de la iglesia de modo universal en Mateo 16:18, el término ekklēsia también se utiliza a lo largo de las Escrituras para referirse a iglesias locales específicas. Mark Dever señala: “El libro de los Hechos normalmente se refiere a reuniones locales especificas cuando usa la palabra ekklēsia, como las asambleas en Jerusalén, Antioquía, Debe, Listra, y Éfeso”[2].
Como señaló John MacArthur, el Nuevo Testamento utiliza esta palabra en su sentido más natural. No se puede tergiversar para que signifique algo distinto a una asamblea real. Por lo tanto, la iglesia es por naturaleza, una asamblea.
La Práctica de Congregarse
Debido a que la iglesia es una asamblea por naturaleza, vemos asambleas organizadas en la práctica de los apóstoles. John MacArthur escribe:
“Aprendemos de las Escrituras, por ejemplo, que el primer día de la semana era el día en que la iglesia apostólica se reunía para celebrar la Cena del Señor: ‘El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba’ (Hechos 20:7). Pablo instruyó a los corintios para que hicieran sus ofrendas sistemáticamente en el primer día de la semana, implicando claramente que ése era el día en que se reunían para adorar (1 Corintios 16:2). La historia revela que la iglesia primitiva se refería al primer día de la semana como el Día del Señor, una expresión que se encuentra en Apocalipsis 1:10”[3].
En el Nuevo Testamento, la Iglesia comenzó a llamar al domingo “el Día del Señor”, porque ese es el día en que Jesús resucitó de entre los muertos. Cuando Juan escribió el Apocalipsis, alrededor del año 95 d.C., ese término ya era tan familiar que el apóstol pudo utilizarlo sin más explicaciones (Apocalipsis 1:10)[4].
Como explica Dever:
“El cuarto mandamiento estableció un ritmo semanal en el pueblo de Dios, y cualquiera que fuera la relación entre el sabbat del Antiguo Testamento y el día del Señor en el Nuevo Testamento, la naturaleza de la obediencia cristiana siempre demandaba que los creyentes se reunieran habitualmente. No es sorprendente que las iglesias del Nuevo Testamento se reunieran por lo menos semanalmente (si no más) y hasta comenzaran a referirse al ‘día del Señor’”[5].
Él añade que la reunión semanal era necesaria para las prácticas de la predicación, la mesa del Señor y la disciplina eclesiástica. Entonces, aunque no se ordena explícitamente en estos pasajes, está claro que la iglesia apostólica se reunía constantemente en el Día del Señor para la adoración corporativa y la comunión.
El Mandamiento a Congregarse
Además del hecho de que ekklēsia significa literalmente “asamblea” y que la iglesia apostólica se reunía en el Día del Señor, el Nuevo Testamento también ordena explícitamente a los creyentes que se reúnan. Hebreos 10:24-25 dice: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.
El autor de Hebreos escribió a una audiencia judía tentada a volver a las prácticas del Antiguo Pacto, ya fuera parcial o totalmente. Como explica John MacArthur:
“Los lectores judíos no la estaban pasando bien en su rompimiento con el antiguo pacto, el templo y los sacrificios. Todavía se aferraban al legalismo, a los rituales y a las ceremonias, las cosas externas del judaísmo. De modo que el escritor les dice que una de las mejores formas de mantenerse firmes en las cosas divinas –las cosas divinas que solo se encuentran en el nuevo pacto de Jesucristo– es estar en la comunidad del pueblo de Dios, donde puedan amar y ser amados, servir y ser servidos. No hay mejor lugar… para esperar continuamente en Él que la Iglesia, su cuerpo”[6].
Hebreos 10:24 contrasta “estimularnos al amor y a las buenas obras” con “no dejando de congregarnos” en el versículo siguiente. La implicación evidente es que reunirse como iglesia produce estímulo mutuo para la semejanza a Cristo en los miembros.
F. F. Bruce escribe: “Sin embargo, esto nunca sucederá si se mantienen distantes los unos de los otros. Por lo tanto, cada oportunidad de reunirse y disfrutar de su comunión en la fe y la esperanza debe ser bienvenida y utilizada para el estímulo mutuo. Nuestro autor exhorta a sus lectores a seguir reuniéndose con mayor fervor, porque sabe de algunos que se estaban alejando de la comunión cristiana”[7].
Lamentablemente, quienes proponen la “iglesia” de la realidad virtual están sugiriendo que abandonemos el reunirnos en persona, aunque no se den cuenta de ello. El resultado es que los creyentes pierden la oportunidad de “estimularse los unos a los otros al amor y a las buenas obras”. Así que rechazar el mandato de Dios de reunirse no sólo es una evidente desobediencia, sino que también paraliza espiritualmente a la iglesia.
