La depresión es un padecimiento que se ha propagado grandemente afectando a millones de personas, tanto a cristianos como a no cristianos. Quienes sufren de depresión pueden experimentar intensos sentimientos de tristeza, ira, desesperanza, fatiga y una variedad de otros síntomas. Pueden empezar a sentirse inútiles y aún pensar en el suicidio, perdiendo interés en cosas y personas con las que antes disfrutaban. Con frecuencia la depresión es provocada por las circunstancias de la vida, tales como la pérdida del trabajo, la muerte de un ser querido, el divorcio o problemas psicológicos como el abuso o la baja autoestima.
La biblia nos dice que estemos llenos de gozo y alabanza (Filipenses 4:4; Romanos 15:11), así que aparentemente Dios propone que vivamos vidas con gozo. Esto no es fácil para alguien que atraviesa por una situación depresiva, pero ésta puede mejorar a través de los dones de Dios en la oración, estudios bíblicos y su aplicación, grupos de apoyo, compañerismo con otros creyentes, confesión, perdón y consejería. Debemos hacer un esfuerzo consciente para no estar absortos en nosotros mismos, sino más bien dirigir nuestros esfuerzos al exterior. Los sentimientos de depresión con frecuencia pueden resolverse cuando el que sufre quita la atención de sí mismo y la pone en Cristo y los demás.
La depresión clínica es una condición física que debe ser diagnosticada por un médico especialista. Puede que no sea causada por circunstancias desafortunadas de la vida, ni los síntomas pueden ser aliviados por voluntad propia. Contrariamente a lo que algunos creen en la comunidad cristiana, la depresión clínica no siempre es causada por el pecado. En ocasiones la depresión puede ser un desorden que necesita ser tratado con medicamentos y/o consejería. Desde luego, Dios es capaz de curar cualquier enfermedad o desorden; sin embargo, en algunos casos, el consultar a un doctor por una depresión, no es distinto a ir a un médico por una herida.
Hay algunas cosas que pueden hacer quienes sufren de depresión, para aliviar su ansiedad. Deben asegurarse de estar firmes en la Palabra, aún cuando no sientan deseos de hacerlo. Las emociones pueden desviarnos, pero la Palabra de Dios permanece firme e inmutable. Debemos mantener firme también nuestra fe en Dios, y acercarnos aún más a Él cuando pasemos por tribulaciones y tentaciones. La biblia nos dice que Dios nunca permitirá en nuestras vidas, aquellas tentaciones que estén más allá de nuestra capacidad para manejarlas (1 Corintios 10:13). Aunque el estar deprimido no es pecado, el cristiano sí es responsable de la manera cómo responda a la aflicción, incluyendo el obtener la ayuda profesional que necesite. “Así que, ofrezcamos siempre a Dios por medio de Él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre” (Hebreos 13:15).
Un pastor o misionero, si está realizando bien su trabajo, tiene muchas labores importantes que debe desempeñar con dedicación y esmero, una de ellas es la consejería bíblica impartida a un número elevado de los miembros de la congregación que Dios ha puesto bajo su cuidado. La verdad sea dicha que, como ministros e hijos de Dios, los problemas de las personas deben de ser nuestra constante preocupación y carga, y al mismo tiempo debemos buscar mejorar nuestras habilidades como consejeros cristianos.
Sin embargo, la consejería bíblica no debería ser una labor solamente de los pastores, sino de cada cristiano maduro en la fe, ya que siempre habrá necesidades y problemas de todo tipo entre la gente que requerirá los sabios consejos de la Palabra de Dios. La consejería cristiana, realizada correctamente y basada sólo en la Biblia, es algo indispensable para la edificación en la vida de los creyentes en Cristo. A este respecto, tenemos que reconocer algunos puntos en cuanto a este tema de la consejería cristiana:
MIENTRAS HALLA SERES HUMANOS EXISTIRÁN LOS PROBLEMAS GRAVES Cuando uno, como pastor, está escuchando atentamente los problemas de alguien, aparte de estar orando a Dios internamente para dar un buen consejo bíblico, en ocasiones uno se pregunta: “¿Y cómo le hizo esta persona para enredar tanto su vida?”
