El uso de las Escrituras en la enseñanza de los niños

La formación espiritual del niño

Betty S. de Constance

Parte 1

Una filosofía de enseñanza para la formación espiritual del niño

Capítulo 2

El uso de las Escrituras en la enseñanza de los niños

a1Un domingo, cuando mi hija tenía ocho años de edad, salió de la iglesia muy disgustada. En el auto, volviendo a la casa, expresó con estas palabras su parecer sobre la clase que habían tenido en la escuela dominical.

—¡Mama, me aburre la clase de escuela dominical! Las maestras no hacen más que contarnos historias de ovejas y trigo y uvas. ¡No entiendo nada!

Indagando un poco sobre el asunto, me enteré que para la edad de los escolares estaban usando una serie de lecciones sobre las parábolas de Jesús. Me imagino que las personas que habían escrito el material, como también los maestros que lo estaban utilizando, habían hecho un gran esfuerzo para lograr que los niños entendieran esas enseñanzas tan importantes. Pero no habían logrado su objetivo, por lo menos en el caso de mi hija. Creo que en parte era porque mi hija siempre ha sido una persona práctica en sus enfoques frente a la vida. Las fantasías y los cuentos de hadas nunca le han interesado. Pero por otro lado, creo que ella estaba reaccionando en contra de estas lecciones por las limitaciones de comprensión que son propias de los niños de esa edad. Estoy segura que en toda probabilidad había niños presente cuando Jesús pronunció originalmente las parábolas, pero indudablemente tampoco no entendieron lo que a los adultos les resultó difícil de entender. Las parábolas de Jesús estaban impregnadas de alegorías, figuras y simbolismos. A los adultos les costaba entender las verdades misteriosas y escondidas dentro de las parábolas. Por ejemplo, en la ocasión cuando Jesús habló de la parábola del sembrador (Mateo 13:1–12; Marcos 4:1–12 y Lucas 8:4–10), los discípulos le preguntaron cuál era el significado de la parábola. Jesús les contestó que a ellos se les había concedido que conocieran los secretos del reino de Dios, “pero a los demás se les habla por medio de parábolas para que ‘aunque miren, no vean; aunque oigan, no entiendan.’ ” (Lucas 8:9, 10). Entre todo lo que implica su respuesta, por lo menos podemos entender que hay enseñanzas que son entendibles para algunos pero no para otros. ¿Por qué pensamos, entonces, que si a los adultos en el tiempo de Jesús les costaba entender las parábolas (y desde entonces hasta hoy), los niños actuales podrán entender toda la magnitud y complejidad de estos pasajes?

Creo que a todos nosotros que asumimos la sagrada responsabilidad de enseñar la Biblia, nos corresponde aplicar lo que sabemos acerca de las limitaciones cognoscitivas y emocionales de los niños en la selección de los pasajes bíblicos que hemos de enseñar. Estas limitaciones nos condicionan en el material que hemos de enseñar. Aunque toda la Biblia es “inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia” (2 Timoteo 3:16), la manera cómo ciertas partes son enseñadas a los niños merece mucho cuidado. Me refiero al hecho de que debemos tener muchísimo cuidado en la elección de las porciones bíblicas que utilizamos porque su contenido no es adecuado para su edad de desarrollo. Corremos el peligro de que nuestra enseñanza de la Biblia pueda servir de impedimento en el crecimiento espiritual del niño. Vamos a mirar algunos de los parámetros que se deben tomar en cuenta en cuanto a esto.

No debemos basar nuestra enseñanza sobre situaciones que trascienden su experiencia evolutiva

Aquí estoy pensando especialmente en incidentes que contienen dimensiones sexuales. Éstos no corresponden porque el niño no tiene una capacidad de entender aún la relación íntima sexual entre hombre y mujer ni mucho menos el actuar de Dios con relación a estas circunstancias. La Biblia abunda en situaciones de conductas sexuales ilícitas, por lo menos desde el punto de vista de la moral cristiana. Basta con ver dos ejemplos: uno sería la experiencia que vivió el profeta Oseas donde recibe instrucciones de Dios de tomar como esposa a una prostituta y concebir por ella “hijos de prostitución” (ver Oseas 1:2–11, etcétera). Otro ejemplo sería el trágico incidente que se relata acerca de un levita y su concubina y la conducta de hombres perversos de Guibeá (ver Jueces 19). Inclusive, cuando uno usa algún relato bíblico que incluye detalles que tienen que ver con conductas sexuales (José y la esposa de Potifar [Génesis 39]; David y Besabé [2 Samuel 11] etcétera.), se busca una forma de contar lo ocurrido sin entrar en los detalles o explicaciones que para los niños serían problemáticos.

