EL MARIDO INTEGRAL
Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico
Por Lou Priolo
Capítulo Trece
“¿YO, UN LÍDER ESPIRITUAL?”
¿Qué significa ser un líder espiritual?
En lugar de dar una respuesta corta a esta pregunta tan común, voy a pedirte que pienses acerca del liderazgo espiritual desde varias perspectivas. Como una pizza que se corta en varios pedazos, cada pedazo correspondiendo a una parte de la pizza entera, el liderazgo espiritual puede ser definido una parte a la vez.
De hecho, sin darte cuenta tú ya haz cortado al menos seis “pedazos” en el proceso de arribar a este capítulo. Cuando te detengas a analizarlo, la mayoría de los capítulos de este libro tienen que ver con varias responsabilidades del liderazgo espiritual. Déjame explicártelo analizando brevemente lo que hemos considerado en los capítulos previos sobre tu responsabilidad de ser un líder espiritual.
• Capítulos Uno y Dos: Un Líder Espiritual es un hombre que vive con su esposa de manera comprensiva.
• Capítulos Tres y Cuatro: Un Líder Espiritual es un hombre que sabe cómo comunicarse bíblicamente.
• Capítulos Cinco, Seis y Siete: Un Líder Espiritual es un hombre que ama a su esposa como Cristo ama a la iglesia.
• Capítulo Nueve: Un Líder Espiritual es un hombre que puede discernir la condición espiritual de su esposa y guiarla amorosamente hacia la madurez espiritual.
• Capítulo Once: Un Líder Espiritual es un hombre que está consciente de los peligros que enfrenta su esposa y que sabe cómo protegerla de esos peligros.
• Capítulo Doce: Un Líder Espiritual es un hombre que honra a su esposa como a un vaso más frágil (es decir, la trata como a un vaso frágil).
A estas definiciones activas del liderazgo espiritual sólo voy a agregar dos más. La primera se enfoca en un aspecto que tiene que ver con que seas cabeza de tu esposa.
Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del cuerpo (Ef. 5:23).
¿Qué significa que seas cabeza de tu esposa? Ser cabeza de tu esposa significa que eres responsable. Eres responsable de presidirla y de proveerle. Ultimadamente tú eres el responsable de lo que sucede en su vida. Eres responsable de estar enterado de lo que tu esposa está haciendo y de cómo lo está haciendo. Eres responsable, como ya lo he explicado, de vivir con ella con conocimiento para santificarla y protegerla. Pero más que todo, como su cabeza, eres responsable de amarla.
Como suele suceder, Jay Adams lo dice bien:
Mira de nuevo Efesios 1:22, donde Pablo describe cómo es que Cristo es cabeza de la iglesia. Si un esposo quiere saber cómo ser cabeza de la esposa y cómo eso es paralelo con la forma en que Cristo es cabeza de la iglesia, lo puede encontrar en este verso. Dice: “Y todo lo sometió bajo sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a [o mejor, por] la iglesia, la cual es su cuerpo.” En otras palabras, todas las cosas que han sido dadas a Cristo Jesús son dadas a Él para su iglesia, y Él ejerce como cabeza sobre Su iglesia para su bendición, para su beneficio, para su bien. El poder, autoridad, gloria, honor y posición de cabeza a la diestra del Padre le fueron dadas a Él para que pueda ejercer y mediar para Su iglesia. Su función como cabeza está orientada hacia la iglesia. La Iglesia es Su cuerpo. La cabeza alimenta al cuerpo, nutre al cuerpo y se preocupa por el cuerpo. La cabeza no anda por sí misma sino que se preocupa siempre por el cuerpo. Siempre está enviando los mensajes que traen restauración y proveen para la seguridad y bienestar de las varias partes del cuerpo, la cabeza preserva y se hace cargo del cuerpo.