¿La Iglesia del Futuro?
Desde la era del Nuevo Testamento, los cristianos entendieron que debían reunirse regularmente debido a la naturaleza de la iglesia, la práctica de los apóstoles y los mandamientos de las Escrituras. Pero los discípulos de la revolución digital de hoy quieren derrocar esta práctica bíblica que ha sido probada a través del tiempo por un modelo nuevo, creado por el hombre.
Otro supuesto experto en este artículo afirma: “La Iglesia del futuro es una red. Y estará basada digitalmente. No va a estar situada geográficamente”. Este nuevo método no sólo pasa por alto el imperativo bíblico de reunirse e ignora el modelo bíblico de reunión, sino que propone cambiar la naturaleza misma de la iglesia—al abogar por una asamblea que no se reúne.
En otras palabras, esta “Iglesia del futuro” no es una iglesia en absoluto.
Los discípulos que iban a Emaús tuvieron un viaje provechoso. El compañero y Maestro de ellos era el mejor de los preceptores, el mejor intérprete entre mil, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento. El Señor Jesús se dignó convertirse en predicador del evangelio y no se avergonzó de ejercer su vocación ante un auditorio de dos personas, ni tampoco rehúsa ahora ser el Maestro hasta de uno solo. Busquemos la compañía de tan excelente Instructor, pues hasta que él no nos sea hecho sabiduría, nunca seremos sabios para la salvación.
Este Maestro sin rival utilizó como libro de texto el mejor de los libros. Aunque capacitado para revelarnos nuevas verdades, prefirió exponer la verdad antigua. Él conocía por su omnisciencia cuál era la norma de enseñanza más instructiva y, al referirse enseguida a Moisés y a los profetas, nos mostró que el camino más seguro hacia la sabiduría no es la conjetura, el razonamiento o la lectura de libros humanos, sino la meditación de la Palabra de Dios. El modo más efectivo de ser rico en conocimiento celestial es cavar en esta mina de diamantes y recoger perlas en este mar celestial.
Cuando Jesús procuraba enriquecer a otros, recurría a la cantera de las Sagradas Escrituras. A estas dos personas favorecidas se las llevó a considerar el mejor de los temas, pues Jesús habló de sí mismo y expuso las cosas concernientes a su persona. Aquí el diamante talla el diamante, ¿y qué podría ser más admirable? El dueño de la casa abre sus propias puertas, conduce a los huéspedes a su mesa y coloca en ella sus sabrosas comidas. El que ha ocultado el tesoro en el campo, él mismo guía a los que lo buscan. Nuestro Señor disertaría, naturalmente, acerca de los temas más agradables, y no hallaría ninguno más bello que su propia persona y su obra.
Teniendo en mente esto, debiéramos escudriñar siempre la Palabra de Dios.
¡Dios nos conceda la gracia de estudiar la Biblia teniendo a Jesús como Maestro y lección!
«Debido a un tipo de demencia, y como había cometido varios actos muy violentos, fui llevado a un hospital psiquiátrico, y luego a la cárcel. Allí conocí a Randy, un prisionero cristiano, quien a menudo oraba y leía la Biblia. Siempre me burlaba de su fe, pero a pesar de ello nos hicimos amigos. Día tras día sus preguntas y las respuestas que daba a las mías empezaron a desestabilizarme. Antes creía que la resurrección de Jesús era una historia inventada para la gente ingenua… Pero poco a poco me dije que si alguien estaba dispuesto a morir por una causa, ¡esta debía ser realmente seria! Si los apóstoles estaban dispuestos a morir por Jesús, era porque verdaderamente lo habían visto vivo, resucitado.
Mis convicciones se desmoronaron una tras otra. De pensar que yo era un hombre mejor que los otros, pasé a creer que era el peor de todos. ¿Quién podía amarme y darme una nueva vida? Tal vez Jesús, de quien Randy me hablaba con frecuencia. Entonces me puse de rodillas y oré: “Dios, no sé si voy a creer en ti mañana, pero creo en ti ahora. Si quieres hacer un trabajo en mí, hazlo por favor”. Cuando me levanté de mi oración, por primera vez desde hacía años, no quería hacerle daño a nadie.
Yo, que era un hombre violento y blasfemo, obtuve misericordia; la gracia de nuestro Señor sobreabundó, para que sirva de ejemplo a los que creerán en él para vida eterna (1 Timoteo 1:16)».