60 – Ser cabeza del hogar, más que un privilegio, es una responsabilidad

Ministerios Integridad & Sabiduría

Tesis # 60

Ser cabeza del hogar, más que un privilegio, es una responsabilidad

95 Tesis para la iglesia evangélica de hoy

Miguel Núñez

Es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Es el pastor de predicación y visión de la Iglesia Bautista Internacional, y presidente de Ministerios Integridad y Sabiduría. El Dr. Núñez y su ministerio es responsable de las conferencias Por Su Causa, que procuran atraer a los latinoamericanos a las verdades del cristianismo histórico. Puede encontrarlo en Twitter.

Una producción de Ministerios Integridad & Sabiduría

La culpa y el perdón

Ministerios Ligonier

Serie: Cómo agradar a Dios

La culpa y el perdón

R.C. Sproul

En nuestra última sesión vimos la enseñanza del Nuevo Testamento sobre el papel de Satanás en la vida del cristiano y vimos a Satanás como el tercero de los tres obstáculos para el crecimiento cristiano. Aprendimos que hay muchas personas que no toman a Satanás muy en serio en estos tiempos. Recuerdo cuando estaba en la escuela de posgrado en los Países Bajos con mi profesor, el profesor Berkouwer. Él hizo un comentario, fue solo un comentario de improviso, un día, en una clase que me quedó grabada para siempre. Alguien estaba haciendo una pregunta sobre este tipo de cosas, sobre demonios y ángeles y Satanás y otros y él simplemente hizo una pausa y dijo, «Caballeros», dijo, «sin demonología, no puede haber teología». Lo que él quiso decir con eso, simplemente fue que, la misma fuente que usamos, de la cual sacamos nuestra comprensión de Cristo, de Dios Padre, del Espíritu Santo es la misma fuente que nos habla de la realidad de Satanás.

Ahora, mencioné en nuestra última sesión que, a mi juicio, uno de los papeles más tremendos de Satanás en la vida del cristiano está en el trabajo de acusación. Hice una distinción de eso con la tentación. La tentación es a dónde vas, «¿No te gustaría involucrarte en esto? Esto es lo que realmente te haría feliz, si tan solo comprometes tu ética en este momento» y así por el estilo. Así es la tentación. La acusación es esa situación por la cual Satanás atormenta la conciencia del creyente. Ahora, estamos viviendo en una cultura que está prácticamente obsesionada con los remedios de la psicología pop de autoayuda para hacernos felices. Ve a cualquier librería y verás una gran sección de la librería dedicada a cómo lograr una buena autoimagen.

Ahora, creo que es muy peligroso volverse tan introspectivo y tan egocéntrico, que este tipo de cosas son las únicas con las que lidiamos, es como dar masajes a nuestros egos a lo largo de la vida. Pero lo que estoy descubriendo aquí en el mundo secular es que la psicología secular ha descubierto que hay un nervio sensible que está clamando por atención en la humanidad contemporánea, que tiene que ver con lo que llamamos «autoimagen». No es casual que estos libros y profesores que enfatizan una buena imagen de sí mismos y así por el estilo tengan tanto éxito. Es porque somos gente llena de culpa, y a menudo le digo a las personas que no son cristianas, les digo: «No son cristianos, pero déjenme preguntarles esto, ¿Qué hacen con su culpa?» Es una pregunta muy compleja. No les digo, «¿Tienen culpa?». Asumo que tienen culpa. Todavía no he tenido a alguien que me diga, «No tengo culpa». Les digo, «¿Qué hacen con su culpa?» y ellos se identifican con eso, que incluso aquellos que no son particularmente religiosos tienen conciencias intranquilas a las que llamamos «culpa».

He tenido psiquiatras que me dicen que el problema número uno con el que tienen que lidiar en su práctica médica, es el problema de la culpa no resuelta, y descubrimos que el problema de la culpa no resuelta no es algo que afecte a una persona durante un día o durante una semana o durante un año, sino que puede moldear y dar forma e inhibir a la personalidad durante toda la vida. Así que lo que quiero que veamos aquí es por qué, en el corazón del mensaje bíblico, de forma muy práctica, está el anuncio del perdón. Porque en el corazón de nuestra lucha por la santificación, que es lo que ya hemos visto, está el hecho de que mientras trato de ser obediente, mientras trato de agradar a Dios, mientras trato de crecer en mi experiencia cristiana, estoy siendo agobiado y cargado con toda la carga de la culpa que he añadido a mi experiencia. Todos los días de cierta forma le agrego algo a esa carga porque no hay un día que pase sin que yo peque. ¿Y tú? Yo no puedo. Entonces todos los días tengo que lidiar con el problema de la culpa.