La posición de Cristo como cabeza envuelve un interés profundo por la iglesia. Esta es la clase de liderazgo que los esposos son llamados a ejercitar con sus esposas. Ellos son cabeza de su esposa como Cristo es cabeza de Su iglesia, lo cual significa que no ejercen independientemente su tarea de cabeza colocados remotamente en un pedestal mientras sus esposas abajo se arrodillan y raspan el suelo. Más bien como cabeza ministran a su esposa pues son una cabeza que se preocupa de ella. Es una cabeza en amor orientada a hacer todo lo que pueda por la esposa. Cristo amó a la iglesia suficiente para morir por ella. ¿No le dará gratuitamente todas las cosas entonces? Por supuesto, dice Pablo. Y así debe ser con nuestras esposas. Ser tiranos y arbitrarios como cabeza no está permitido. Ser cabeza significa amor; es decir, entregarse uno a sí mismo [énfasis agregados].1
Al darte la posición de “cabeza,” Dios te ha dado un uniforme. Es un uniforme que probablemente te queda muy grande, para el cual tienes aún que crecer en tu plenitud. Todavía te falta amar a tu esposa como Cristo ama a la iglesia. Sí, es cierto que tu esposa tiene que aprender a distinguir entre tu posición como su cabeza y tu personalidad, la cual aún estás tratando de agarrarle el paso a la posición. Claro que sí; ella tiene que respetar ese uniforme aun si es siete tallas más grande que tú. Pero tú tienes que continuar haciendo todo lo que puedas para llenar ese uniforme. Tienes que aprender a ser el líder amoroso que Dios requiere que seas. Mientras más hagasmientras más te ajustes a ese uniforme viviendo a la altura de la posición de honor que Dios te ha dado por su gracia-más fácil le será a tu esposa hacer las dos cosas más difíciles que Dios le requiere: ser sumisa a ti (Ef. 5:22–24; 1 Pedro 2:1) y respetarte (Ef. 5:33; 1 Pedro 3:4–5).
Un Líder Espiritual es un hombre que asume la responsabilidad de dirigir su casa
La escritura registra las características de la clase de hombres que son calificados para el liderazgo de la iglesia. Tanto a los pastores como a los diáconos se les requiere demostrar eficiencia como administradores de su casa.
Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?) … Que los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus propias casas (1 Tim. 3:4–5, 12).
Todos los hombres tienen que gobernar su casa. Los oficiales de la iglesiatienen que hacerlo bien. Un líder espiritual es entonces un administrador.Él maneja su familia de acuerdo a los principios bíblicos. No es que Él lo hace todo sólo sino que vela para que cada miembro de la casa cumpla con su responsabilidad bíblica. Tampoco es un micro-administrador que tiene que meter la mano en cada proyecto. Más bien está enterado de todo lo que sucede en su casa. Él sabe lo que se tiene que hacer, pero también sabe cómo delegar responsabilidades a los que son capaces de cumplirlas.
“Ser cabeza” no significa aplastar los talentos y dones de la esposa. No significa hacer todas las decisiones sin tomarla en cuenta a ella o a tus hijos, o no darle el poder de tomar decisiones o hacer algo por su cuenta. Precisamente lo opuesto es la verdad de la imagen bíblica. Un buen director sabe cómo poner a trabajar a otra gente. Un buen director sabe también cómo mantener a sus hijos y a su esposa ocupados. Ciertamente ese hombre que se sentaba entre los ancianos a la puerta era un buen director. Él había reconocido en su esposa toda clase de habilidades y dones de Dios, los cuales le había motivado que desarrollara y usara. Y ella estaba usando éstos para el beneficio de su esposo y de toda la casa. Esto es lo que hace un buen director. Él será cuidadoso de no descuidar o destruir las habilidades de su esposa. Más bien, usará estos dones al máximo. El buen director reconoce que Dios le ha provisto a su esposa como una ayuda. Él recordará que la Escritura dice “el que halló esposa halló el bien.” Él no considerará que ella deba ser arrastrada. Más bien, pensará de ella como una ayuda útil y dejara que le ayude. Él la motivará a que sea ayuda.2
En su libro, Manual de Tareas para la Consejería Bíblica (A Homework Manual for Biblical Counseling), el Dr. Wayne Mack tiene una sección titulada, “Distribuyendo Responsabilidades.” Yo he dado este material como tarea incontables veces a través de los años a parejas para ayudarlas a hacer eso mismo. Wayne, amablemente, me ha dado el permiso para reproducir esta hoja como un apéndice en este libro. Yo te animo a que te sientes con tu esposa y juntos revisen el material. Esto será un gran paso para que seas un buen administrador que sabiamente delega responsabilidades a su “ayuda idónea.”
