Es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Es el pastor de predicación y visión de la Iglesia Bautista Internacional, y presidente de Ministerios Integridad y Sabiduría. El Dr. Núñez y su ministerio es responsable de las conferencias Por Su Causa, que procuran atraer a los latinoamericanos a las verdades del cristianismo histórico. Puede encontrarlo en Twitter.
Una producción de Ministerios Integridad & Sabiduría
Sabiduría para el Corazón comenzó en 2007 como una extensión del ministerio de enseñanza de Stephen Davey a su congregación, la Iglesia Bautista Colonial, ubicada en Carolina del Norte, EEUU. Desde entonces, el ministerio ha crecido, y hoy por hoy es un ministerio internacional, transmitido a través de todo el mundo vía radio e internet en seis idiomas: Inglés, Español, Portugués, Árabe, Chino Mandarín, y Swahili.
Sabiduría para el Corazón es el ministerio internacional de enseñanza bíblica del Pastor Stephen Davey, traducido y adaptado al español por Daniel Kukin.
Por la gracia de Dios esperamos proveer contenido bíblico y confiable en más idiomas y alcanzar al mundo con el mensaje de la Palabra de Dios.
Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: De una generación a otra
Sería imposible medir el impacto que tuvo William Still sobre una generación de pastores durante la última parte del siglo XX. Aunque Still ahora se encuentra en la gloria con Cristo, su ministerio continúa influyendo a ministros de ambos lados del Atlántico en el siglo XXI. No tengo duda alguna de que continuará haciéndolo por décadas, incluso por siglos, en el futuro. Sus cincuenta y dos años de ministerio en la Gilcomston South Church de Glasgow, Escocia, fueron de impacto mundial para la predicación expositiva y el ministerio pastoral. Esto se debió, al menos en parte, al hecho de que Still se entregó a las vidas de muchos jóvenes que se estaban preparando para el ministerio. Algunos de los ministros más talentosos y valorados del mundo pasaron tiempo aprendiendo de Still en Gilcomston South. El relato unánime dice que William Still era el mentor pastoral por excelencia.
Cuando yo era un seminarista joven, escuché muchas veces a Sinclair Ferguson hablar sobre el impacto que Still tuvo en su propia vida y preparación ministerial. Cuando expresaba su gratitud afectuosa por la manera en que su mentor se dedicó a él, en mi corazón surgía un anhelo de tener esa misma experiencia bendita. Sin embargo, al parecer había dos obstáculos. El primero era mi temor al rechazo. Era muy reacio a pedirles a los hombres que admiraba que fueran mis mentores, pues sabía que podían negarse. El segundo era el desinterés que percibía. Los ministros que más admiraba parecían estar demasiado ocupados en sus propios ministerios como para servir de mentores a los jóvenes que se estaban preparando para el ministerio. Por correcto o incorrecto que haya sido ese temor, y por cierta o falsa que haya sido mi percepción, estoy seguro de esto: yo no estaba pidiéndoles que me orientaran y ellos no estaban buscando hacerlo. A la luz de muchas conversaciones que he tenido con otros ministros a lo largo de los años, esta es una experiencia común.
Mientras crecíamos, mi padre solía orar para que el Señor «nos hiciera sabios más allá de nuestros años». Uno de los medios por los que el Señor responde esa oración es el de colocar personas sabias y experimentadas en nuestra vida para que nos orienten. Necesitamos desesperadamente la sabiduría de los que han sido usados para avanzar el Reino y han afrontado la tormenta antes que nosotros. Como bien expresó Isaac Newton, «Si he visto más lejos, es solo porque me paré en los hombros de gigantes». Si esto es cierto con respecto a lo que adquirimos al leer los escritos de los que nos han precedido, también lo es cuando recibimos la amistad y orientación de los que se entregan a nosotros.
La mentoría tiene su fundamento en la Escritura. Los ejemplos bíblicos de la mentoría son abundantes, ya sea en la ley, la literatura sapiencial, los profetas, los Evangelios, los Hechos de los apóstoles o las epístolas del Nuevo Testamento. Por ejemplo, Moisés fue mentor de Josué, David fue mentor de Salomón (considera los diez diálogos padre-hijo que se encuentran en Proverbios), Elías fue mentor de Eliseo, Jesús fue mentor de los discípulos, Pedro fue mentor de Juan Marcos y el apóstol Pablo dedicó su vida, no solo al servicio de la iglesia, sino también a la mentoría de su hijo espiritual, Timoteo.
La historia de la Iglesia también está llena de ejemplos del papel decisivo que la mentoría ha desempeñado en ella. El apóstol Juan fue mentor de Policarpo, un pastor y teólogo de la iglesia primitiva, quien a su vez fue mentor de Ireneo de Lyon. Ambrosio de Milán fue mentor de Agustín de Hipona. Como confesó Agustín:
Ese hombre de Dios me recibió como un padre, y miró mi cambio de residencia con amabilidad benevolente y episcopal. Y comencé a amarlo. . . como un hombre amigable conmigo. Y escuché cuidadosamente cómo le predicaba a la gente. . . Me aferré asiduamente a sus palabras.
Tras Martín Lutero, hallamos a Johann von Staupitz. Juan Calvino se sentó a los pies de Guillermo Farel. La lista suma y sigue.
Necesitamos desesperadamente que haya hombres y mujeres mayores, piadosos y sabios que abran sacrificadamente sus hogares, corazones, mentes y vidas a los hombres y mujeres jóvenes. Necesitamos que haya hombres y mujeres que nos enseñen lo que han aprendido a lo largo de los años y nos den un ejemplo a seguir. Pero, quizás incluso más que eso, necesitamos que haya hombres y mujeres mayores que nos amen y nos brinden su amistad para caminar junto a nosotros a través de los desafíos que enfrentamos día tras día en la vida y el ministerio. Por favor, sean nuestros mentores.
Publicado originalmente en Tabletalk Magazine. Nicholas T. Batzig El Rev. Nicholas T. Batzig es editor asociado de Ligonier Ministries. Escribe en su blog Feeding on Christ.
El Señor Jesús acababa de liberar a un hombre poseído por los demonios. Este hombre, lleno de agradecimiento, pidió al Señor que le permitiese quedarse con él y acompañarle. Pero el Señor no aceptó su petición y le dijo: “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti”. Esto nos muestra la importancia que el Señor da al testimonio de los cristianos en medio de sus familiares.
Cuando Andrés encontró a Jesús, dijo a su hermano Simón: “Hemos hallado al Mesías”, y lo llevó a Jesús (Juan 1:41-42). Entonces Jesús se reveló a Simón y le cambió su nombre: lo llamó Pedro. Él también se convertiría en un discípulo de Jesús.
Una persona recién convertida al Señor, que vive el mensaje del Evangelio en su frescor, sigue a su Maestro dando testimonio a su alrededor.
La vida que el Señor da a los suyos puede y debe manifestarse todos los días, en los pequeños detalles de la vida cotidiana. Un niño puede vivir su fe obedeciendo a sus padres en las pequeñas cosas. ¡Puede agradar al Señor, por ejemplo, poniendo la mesa! Vivir como Cristo y poner en práctica el mensaje del Evangelio en las circunstancias cotidianas de la vida es realmente algo grande y valioso a los ojos de Dios. Y para el cristiano es un gozo muy grande ver a su familia venir al Señor.
No olvidemos que los que nos conocen bien y nos ven vivir pondrán a prueba la realidad de nuestra fe.