Es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Es el pastor de predicación y visión de la Iglesia Bautista Internacional, y presidente de Ministerios Integridad y Sabiduría. El Dr. Núñez y su ministerio es responsable de las conferencias Por Su Causa, que procuran atraer a los latinoamericanos a las verdades del cristianismo histórico. Puede encontrarlo en Twitter.
Una producción de Ministerios Integridad & Sabiduría
Podemos soportar los peores tipos de dolor cuando hay un propósito significativo. Un cadete puede soportar trabajos extenuantes y agotamiento siempre que sepa que su sufrimiento está diseñado para prepararlo para una futura batalla. Una madre puede soportar fuertes dolores de parto si sabe que el resultado será el nacimiento de su ansiado hijo. Si se le quita el propósito significativo, el sufrimiento se vuelve casi imposible.
No podemos evitar el sufrimiento en esta vida. Es inevitable. Sin embargo, como cristianos podemos soportar e incluso abrazar el sufrimiento cuando estamos seguros de que Dios está haciendo algo bueno. Y en nuestro sufrimiento, Dios siempre está haciendo algo bueno. Las Escrituras dan al menos 11 razones por las que Dios permite el sufrimiento.
1. Para mostrar la gloria de Dios a un mundo que mira
Pablo vio el sufrimiento de su encarcelamiento como un propósito, ya que le dio la oportunidad de compartir el evangelio con toda la guardia pretoriana (Fil 1:12-13). Además, su sufrimiento sirvió como motivación para que los creyentes compartieran el evangelio sin miedo (Fil 1:14).
2. Para revelar la calidad de nuestra fe
Pedro habla de las pruebas como un fuego refinador que muestra la calidad del oro (1 Pe 1:6-9). Las pruebas están destinadas a revelar la sustancia de lo que hay en nosotros.
3. Para fortalecer nuestra fe
Santiago 1:2 dice que debemos considerar una bendición de Dios cuando caemos en diversas pruebas porque sabemos que logran algo, «sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” (Sant 1,3-4).
4. Para darnos un corazón sabio
El sufrimiento nos ayuda a apreciar nuestro tiempo en la tierra. Aporta perspectiva. Powlison en su libro, God’s Grace in your Suffering, sugiere que el sufrimiento es un anticipo de nuestra próxima muerte (102-105). Todos moriremos si Cristo se demora. Pero no tenemos que temer la muerte porque Cristo ha vencido el aguijón de la muerte, 1 Cor 15:55.
5. Para quitarnos nuestra independencia y hacernos depender más de Dios y ser más interdependientes de la iglesia local
Pablo recibió la espina en la carne para evitar que se exaltara a sí mismo, para eliminar su orgullo (2 Cor 12:7). El sufrimiento tiene una manera de quitar todas las muletas que usamos para sostenernos. Y cuando nos quitan todas esas muletas, nos queda depender únicamente del único que puede librarnos: Dios. El sufrimiento también aumenta nuestra interdependencia en el cuerpo de Cristo. La vida cristiana nunca fue concebida para ser vivida en solitario. Dios nos diseñó para vivir en una comunidad de creyentes donde nos ayudamos mutuamente a llegar a Dios.
6. Conocer el consuelo de Dios
El Dios de toda consolación nos consuela en todas nuestras pruebas, 2 Cor 1:3-4.
7. Para enseñarnos a consolar a otros
Uno de los propósitos de que Dios nos consuele en nuestros sufrimientos es para que podamos consolar a otros en sus pruebas con el consuelo que nosotros mismos recibimos de Dios, 2 Cor 1:4.
8. Para aumentar nuestro deseo de estar con Dios
¿Te has sentado alguna vez con un cristiano que ha sido lisiado por el sufrimiento y que está al borde de la muerte? No quieren ser sanados. No quieren volver a ser jóvenes. Quieren ser liberados del sufrimiento en última instancia. Quieren estar con Jesús. Quieren vivir para siempre. Martin Lloyd-Jones, en su lecho de muerte, escribió a su esposa: «No ores por mi sanidad. No me retengas de la gloria». Estaba listo para encontrarse con su Salvador.
9. Cumplir la promesa de Jesús de que sufriríamos
Jesús dijo que «si a mí me persiguieron, a vosotros también os perseguirán» (Juan 15:20).