El pecado en nuestra vida trae la muerte o separación de Dios (Ro. 6:23), pero también nos acarrea innumerables problemas emocionales, familiares, físicos y aún económicos. Si recordamos la parábola del “Hijo Pródigo” (Lc. 15:11-24), vemos a un joven que por el pecado y la rebeldía de su ser se había metido en tantos problemas: Tenía problemas familiares porque había defraudado a sus padres, había sido muy rebelde y necio, abusó de su confianza, los abandonó; tenía problemas morales porque había estado viviendo perdidamente, consumió sus bienes con prostitutas (15:30); tenía problemas económicos ya que no tenía un solo peso para comer algo digno, anhelaba la comida de los cerdos (15:16-17); seguramente tenía problemas emocionales ya que se sentía rechazado, avergonzado, tenía remordimientos, etc.; y lo más serio es que tenía problemas espirituales fuertes, ya que le había fallado a Dios y ahora estaba hundido por sus propios pecados… tristemente, hoy en día, hay muchas vidas así.
La razón es clara en la Biblia: Todos somos pecadores (Eclesiastés 7:20) y el pecado nos lleva a una vida destruida, así que mientras halla seres humanos sobre esta tierra, existirán problemas graves. Muchos de nosotros así llegamos al Señor Jesucristo con una vida enredada, revuelta y ahora estamos tratando de caminar en los preceptos de Dios, pero por eso necesitamos hermanos mayores en la fe, que nos den buena consejería cristiana que nos ayude a ir saliendo de todos esos problemas en los que nos habíamos metido. Definitivamente, debido a lo grave del problema de pecado en la raza humana, la consejería cristiana se hace indispensable entre el pueblo de Dios.
MIENTRAS HALLA PROBLEMAS GRAVES EXISTIRÁN VIDAS DESTRUÍDAS El Señor Jesucristo enseñó claramente que él había venido para dar paz a aquellos que se sintieran “trabajados y cargados” (Mateo 11:28); también dijo que él deseaba dar una “vida abundante” (Juan 10:10), una vida con propósito y llena de bendiciones de lo alto. La Biblia menciona tantas veces la palabra “bienaventurados” que es muy obvio que Dios quiere que tengamos vidas felices, dichosas. Pero la realidad en la vida de muchas personas y aún, a veces de algunos creyentes, es otra muy diferente.
Desgraciadamente, un gran número de personas anda en busca de tratamiento psicológico. Tan sólo en nuestro amado México, uno de cada seis habitantes tiene problemas psiquiátricos, uno de cada 25 mexicanos tiene problemas de depresión, hay problemas de ansiedad, de angustias, de fobias, mucha gente esta pasando problemas serios en su vida. Los datos son alarmantes, no sólo en este ámbito, sino también respecto a las adicciones, los problemas familiares, la inmoralidad, la violencia familiar y social, etc.
Las vidas y familias destruidas de tantas personas, hace indispensable la consejería cristiana dentro del pueblo de Dios, para que Dios cumpla su propósito en nosotros de darnos una vida llena de gozo, paz y amor.
MIENTRAS HALLA VIDAS DESTRUÍDAS EXISTIRÁ LA NECESIDAD DE CONSEJERÍA BÍBLICA En pleno siglo XXI con tanta información y con tantos avances científicos, es incomprensible que el ser humano no sepa resolver sus problemas personales y familiares y siga batallando para vivir en armonía, como dijo Martín Luther King: “Los seres humanos hemos aprendido a volar como las aves, también a nadar como los peces, pero no hemos aprendido a vivir como hermanos”
Allí es exactamente donde entra en acción la consejería cristiana, en realidad es donde entra en acción la Santa Palabra de Dios, dando luz al ser humano para tener una vida verdaderamente feliz. En donde, la sociedad y su sabiduría humana han fracasado rotundamente, es donde los principios bíblicos siempre nos hacen salir victoriosos.