No debemos enseñarles doctrinas que no pueden entender

Recuerdo haber vivido en mi niñez, cuando estaba en cuarto grado, un período de dudas angustiantes por haber entendido mal la doctrina de la predestinación. Un maestro bien intencionado quiso hacernos entender el significado de esta doctrina. Como consecuencia, viví varios meses aterrada pensando que iba al infierno porque seguramente no había sido elegida por Dios para recibir la vida eterna. Afortunadamente, por un comentario que yo hice, mi padre se dio cuenta de mi angustia y con gran sabiduría supo calmar mis temores y asegurarme de que era hija de Dios.

Muchas de las doctrinas fundamentales de la vida cristiana deben ser enseñadas dando cuidadosa atención a la capacidad del niño para entenderlas. Dado sus escasas experiencias de vida y sus limitaciones de comprensión, el niño pequeño no podrá entender los pormenores de algunas doctrinas como la doctrina sobre el castigo eterno del incrédulo, los acontecimientos finales antes de la segunda venida de Cristo y otros. No estoy sugiriendo que las doctrinas básicas de la fe cristiana no se deben enseñar, sino que deben ser enseñadas cuando la persona tenga la edad suficiente para comprender e incorporarlas a su vida cristiana. Generalmente sería más apropiado dar este tipo de enseñanza cuando se llegue a la adolescencia o a la juventud.

No debemos usar pasajes bíblicos que crean confusión acerca de la persona de Dios y su manera de relacionarse con los hombres

En una ocasión me causó gran desilusión ver un material para la capacitación de maestros de niños que utilizaba como relato bíblico modelo el pasaje que se encuentra en 2 Reyes 2:23–25. Esta porción de las Escrituras relata cómo el profeta Eliseo maldice en el nombre de Dios a algunos muchachos que se estaban burlando de él. Como resultado, salieron dos osas del bosque y despedazaron a cuarenta y dos de ellos. Uno no puede menos que sentir sorpresa y repugnancia contra el castigo cruel que el profeta lanzó contra esos niños. No podemos dudar de que el incidente es veraz y queda así registrado en la Biblia. Pero es un incidente aislado que se debe equilibrar por decenas de otros relatos que muestran la misericordia de Dios. El hecho de utilizar este incidente como un vehículo de enseñar verdades sobre la persona de Dios es crear confusión y temor en los niños. El niño automáticamente se identifica con los muchachos horriblemente muertos en el relato bíblico y en la mente le entran dudas si ese tipo de castigo podría caer sobre él por algún error que pudiera cometer.

Otro pasaje que a los niños se debe enseñar con mucho cuidado se encuentra en el capítulo 22 de Génesis, donde se narra el sacrificio de Isaac. La dimensión enorme de la lección de fe que Abraham aprendió en ese momento va más allá del entendimiento de un niño. Lo único que él puede entender es que Dios pidió que un padre maltratara a su hijo con la intención de matarlo y que el padre lo hizo obedeciendo las órdenes de Dios.

Muchas partes del Antiguo Testamento contienen escenas de violencia y de conflicto. Al ser éstas incluidas en lecciones para niños sin un contexto correcto, se les ha infundido temor. Aunque no es la intención del maestro, algunos niños se convencen desde pequeños de que Dios es un ser lleno de ira y que utiliza su soberanía y poder para castigar a la indefensa humanidad. El maestro, quien por su propio desarrollo espiritual está convencido de la bondad y la misericordia de Dios, puede ayudar al niño a entender que el castigo que sufrió el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento se debió a su incredulidad y desobediencia, y no al capricho de un Dios iracundo y vengativo. Dios quiso protegerlos y cuidarlos, pero por su desobediencia, ellos eligieron salir de la cobertura de su protección y provisión.

Aunque me he referido a algunos elementos que debemos evitar en la enseñanza de los niños, prefiero enfocar este tema en sentido positivo en vez de negativo; no tanto por lo que NO debemos enseñar sino por lo que SÍ. El parámetro que debe utilizar el maestro en la selección de los pasajes bíblicos se debe definir primeramente por todo aquello que sí bendice y fortalece la vida espiritual del niño. La Biblia es una fuente inagotable de riqueza para esto y el maestro tiene el privilegio de ser canal de bendición en su enseñanza de estos pasajes edificantes. Señalo algunos elementos que deben guiarnos en esta tarea.

Debemos enseñar historias que inspiran al niño a admirar la maravillosa obra de Dios

En muchísimas ocasiones ha sido mi privilegio observar cómo cae un silencio absoluto sobre un grupo de niños cuando ellos quedan inmovilizados al escuchar algún relato bíblico que muestra la grandeza de Dios. Éstos son momentos sagrados y dan evidencia de la obra del Espíritu Santo haciendo vivir las Escrituras en las mentes de los niños. Existen maravillosas historias que muestran el poder de Dios. En el Antiguo Testamento, uno ve el poder de Dios actuando a favor de su pueblo elegido especialmente bajo el liderazgo de Moisés y de Josué. En el Nuevo Testamento uno encuentra en la vida de Jesús una infinidad de ejemplos, como cuando él calma la tormenta, o cuando da sanidad a los enfermos. La Biblia es una fuente casi inagotable para el maestro en enseñar las maravillosas obras de Dios.