10. Para exponer nuestro pecado
A veces Dios trae pruebas a nuestras vidas para exponer nuestro pecado. Jueces 2:22-3:4 muestra el ciclo de incredulidad que tenía Israel. Se alejaban de Dios. Dios traería problemas. Ellos clamaban a Él por ayuda. Él los libraría. Dios usó la dificultad ordinaria para aumentar la conciencia de un pueblo que había cerrado sus oídos a Su Palabra. Los estaba despertando a la fealdad de su pecado (cf. Hag 1:6; 1 Cor 11:30).
11. Para disciplinarnos
A veces Dios permite que suframos para apartarnos de las cosas que Él sabe que nos hacen daño (Heb 12:5-10). El Padre amoroso quiere que participemos de su santidad, y por eso utiliza el sufrimiento como una forma de corregirnos y llevarnos de nuevo al camino de la rectitud.
Las Escrituras dan múltiples razones por las que los cristianos sufren. Y en medio de cualquier prueba, puede que no sepamos la o las razones por las que Dios nos permite sufrir. Pero debemos confiar en que Dios está orquestando soberanamente todos los eventos de nuestras vidas para sus buenos propósitos. Y si confiamos en el gobierno soberano de Dios y en su buen plan, podemos estar seguros de que nuestro sufrimiento no carece de sentido. Dios lo utiliza para engrandecer su gloria en nuestras vidas y en las de los demás, y nos hace más parecidos a Cristo (Romanos 8:28-29). En nuestro sufrimiento, no tenemos que desesperar como si no hubiera esperanza. Podemos aceptar con confianza e incluso abrazar el sufrimiento como una forma amorosa de Dios de cumplir sus propósitos.
Sabiduría para el Corazón comenzó en 2007 como una extensión del ministerio de enseñanza de Stephen Davey a su congregación, la Iglesia Bautista Colonial, ubicada en Carolina del Norte, EEUU. Desde entonces, el ministerio ha crecido, y hoy por hoy es un ministerio internacional, transmitido a través de todo el mundo vía radio e internet en seis idiomas: Inglés, Español, Portugués, Árabe, Chino Mandarín, y Swahili.
Sabiduría para el Corazón es el ministerio internacional de enseñanza bíblica del Pastor Stephen Davey, traducido y adaptado al español por Daniel Kukin.
Por la gracia de Dios esperamos proveer contenido bíblico y confiable en más idiomas y alcanzar al mundo con el mensaje de la Palabra de Dios.
Nota del editor: Este es el capítulo 13 de la serie de artículos de Tabletalk Magazine: De una generación a otra
Amenudo les digo a los hijos de nuestra iglesia ―desde los más pequeños hasta los estudiantes universitarios― que ellos piensan que van a vivir para siempre, pero siempre añado: «¡No es así!». De hecho, les digo, van a morir, e incluso puede que sufran físicamente antes de morir. Es un hecho que sufrirán emocionalmente. Todos sufrimos de alguna manera en algún momento de nuestras vidas. Es posible que suframos dificultades físicas, carencia de bienes físicos o angustia emocional, y a veces eso es a causa de nuestra fe. Nuestro Señor dijo: «En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo» (Jn 16:33). La tribulación incluye sufrimiento.
Vi a mi madre piadosa sufrir de muchas maneras, a menudo en el plano emocional, mientras criaba a tres hijos que no siempre anduvieron en los caminos del Señor. La vi sufrir la muerte de mi maravilloso padre, que fue su esposo durante cincuenta y ocho años. Finalmente, la vi sufrir la pérdida de su salud y movilidad, y, a la postre, sufrir los dolores del cáncer. A pesar de todo, el lema que ella me repetía era sencillo: «Hijo, yo confío en el Señor». Esa no era una frase santurrona. Era la voz de la fe. Era real y la ayudó a vivir una vida ejemplar, con una determinación paciente, una disposición dulce y un anhelo por su Salvador, en medio de todo su sufrimiento, que nos impactaba a todos. Ella vivía con la esperanza del cielo y de Cristo, y era real. Todos sus hijos, nietos y bisnietos recordaremos durante toda la vida la disposición confiada de Nana en todos los momentos difíciles. Ella vivió con la esperanza bienaventurada de su Señor y Salvador Jesucristo (Tit 2:13).
