Sea imitador de Dios

Sea imitador de Dios

6/21/2018

Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. (Efesios 5:1)

El imitar a Dios pudiera ser fácil de analizar, pero es difícil de hacer. No puede hacerlo con su propia fuerza. Pero Jesús nos dio en el Sermón del Monte el punto de partida para imitar a Dios. Tenemos que llorar por nuestro pecado con un espíritu quebrantado y contrito. Cuando estemos abrumados por nuestro carácter pecaminoso, tendremos hambre y sed de justicia. Así que hay una paradoja: “Debemos ser como Dios, pero tenemos que reconocer que no podemos ser como Él por nuestro propio esfuerzo”.

Una vez que estemos conscientes de la paradoja, entonces sabemos que debe de haber algún otro poder para hacer posible el imitar a Dios. El apóstol Pablo pedía a Dios que nos fortaleciera “con poder en el hombre interior por su Espíritu” (Ef. 3:16). El Espíritu Santo da la fortaleza para que seamos “llenos de toda la plenitud de Dios” (v. 19). Podemos ser como Dios (desde el punto de vista de su carácter), pero no podemos lograrlo por nuestra cuenta. Esa es la obra del Espíritu.

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La satisfacción que derrota al pecado

JUNIO, 21

La satisfacción que derrota al pecado

Devocional por John Piper

Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed. (Juan 6:35)

Lo que necesitamos ver en este pasaje es que la esencia de la fe es estar satisfecho en todo lo que Dios es para nosotros en Cristo.

Tal declaración hace énfasis en dos cosas. La primera es que la fe está centrada en Dios. No son meramente las promesas de Dios lo que nos satisface; es todo lo que Dios mismo es para nosotros. La fe abraza a Dios —no tan solo los regalos que él promete— como nuestro tesoro.

La esperanza de la fe descansa no solo en las mansiones que tendremos en la vida eterna, sino en el hecho de que Dios estará allí (Apocalipsis 21:3). Incluso ahora, lo que la fe abraza con más fervor no es tan solo la realidad de que nuestros pecados fueron perdonados (por muy preciosa que esa realidad sea), sino también la presencia del Cristo vivo en nuestro corazón y la plenitud de Dios mismo (Efesios 3:17-19).

Lo segundo en lo que se hace énfasis al definir la fe como estar satisfecho en todo lo que Dios es para nosotros es el término satisfacción. La fe es lo que sacia la sed del alma en la fuente de Dios. En Juan 6:35, vemos que creer quiere decir venir a Jesús para comer y beber el «pan de la vida» y el «agua viva» (Juan 4:10,14), que son nada más y nada menos que Jesús mismo.

He aquí el secreto del poder de la fe para quebrar la fuerza esclavizadora de las atracciones pecaminosas. Si el corazón está satisfecho en todo lo que Dios es para nosotros en Jesús, el poder del pecado para apartarnos de la sabiduría de Cristo está destruido.

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Deuteronomio 26 | Salmos 117–118 | Isaías 53 | Mateo 1

21 JUNIO

Deuteronomio 26 | Salmos 117–118 | Isaías 53 | Mateo 1

Ahora, la identidad del Siervo perfecto ocupa el centro de atención. Isaías 53, o mejor dicho, Isaías 52:13–53:12, es el cuarto o quinto cántico del Siervo que lo describe. “Mirad, mi siervo” (52:13), dice el Señor, repitiendo la presentación de este en 42:1. El “brazo del Señor”, el poder salvador de Dios, ha sido prometido en 51:9 y 52:10. Ahora, la pregunta es: “¿A quién se le ha revelado el poder del Señor?” (53:1). La respuesta implícita en este punto culminante de la profecía de Isaías es que el poder salvador de Dios se ve de forma más clara en la obra del Siervo que en cualquier otro lugar. En los capítulos anteriores, el Señor ha prometido repetidamente perdón a su pueblo. Aquí, todo se vuelve más claro: “Mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con las iniquidades de ellos” (53:11). Es un sacerdote y rociará a los impuros (52:15); es una ofrenda de expiación, que elimina sus iniquidades (53:10).