La consejería cristiana es aplicar los principios eternos de las Sagradas Escrituras a los problemas y necesidades específicas de una persona. Es hacer claros los preceptos de la Biblia a la mente de una persona turbada y angustiada por las dificultades que hay en su vida.
La consejería cristiana es algo indispensable por que es una de las maneras en que Dios restaurará esas vidas destruidas, es la forma de confrontar a las personas con los principios eternos de la Palabra de Dios, es poner en evidencia la falsa “sabiduría humana” y exaltar la verdadera sabiduría de Dios. Jay E. Adams en su libro “Capacitados para restaurar” dice que “en pocas palabras la consejería cristiana es la confrontación que brota del sentimiento de cambiar algo que Dios desea cambiar”.
La consejería cristiana es algo sumamente útil porque NO es tratar de cambiar a la gente sólo porque no piensa como nosotros, o porque no es como nosotros, sino que es tomar el manual del Dios Altísimo para la vida y la familia, la Biblia, y mostrarla a la persona que por no seguir las instrucciones eternas tiene su vida, un poco o un mucho, descompuesta. Es tomar la medicina de Dios y aplicarla directamente en la herida grave de una persona mal herida por su pecado. Es tomar la brújula de Dios que llevará a puerto seguro a esa vida que va navegando con dificultad y con peligro de naufragar en el tempestuoso mar.
El mundo está en caos simple y sencillamente por ignorarlos preceptos eternos de Dios, por ignorar sus mandamientos, por violar su Ley, así que debido a la enorme importancia de la Biblia, la consejería cristiana es indispensable dentro del pueblo de Dios.
MIENTRAS HALLA CONSEJERÍA BÍBLICA, EXISTIRÁ LA GUÍA DE DIOS La consejería, en particular la que emplea y aplica con eficacia la Palabra de Dios, es un deber necesario e indispensable en la vida y compañerismo cristiano. Es también el resultado que se espera de la verdadera madurez espiritual. Cada cristiano verdadero debe entregarse por entero y sin reservas a la meditación de la Palabra de Dios, debe leer la Biblia, memorizarla, escudriñarla y sobretodo vivirla para que llegado el momento pueda dar un consejo sabio que provenga de lo alto.
La carencia de conocimiento bíblico en el pueblo de Dios es lo que está destruyendo los fundamentos y no nos permite tener iglesias fuertes y crecientes, como dijo el profeta Oseas: “Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento…” (4:6). Necesitamos, urgentemente, que un porcentaje más grande del pueblo de Dios se alimente de la Biblia, madure y pueda ayudar a otros con consejería cristiana, y de esta manera Dios este guiando a sus hijos.
