La importancia de la verdad

La importancia de la verdad

6/12/2018

Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. (Efesios 4:25)

¿Por qué es tan importante decir la verdad? Porque somos miembros los unos de los otros. Cuando no decimos la verdad entre nosotros, dañamos nuestra comunión. Por ejemplo, ¿qué sucedería si el cerebro le dijera que lo frío es caliente y lo caliente es frío? Cuando se bañara, moriría congelado o se cocería en agua hirviendo! Si su ojo decidiera enviar falsas señales a su cerebro, una peligrosa curva de la carretera pudiera parecer una recta, y se estrellaría. Dependemos de la sinceridad del sistema nervioso y de cada órgano del cuerpo.

El cuerpo de Cristo no puede funcionar con menos exactitud que eso. No podemos ocultar la verdad a los demás y esperar que la iglesia funcione debidamente. ¿Cómo podemos servirnos los unos a los otros, llevar las cargas los unos de los otros, cuidarnos mutuamente, amarnos, edificarnos, enseñarnos y orar los unos por los otros si no sabemos lo que está ocurriendo en la vida de los demás? Así que sea sincero, “siguiendo la verdad en amor” (Ef. 4:15).

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Ayúdame en mi incredulidad

JUNIO, 12

Ayúdame en mi incredulidad

Devocional por John Piper

Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de vosotros que no piense más alto de sí que lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno. (Romanos 12:3)

En el contexto de este versículo, Pablo está preocupado porque las personas estaban pensando «más alto de sí que lo que debe[n] pensar». Según Pablo la cura para este orgullo es afirmar que no solo son los dones espirituales la obra de la gracia libre de Dios, sino que también lo es la misma fe con la que hacemos uso de esos dones.

Esto significa que no existe ninguna razón para jactarnos. ¿Cómo podemos jactarnos si hasta el requisito necesario para recibir los dones también es un don?

Esta verdad impacta de manera profunda nuestra forma de orar. Jesús nos da el ejemplo en Lucas 22:31-32. Antes de que Pedro lo negara tres veces, Jesús le dijo: «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos».

Jesús ora para que la fe de Pedro fuera sostenida incluso a través del pecado, porque sabía que es Dios quien sostiene la fe. Por lo tanto, deberíamos orar así por nosotros mismos y por los demás.

Por eso es que el padre del muchacho epiléptico clamó: «Creo; ayúdame en mi incredulidad» (Marcos 9:24). Esa es una buena oración: reconoce que sin Dios no podemos creer como debemos creer.

Oremos a diario: «Señor, gracias por mi fe. Sostenla. Fortalécela. Profundízala. No dejes que me falte. Hazla el poder de mi vida, para que en todo lo que yo haga seas glorificado como el gran Dador. Amén».

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Deuteronomio 17 | Salmos 104 | Isaías 44 | Apocalipsis 14

12 JUNIO

Deuteronomio 17 | Salmos 104 | Isaías 44 | Apocalipsis 14

Ya hemos visto que Dios dijo a Israel: “Vosotros sois mis testigos” (Isaías 43:10, 12). Lo hizo porque los israelitas debían dar testimonio de que únicamente el Señor había predicho todas estas cosas, proveyendo, por tanto, pruebas de que él las había hecho, ya que sólo él es el Dios soberano. En Isaías 44:6–23 se resumen estos temas (44:6–8). Únicamente Jehová es “el Señor Todopoderoso, rey y redentor de Israel” (44:6). Dios dice: “Yo soy el primero y el último; fuera de mí no hay otro dios” (44:6). Y a su pueblo: “No tembléis ni os asustéis. ¿Acaso no lo anuncié y profeticé hace tiempo? Vosotros sois mis testigos. ¿Hay algún Dios fuera de mí? No, no hay otra Roca; no conozco ninguna” (44:8). No obstante, si sólo él es Dios, todos los farsantes son ídolos. Así pues, el resumen de este tema introduce una de las condenas más duras de la Biblia a la idolatría.

Desde la perspectiva de Dios, la idolatría es siempre repulsiva. En un sentido, es el pecado fundamental, porque destrona a Dios y lo sustituye por algo o alguien. Esta es la razón por la que la avaricia es idólatra (Colosenses 3:5): buscamos lo que codiciamos, y lo que deseamos más fervientemente se convierte en nuestro Dios. El contexto histórico de esta denuncia es fundamental, ya que la idolatría no solo se practicaba en las pequeñas naciones que rodeaban a Israel, sino en las superpotencias que se sucedían en el dominio de la región. Inevitablemente, egipcios, asirios y babilonios atribuyeron su éxito al poder de sus propias deidades. No obstante, aquí está el Dios del pequeño Israel, el destruido, derrotado, exiliado y patético Israel, reivindicando ser el único Dios, el Señor soberano, el poderoso Creador y Rey providencial sobre todos los reinos de la tierra. Él espera que el pueblo de su pacto lleve el testimonio de esta verdad en lugar de sucumbir a la idolatría que lo rodea, la cual, tristemente, encuentran constantemente atractiva.

Dios se ocupará del asunto del poder a largo plazo. Aquí, se centra en hacer ver que la idolatría es absurda y en destruir su plausibilidad (44:9–20). Lo que parece inicialmente atractivo ha demostrado ser ridículo. La idolatría ofende profundamente a Dios y es totalmente estúpida.

La solución tiene dos partes: (a) Israel debe recordar lo que Dios ha dicho, lo que ha hecho (44:21), especialmente que lo ha constituido y le ha dado el papel de siervo privilegiado. (b) Israel debe regresar a Dios, porque él los ha redimido (44:22). Estas deben ser las prioridades continuas del pueblo del Señor: recordar todo lo que Dios es, lo que ha dicho y hecho; y cuando nos apartamos, volver a él inmediatamente (1 Juan. 1:7–9).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 163). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Job, un hombre perfecto y recto

Martes 12 Junio

Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.

Santiago 5:11

Job, un hombre perfecto y recto

El libro de Job evoca la evolución de los pensamientos de un creyente a través de sufrimientos muy variados y excepcionales. Job era un hombre “perfecto y recto, temeroso de Dios”, es decir, tenía un respeto profundo y lleno de confianza en Dios. Job estaba apartado del mal, hacía bien a los que sufrían y a los pobres. Aparentemente no había razón alguna para que estuviese sometido a sufrimientos tan intensos. Sin embargo, en un momento de su vida, todo tambaleó: perdió sus bienes, sus hijos y su salud.

Job aceptó todo esto, pero tuvo que soportar los argumentos desestabilizadores de sus tres amigos, quienes en principio habían ido a él para manifestarle su simpatía. Durante varios días intentaron convencerle de que si él, siendo creyente, pasaba por una prueba tan dura, era porque había hecho algo malo. Lo vemos confrontado a sus insinuaciones, a sus reproches. Defenderse, tener que resistir cada día a sus razonamientos y acusaciones era una prueba más grande que su terrible enfermedad.

Incluso la mujer de Job le dijo: “¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. Y él le dijo:… ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios” (Job 2:9-10). Job nunca abandonó a Dios. Le expuso abiertamente sus interrogantes, sus quejas, lo que lo hería y le parecía injusto. Durante el doloroso desarrollo de la prueba, Dios estuvo prosiguiendo su objetivo: el bien de Job. Dios, a quien ahora conocemos como Padre, también está presente cuando sufrimos, y quiere revelarse a nosotros como se reveló a Job, quien al final exclamó: “Ahora mis ojos te ven” (Job 42:5).

Levítico 22 – Efesios 1 – Salmo 69:29-36 – Proverbios 17:5-6

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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