Ahora sabemos por psiquiatría y psicología que la culpa es una de las fuerzas más poderosas que hay para paralizar el espíritu humano. El miedo puede paralizarnos. La gente dice: «Estoy paralizado de miedo», pero también la culpa puede hacer que una persona esté prácticamente bloqueada e inmóvil. Ahora, si hay algo como Satanás, y Satanás puede llevarte a la ruina causando un escándalo porque caíste en tentación, esa es una manera de destruir las obras de Cristo. Otra forma es simplemente paralizar al pueblo de Dios, para que su influencia sea igual a cero. Ahora, quiero, si es posible, ver un ejemplo de esta actividad de acusación satánica que encontramos en el Antiguo Testamento, en su libro favorito, el libro de Zacarías. Todo el mundo lee eso para sus devocionales diarios, ¿verdad?

El libro de Zacarías, comenzando en el capítulo 3, Zacarías capítulo 3. «Entonces me mostró al sumo sacerdote Josué, que estaba delante del ángel del Señor; y Satanás estaba a su derecha para acusarlo». El escenario es este. Aquí está el que ha sido elegido y llamado por Dios para el ministerio – es un ministro – y este ministro está de pie en presencia de un ángel. Ahora, uno pensaría, hasta ahora, que esa imagen, esa escena, es una muy positiva e inspiradora; pero justo a su lado, al otro lado de aquel donde el ángel está, está el ángel caído – el ángel malévolo, el ángel malicioso – quien estaba parado ahí acusándolo. Ahora, ¿de qué lo acusa? «Y el ángel del Señor dijo a Satanás: El Señor te reprenda, Satanás. Repréndate el Señor que ha escogido a Jerusalén. ¿No es este un tizón arrebatado del fuego? Y Josué estaba vestido de ropas sucias, en pie delante del ángel». ¿Ves lo que está pasando aquí? El sacerdote aparece en la presencia de Dios y su ropa está sucia.

La gente me pregunta, ya saben, si me pongo nervioso antes de hablar frente a un grupo. Y digo, ya saben, por cortesía se dice que debemos decir que no hay tal cosa como una pregunta tonta, pero esa pregunta es tonta. Eso es como Claude Harmon, en el evento previo al Torneo Master, hace varios años, él tenía varios hoyos-en-uno consecutivos en el campo de golf – (dije que dejaría de contar estas historias de golf, pero tenía que guardar una) hoyos-en-uno consecutivos; y después, en la conferencia de prensa un reportero de un periódico levantó la mano y le dijo, «Señor Harmon, ¿es la primera vez en su carrera que ha tenido un hoyo-en-uno consecutivo?» Esa es una pregunta tonta.

Pero vemos a Josué y su ropa está sucia. Eso indica que hay una mancha o algo que está quitándole la pureza de su cargo y de su misión. Es eso lo que Satanás ve y en lo que se enfoca, y ¿qué es básicamente lo que está haciendo? Le está diciendo al Ángel, le está diciendo a Dios, «Mira a este hombre. Él no está en condiciones de ser un ministro en Tu presencia. Su ropa está sucia». He tenido ese tipo de sueños. Dije que me ponía nervioso antes de pararme frente a un grupo. Me pongo tan nervioso que a veces tengo pesadillas y sueño –esto es el tipo de cosas que sueño, sueño que debo hablar en una iglesia el domingo y llego a la iglesia y es hora de que empiece el servicio y no tengo zapatos o no tengo camisa blanca o no tengo corbata. En otras palabras, no estoy vestido adecuadamente.

Ahora, me imagino que un psiquiatra podría tener un día de trabajo con eso, estoy seguro. No es que, nunca sueño que olvido lo que iba a decir y eso es lo que me preocupa antes de ir. Me refiero a que realmente me preocupa eso, «¿Voy a tener algo que decir? ¿Me voy a olvidar de una parte? ¿Qué le voy a decir a esta gente?». Así que nunca me preocupo conscientemente, «¿Voy a aparecer allí sin un par de zapatos o sin corbata o sin camisa blanca?» Pero cuando duermo, esas son las cosas con las que sueño. Creo que sería tan vergonzoso pararme frente a 2000 personas y no tener la ropa adecuada puesta. Somos muy conscientes de ese tipo de cosas, ¿no? Pero imagina a un sacerdote siendo conducido a la presencia de Dios. Y recuerden que las ropas sacerdotales en el Antiguo Testamento fueron ordenadas y decretadas por prescripción detallada de Dios mismo.