A esta gran necesidad hace referencia John F. MacArthur en su libro “Una nueva mirada a la consejería bíblica” cuando dice: “En años recientes ha habido un fuerte e influyente movimiento dentro de las iglesias intentando reemplazar la consejería bíblica con “sicología cristiana”: técnicas y sabiduría extraídas de las terapias seculares y que, sobretodo, realizan profesionales a sueldo. Esto ha menguado la confianza de la iglesia en las Escrituras, la oración, la comunión y la predicación como medios mediante los cuales el espíritu de Dios obra en la transformación de vidas… que la Iglesia vuelva a las Escrituras como fuente suficiente de ayuda para los problemas espirituales de la gente ” (página 18)
Definitivamente, debemos volver a tomar la guía de Dios en cada aspecto de nuestra vida para poder ser la clase de cristianos que él quiere que seamos. Aunque también es prudente decir, que necesitamos ser buenos oidores de los consejos de Dios, Jesucristo dijo “cualquiera que me oye estas palabras y las hace le compararé a un hombre prudente” (Mateo 7:24), pero notemos que todo empieza con oír los consejos de la Biblia. En ocasiones no tenemos la guía de Dios no por falta de buenos consejeros cristianos, sino por falta de “buenos oídos cristianos”. En ocasiones los pastores o misioneros que aconsejamos llegamos a pensar que las personas piden consejo para hacer exactamente lo contrario o para terminar haciendo su voluntad. Esto es algo irónico porque se invierten horas en aconsejar para finalmente no seguir el consejo de la Biblia, para que cada quien haga, como en el tiempo de los jueces, lo que bien le parezca (Jueces 17:6). Tal vez es lo que mencionó, en una ocasión, el General Norman Schwarzkopf: “Uno sabe siempre lo que debe hacer; lo difícil es hacerlo”. Sin embargo, cuando un consejo cristiano y bíblico es desechado, estamos desechando la guía del mismo Creador del universo. En estos tiempos de tantas mentiras disfrazadas de verdad, de tantas herejías, de tantas doctrinas innovadoras, no podemos darnos el lujo de menospreciar los preceptos de Dios porque eso nos puede traer muchos problemas, recordemos que “vergüenza tendrá el que menosprecia el consejo” (Proverbios 13:18).
La consejería cristiana es indispensable porque es una de las maneras en que Dios guía a sus hijos, les imparte su Palabra y les provee de herramientas para vivir vidas victoriosas. En nuestras iglesias, démosle el valor debido a la buena y bíblica consejería cristiana.
La doctrina de la justificación definida confesionalmente
Por Chad Van Dixhoorn
Nota del editor: Este es el tercer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: La doctrina de la justificación.
Diez años después de que Martín Lutero publicara sus noventa y cinco tesis, los teólogos y príncipes luteranos comenzaron a trabajar en una declaración de fe que se convirtió en la Confesión de Augsburgo (1530). Para entonces, ya estaba claro que un artículo definitorio de la Reforma era la doctrina de la justificación, ya que una de las prioridades de los creyentes evangélicos, como se les conocía entonces a los protestantes, era confesar claramente cómo los cristianos se benefician de la gracia de Dios por medio de Cristo. Así, después de presentar artículos sobre Dios, el pecado y la obra de Jesús, los luteranos, como se les llamó más tarde, ofrecieron un cuarto artículo: «De la justificación». El artículo afirmaba claramente que no podemos ser justificados ante Dios por nuestras «propias fuerzas, méritos u obras», sino que somos justificados por causa de Cristo y por la fe.
Fue un buen comienzo. Lo que la Confesión de Augsburgo había hecho era importante, pues resumía los elementos básicos de una doctrina completamente bíblica. Pero el artículo sobre la justificación era conciso, más breve que el artículo de Augsburgo sobre la «Nueva obediencia» y mucho más breve que el artículo sobre el arrepentimiento. Tampoco era claro: el artículo sobre la justificación terminaba con una observación de Romanos 3 y 4 afirmando que Dios imputa la fe como «justicia», pero no explicaba lo que esto significa.
No pasó mucho tiempo antes de que los protestantes reformados redactaran sus propias confesiones, y una vez iniciado el movimiento, parecía que no se detendría. En su pico, o mejor dicho en su alta meseta, se produjeron aproximadamente cincuenta confesiones y catecismos en veinte años. Casi todos estos resúmenes de las Escrituras abordaban la doctrina de la justificación. Pero un grupo importante de documentos confesionales apareció durante la primera Contrarreforma católica romana: la Confesión Belga (1561), los Treinta y Nueve Artículos (1562) y el Catecismo de Heidelberg (1563).
El artículo 23 de la Confesión Belga, al igual que las declaraciones luteranas anteriores, se enfocaba en el don gratuito del perdón por medio de Cristo y en la maravillosa liberación del juicio que Adán se ganó y que sus descendientes merecen. El autor de la confesión, que pronto se convertiría en un valiente mártir, describió de manera hermosa la justicia del cristiano, por lo que entendía muy bien el perdón del cristiano.