Cuando hay problemas dentro de la casa, un buen administrador se encarga de que se resuelvan escrituralmente. Cuando hay conflictos en su casa, se encarga de que se resuelvan bíblicamente. Él ayuda a la coordinación del horario. Ve que cada uno en casa sea tratado con justicia y equidad. Además, si alguien es temporalmente incapaz de llevar su carga, él está dispuesto a arremangarse la camisa y “sustituir” al que no puede. Dicho de manera simple, un buen administrador está dispuesto a hacer cosas que no caen dentro de sus responsabilidades usuales tales como cambiar pañales, cocinar, pasar la aspiradora o ir a hacer las compras.
De acuerdo a la Escritura, él también tiene que poder “controlar” su casa. Cuando yo estaba en la universidad bíblica tuve una interesante conversación con la esposa de uno de mis profesores. Esta querida señora tenía una aversión a la palabra “control” en referencia a la relación del esposo y la esposa. Como consejero, y habiendo aconsejado a muchos hombres que habían abusado de su autoridad volviéndose tiranos, dictadores y abusadores dominantes que herían a sus esposas terriblemente, yo podía ciertamente simpatizar con tal sentimiento. Como un estudiante de la Biblia, sin embargo, no podía escapar del hecho de que la Escritura enseña que el hombre tiene que gobernar sobre su esposa:
Genesis 3:16 A la mujer dijo: En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos; y con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti.
Para entender mejor el significado de este texto, veamos más detenidamente la frase “tu deseo será para” tal como aparece un capítulo después en Génesis 4:7:
Si haces bien, ¿no serás aceptado? Y si no haces bien, el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo.
Los académicos están en desacuerdo sobre el significado exacto de este texto. Algunos sostienen que el tema del cual Dios está hablando es el de la primogenitura (los derechos dados al hijo mayor). Esta opinión afirma que por la virtud de su primogenitura, Caín no debería haber tenido envidia de Abel porque tenía los privilegios de la primogenitura. Su hermano, entre otras cosas, tendría que haberse sujetado a esta regla. Esto parece ser la interpretación de los traductores de la versión Reina Valera: “a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.”
La otra opinión, que yo favorezco, conecta esta oración a la frase previa, “el pecado yace a la puerta.” De acuerdo a esta interpretación, el pecado debería regir (controlar) a Caín, pero Caín debería ser responsable de dominarlo (controlarlo). Por supuesto, ya que “ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal) (2 Pedro 1:20), sólo es un significado el que la Biblia intenta. Sólo una de estas dos opiniones (si es que alguna está correcta) es la que la que el Espíritu Santo transmite. Ambas interpretaciones, sin embargo, hacen esencialmente lo mismo con la frase “deseo será:” ambas lo interpretan como “regir sobre” alguien o algo.
Ahora, al poner ese matiz en el significado de Génesis 3:16 podemos decir que su significado básico es: “tu deseo será controlar a tu esposo, pero él se enseñoreará de ti.” Yo creo que como resultado de la caída, la proclividad de la mujer es controlar a su esposo. Pero Dios ha dicho que no debe ser de esa manera. El esposo debe controlar (dirigir) a su esposa. Déjenme apresurarme a decir, no sea que te vuelvas altivo en tu función de cabeza, que como resultado de la caída, tu proclividad como dirigente de la casa será la de ser intolerante, dominante y dictatorial como autoridad. Esto es algo contra lo cual debes estar constantemente en guardia porque es abuso de poder. También va contra la segunda definición activa del liderazgo espiritual que prometí que iba a darte en este capítulo.