Dios dijo: «Esto es lo que quiero que los sacerdotes usen» y se nos dice en el Antiguo Testamento que las ropas del sacerdote fueron diseñadas con belleza y gloria, para que Dios fuera honrado por la magnificencia de las ropas del sacerdote; y he aquí que el sumo sacerdote viene a la presencia de Dios con suciedad en todas sus ropas; y Satanás reacciona a eso. «¿Qué estás haciendo aquí? ¡No perteneces aquí! Este no es un lugar para gente sucia, esta es la presencia de Dios», y en medio de la acusación Dios abre Su santa boca y habla y dice: «¡Satanás, cierra la boca! ¿No es este un tizón arrebatado del fuego?» Cómo amo ese pasaje. Me fascina esa declaración de Dios, ¿a ustedes no? Es decir, piénsenlo. ¿Alguna vez han estado acampando en el bosque y han calentado malvaviscos? Consigues un palo y lo pones en el fuego.

Haces una pequeña fogata en base a ramas y al final te aseguras de apagarla muy bien de tal manera que no des inicio a un incendio forestal y luego tengas que lidiar con el guardabosques del Oso Yogui y te de un gran discurso y pases un mal rato y te ganes una multa. Cuando sacas el palo con malvaviscos, después de comerlos quieres limpiarlo, ¿alguna vez has tratado de mover algunos de esos palos que han sido carbonizados por el fuego? Prácticamente, esos palos – si sacas un palo del fuego antes de que sea consumido por el fuego, si quieres salvar ese palo y evitar que se destruya, lo sacas y lo más probable es que te manches con el carbón y te quedes con toda la mano sucia. Si no usas guantes y te vas con la mano desnuda para sacar un palo o un tizón y tratas de mantenerlo fuera del fuego, tus manos se van a ensuciar. Así es como Dios describe no solo a Josué, damas y caballeros, sino que los está describiendo a ustedes. Me está describiendo a mí. Un tizón que ha sido arrebatado del fuego.

Entonces cuando Dios te redime, cuando Dios te rescata y te saca de las llamas, Él ensucia Sus manos; cuando Él te rescata eres un tizón arrebatado del fuego. Eso significa que estás cubierto de creosota. Estás cubierto de carbón. Eres un desastre sucio. Dios no espera que una persona sea pura e intachable antes de que Él lo redima. Ese es el Evangelio, ¿cierto? –que mientras estamos sucios se nos da la vestimenta de la justicia de Cristo para ser recibidos en una relación con Dios. Así que todo cristiano es un tizón arrebatado del fuego; lo que eso significa, damas y caballeros, es que cada uno de nosotros tiene ropas sucias. Hay suciedad en tu vida. Hay suciedad en mi vida. No queremos estar dando vueltas y desfilar toda esta basura frente a todos los demás en el mundo. De hecho, hacemos todo lo que está en nuestras manos para ocultarlo.

Pero hay dos personas que conocen todos los trapos sucios en nuestros armarios. Por un lado está Dios y por el otro está Satanás. Satanás es un hurgador de roperos. Le encanta abrir el armario y remover todo, y luego viene delante de Dios y le dice, «Mira esa ropa sucia». «El Señor te reprenda, Satanás. ¿No es este un tizón arrebatado del fuego?». Ahora Josué estaba vestido con ropas sucias y se paró ante el Ángel y este respondió y dijo a los que estaban delante de él diciendo, «Quitadle las ropas sucias. Y él le dijo: Mira, he quitado de ti tu iniquidad y te vestiré de ropas de gala. Después dijo: Que le pongan un turbante limpio en la cabeza. Y le pusieron un turbante limpio en la cabeza y le vistieron con ropas de gala; y el ángel del Señor estaba allí». ¿Ves lo que está pasando aquí? Es que cuando Dios redime a ese hombre del fuego, la persona todavía tiene ropas sucias. Pero Dios no se detiene. Dios pasa por el proceso de reemplazar esas ropas sucias por prendas limpias y Él promete hacer lo mismo por cada uno de ustedes. Él pone un nuevo turbante en tu cabeza, una nueva vestimenta en tu cuerpo que está libre de todas esas imperfecciones.

