El justo enojo

El justo enojo

6/13/2018

Airaos, pero no pequéis. (Efesios 4:26)

Pudiera sorprenderse de que hay tal cosa como el justo enojo, es decir, enojarse por lo que aflige a Dios y estorba sus principios. Pero no debemos enojarnos tanto que cometamos pecado.

No se enoje por sus propios principios. No se enoje cuando alguien lo ofenda. Y no permita que su enojo degenere en resentimiento, amargura o malhumor. Eso está prohibido. El único enojo justificable defiende el grande, glorioso y santo carácter de nuestro Dios.

El enojo egoísta, apasionado, indisciplinado y sin dominio es pecaminoso, inútil y dañino. Debe desterrarse de la vida cristiana. Pero el enojo disciplinado que busca la justicia de Dios es puro, desinteresado y dinámico. Debemos enojarnos por el pecado en el mundo y en la iglesia. Pero no podemos dejar que el enojo se convierta en pecado.

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¿Quién mató a Jesús?

JUNIO, 13

¿Quién mató a Jesús?

Devocional por John Piper

El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas? (Romanos 8:32)

Hace varios años, un amigo mío que era pastor en Illinois predicó ante un grupo de presos de una cárcel estatal durante Semana Santa. En cierto punto del mensaje, hizo una pausa y preguntó a los hombres si sabían quién había matado a Jesús.

Algunos dijeron que fueron los soldados. Otros dijeron que los judíos. Otros, Pilato. Después de que hubo un silencio, mi amigo simplemente dijo: «Su Padre lo mató».

Eso es lo que dice la primera parte de Romanos 8:32: Dios no escatimó a su propio Hijo sino que lo entregó —a la muerte—. «[Jesús fue] entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios» (Hechos 2:23). Isaías 53 lo expresa de un modo aún más claro: «Nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios… Pero quiso el Señor quebrantarle, sometiéndole [¡su Padre!] a padecimiento» (Isaías 53:410).

O como dice Romanos 3:25: «Dios [lo] exhibió públicamente como propiciación por su sangre». Así como Abraham levantó el cuchillo sobre el pecho de su hijo Isaac, aunque luego lo libró al encontrar un carnero en el matorral, así Dios Padre levantó el cuchillo sobre el pecho de su propio Hijo, Jesús, pero no lo libró, porque él era el Cordero —él era el sustituto—.

Dios no escatimó a su propio Hijo porque esa era la única forma de librarnos a nosotros. La culpa por nuestras transgresiones, el castigo por nuestras iniquidades, la maldición por nuestro pecado, nos hubieran llevado inexorablemente a la destrucción del infierno. Pero Dios no escatimó a su propio Hijo: lo entregó para que fuera herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades y crucificado por nuestro pecado.

Este versículo es el versículo más hermoso de la Biblia para mí, porque el fundamento de la promesa de la gracia venidera de Dios, que lo abarca todo, es que el Hijo de Dios cargó en su cuerpo todo mi castigo y toda mi culpa y toda mi condena y toda mi responsabilidad y todas mis faltas y toda mi corrupción, para que yo pudiera presentarme delante de un Dios grande y santo como alguien perdonado, reconciliado, justificado, acepto y beneficiario de sus indescriptibles promesas de placer a su diestra por siempre jamás.

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Deuteronomio 18 | Salmos 105 | Isaías 45 | Apocalipsis 15

13 JUNIO

Deuteronomio 18 | Salmos 105 | Isaías 45 | Apocalipsis 15

Las riquezas de Isaías 45 no pueden resumirse de forma breve. El capítulo termina con un sorprendente pasaje misionero (45:14–25), cuyos ecos resuenan en el Nuevo Testamento (p. ej., 45:23; cp. Filipenses 2:10–11). Comienza en los últimos versículos del capítulo 44 y las primeras líneas del 45, donde se presenta por su nombre al rey persa Ciro. Aquí, Dios lo llama “mi pastor” (44:28), e Isaías dice que es el “ungido” del Señor (esto es, “mesías”, un título habitualmente limitado a Saúl o a algunos de los reyes davídicos en el Antiguo Testamento).