Cuando piensas en ser dirigente, talvez visualizas a alguien que es el jefe y tiene el derecho de dar órdenes. El problema con este concepto de liderazgo es que es más pagano que cristiano. Es cierto que en un sentido, como cabeza de tu familia, técnicamente tú eres “el jefe.” Sin embargo tú no eres el dueño de la familia; es Dios, y Él tiene algunas instrucciones bastante rígidas acerca de la clase de “jefe” que tú debes ser. Sí, tú tienes el derecho de dar directrices, pero tienes la responsabilidad de hacerlo sólo de acuerdo a los principios bíblicos (ver el apéndice F: “Guía Para Darle Directrices a Tu Esposa,” para las limitaciones que Dios le pone a tu “derecho” de darle instrucciones a tu esposa). Sí; tú puedes “imponerte” sobre sus decisiones, pero sólo si tus motivos son puros, no-egoístas y si lo haces por razones bíblicas.
Un Líder Espiritual es un hombre que ha aprendido a ser un servidor de su esposa
Si tú eres realmente un servidor de tu esposa, no te convertirás en ese insoportable, dominante y dictatorial acosador del cual te he advertido. Ser un siervo y ser un acosador son mutuamente exclusivos. Examinemos una mirada a una importante lección que el Señor enseñó a sus discípulos acerca del liderazgo y entonces hagamos algunas aplicaciones a tu papel como líder amoroso de tu esposa:
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante Él y pidiéndole algo. Y Él le dijo: ¿Qué deseas? Ella le dijo: Ordena que en tu reino estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Pero respondiendo Jesús, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? Ellos le dijeron: Podemos. Él les dijo: Mi copa ciertamente beberéis, pero sentarse a mi derecha y a mi izquierda no es mío el concederlo, sino que es para quienes ha sido preparado por mi Padre. Al oír esto, los diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, llamándolos junto a sí, dijo: No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor, y el que quiera entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo; así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos (Mateo 20:20–28).
¿Qué es exactamente lo que Juan y su hermano están pidiendo aquí? Respuesta: ¡La posición preeminente de honor en el reino de los cielos sobre todos los santos de Dios que hayan vivido antes y después de ellos! ¡Eso es ambición!
Jesús, después de explicarles a los hermanos que tal posición requeriría un sacrificio personal tremendo y que sólo Dios el Padre puede otorgarlo, llama a todos sus discípulos. ¿Por qué hizo eso? Para enseñarles a todos una lección. La indignación de los otros diez discípulos (v. 24) destaca el deseo obvio por preeminencia de parte de Juan y Santiago. Pero esta indignación de parte de los otros diez revela también el conflicto de ellos con la codicia por la preeminencia. Note que Mateo dice que ellos no estaban “preocupados con” o “turbados por” sino que “se indignaron contra” los dos hermanos. El Señor Jesús les respondió diciendo, “Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos.”
Durante el tiempo de Cristo, prácticamente cada gobernante gentil tenía como sistema de administración alguna forma de dictadura. Los discípulos estaban bien familiarizados no sólo con la autocracia, pero también con el abuso de poder que frecuentemente le acompañaba. El término “enseñorearse sobre” es una palabra en griego. Literalmente se puede traducir, “regir subyugando.” La palabra significa “someter al poder de uno” o “mantener en sujeción,” y “ejercer señorío o dominio sobre alguien.”
El término “los gobernantes de los gentiles” se refiere a quienes tiene posiciones de autoridad gubernamental, mientras que el término “los grandes” se refiere a los que han obtenido posiciones de honor y distinción en la sociedad por otras razones. Ellos han logrado el status de “grandes” por su riqueza, linaje, intelecto, educación o personalidad carismática. Pero como sea que lo hubiesen logrado, eran tenidos en alta estima por la sociedad y usaban su “grandeza” para influenciar y controlar a otros de una manera que Jesús censura fuertemente.