Pero mientras tanto, mientras vivimos nuestra vida en presencia de Dios, tenemos que escuchar a ese enemigo que constantemente nos recuerda nuestros pecados para acusarnos, quitarnos la paz y nuestra comunión. Ahora, sé que los cristianos debaten para conocer si es posible o no saber con certeza que son redimidos. Hay algunas personas que tienen la posición de decir que nunca podemos estar realmente seguros si tenemos la redención. De hecho, recuerdo que cuando estaba en el seminario, hicimos una encuesta y el 50% de los estudiantes de último año del seminario, no solo dijeron que no pensaban que alguien pudiera saber si una persona había sido redimida, sino que asumir que habías sido redimido era un acto de arrogancia indescriptible.

Ahora, mi posición es que no solo puedes saber si tienes la redención, sino que es tu deber saberlo porque Dios nos manda a asegurarnos de cuál es nuestra condición ante Él y personalmente creo, damas y caballeros, que una de las doctrinas más importantes que un cristiano puede aprender y aprenderla temprano en su caminar, es la doctrina de la seguridad de nuestra salvación. Necesitas saber si estás en un estado de gracia o no estás en un estado de gracia; porque si no lo sabes, eres totalmente vulnerable a la parálisis producto de la acusación del enemigo. Recuerda que Josué estaba escuchando esta conversación. Josué estaba allí con sus ropas sucias y él oye la acusación de Satanás. Satanás dice: «Él está sucio». ¿Qué crees que le habría pasado si esa hubiera sido la única voz que escuchara? Pero gracias a Dios, Dios habló y dijo, «Cierra ahora la boca Satanás. Este es un tizón arrebatado del fuego».

Vemos que los primeros frutos de la justificación según Pablo es esto, «que siendo justificados, nosotros tenemos paz con Dios, acceso a Su presencia». La persona con una conciencia atribulada, la persona que está bajo el peso de esta acusación no tiene paz. Las personas que están en paz con Dios, que saben dónde están, que saben que son redimidas, tienen una libertad que les permite vivir su vida cristiana de tal manera que los convierte en personas de poder en el mundo. Pero es la persona que no está segura, la que tambalea, paralizada entre dos opiniones, movida de aquí hacia allá por cada viento de doctrina, esa persona está discapacitada en su peregrinación espiritual. Es por eso que es de vital importancia que definas en tu vida a qué grupo perteneces y si has sido redimido.

Ahora, lo que es tan sutil acerca de la acusación de Satanás, es que Satanás se llama, a veces, el «calumniador» y ¿qué es un calumniador? Un difamador es alguien que te acusa de cosas de las que eres inocente. Cuando alguien me acusa de algo que no he hecho, eso es calumnia y esa persona me ha infligido una injusticia. Satanás hace eso. Satanás está tan interesado en paralizar a la gente y perturbarla, que dirá mentiras sobre ellas. El perjudicará sus reputaciones con acusaciones falsas. Pero, damas y caballeros, esa no es la única forma en la que lo hace. A veces nos acusa cuando sí somos culpables. La ropa de Josué estaba realmente sucia, ¿no es así? No era que Satanás venía diciendo: «Oh, él tiene la ropa sucia», cuando en realidad tenía la ropa limpia. No, él estaba diciendo la verdad.

Ahora, es aquí donde se pone muy difícil resolver la experiencia cristiana. En nuestro estudio del Espíritu Santo repasamos esto, que el Espíritu Santo, uno de los ministerios del Espíritu Santo en la vida del cristiano y en la santificación es convencernos de pecado. Si pecamos y no nos sentimos culpables al respecto, no debe alegrarnos, porque eso es como tener una enfermedad y no sentir ningún dolor. Podemos pensar que es un beneficio, pero a la larga es muy, muy destructivo. Sentir culpa es algo saludable si es que realmente somos culpables y si no sentimos culpa entonces el Espíritu viene y nos convence de pecado para que podamos apartarnos de él. Pero ¿cuál es la diferencia entre la convicción del Espíritu Santo y la acusación de Satanás? Supongamos que peco y trato de no lidiar con eso, Satanás viene y dice, «Lo hiciste. Sabemos que lo hiciste. ¿Qué clase de persona eres que haría algo así?» El Espíritu Santo viene y me inquieta con lo mismo. ¿Cómo puedes notar la diferencia?

