Huya de la cueva

Huya de la cueva

6/27/2018

Andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. (Juan 12:35)

Cuando un cristiano peca y participa en las obras de las tinieblas, es como si hubiera tenido una recaída.

Imagínese que está perdido en una cueva. Cuando trata de encontrar la salida, solo se adentra cada vez más en el laberinto de túneles. Pronto está en el vientre de la tierra. Está asustado. Le late con fuerza el corazón. Tiene los ojos bien abiertos, pero lo único que ve es una oscuridad agobiante. Anda a tiendas durante horas, y las horas se convierten en un día, y luego otro día. Toda esperanza parece perdida. De repente, a cierta distancia, se ve una lucecita. Usted se mueve hacia ella, tratando de no caer en un hoyo profundo. ¡Al fin la luz comienza a ampliarse y usted se encuentra en una abertura de la cueva! Con la fuerza que le queda reanuda su viaje hacia la luz del día. Descubre entonces una libertad como nunca la había concebido como posible. Sin embargo, poco después de escapar piensa que había varias cosas de las que disfrutaba en la cueva. De modo que regresa. ¡Cuán insensato! Pero eso es lo que hace un cristiano cuando va tras las obras de las tinieblas.

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Un refugio para el desamparado

JUNIO, 27

Un refugio para el desamparado

Devocional por John Piper

¡Cuán grande es tu bondad, … que has obrado para los que en ti se refugian. (Salmos 31:19)

La experiencia de la gracia venidera muchas veces depende de si nos refugiamos en Dios o si dudamos de su cuidado y corremos a protegernos en otras moradas.

Para los que se refugia?n en Dios, las promesas de gracia venidera son muchas y de gran riqueza:

· Ninguno de los que se refugian en él será condenado (Salmos 34:22).

· Dios es un escudo para todos aquellos que se refugian en él (2 Samuel 22:31).

· Bienaventurados son todos los que se refugian en él (Salmos 2:12).

· El Señor es bueno, fortaleza en el día de la angustia; él conoce a los que en él se refugian (Nahum 1:7).

No ganamos nada ni hacemos mérito alguno por refugiarnos en Dios. Esconderse en un lugar no aporta nada a ese lugar. Tan solo demuestra que nos consideramos indefensos y que el escondite es nuestro rescate.

El requisito que debemos cumplir para obtener esta gracia no es un mérito; es nuestra condición de desesperación y el reconocimiento de nuestra debilidad y necesidad.

La miseria no demanda ni merece, sino que clama por misericordia y busca la gracia.

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Deuteronomio 31 | Salmo 119:121–144 | Isaías 59 | Mateo 7

27 JUNIO

Deuteronomio 31 | Salmo 119:121–144 | Isaías 59 | Mateo 7

Isaías 59 se divide en tres partes. Si se saca de este contexto en el libro, podría interpretarse como una descripción de la caída en el pecado y la degradación que caracterizó muchas etapas de la historia de Israel, y que sigue haciéndolo en muchos periodos de la experiencia de la iglesia. Sin embargo, tanto su posición en el libro como los dos últimos versículos indican que el profeta está hablando de la congregación del pueblo de Dios después de regresar del exilio. Siguen caracterizados por el pecado y solo existe una esperanza.

La primera sección (59:1–8) describe al pueblo en su desesperación. El profeta declara que la razón de su difícil situación no es ninguna deficiencia de Dios: “La mano del Señor no se queda corta para salvar” (59:1). El problema es su propio pecado: “Son vuestras iniquidades las que os separan de vuestro Dios. Son estos pecados los que lo llevan a ocultar su rostro para no escuchar” (59:2). Después, sigue la tediosa lista: injusticia, falta de integridad, violencia, conspiraciones. La raíz de todo ello se encuentra en el carácter humano: el mal emana desde dentro. “Sus pensamientos son perversos; dejan ruina y destrucción en sus caminos. No conocen la senda de la paz; no hay justicia alguna en su camino. Abren senderos tortuosos, y el que anda por ellos no conoce la paz” (59:7b–8). No es de extrañar que el apóstol Pablo cite varias de estas líneas en su propia condena de la raza humana (Ro. 3:15–17). ¿Qué puede hacerse con personas tan persistentes en el pecado? Incluso el enorme trauma del exilio demuestra ser insuficiente para transformarlos.

En la segunda sección (59:9–15a), los verbos aparecen en primera persona del plural. El lenguaje es el de un lamento colectivo. Estos dolientes (compárese con 57:19) se afligen por sus pecados. El lenguaje es brutalmente honesto. Como el propio Isaías, como Daniel o Esdras, no solo confiesan sus propios pecados, sino los de su pueblo (6:5; Daniel 9:4–19; Esdras 9:6–15). Saben que su situación es desesperada, lo cual, en sí mismo, es una señal de gracia. El pueblo de Dios está más lejos de la reforma y el avivamiento cuando están engreídamente satisfechos, como la iglesia de Laodicea (Apocalipsis 3:14–22). Existe esperanza cuando por la gracia de Dios se retuercen de dolor en una agonía de honesta confesión, terriblemente conscientes del poder insidioso y dominante del pecado en su vida y su cultura.

La tercera sección (59:15b–21) provee el alivio. Sólo Dios es suficiente para solucionar esta situación, y es más que eso. Dios vio que ningún otro podía salvar al pueblo, “por eso su propio brazo vendrá a salvarlos” (59:16). Una vez más, esta visión de esperanza y promesa acaba en proporciones apocalípticas y en las categorías del nuevo pacto (59:20–21).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 178). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Ejercitarse para la piedad

Miércoles 27 Junio

Ejercítate para la piedad.

1 Timoteo 4:7

Hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros.

2 Corintios 13:11

Ejercitarse para la piedad

Mantener y mejorar nuestra forma física exige trabajo y perseverancia. Hay que cumplir un programa de ejercicios, un régimen estricto, etc. Para tener una buena salud espiritual también es necesario hacer esfuerzos. El apóstol Pablo usa el lenguaje de los atletas y habla de ejercitarse “para la piedad”. La piedad es vivir en comunión con Dios y respetar su voluntad. Este ejercicio es fuente de gozo porque hace que conozcamos mejor a Jesús, el hombre piadoso por excelencia. La perfección de su vida de obediencia estaba relacionada con un amor continuo por su Padre. Los verdaderos motivos que animan la piedad están ahí, y deben ser vividos imitando a Jesucristo en su vida para Dios y su compasión por los hombres. ¡Esta es nuestra lista de ejercicios!

Ejercitarse para la piedad también implica cierta disciplina. ¿Cómo encontrar tiempo hoy para leer la Biblia, sacando enseñanzas para mí mismo, para mi familia y para los que me rodean? ¿Cómo encontrar tiempo para orar?

La puesta en práctica de la piedad se hace cada día, en los combates diarios del creyente. Pero, para ser eficaz es necesario prepararse con anterioridad. ¿Qué pensaríamos de un carpintero que no se preocupase por afilar sus herramientas?

El creyente que considera poco importante fortalecer su vida interior mediante la oración, la lectura de la Palabra de Dios y la comunión con el Señor, olvida lo principal. Las herramientas de nuestra vida espiritual se desafilan rápidamente, por ello es necesario afilarlas cada día.

Números 9 – 2 Timoteo 3 – Salmo 77:1-9 – Proverbios 18:6-7

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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