El artículo 11 de los Treinta y Nueve Artículos ofrece un comentario escueto sobre la justificación, pero lleva al lector a reflexionar sobre cómo la doctrina de la justificación no solo es «muy sana» sino que también es «muy llena de consuelo».
La pregunta y respuesta 60 del Catecismo de Heidelberg no menciona la justificación en absoluto, pero la ausencia de una palabra no significa que el catecismo no enseñe el concepto. Típico del Catecismo de Heidelberg, la respuesta no tiene sentido sin la pregunta, pero una vez que se juntan las dos partes, la combinación cobra perfecto significado. El problema de la conciencia culpable y el privilegio de las bendiciones salvadoras de Dios en Cristo se discuten con el más íntimo de los pronombres: «haber transgredido terriblemente» y, sin embargo, Dios me trata «como si yo nunca hubiera tenido ni cometido pecado alguno, e incluso como si hubiera cumplido perfectamente con toda la obediencia que Cristo ha logrado por mí, siempre y cuando yo tan solo reciba este beneficio con un corazón creyente». Las preguntas que siguen exploran la función de la fe (pregunta 61), nuestras propias buenas obras (preguntas 62-64), y el origen de la fe, regocijándose de que la fe viene «Del Espíritu Santo, que obra fe en nuestros corazones mediante la predicación del santo Evangelio, y la confirma a través del uso de los santos sacramentos» (pregunta 65).
La Confesión Belga y el Catecismo de Heidelberg (a diferencia de los Treinta y Nueve Artículos) iniciaron la práctica de respaldar sus enseñanzas con notas al pie de página con citas de la Biblia, que a menudo se conocen como «textos de prueba». Esto es una ventaja para los lectores, aunque los que conocen bien la Biblia no se sorprenden con los textos utilizados. Al fin y al cabo, algunas partes de la Biblia hablan más claramente del tema de la justificación que otras. La Confesión Belga cita un par de versículos de los Salmos y de Romanos 3 y 4. Los textos del Catecismo de Heidelberg se toman casi por completo del Nuevo Testamento, con muchas referencias a Romanos 3-4, Gálatas 2, Efesios 2 y algunas referencias más a los escritos inspirados de los apóstoles Pablo y Juan, y de otros. Los cristianos que se toman el tiempo de buscar cada pasaje son ricamente recompensados.
Con el Catecismo de Heidelberg, otra pieza del rompecabezas cae en su lugar. Aquí queda claro que en la justificación somos declarados justos: Dios «me imputa la perfecta satisfacción, justicia y santidad de Cristo». Pero después de un paso adelante, se da un paso hacia el lado, pues no está claro cómo encaja el perdón con la justificación. El Catecismo de Heidelberg presenta la bendición del perdón en su desarrollo de los temas de los sacramentos, de la predicación y de la oración del padrenuestro, pero no es tan claro como la Confesión Belga en cuanto a que el perdón está ligado a la justificación.
El hecho de que la Confesión Belga resalte una verdad y el Catecismo de Heidelberg resalte otra no es de tanta importancia para quienes utilizan estos documentos. De hecho, la mayoría de las iglesias que utilizan uno de estos textos utilizan ambos y añaden también los Cánones de Dort. Estos tres textos juntos son aceptados como las Tres Formas de Unidad para sus iglesias y representan un resumen completo de la enseñanza de las Escrituras sobre temas esenciales.
Los Cánones de Dort se redactaron en 1618-19 en respuesta a los errores que se enseñaban en los Países Bajos. Los cánones plantean cinco puntos bajo cuatro encabezados, que han llegado a ser conocidos como los «cinco puntos del calvinismo». Los cánones corrigen los malentendidos sobre la gracia de Dios en la predestinación, la medida en que los seres humanos están dañados por la caída, la naturaleza de la gracia de Dios, etc. Curiosamente, el Sínodo de Dort, que produjo los cánones, decidió no abordar en profundidad los errores sobre la justificación, aunque el mismo grupo de maestros problemáticos (llamados remonstrantes o arminianos) también estaban confundidos sobre esa doctrina. De hecho, las referencias a la justificación en los Cánones de Dort aparecen de pasada. Se mencionan errores sobre la justificación, se enfatiza la unidad del plan de redención («a los que [Dios] justificó, también los glorificó», como dice Rom 8:30) y se citan muchos versículos que mencionan la justificación, pero no se explican.