Debemos enseñar historias que alientan al niño a saber que Dios se deleita en tomar nuestras debilidades y usarlas para la bendición de otros

Las historias clásicas de este tipo son las experiencias de Gedeón, de Daniel o de David. En el Nuevo Testamento vemos en las vidas de Pedro y de Pablo, entre otros, a personas que fueron utilizadas con poder a pesar de sus propias debilidades. La Biblia no trata de cubrir los defectos de las personas, sino que muestra que Dios obra a través de vidas imperfectas para la bendición de otros. Estos testimonios hacen posible que el niño se identifique con estos individuos y aprenda que también Dios lo puede usar para ayudar y bendecir a otros a pesar de sus debilidades.

Debemos enseñar historias que proveen modelos de fe en Dios en medio de las circunstancias difíciles

Hay muchos ejemplos en la Biblia de personas que hicieron la voluntad de Dios a pesar de estar viviendo circunstancias adversas. El capítulo 11 de Hebreos nos da una larga lista de algunos de estos personajes. En el Antiguo Testamento se destacan personas como Abraham, Moisés, José, Daniel, Elías y Eliseo como modelos de lo que significa vivir en obediencia a Dios en medio de sufrimientos y contratiempos. Igualmente en el Nuevo Testamento se destaca el libro de Hechos, donde encontramos otros ejemplos de personas valientes que vivieron en medio de tremendas adversidades mientras proclamaban el evangelio en la época del inicio de la iglesia. El niño de hoy necesita ser alentado en su fe por estas historias, porque muchos de ellos están enfrentando enormes dificultades en sus propias vidas.

Debemos enseñar historias que fortalecen al niño en la adquisición de sus primeros conceptos de las doctrinas fundamentales de la fe

Encontramos una nutrida fuente de enseñanzas en la historia del pueblo Israel que es liberado de la esclavitud en Egipto para iniciar una vida de dependencia en Dios en su largo peregrinaje hasta llegar a la tierra prometida. A través de esa experiencia, los israelitas aprendieron lo que significaba ser el pueblo de Dios y vivir en obediencia a sus decretos. Aunque fracasaron muchas veces, Dios fue fiel. En el Nuevo Testamento tenemos los fundamentos de la doctrina cristiana que nace de la muerte y la resurrección de Cristo, la esperanza de su segunda venida, el inicio de la iglesia primitiva, entre otros. Aunque el niño no está capacitado aún para entender los pormenores de algunas doctrinas, puede ir formando conceptos básicos que han de robustecer su fe.

Debemos enseñar historias que incitan al niño a ser un testigo fiel del Señor

Los ejemplos de los fieles profetas en el Antiguo Testamento como Jeremías, Natán, Daniel, Elías y Eliseo nos animan y nos dan ejemplos de cómo y dónde podemos ser testigos de Dios. En el Nuevo Testamento se destaca la vida del apóstol Pablo como un testigo valiente de su fe en Dios, sirviendo él como un ejemplo sin igual para nosotros.

Su ejemplo también es una manera excelente de inspirar e incentivar a los niños a servir a Dios como misioneros en otros países.

Debemos enseñar historias que animan al niño a poner en práctica en su vida diaria las actitudes y los valores cristianos

Las vidas de los personajes bíblicos están registradas en la Biblia para nuestra instrucción y aliento espiritual. Sus actitudes y conductas establecen modelos para toda persona, incluyendo al niño. Una lista breve lo ilustra: cómo perdonar las injusticias (José), cómo amar (Rut), cómo lograr la paz (Isaac), cómo soportar las crisis de enfermedad y sufrimiento (Job), cómo vivir en mansedumbre (Moisés), cómo obedecer a Dios sin entender todas las razones (Josué), etcétera. Cuando se hace la correcta aplicación de estas vidas a las experiencias reales del niño, éste aprende lo que significa cambiar actitudes y valores para agradar a Dios.