El verbo traducido “ejercen autoridad” conlleva la idea de ejercer la autoridad contra alguien (es decir, antagonística u opresivamente). Estos grandes hombres usaban su influyente posición para ejercitar una clase de autoridad opresiva, dominante, dictatorial y aprovechada. Sin embargo, ésta no era la forma en que los discípulos debían de ejercer la autoridad dada a ellos por Dios.
Jesús continuó: “No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor.” Jesús está explicando a sus discípulos que tanto ellos como los gentiles estaban equivocados. Sus motivos egoístas habían invertido y pervertido la única manera real de obtener grandeza.
Cuando Jesús dijo, “el que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor,” Él estaba hablándole a su ambición no mortificada. “es una cosa desear ser grande o aun el primero en el reino de los cielos cuando, de hecho, tienes también la disposición de ser el siervo y el esclavo de todos,” dijo Jesús. “Sin embargo, es una cosa diferente amar el primer lugar entre todos los ciudadanos del reino de los cielos porque deseas enseñorearte sobre todos.”
Entonces Jesús procedió a mostrarles dos puntos cruciales. El punto uno se halla en estas palabras:
El que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor.
Por supuesto esta grandeza es desde el punto de vista de Dios. John Mac-Arthur lo explica así:
[Jesús … estaba hablando de una clase de grandeza enteramente diferente a la que Juan y Santiago buscaban y que el mundo promueve. Esta clase de grandeza es agradable a Dios porque es humilde y sacrificada, no altiva y auto-complaciente. El camino a la grandeza es agradándole a Él y sirviendo a otros en Su nombre. A los ojos de Dios, el que es grande es el que es siervo voluntario.3
Note este espíritu humilde, no dictatorial, en el apóstol Pablo. Pablo le recuerda a los tesalonicenses que él y sus colaboradores en el evangelio no estaban “buscando gloria de los hombres, ni de vosotros ni de otros, aunque como apóstoles de Cristo hubiéramos podido imponer nuestra autoridad” (1 Tes. 2:6). De nuevo, cuando le escribió a Filemón y lo urgió a perdonar a su esclavo fugitivo Onésimo y a recibirlo de regreso como a un hermano, Pablo le dice a su amigo, “Por lo cual, aunque tengo mucha libertad en Cristo para mandarte hacer lo que conviene, no obstante, por causa del amor que te tengo, te ruego” (Filemón 1:8–9).
Un “siervo” es uno que deja a un lado sus derechos y que ejecuta los mandamientos de otro. En los días de nuestro Señor, este término describía a una persona de posición inferior que realizaba una labor pagada, parecido a una persona que limpia casas.
El segundo punto que Jesús hace en Mat. 20:20–28 se encuentra en estas palabras:
El que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor.
Escuche unas pocas definiciones de la palabra que se traduce “esclavo” en el léxico griego: Uno que se entrega a la voluntad de otro; uno que se dedica a otro sin considerar sus propios intereses; uno que esta en una relación permanente de servidumbre a otro cuya voluntad es consumida totalmente por la voluntad de otro.
La humillación personal de uno mismo a la posición más baja entre los santos se halla en el mero corazón de los que nuestro Señor está enseñando aquí. Si tú quieres ser considerado “grande” por Dios, si quieres complacerlo a Él más que a los hombres, tú, como nuestro Señor, te convertirás en un siervo. Hombre cristiano, si quieres ser un “gran” líder espiritual para tu esposa, te harás su siervo. Es así de simple.
Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo (Fil. 2:5–7).