La última gran declaración confesional de las iglesias reformadas es la Confesión de Fe de Westminster y los Catecismos Mayor y Menor que la acompañan. Estos fueron redactados y «revisados con textos de prueba» entre 1646 y 1648 por la Asamblea de Westminster (1643-53), constituída por un grupo de teólogos reunidos en Inglaterra que también contó con la ayuda de un puñado de teólogos escoceses.
La primera tarea de la Asamblea de Westminster fue revisar los Treinta y Nueve Artículos. Cuando la asamblea llegó al artículo 11, sobre la justificación, decidió que tenía que hacer cambios importantes. En primer lugar, el artículo revisado debía ofrecer una definición clara de la justificación porque la asamblea había llegado a la conclusión de que el término justificación debía ser el término bíblico que abarcara, por un lado, la justicia acreditada, y por otro, el perdón divino, dos aspectos distintos pero esenciales de la doctrina de la justificación. En segundo lugar, el artículo revisado por la asamblea tendría que explicar el fundamento o la base de la justificación. ¿Sobre qué base se pueden perdonar nuestros pecados e imputar la justicia de Cristo?
Al final se abandonó la tarea de revisión y la asamblea redactó nuevos textos. Resultó que el capítulo 11 de la nueva confesión también era sobre la justificación. Queda claro de inmediato que la asamblea, incluso al escribir algo nuevo, se basó en lo antiguo, como podemos ver en un solo párrafo inicial, pero completo:
A quienes Dios llama eficazmente, también los justifica gratuitamente (Rom 8:30; Rom 3:24): no mediante la infusión de justicia en ellos, sino que les perdona sus pecados, y cuenta y acepta sus personas como justas, mas no por algo obrado en o hecho por ellos, sino solamente por causa de Cristo; tampoco les imputa la fe misma, ni el acto de creer o alguna otra obediencia evangélica como su justicia, sino que les imputa la obediencia y la satisfacción de Cristo (Rom 4:5-8; 2 Co 5:19, 21; Rom 3:22, 24-25, 27-28; Tit 3:5, 7; Ef 1:7; Jer 23:6; 1 Co 1:30-31; Rom 5:17-19), recibiendo ellos a Cristo y descansando en él y en su justicia mediante la fe, la cual no la tienen ellos mismos, pues es don de Dios (Hch 10:44; Gal 2:16; Flp 3:9; Hch 13:38, 39; Ef 2:7, 8).
Aquí finalmente se reúnen las enseñanzas de las confesiones anteriores bajo un mismo techo, incluyendo pasajes bíblicos citados a menudo en las Tres Formas de Unidad. Remontándose a la primera confesión luterana, y sobre todo a la propia Biblia, la confesión nos muestra que es Dios quien justifica, y lo hace gratuitamente, sin necesitar algo de nosotros. Encontramos nuestra salvación «no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia» (Tit 3:5). Somos justificados por Su gracia. No por algo obrado en nosotros o hecho por nosotros; ni siquiera el hecho de creer nos hace merecedores de una posición ante Dios. Es «en Él» que «tenemos redención», es decir, en Cristo. Somos justificados «mediante su sangre». Es por Él que encontramos «el perdón de nuestros pecados, según las riquezas de su gracia» (Ef 1:7).