Bueno, ¿cuál es el propósito del Espíritu en la convicción del pecado? Cuando el Espíritu viene a convencerte del pecado, si es que has recibido convicción de pecado, sabes que, aunque es doloroso que nos hagan conscientes del pecado que uno comete, aún así hay algo muy dulce en ello. De cierta forma, cuando el Espíritu Santo nos confronta con nuestro pecado, al mismo tiempo que nos dice que somos culpables, Él nos asegura que somos perdonados al volvernos a Él, Él viene a nosotros no como alguien que intenta destruirnos. Pero la acusación de Satanás no está diseñada para redimirnos, sino para destruirnos, en eso hay una completa diferencia. Sabes la diferencia entre la persona que viene a ti y te dice: «Quiero decirte esto en amor» y luego ¡PUM! Realmente te clava el cuchillo. Ahí es cuando quieres decir, «¡Fuera de aquí Satanás!». Y la persona que realmente te dice que está de tu lado, el Espíritu siempre te dice que está de tu lado cuando Él te convence por tu pecado. Esa es la respuesta a las acusaciones debilitantes de Satanás.

En otras palabras, Satanás nos atacará cuando realmente somos culpables y— y tenemos que saber que existe tal cosa como la culpa verdadera, y el único remedio que conozco para la culpa verdadera, es el verdadero perdón. Yo tengo una ilustración favorita sobre este tema. Tenía una estudiante en la universidad, que en una ocasión se me acercó y estaba muy inquieta. Ella era cristiana y me dijo, «Tengo que hablar con usted». Le dije: «¿Qué pasa?» Ella me dijo, «Bueno, estoy comprometida para casarme, y mi prometido y yo hemos estado involucrados sexualmente y me he sentido terriblemente culpable. Así que fui a ver al capellán de la universidad y le hablé de mi problema y el capellán me dijo: «El problema contigo es que tienes una conciencia muy sensible y te has convertido en víctima de un tabú victoriano, de una ética puritana de tu sociedad. Solo tienes que entender que las cosas han cambiado. No estás llevando una vida promiscua. Estás involucrada sexualmente con alguien con quien estás comprometida, y te vas a casar; y este es el siglo XX. Esta es la ética sexual de nuestros tiempos, y tienes que entender que para ser libre de esta culpa que te paraliza, tienes que entender que no eres culpable de nada».

La chica me miró, ya saben, ella dijo, «Pero Dr. Sproul, todavía me siento culpable». De inmediato estábamos en medio del gran misterio de la culpa, aquí está la diferencia entre lo que yo llamo «objetivo» y «subjetivo». Era la diferencia entre la culpa y los sentimientos de culpa. La culpa se define legal y teológicamente como una transgresión de la ley de Dios. Si una persona cruza esa línea y viola la ley de Dios, es culpable a la vista de la justicia de Dios. Ahora, esa persona, cuando viola la ley de Dios, puede sentirse terrible al respecto, o puede no sentir nada. Cómo se siente no tiene nada que ver con la realidad o la no realidad de la culpa verdadera. ¿Te das cuenta de eso? Pero el perdón, una vez más, es algo que Dios hace y cuando lo hace es una realidad objetiva, no depende de mis sentimientos. Eso es lo que Satanás hace. Se concentra en tus sentimientos. Él trata de hacerte un cristiano sensible, de modo que solo estés tan seguro de su perdón, dependiendo de cómo te sientes en un determinado momento.

Por eso la fe, damas y caballeros, viene de escuchar y oír la Palabra de Dios. Es por leer las promesas de Dios y abrazarlas en nuestra vida que llegamos a ser libres y podemos leer con el apóstol Pablo, «¿Quién acusará a los escogidos de Dios?» Entendemos que Cristo es nuestra justicia y la única manera en la que lo vamos a agradar es viviendo diariamente en dependencia de Su gracia, sin temas pendientes, confesando nuestros pecados a medida que vivimos, pero no estando paralizados por la culpa en que incurrimos en el camino, sino confesándola, siendo limpios de ella y avanzando en el alto llamamiento que es nuestro, en Cristo.