La primera de las cinco secciones (52:13–15) anuncia la totalidad, la conclusión. Dios dice: “Mi siervo triunfará”. Comenzando con su exaltación (52:13), esta estrofa desciende hasta su terrible sufrimiento (52:14) y acaba con el asombro de las naciones porque él los “rocía”. Este acto, realizado con sangre, aceite o agua en el Antiguo Testamento, está relacionado con la purificación, esto es, hacer que una persona o cosa sean aptos para presentarse ante Dios. Habitualmente, se refiere a Israel o a sus instituciones, pero no aquí: en este caso es para “muchas naciones” (52:15). La reacción de asombro demuestra que la sabiduría del Señor supera y frustra toda la sabiduría humana (cf. 1 Corintios 1:18–2:5).

En la segunda y tercera estrofas (53:1–3, 4–6), los que hablan son testigos. Dios ha llamado repetidamente a su pueblo para que dé testimonio de él (43:10, 12; 44:8), pero ellos han estado ciegos y sordos. Ahora, no solo reconocen que únicamente él es Dios (43:12), sino que ponen de manifiesto lo que él ha hecho a través de su Siervo sufridor, vindicado y exaltado. Al principio, las reacciones ante él son cautelosas y, después, negativas (53:1–3). Creció para que los hombres lo despreciasen y rechazasen: “no lo estimamos”, dicen los testigos. De hecho, cuando lo mataron atrozmente, muchos creyeron que se trataba del juicio providencial de Dios (53:4) y hablaron más de lo que sabían. Sin embargo, los testigos llegan a comprender que “fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades”, un cordero sustitutorio (53:5–7). En la cuarta estrofa (53:7–9), Isaías reflexiona sobre el sufrimiento silencioso del Siervo y su muerte ambivalente y sepultura (¿había aceptado Dios su obra?), para acabar en la quinta (53:10–12) con una confirmación rotunda de los propósitos de Dios. El Siervo de Dios triunfará (52:13); “por su conocimiento”, hará (literalmente) que muchos se vuelvan justos y “cargará con las iniquidades de ellos” (53:11). Reflexionemos sobre Mateo 1:21. ¡Aleluya! ¡Qué Salvador!

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 172). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Le contaron todo

Jueves 21 Junio

Los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado. Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco.

Marcos 6:30-31

Le contaron todo

Jesús había enviado a sus discípulos a predicar el Evangelio y a sanar enfermos. Cuando volvieron le rindieron cuentas de su misión. Jesús los invitó a ir a un lugar aparte, desierto, a descansar un poco.

Cristianos, esta invitación llena de dulzura nos anima a hacer como los discípulos. Nosotros representamos a nuestro Maestro en este mundo de sufrimiento, y cada mañana nos envía con una misión. Quizás hoy haya preparado un encuentro, una ocasión de dar testimonio, de hablar de él a alguien que necesita ser animado o llevado al Salvador.

Al final del día, ¿solemos rendir cuentas de nuestra misión al Maestro? Acostumbrémonos a contarle todo en detalle, sin omitir nada. ¡Por supuesto, él sabe cómo nos fue durante el día! Vio y escuchó todo, pero quiere hacer el balance con nosotros, como en otro tiempo invitaba a sus discípulos a ir a un lugar desierto.

Después de un agitado día, ¡qué bien nos hacen esos momentos! Jesús se interesa mucho por nosotros. Quiere enseñarnos para nuestro bien, ¡incluso por medio de los errores que hayamos cometido! ¡No temamos decirle todo! Hablémosle de las personas con las que tenemos contacto, de las conversaciones que tuvimos con ellas, de las oportunidades que perdimos de hablar de él.

“Venid vosotros aparte… descansad un poco”. Esta cita cotidiana también es fuente de comunión y de paz. Ese momento de intimidad imprimirá su carácter a nuestros días.

Números 3 – 1 Timoteo 3 – Salmo 73:10-20 – Proverbios 17:23-24
Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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