En última instancia, se nos asegura que Dios estableció a Jesucristo como el Único que necesitamos para nuestra justificación. Él es nuestra sabiduría, nuestra santidad y nuestra redención. Y Él es nuestra justicia (1 Co 1:30-31). Dios nos justifica al imputarnos la obediencia y la satisfacción de Cristo. Esta es la enseñanza de la Biblia y es esta enseñanza la que se recupera y se transmite cada vez con más claridad en estos resúmenes de credos evangélicos, que culminan en las confesiones de la Iglesia cristiana posteriores a la Reforma. Alabado sea el Señor por la bendición de la justificación que recibimos por medio del Señor Jesucristo y que Él ha enseñado a Su pueblo por el poder de Su Espíritu Santo.
Publicado originalmente en Tabletalk Magazine. Chad Van Dixhoorn El Dr. Chad Van Dixhoorn es profesor de historia de la Iglesia y director del Centro Craig para el Estudio de las Normas de Westminster en el Seminario Teológico Westminster de Filadelfia. Es autor de Confessing the Faith.
¿Sabía usted que está librando una batalla todos los días de su vida? El objetivo del enemigo es debilitar, engañar y extraviar a los creyentes. Dios protege a todos los que pertenecen a Él, para que los poderes malignos nunca puedan tocar nuestra salvación (1 P 1.3-5). Sin embargo, sí pueden llevarnos a pecar, causarnos desánimo, arruinar nuestro testimonio en Cristo y causar otros daños.
La exhortación principal en el pasaje de hoy es “estar firmes”, y se menciona tres veces (Ef 6.11, 13, 14). Pablo dice que el propósito de la armadura de Dios es capacitarnos para que nos mantengamos firmes en la batalla, y su lista de la armadura no estaría completa sin el calzado mencionado en Efesios 6.15. Las suelas de las sandalias de un soldado romano estaban confeccionadas con clavos de hierro, lo que les permitía mantenerse firmes ante un ataque enemigo.
Hoy, nuestro calzado de anclaje es la fe en el evangelio, que no solo nos concede el estar en paz con el Padre celestial, sino también nos convierte en adversarios de Satanás. Así que, plante sus pies y ánclese sobre una base sólida de fe. Cuando desaprovechamos la protección que tenemos en Cristo, es más probable que retrocedamos en la lucha y cedamos a las tentaciones de Satanás.
Lunes 16 Mayo Espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios. 1 Samuel 9:27 Es el tiempo de buscar al Señor. Oseas 10:12 Enséñanos… a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. Salmo 90:12 ¡No tengo tiempo! ¡Qué tiempos más sorprendentes los que vivimos! Los avances tecnológicos nos proporcionan, en todas las áreas y entre otras cosas, los medios para ser cada vez más eficientes, para ahorrar tiempo. Teléfonos inteligentes, ordenadores y máquinas de todo tipo cambiaron drásticamente nuestras vidas en el ámbito profesional o familiar, nuestra forma de comunicarnos y nuestros desplazamientos. Todo va cada vez más rápido y, sin embargo, todo el mundo se queja de falta de tiempo.
Pero, ¿hemos intentado contabilizar el tiempo que pasamos frente a las pantallas de todo tipo y tamaño?
¡La vida familiar está cada vez más invadida por las innumerables actividades personales de padres e hijos!
¡No nos dejemos sumergir por esa marea de sonidos e imágenes que nos acaparan! ¡Detengámonos ahora para leer o escuchar la Palabra de Dios! Cualquiera que sea el medio, escrito u oral, Dios nos habla en la Biblia. Sus palabras son verdaderas, seguras, y tienen un carácter único. Nos muestran claramente el mal que hay en el corazón de todo hombre, y sus consecuencias.
Pero esta Palabra también quiere mostrarnos, si la creemos, cómo ser liberados, cómo recibir un corazón sabio. La sabiduría de Dios fue revelada en Jesús, a quien Dios nos envió. ¡Para tener la vida eterna debemos conocerle y creer en él!
Tomémonos el tiempo para escuchar, como aconsejó el profeta Samuel: “Mas espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios” (1 Samuel 9:27).