R.C.Sproul

La canción de Elisabet

Aviva Nuestros Corazones

Serie: Elisabet: Cómo lidiar con la desilusión

La canción de Elisabet – Lección 6

¡Llegamos a nuestra última semana! Que maravilloso ha sido caminar juntas a través de estas seis semanas. Gracias por haber estado no nosotras. Hoy damos fin a nuestro estudio bíblico de Elisabet.

Esta semana hablaremos de la canción de Elisabet. Los cristianos deberían ser personas que cantan. Aquellos que no conocen a Cristo tienen muy poco de qué cantar y nada de qué cantar cuando se trata de la muerte. Por otro lado, aquellos que sí conocen a Cristo tienen muchas razones para irrumpir en cánticos.

No es pecado querer un hijo. No es pecado querer estar casado. No es pecado querer una carrera más satisfactoria. No es pecado desear provisión financiera. Estos anhelos no son, en sí mismos, pecaminosos. Lo que es pecaminoso es cuando exigimos que se cumplan ahora o tomar una postura de amargura frente a la desilusión.

Los anhelos más profundos de nuestros corazones no pueden ser llenados por una persona o cosa creada, y es por eso que debemos aprender a aceptar los anhelos no cumplidos, aprender a vivir con ellos y rendirlos a Dios.

Frases para meditar:
Charles Spurgeon lo dijo de esta manera: «Somos ordenados para ser los trovadores de los cielos, así que ensayemos nuestro eterno himno antes de cantarlo en los pasillos de la Nueva Jerusalén».
A través de su Palabra, Dios nos llama a más que simplemente soportar la desilusión. Debemos usar nuestras vidas para dar gloria a Dios y animarnos unos a otros.
Los redimidos siempre tienen motivos para cantar, incluso cuando nuestros corazones están abatidos o nuestras circunstancias son abrumadoras.
Ante la desilusión, la alabanza puede sentirse como un sacrificio. Somos tentadas a perder la esperanza o exigir nuestro propio camino. Y sin embargo, una vez rendidas, las desilusiones funcionan como la leña, alimentando nuestra devoción al Señor.
Profundiza más:
Elisabet nos muestra cómo cantar a través de las desilusiones de la vida. ¿Tienes una canción o un himno que te recuerda la fidelidad de Dios?
¿Cómo reaccionas ante esta afirmación? «… Los anhelos no son, en sí mismos, pecaminosos. Lo que es pecaminoso es cuando exigimos que se cumplan ahora, o cuando tomamos una postura de amargura frente a la desilusión». ¿Alguna vez has respondido pecaminosamente ante los anhelos no cumplidos?
¿Qué has aprendido acerca de rendir tus deseos a Dios?

Recuerda:
Mis amadas la historia de Elisabet es un recordatorio de que podemos enfrentar la desilusión con gracia debido a la esperanza que tenemos en Cristo. Nuestras historias pueden ser una continuación de su canción, mientras nos recordamos mutuamente que debemos mirar más allá de nuestros deseos no cumplidos hacia Aquel que, en última instancia, satisfará cada anhelo.

Nuestras circunstancias en este momento no durarán para siempre. Hay algo más grande. Hay algo que las supera, que excede nuestras circunstancias. Elisabet pudo enfrentar su desilusión porque sabía que se avecinaba un día en que todos los reyes, cada presidente, cada primer ministro, cada dictador, cada esposo, cada jefe, cada líder, cada político; todos se inclinarían ante Su majestad, y Jesús reinará por los siglos de los siglos.

Quien lleva nuestras cargas

Quien lleva nuestras cargas
¿Apoya solo a sus seres queridos, o le demuestra amor a todo el que le rodea?

2 de mayo de 2022

Romanos 15.1-7

Cada semana, las iglesias se llenan de personas que experimentan una amplia gama de problemas y, como creyentes, debemos llevar las cargas los unos de los otros (Gn 6.2). Este no es solo el trabajo del pastor, él no puede estar al tanto de todas las necesidades de la congregación. Por eso todos estamos llamados a ayudarnos unos a otros. Sin embargo, lograrlo requiere algunos cambios de nuestra parte.

SENSIBILIDAD. Si no somos sensibles a lo que las personas enfrentan, ¿cómo podemos orar por ellas u ofrecerles apoyo? Pídale al Espíritu Santo que le ayude a sensibilizarse con las luchas de los demás.

ACEPTACIÓN. Debemos aceptar a los demás creyentes como Cristo nos ha aceptado a nosotros. Eso significa estar dispuestos a compartir las cargas de los demás, sin importar quiénes sean.

