El lenguaje inútil

El lenguaje inútil

6/15/2018

Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca.

(Efesios 4:29)

Las frutas podridas huelen muy mal y son inservibles. No queremos estar cerca de ellas, y mucho menos comerlas. Lo mismo ocurre con el lenguaje corrompido. Sean chistes de color subido, palabras obscenas, cuentos sucios o lenguaje grosero, de ninguna manera debe caracterizar eso a un cristiano.

El Salmo 141:3 nos dice cómo eliminar tal lenguaje: “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios”. Si Jesucristo es el guarda de nuestros labios, Él será quien determine lo que sale por ellos.

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Una luna de miel sin final

JUNIO, 15

Una luna de miel sin final

Devocional por John Piper

Como se regocija el esposo por la esposa, tu Dios se regocijará por ti. (Isaías 62:5)

Cuando Dios bendice a su pueblo, no lo hace como un juez reacio que es amable con un criminal al que halla despreciable (aunque haya algo de verdad en esa analogía); lo hace como un esposo que demuestra afecto a su esposa.

A veces decimos bromeando acerca del matrimonio: «Se acabó la luna de miel». Pero eso es porque somos finitos. No podemos mantener el grado de intensidad y afecto de una luna de miel. Sin embargo, Dios dice que el deleite que él tiene en su pueblo es como el de un esposo con su esposa.

Al decir eso, está hablando de la intensidad, el placer, la energía, la emoción, el entusiasmo y el deleite de una luna de miel. Él intenta plasmar en nuestro corazón aquello a lo que se refiere cuando dice que se regocija en nosotros de todo corazón.

Además, con Dios la luna de miel no tiene fin. Él es infinito en poder, sabiduría, creatividad y amor, y se encargará de volvernos más y más hermosos para siempre. Él es infinitamente creativo en pensar en cosas nuevas para que hagamos con él, de manera que no haya aburrimiento por el próximo trillón de milenios.

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Deuteronomio 20 | Salmos 107 | Isaías 47 | Apocalipsis 17

15 JUNIO

Deuteronomio 20 | Salmos 107 | Isaías 47 | Apocalipsis 17

Por un lado, Isaías 47 es muy directo; por otro, está sutilmente cargado de simbolismo y prepara el camino para el desarrollo del mismo en el Nuevo Testamento.

En lo directo, este capítulo describe la caída de Babilonia que la subida de Ciro al trono producirá. Esta ciudad es patéticamente soberbia y arrogante. Es la “soberana de los reinos” (47:5); cree que será eterna (47:7), como el Tercer Reich de Hitler. Está tan confiada en su propia seguridad que no puede imaginarse viuda o perdiendo a sus hijos (47:8). Orgullosa de su sabiduría y conocimiento (47:10), y de su devoción a la astrología, cree que puede controlar su futuro (47:12–13). Se deifica, lo cual es francamente repulsivo: las repetidas palabras “Yo soy, y no hay otra fuera de mí” (47:8, 10) constituyen un desafío directo a la idéntica afirmación del Señor (45:5), que ya ha tenido suficiente. La “soberana de los reinos” se sentará en el polvo (47:1); será una esclava (47:1–3). Esta “madre” quedará viuda y desconsolada de repente (47:8–9). La astrología demostrará ser fútil para salvarla (47:12–13) y los magos y hechiceros no servirán de nada (47:12). Dios mismo está preparado para destruir Babilonia.

Sin embargo, este texto se expresa a otro nivel. Los capítulos 47 y 48 están unidos, formando una sola unidad grande. Isaías 47 condena a Babilonia por su desafiante arrogancia y promete su destrucción; Isaías 48 se dirige a los cautivos, a los que (como veremos en la meditación de mañana) se dice de forma entusiasta que dejen Babilonia y regresen a Jerusalén. Empíricamente, viven en una ciudad, Babilonia; teológicamente, pertenecen a otra, Jerusalén. Por supuesto, los cautivos no podían regresar a su ciudad en ese momento. Únicamente podrían hacerlo después de que Ciro llegase al poder y concediese el permiso para ello. Sin embargo, teológicamente hablando, los exiliados deben verse como pertenecientes a Jerusalén y no a Babilonia. Así pues, del mismo modo que “Jerusalén” alude en ocasiones a la antigua ciudad con ese nombre, y a veces, como hemos visto, anuncia la nueva y escatológica, tampoco “Babilonia” se refiere solamente a la antigua ciudad que alcanzó la cúspide de su esplendor alrededor del siglo VI a.C., sino que se convierte en un símbolo, que representa a cualquier ciudad o cultura soberbia que se imagina perdurando eternamente y mide todas las cosas con arrogancia, según el modelo de sus propios pecados y presuposiciones. La Babilonia histórica es el símbolo de otras muchas.

Juan comprende estas cosas. Por esta razón, en Apocalipsis 17 describe a Roma como “la gran Babilonia, madre de las prostitutas y de las abominables idolatrías de la tierra” (17:5), una mujer emborrachada con la sangre de los santos. ¿Qué Babilonias se han levantado desde entonces?

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 166). Barcelona: Publicaciones Andamio.

El afinador

Viernes 15 Junio

El Dios de paz… os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos.

Hebreos 13:20-21

El afinador

Observé cómo trabajaba el afinador de piano. Con un dedo de la mano izquierda iba tocando sucesivamente las teclas, mientras con la mano derecha manejaba la llave para ajustar la tensión de las cuerdas. Escuchaba cada nota con una extrema atención. Apretaba o aflojaba, mediante pequeños movimientos, hasta que, de retoque en retoque, el sonido de la nota era el correcto. Es un trabajo que requiere mucha paciencia, delicadeza y exactitud, que solo un oído y una mano ejercitados pueden efectuarlo.

Esto me hace pensar en nuestro Padre celestial, cuyo oído capta todas las palabras, todos los suspiros de sus hijos. ¡Cuántas notas desajustadas, palabras, acciones y pensamientos que lo entristecen, que son intolerables para su perfección! Pienso en el trabajo continuo de nuestro divino Maestro para formarnos, corregirnos, ponernos en armonía con sus propios pensamientos; siento el deseo de pedir al Señor que nos convirtamos en instrumentos dóciles en sus manos; que demos sonidos agradables a él: «¡Afina nuestras vidas según las direcciones de tu Santa Palabra y según el impulso de tu Espíritu! ¡Haz vibrar nuestro corazón para que te alabemos, pon en nosotros tu divina armonía! Tú, Señor Jesús, estás muy por encima de nosotros. En la tierra fuiste constantemente las delicias del Padre. Pero nos gustaría que pudieses sacar de los tuyos algo de ti mismo, una melodía en la que Dios reconozca algunas de las bellezas morales de su Hijo muy amado».

Levítico 25:1-28 – Efesios 4:1-16 – Salmo 71:7-11 – Proverbios 17:11-12

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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