El amor incondicional

El amor incondicional

6/24/2018

También Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. (Efesios 5:2)

La Biblia no se refiere al amor cristiano como una emoción, sino como un acto de abnegación. Una persona que verdaderamente ama a alguien no trata de quitarle nada a esa persona. Es porque el amor cristiano nunca está condicionado a recibir algo; es incondicional.

A menudo el mundo define el amor desde el punto de vista de lo que puede obtener. Pero Dios nos ama aun cuando nunca recibe nada a cambio. Si ese tipo de amor caracterizara el matrimonio, el índice de divorcios no sería lo que es hoy. Si quienes dicen que ya no aman a su cónyuge pudieran comprometerse a amarlo de manera incondicional, pudieran descubrir que pueden recrear ese amor. Nuestro Señor Jesucristo no nos ama por lo que pueda sacar de nosotros; nos ama a pesar de la aflicción que le causamos. Haga del amor incondicional su meta, y sea humilde, obediente y abnegado.

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Puedo contentarme en todas las cosas

JUNIO, 24

Puedo contentarme en todas las cosas

Devocional por John Piper

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (Filipenses 4:13)

La provisión diaria de la gracia venidera de Dios hacía que Pablo pudiera estar saciado o hambriento, prosperando o sufriendo, en abundancia o en pobreza.

«Todo lo puedo» realmente significa «todo lo puedo», y no tan solo lo que es fácil. «Todo» significa que en Cristo sé vivir con hambre, en sufrimiento y en necesidad. Así, podemos ver la maravillosa promesa del versículo 19 en su contexto apropiado: «Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús».

¿Qué significa «todas vuestras necesidades» en vista de Filipenses 4:19? Significa «todo lo que necesitamos para tener el contentamiento que glorifica a Dios». El amor de Pablo por los filipenses surgía de su contentamiento en Dios, y su contentamiento surgía de su fe en la gracia venidera de la infalible provisión de Dios.

Entonces, es obvio que la codicia es exactamente lo contrario de la fe: es la pérdida del contentamiento en Cristo lo que hace que comencemos a desear otras cosas para satisfacer los anhelos de nuestro corazón. Y no hay duda de que la batalla contra la codicia es una batalla contra la incredulidad y por la fe en la gracia venidera.

Cuando sintamos que la codicia aumenta en lo más mínimo en nuestro corazón, debemos cerrarle el paso y luchar contra ella con todas nuestras fuerzas, haciendo uso de las armas de la fe.

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Deuteronomio 29 | Salmo 119:49–72 | Isaías 56 | Mateo 4

24 JUNIO

Deuteronomio 29 | Salmo 119:49–72 | Isaías 56 | Mateo 4

La última parte de Isaías (caps. 56–66) se centra principalmente en el periodo posterior al retorno de los primeros exiliados de Babilonia. Fue también una época enormemente convulsa, como así lo atestiguan otros pasajes de las Escrituras (especialmente, Esdras, Nehemías, Hageo y Zacarías). No obstante, algunas de las visiones de Isaías se extienden más allá de los primeros años del retorno de la esperanza definitiva, el nuevo cielo y la nueva tierra (p. ej., 65:17). La situación del pueblo descrita en estos capítulos refleja la nuestra en ciertos aspectos: vivimos entre el “ya” y el “aún no”, entre la gloria de lo que Dios ya ha realizado y lo que ha prometido que hará.

Los primeros versículos (Isaías 56:1–8) hacen hincapié en dos temas:

Primero, el Señor dice que aquellos que esperan su salvación, que “va a llegar” (56:1), deben “observar la justicia y practicar el derecho” (56:1). La razón, afirma, es que su “justicia va a manifestarse”. En otras palabras, uno de los motivos fundamentales de la conducta justa de los creyentes es que esta anuncia la justicia consumada que está por venir. A diferencia de tantos de nuestros coetáneos, que viven al día pensando muy poco en el futuro, estamos comprometidos a vivir de una forma que adelante el futuro. Esto es parte del significado de “observar el sábado sin profanarlo” (56:2). Los lectores de Isaías no estarán simplemente guardando una ley, promulgada por Dios, sino también demostrando dos cosas más: (a) su lealtad al pacto mosaico (y por consiguiente al Dios de este) y (b) su estilo de vida a partir de modelos de reposo que se hallan vinculados simultáneamente al descanso de Dios (Génesis 2; Éxodo 20) y al venidero (cp. Hebreos 3:7–4:11).

Segundo, el Señor promete que las bendiciones futuras están disponibles para personas que muchos han rechazado de forma sistemática. Después de todo, ciertos pasajes de la ley de Moisés excluían a los castrados y los extranjeros (especialmente moabitas y amonitas), por ejemplo Deuteronomio 23:1–6 (cp. Levítico 22:24–25, y el paralelismo con los animales). Aun así, es difícil creer que estas leyes tuviesen el propósito de apartar en todos los casos a los verdaderos convertidos, ya que, de lo contrario, los relatos de Rahab y Rut (esta última, moabita) no tendrían mucho sentido (Josué 6:24–25; Rut 1–4). Por un lado, la comunidad purificada por el Siervo sufridor no debe tocar cosas inmundas, tiene que salir de “Babilonia” y ser pura (52:11); por el otro, el Señor afirma aquí que se debe admitir a eunucos y extranjeros (56:3–8). La diferencia, por supuesto, es la conversión, en la que Dios les otorga “un nombre eterno” (56:5), de forma que se aferren firmemente a su pacto (56:4).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, pp. 175–176). Barcelona: Publicaciones Andamio.

¿Quién es Jesús para usted?

Domingo 24 Junio

El que cree en el Hijo (de Dios) tiene vida eterna.

Juan 3:36

El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.

1 Juan 5:12

Dos ladrones

Lucas 23:32-43

El juicio de Jesús había terminado. Pilato reconoció la inocencia de Jesús, sin embargo lo condenó a muerte. Dos ladrones también tuvieron que sufrir la misma condena debido a sus actos. Fueron llevados juntos al lugar del suplicio (Lucas 23:32), donde fueron crucificados, Jesús en medio. Los malhechores, en medio de terribles sufrimientos, escucharon que Jesús perdonaba a sus verdugos y a todos los que, cegados por el odio, lo habían conducido hasta la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

La multitud y los soldados lo insultaron: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel…”. Uno de los ladrones añadió: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”.

En cambio, el otro ladrón reconoció la perfección de Jesús. Su conciencia y su corazón fueron alcanzados. Y reprendió a su compañero: “¿Ni aun temes tú a Dios…? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo”. Y dijo a Jesús: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. La respuesta de Jesús fue inmediata: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Desde entonces un abismo separó a estos dos hombres. Uno iba a estar feliz junto a Jesús, el otro tendría que esperar el juicio divino, pues no creyó que Jesús es el Hijo de Dios.

¿Quién es Jesús para usted?

Números 6 – 1 Timoteo 6 – Salmo 74:12-23 – Proverbios 18:1
Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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