Debemos enseñar historias que traen consuelo al niño y le infunden ánimo en tiempos de crisis

Hay muchos ejemplos de este tipo de historia, pero una de mis preferidas es la que se encuentra en 2 Reyes 4:1–7. Dios provee para una viuda con dos niños a través del profeta Eliseo. Éste le indica a la mujer que debe juntar todo tipo de vasijas y jarros para llenarlos de aceite y luego venderlo para salir de su crisis económica. Recuerdo haber relatado esa historia una noche a un grupo de niñas de nueve a once años de edad. Decidí contar la historia tratando de meterme en la situación de la viuda, comunicando su desesperación y luego el enorme alivio que sintió al ver la milagrosa y abundante provisión de Dios. Las niñas del grupo representaban el nivel de estímulo tan característico de los niños modernos que son expuestos a las computadoras, los video-juegos, el cine y la televisión. Me sentía algo preocupada por si pudiera mantener su interés con mi sencillo relato verbal. Sin embargo, cuando terminé la historia, hubo en el grupo un silencio generalizado que duró varios segundos y luego un suspiro colectivo. Una niña levantó la mano y me dijo: “Señora, esa historia me encanta. ¿No puede contarla de nuevo?” Sus compañeras indicaron que todas estaban de acuerdo con su pedido. Al volver a casa esa noche, quedé pensando en lo que había pasado en la clase. Yo sabía que los padres de varias de las niñas estaban divorciados. Me imaginé que se identificaron totalmente con los hijos de la viuda y la situación de crisis económica que estaban viviendo. Pude saber, entonces, que la historia les había traído consuelo al saber que Dios obra a favor de las viudas y de los huérfanos y seguramente les infundió ánimo en medio de sus propias realidades. Mi experiencia de esa noche ilustra cómo las historias bíblicas cumplen el objetivo de animar y consolar al que sufre.

Debemos enseñar historias que ayudan al niño a saber que el pecado trae consecuencias dolorosas en la vida

La Biblia nos presenta la verdad sobre la condición humana y las consecuencias que el pecado produce en la vida. El niño necesita aprender acerca de su naturaleza pecaminosa y su inclinación natural a hacer el mal. Necesita entender que el pecado es algo grave que distorsiona la vida. Hay historias muy claras que dan ejemplos de cómo el pecado destruyó vidas y trajo consecuencias serias a otros que estaban involucrados. Entre ellas están la de Adán y Eva, de Acán, David, Pedro y otros.

Es importante recordar, sin embargo, que la enseñanza sobre el pecado y sus consecuencias siempre debe incluir el ofrecimiento del perdón de Dios. La meta de toda nuestra enseñanza es acercar al niño al Dios de toda esperanza, quien perdona y restaura vidas y quita la culpa por nuestros errores. El perdón de los pecados es una de las columnas principales de la fe.

Debemos enseñar historias que animan al niño a encontrar la salvación en Jesús

Las historias que encontramos en el libro de Hechos proveen testimonios poderosos de personas que fueron transformadas al poner su fe en Cristo como Salvador. Todo el mensaje de la Biblia es que Dios ama al hombre y quiere su bienestar. Esto es posible únicamente por fe en Cristo, el Hijo de Dios. Las aplicaciones, aun de las historias del Antiguo Testamento, pueden darse de tal forma que el niño es incentivado a ejercer su fe y tomar el paso de compromiso con Cristo.

La Biblia es tan compleja y rica en sus enseñanzas que a través de toda la vida estamos encontrando nuevas enseñanzas y aplicaciones de sus verdades para nuestra vida. Sin embargo, es importante reconocer que el niño necesitará otra dimensión de enseñanza en cuanto a las verdades bíblicas por el mero hecho de que tiene las limitaciones propias de ser niño. Siempre me preocupa cuando escucho de alguna iglesia que ha decidido unificar todo su programa de enseñanza para todas las edades. Es decir, si los adultos están estudiando el libro de Romanos, los niños lo deben hacer también. Lo que impulsa estas decisiones generalmente es la idea de que toda la familia debe tener la posibilidad de estar unida a través del aprendizaje de una misma porción de la Palabra de Dios. Por más noble que sea este sentimiento, mi preocupación es que generalmente estas decisiones han sido tomadas por líderes que no entienden ni toman en cuenta la naturaleza del niño en cuanto a su aprendizaje. Ni tampoco le proveen al maestro los materiales ni una capacitación como para transformar una enseñanza orientada hacia adultos en una que es adecuada a los niños. Y, como siempre en estos casos, los que salen perdiendo son los niños.

Vuelvo al ejemplo de Jesús, que siempre supo tomar en cuenta el potencial y las capacidades especiales de los niños. Fue sencillo, transparente y genuino en su trato con ellos. No complicó las cosas. Más bien quiso que los adultos hicieran todo lo posible para que los niños llegaran a él, sin impedirlos o poner condiciones. Nuestro desafío constante es saber elegir correctamente las partes de la Biblia que serán útiles y edificantes en la vida de los niños porque nuestra meta es facilitar su acercamiento al Señor.

De Constance, B. S. (2004). La formación espiritual del niño (3a edición, pp. 19–27). Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Alianza.


Deja un comentario