Este no es el único pasaje del Antiguo Testamento en que Dios identifica a alguien por su nombre mucho antes de que haya nacido (cp. 1 Reyes 13:1–3). Resulta llamativo que después de la virulenta denuncia de la idolatría en Isaías 44 (véase la meditación del 12 de junio), Dios se refiriese a un pagano idólatra como su ungido. Sin embargo, el sentido es importante. El Señor denuncia la idolatría pero su reinado providencial puede utilizar a uno de sus practicantes, o cualquier otra persona, para sus propios buenos propósitos. Siempre es incorrecto argumentar desde la providencia hasta la ética, o establecer quién “tiene razón” según quién gane en un contexto particular, o dudar de que el Señor pueda utilizar soberanamente a una mala persona para realizar un gran bien sin tener que exonerar o justificar todo el mal cometido en su vida.

Claramente, esta palabra de Dios fue muy dura de aceptar para Israel. Podemos imaginarnos a los exiliados rotos y turbados por las dudas y el miedo. Si el Señor dice que el pagano Ciro es su “mesías”, ¿significa eso que ha renegado de la dinastía davídica? ¿Puede aceptarse la palabra del profeta cuando dice cosas tan ridículas? Previendo el escepticismo, Dios responde con una fuerte defensa de su soberanía y justicia (45:8–13). “¡Ay del que contiende con su Hacedor!” (45:9). El pueblo que había desafiado a Dios de forma tan persistente que acabó en el exilio, cuestiona ahora los medios por los cuales él los va a devolver a su hogar. Sin embargo, no tienen derecho a hacerlo, del mismo modo que la arcilla no puede hacerlo con el alfarero, ni el recién nacido con sus padres (45:9–10). “Así dice el Señor, el Santo de Israel, su artífice: ‘¿Vais acaso a pedirme cuentas del futuro de mis hijos, o a darme órdenes sobre la obra de mis manos?’ ” (45:11). Dios es el Creador soberano y, en la perfección de su justicia, levantará a Ciro para reconstruir Jerusalén (45:13, una evidencia en sí misma de que el linaje davídico no estaba siendo suplantado) y liberar a sus exiliados. Todo ello constituye un paso hacia la invitación gloriosa: “Volved a mí y sed salvos, todos los confines de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay ningún otro (45:22). Reflexionemos en Apocalipsis 15:3–4.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 164). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Aquel que puede explicar

Miércoles 13 Junio

Así ha dicho el Señor… Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.

Jeremías 33:2-3

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

Mateo 7:7

Aquel que puede explicar

Mientras leía el trabajo de fin de estudios de mi hermana menor, varias frases me detuvieron: su amplitud y los términos técnicos empleados me impedían comprender el tema desarrollado. Después de haber reflexionado durante un buen rato, me rendí y la llamé por teléfono: «¿Qué quisiste decir en este párrafo?». ¡En seguida mi hermana me lo explicó y no tuve más dudas!

A veces tratamos de comprender la Biblia como yo intentaba comprender el párrafo difícil de ese trabajo: analizamos cada frase, cada palabra, para tratar de encontrarle el sentido. E incluso cuando comprendemos el sentido directo, literal, nos queda por descubrir el significado espiritual. Para ello necesitamos que Dios mismo ilumine nuestra mente, lo más profundo de nuestro corazón. De otra manera, ¿cómo podemos captar las cosas invisibles, eternas, que nos presenta la Biblia?

Como para la lectura de la tesis de fin de carrera, dirijámonos directamente a su autor. ¿Quién mejor que él puede saber qué quiso decir en su Palabra, la Biblia? Lejos de despreciar nuestra debilidad y falta de inteligencia, nos anima a confiar en él. ¡Y nos responderá!

¿Tiene usted preguntas, «porqués» que le atormentan? Puede acercarse a Dios por medio de la oración, y él se acercará a usted (Santiago 4:8). Luego, tómese el tiempo para escuchar su voz y estar en su presencia. Él le revelará “cosas grandes y ocultas”, todo lo relacionado con su amor. ¡Es su promesa!

Levítico 23 – Efesios 2 – Salmo 70 – Proverbios 17:7-8

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch