D E S P U É S D E L A O R A C I Ó N ¡Oh Dios de gracia! Yo lloro mis oraciones frías, apáticas y sin corazón; en su pobreza añade pecado a pecado. Si mi esperanza estuviese en ellas estaría perdido, mas el mérito de Jesús unge mi débil murmullo y gana Su aceptación. Profundiza la contrición de mi corazón, Confirma mi fe en la sangre que lava de todo pecado. Que pueda yo caminar con mi gran Redentor. Inunda mi alma con verdadero arrepentimiento, que mi corazón sea quebrado por causa del pecado y por el pecado. Que yo sea tan lento para perdonarme a mí mismo como Tú eres pronto para perdonarme. Contemplando las glorias de Tu gracia que yo sea lanzado en las profundidades más abismales de la vergüenza, y que camine cabizbajo. Tú me pacificaste ahora. O mi gran Sumo Sacerdote, derrama sobre mí corrientes de necesaria Gracia; Bendíceme en todas mis funciones; En cada pensamiento de mi mente, en cada palabra de mis labios, en cada paso de mis pies, y en cada obra de mis manos. Tú viviste para bendecir, moriste para bendecir, resucitaste para bendecir, ascendiste para bendecir, tomaste Tu trono para bendecir, y ahora Tú reinas para bendecir. Da sinceridad a mis deseos, seriedad a mis súplicas, fervor a mi amor.
Muéstrennos cómo ser una familia Por Adriel Sanchez
Nota del editor: Este es el décimo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: De una generación a otra.
ueridos padres y madres en Cristo: estoy agradecido por la experiencia y sabiduría que Dios les ha dado para criar familias piadosas. Como saben, muchos estamos recién empezando a formar nuestras propias familias. Necesitamos desesperadamente su estímulo en este tiempo.
Desde el punto de vista estadístico, los hogares de padres casados son cada vez menos comunes. Un estudio reciente, realizado por el Centro de investigaciones Pew, afirma que, desde 1968, se ha cuadruplicado el número de padres solteros en Estados Unidos. Aunque esta realidad ha afectado a todos los grupos étnicos y raciales, la prevalencia de los padres solteros me resulta especialmente cercana debido a mi trasfondo hispano. En la actualidad, casi uno de cada cuatro niños hispanos están siendo criados por madres solteras. Yo fui uno de esos niños, criado por una madre soltera esforzada. Muchos de nosotros no tuvimos una crianza familiar «normal». No pudimos ver a esposos que amaran a sus esposas como Jesús ama a la Iglesia ni esposas que modelaran la gracia y la sumisión santa descrita en las Escrituras (Ef 5:22–33). Ahora estamos tratando de liderar nuestros propios hogares, pero no es fácil. Es como entrar a una habitación oscura y amoblada por primera vez. Te mueves despacio, pero no puedes evitar chocar con el sofá o la mesa de centro. Nuestra gran esperanza es llegar a entender el panorama del matrimonio y la familia antes de ―siguiendo con la metáfora― volcar un jarrón costoso y producir un daño severo. La orientación de ustedes es fundamental, y me gustaría compartirles algunas formas en las que creo que pueden proporcionarla.
En primer lugar, ¿podrían ser sinceros con nosotros respecto a sus fracasos anteriores? Algunos de ustedes (a pesar de su trasfondo) han derribado jarrones. Han cometido errores en el hogar y pueden rastrear los pasos que los llevaron a ellos. Pueden tratarse de errores respecto a la manera en que amaron a su cónyuge, a la forma en que manejaron las finanzas, al tiempo que le dedicaron al trabajo o a la forma en que educaron a sus hijos. El evangelio nos da la libertad de abrirnos respecto a nuestras fallas pasadas porque han sido perdonadas. Desde luego, las fallas perdonadas siguen teniendo consecuencias, pero también pueden ser utilizadas por Dios para enseñarles lecciones importantes a otros. Hay advertencias que pueden darnos y necesitamos escuchar, y, por mucho que les cueste compartirlas, pueden ser de gran beneficio para nosotros, sus hijos en Cristo.
En segundo lugar, necesitamos su perspectiva. Al decir eso, no me refiero solo a sus consejos, sino también a su punto de vista. Me he dado cuenta de que es fácil tener una visión muy estrecha cuando hay niños pequeños en la casa. Necesitamos que nos recuerden que cambiar los pañales hoy es parte del discipulado a largo plazo, para que no desmayemos. Sospecho que esta perspectiva es la que están empezando a compartir con nosotros cuando nos dicen: «Disfruten de estos días; ¡pasan tan rápido!». No se detengan ahí. Sigan animándonos cuando «estos días» se sientan agotadores. Recuérdennos nuestra esperanza suprema, el Hijo de Dios. Cuando estemos tan metidos en nuestras propias familias que perdamos de vista Su familia, y la eternidad, dígannos la verdad en amor.
En tercer lugar, enséñennos a dirigir a nuestras familias en la adoración. Entendemos el concepto de la vida devocional personal, pero orar y leer las Escrituras juntos es algo que no hacemos muy bien. Necesitamos su estímulo para cultivar estas prácticas piadosas, y necesitamos su sabiduría respecto a lo que funciona mejor en las diferentes etapas de una familia joven. ¿Cómo es que un recién casado lava a su novia en la Palabra de Dios? ¿Cómo es que una madre nueva puede plantar las semillas de la fe en sus hijos? ¿Qué es lo que ha funcionado y ha sido de bendición para su familia, y qué habrían hecho diferente si hubieran podido?
Padres y madres, ustedes son un regalo para nuestra generación si nos presentan y nos legan el ejemplo piadoso ordenado por Pablo:
Los ancianos deben ser sobrios, dignos, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la perseverancia. Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno, que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a ser prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. Asimismo, exhorta a los jóvenes a que sean prudentes; muéstrate en todo como ejemplo de buenas obras, con pureza de doctrina, con dignidad, con palabra sana (Tit 2:2-7).
Que Dios los ayude a modelar estas cosas, y que nos ayude a nosotros a aprenderlas de ustedes.
Publicado originalmente en Tabletalk Magazine. Adriel Sanchez El Rev. Adriel Sánchez es el pastor principal de la iglesia North Park Presbyterian Church en San Diego y conductor del programa de radio Core Christianity.
Jueves 9 Junio (Jesús dijo:) Oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Mateo 6:9-10 Otra vez… (Jesús) oró… diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Mateo 26:42 Hágase tu voluntad En la oración conocida como el “Padre nuestro” (Mateo 6), Jesús nos invita a pedir: “hágase tu voluntad”. Orar así no significa esperar pasivamente la realización de lo que Dios quiere, sino responder a la invitación de Jesús para discernir esta voluntad, y orar para recibir la fuerza a fin de hacer lo que él nos pide.
En Mateo 26 Jesús mismo expresó esta oración en Getsemaní, justo antes de morir: “Si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad”. El mayor deseo de Jesús era hacer la voluntad de su Padre, y esto al precio de los infinitos sufrimientos que soportó para expiar nuestros pecados.
Enseñándonos a orar diciendo: “hágase tu voluntad”, Jesús nos invita a no ser pasivos, sino a asociarnos a la realización del plan de Dios en la tierra y en nuestras vidas. El primer paso es creer en el Señor Jesús para recibir una vida nueva, la cual se goza en hacer la voluntad de Dios. Esto implica renunciar a nuestra voluntad personal egoísta o corrupta. Pero también significa responder al llamado del Señor que resuena en nuestra conciencia, y seguirlo para hacer lo que le agrada.
Aceptar la voluntad de Dios es escucharlo y someternos a sus pensamientos, tener comunión con él. Esto es muy personal y se vive en el día a día, en una relación viva con Dios.
Decir “hágase tu voluntad” implica un deseo ferviente y continuo, sostenido por el Espíritu Santo, de servir al Señor Jesús.