Esta emulación de la “actitud” o “mentalidad” de Cristo es el punto exacto que Jesús enfatiza cuando concluye su lección a sus discípulos interesados en sí mismos: “Así como” dijo Jesús. ¿“Así como” qué? “Así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mat. 20:28). Jesús está diciendo: “sigue mi ejemplo. Yo no vine a buscar una posición. Yo no vine para que otros pudieran satisfacer mis necesidades, sino para satisfacer las de ellos.” Si alguien tenía el derecho de demandar el servicio de otros, Él lo tenía. Pero en lugar de insistir en Su derecho a ser servido, Él dio Su vida para servir a otros. Esa es la clase de liderazgo que Dios está buscando. Esta es la clase de líder que tú debes ser para tu esposa – un siervo líder.
Wayne Mack ha capturado el corazón de este pasaje bastante bien:
De acuerdo a este pasaje, un líder es primero y sobre todo un siervo. Su interés no es él mismo; su interés no es dar órdenes, ser el jefe de la gente a su alrededor o imponer su opinión. Su interés es llenar las necesidades de otros. Ciertamente, si los mejores intereses de otros no están en su corazón, si no está dispuesto a sacrificarse a sí mismo – sus necesidades personales, anhelos, deseos, aspiraciones, tiempo, dinero – si las necesidades de otros no son más importantes que la propias, él no está calificado para dirigir.
Este mismo concepto de siervo-líder se puede ver en otros lugares del Nuevo Testamento (1 Pedro 5:3; 1 Tes. 2:5–11). En el capítulo trece de Juan, Cristo puede ser visto “tomando forma de siervo” mientras lava los pies de sus discípulos.
Entonces, cuando acabó de lavarles los pies, tomó su manto, y sentándose a la mesa otra vez, les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y tenéis razón, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os lavé los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. En verdad, en verdad os digo: un siervo no es mayor que su señor, ni un enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis esto, seréis felices si lo practicáis (Juan 13:12–17).
Cómo Ser un Siervo de tu Esposa
Ahora que entiendes la necesidad de servir (ministrar a) tu esposa, veamos algunas de las maneras específicas en que puedes llegar a ser más un siervolíder.
1. Haz una lista de las maneras en que has abusado de tu autoridad sobre tu esposa. Aquí hay algunas comunes con las que puedes comenzar:
• Pidiéndole que haga cosas pecaminosas.
• Pidiéndole que haga cosas que violan su conciencia.
• Prohibiéndole que haga cosas por egoísmo más que por amor.
• Siendo irrazonable y luego escondiéndote en tu posición de cabeza (“no tengo por qué estar explicándote porque yo soy la cabeza de la casa”).
• Tomando decisiones sin contar con su criterio.
• No permitiéndole apelar tus decisiones.
• Pidiéndole que haga cosas sin tomar en consideración sus flaquezas.
• No tratándola como un vaso más frágil.
• Dándole un número excesivo de órdenes y prohibiciones.
• Gritándole órdenes en lugar de pedirle con amabilidad.
• Usando formas de comunicación groseras o con actitud de superioridad.
• Usando reprimendas y críticas recriminatorias cuando hace algo errado en lugar de consolarla y animarla de forma amorosa para que cambie sus caminos.
• Siendo físicamente abusivo con ella.
• No buscando la asistencia del consejo de otros sobre los conflictos no resueltos, y prohibiéndole a ella que lo haga.
2. Pídele perdón por las formas específicas en que haz impuesto tu autoridad sobre ella y por no tener un corazón de siervo. Recuerda usar el formato discutido en el capítulo cuatro:
Primero: Reconoce que has pecado contra ella.
Segundo: Identifica tu pecado específico con su nombre bíblico.
Tercero: Reconoce el daño que le ha causado tu ofensa.
Cuarto: Identifica una conducta bíblica alternativa para demostrarle arrepentimiento.
Quinto: Pídele perdón.
3. Ora regularmente por ella y por tu actitud hacia ella, pidiéndole a Dios que te dé sabiduría y humildad para ser un siervo.
• Ora por su salvación (si ella no es creyente).
• Ora por su salud y seguridad.