DISPOSICIÓN. Ayudar a la gente puede resultar inconveniente, pero una comunidad de fe prospera cuando auxiliamos a quienes nos rodean.

El Señor es quien consuela a los que sufren y ayuda a los débiles, pero a menudo lo hace por medio de su pueblo. La Biblia nos dice que toda la ley se cumple en un solo mandamiento: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Ga 5.14). Y usted, ¿apoya solo a sus seres queridos, o le demuestra amor a todo el que le rodea?

Biblia en un año: 1 Crónicas 4-6

NOCHE DE RENOVACIÓN

NOCHE DE RENOVACIÓN
¡Padre mío!
Si Tu misericordia tuviese límites, ¿dónde estaría mi refugio de la justa ira?
Mas Tu amor en Cristo es sin medida. Así me presento a Ti con los pecados
de comisión y omisión, contra Ti Padre mío, contra Ti adorable Redentor,
contra Ti y Tus esfuerzos, oh Espíritu Santo, contra los dictámenes de mi
conciencia, contra los preceptos de Tu Palabra. No entres en juicio conmigo,
pues yo no defiendo ninguna justicia propia, y no tengo excusa ninguna para
la iniquidad. Perdona mis días oscurecidos con el mal.
Esta noche yo renuevo mi penitencia. Todas las mañanas yo me
comprometo a amarte más intensamente, servirte más sinceramente, ser
más dedicado en mi vida, ser totalmente tuyo; Sin embargo, pronto
tropiezo, retrocedo, y tengo que confesar mi debilidad, miseria y pecado.
Más yo Te bendigo que la obra terminada de Jesús no necesita la adición
de mis acciones, que su oferta es la satisfacción suficiente por mis pecados.
Si los días futuros fueren míos, ayúdame a transformar mi vida, odiar y
detestar el mal, a huir del pecado a confesar. Hazme más firme, más
atento, más orante. No permitas que ningún mal fruto brote de las
semillas del mal que mis manos sembraran; Que ningún vecino se
endurezca en la vanidad y la locura por mi falta de prudencia. Si hoy yo
tuviera vergüenza de Cristo y Su Palabra, yo he mostrado crueldad,
maldad, envidia, falta de amor, hablar irreflexivo, temperamento
impetuoso, que estos no sean ninguna piedra de tropiezo para los demás, o
deshonra para Tu nombre. ¡Oh! Ayúdame a dar ejemplo en la actitud
correcta; que yo nunca sea reprendido por vicio o tiente a Dios, y así
demostrar lo hermoso que son los caminos de Cristo.

¿Por la fe o por las obras?

Lunes 2 Mayo
Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.
Efesios 2:8
¿Por la fe o por las obras?
Paseando por el bosque me encontré con un hombre de avanzada edad, quien me dijo: -¡Qué maravilla esta naturaleza! Yo le respondí: -Sí, nuestro Dios es grande, maravilloso, y también nos da el regalo de la vida.

 – Ah, estoy más cerca del fin que usted… Pero espero que Dios sea indulgente… ¡Además, desde hace muchos años participo en las actividades de mi iglesia!

 – ¿Piensa que así obtendrá la gracia divina, su acceso a la presencia de Dios? Nuestras obras no bastan para eso…

 – ¡Oh!, ¿qué está diciendo?

 – Que solo la justicia de Cristo puede abrirnos las puertas del cielo. Esta justicia es dada a todos los que creen en el valor de su sacrificio en la cruz.

La actitud de mi interlocutor cambió. Y cuando añadí: -Incluso un hombre como Albert Schweitzer, el médico de la selva en Lambaréné (Gabón, África), estaría perdido sin Cristo… respondió con vehemencia: -Alguien que hizo tanto bien como él no necesita salvación, pues ganó su lugar en el cielo.

Le di un tratado evangélico, y se fue molesto.

Seis meses más tarde, en el centro de la ciudad, un hombre se me acercó:

 – ¿Me reconoce? Nos vimos el verano pasado en el bosque.

 – ¡Claro, he orado a Dios por usted!

 – Lo que usted dijo es verdad, si alguien no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios (Juan 3:3). Ahora creo que Jesucristo es el único camino que lleva al cielo.

Isaías 45 – Marcos 6:1-29 – Salmo 51:1-5 – Proverbios 14:27-28

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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