• Ora por su crecimiento espiritual.
• Ora para que sea orientada a la obediencia antes que orientada a los sentimientos.
• Ora para que tenga discernimiento.
• Ora para que sea protegida de malas influencias y que sea una influencia piadosa sobre otros.
• Ora para que sea una madre piadosa para sus hijos.
• Ora para que su carácter desarrolle aspectos específicos que sean consistentes con el carácter de Cristo.
• Ora que Dios le dé la gracia de ser más como la mujer de Proverbios 31 y de Tito 2.
• Pregúntale regularmente por peticiones adicionales que ella pueda tener para oración.
4. Proponte ayudarla a lograr sus metas que honran a Dios.
Entusiásmate en ayudarla a ser exitosa. Pregúntale sus metas y cómo puedes ayudarla a lograrlas. Determina y escribe esas metas y busca ayudarla a cumplirlas por la gracia de Dios.
5. Busca oportunidades para ministrarla en otras maneras. Invierte tu tiempo, esfuerzo, pensamientos y dinero en ministrarle; descubre lo que necesita y usa tus recursos para satisfacerla.
6. Asístela en cumplir sus tareas y otras responsabilidades.
Algunos esposos piensan que hay algo no masculino en lavar los platos, limpiar la casa, cuidar a los niños o hacer compras … [ellos] no levantarían un dedo en hacer nada que consideren trabajo de la mujer. Él puede estar en el cuarto donde el bebé comienza a llorar, y la esposa puede estar en el otro lado de la casa, pero el esposo no sabrá por qué está llorando el bebé. En lugar de eso grita, “Juanita, el bebé está llorando. Ven y haz algo.” Y ella tiene que dejar lo que está haciendo y venir hacia donde él está.
Esta clase de esposos no entienden el verdadero liderazgo bíblico.
7. Aprende a estimarla más de lo que te estimas a timismo.
• Mira las características virtuosas de ella de las cuales tú mismo tienes más necesidad y pídele que te ayude a adquirirlas.
• Cuando hagas una decisión considera como esta afectará tus intereses y los de ella.
• Elógiala por sus cualidades que son bíblicamente dignas de reconocimiento. Recuérdaselo frecuentemente.
• Guarda tu corazón de desarrollar un patrón de pensamientos críticos, condenatorios, acusatorios y fiscalizadores. Tales pensamientos te harán muy difícil (si no imposible) estimarla más que a ti mismo.
Al cerrar este capítulo, me gustaría conectar estas dos definiciones activas del liderazgo espiritual mostrándote cómo se relacionan una a la otra. Talvez tú te preguntaste, mientras leías sobre tu responsabilidad de ser un dirigente (definición #1), “¿Cómo voy a lograr que mi esposa se ponga bajo mi autoridad? ¿Cómo voy a traerla y mantenerla bajo mi ‘control’?” La respuesta a esta frecuente pregunta se encuentra en la definición #2: Tú la controlarás siendo un siervo de ella; amándola de la manera que Cristo ama a la iglesia. Esta es realmente la mejor manera de motivarla a que sea sumisa a ti. A medida que seas un siervo (a medida que te pongas ese uniforme), ella, con toda probabilidad, paulatinamente encontrará más fácil someterse a tu autoridad. Ella, como la iglesia hace con Cristo, te amará porque tú la amaste primero.
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Maneras Específicas en Que Puedo Servir a Mi Esposa 1. Asístela con algunas de sus tareas. 2. Asístela con algunas de sus otras responsabilidades. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. Agrega a esta lista algunos ejemplos adicionales de cómo puedes servir a tu esposa … |
1 Jay E. Adams, Christian Living in the Home (Phillipsburg, New Jersey: Presbyterian and Reformed Co., 1972), pp. 95–96.
2 Ibid, p. 91
3 John F. MacArthur, The MacArthur New Testament Commentary, Matthew 16–23 (Chicago: Moody Press, 1988), p. 24.
Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 229–246). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.