Hace dos años, los médicos nos dijeron que nuestro hijo de diecinueve años tenía «un bulto en el cerebro». El «bulto» resultó ser un absceso del tamaño de un huevo de pavo. En seguida, le realizaron tres cirugías en una sola semana. Un mes después, se le realizó una cuarta cirugía debido a un problema con los medicamentos. La noche del diagnóstico inicial, tuve esa «charla» con nuestro hijo. Le pregunté si entendía lo serio que era esto. «Sí», me dijo. «Sé que debes estar asustado, porque yo sí que lo estoy», le respondí. Él me dijo: «Papá, hemos confiado en el Señor en todo lo demás. Podemos confiar en Él ahora». Yo lloré y dije: «Amén». Luego me dijo: «Estaré bien pase lo que pase, papá». No te diré que mi fe y la de la familia fue lo suficientemente fuerte como para mover montañas esa noche o en los meses siguientes. Estaba débil. Muchas veces oré: «Señor, aumenta mi fe», y Él lo hizo. A veces un poquito, a veces un poco más. Esperamos en el Señor y Él fue todo lo que necesitábamos. Oh, por cierto, el Señor mantuvo a nuestro hijo con nosotros; acaba de graduarse de la universidad y ahora va a entrar a la escuela de posgrados. Sin embargo, aunque no hubiera librado a nuestro hijo… alabado sea el Señor por la esperanza que tenemos en un Dios soberano.
Para mis lectores jóvenes: mi madre tenía ochenta y cinco años. Era de esperar que sufriera y muriera. Sin embargo, mi hijo tenía diecinueve años, y en verdad sufrió (y todavía tiene que tomar medicamentos con efectos secundarios). Fácilmente podría haber muerto. Pero el punto es este: siempre puedes enfrentar el sufrimiento ―a esos matones de la escuela, esas críticas de moda de tus «amigos», esas disputas relacionales con tus mejores amigos, el cáncer, los abscesos cerebrales― con tu mejor Amigo a tu lado. Eso siempre y cuando tu mejor amigo sea Cristo Jesús. «Pero hay amigo más unido que un hermano» (Pr 18:24), y Jesús afirma ser ese amigo: «Os he llamado amigos» (Jn 15:15). Él es nuestra esperanza.
Mi madre tenía esa esperanza porque conocía al Salvador, Jesucristo. Su fe estaba basada solo en Él. Mi hijo tuvo esa esperanza en medio de sus sufrimientos porque conoce al Salvador, Jesucristo. Ambos conocían la Biblia y la promesa de la esperanza que tenemos en el Señor Jesucristo. Los dos asistían fielmente a los cultos de adoración y se empapaban de los medios de gracia: la palabra, la oración y los sacramentos. Amaban y disfrutaban la comunión de los santos que se encuentra en Su Iglesia. La esperanza ―no un «yo pienso», sino la esperanza genuina― no surge de la nada. Se cultiva y se vive solamente por la fe en Cristo. Prepárense bien, amigos jóvenes, para los sufrimientos que les esperan, de modo que puedan glorificar a Dios con sus vidas esperanzadas, incluso en los tiempos difíciles.
Publicado originalmente en Tabletalk Magazine. C.N. Willborn El Dr. C.N. Willborn es pastor principal de Covenant Presbyterian Church en Oak Ridge, Tenn., Y profesor adjunto de teología histórica en Greenville Presbyterian Theological Seminary en Greenville, S.C.
En algunos versículos de la Biblia utilizamos diferentes versiones, ya que tratamos que el lenguaje a usar sea entendible para los niños. Guión y Adaptación por ICEF.
Blaise Pascal (1623-1662), célebre matemático y filósofo, estuvo inquieto y turbado durante mucho tiempo. Buscaba la paz con Dios, y la halló mediante la lectura de la Biblia.
En su obra titulada “Pensamientos” explica sobre qué fundamento están establecidas sus certezas y su profundo gozo. Da el firme testimonio de un hombre redimido por la gracia de Dios, por la obra de Cristo, y que espera en paz la eternidad: “Tiendo los brazos a mi Libertador (Jesús) quien, habiendo sido anunciado durante cuatro mil años, vino a la tierra a sufrir y a morir por mí, en los tiempos y en las circunstancias predichas. Por su gracia espero la muerte en paz, con la esperanza de estar eternamente unido a él; vivo gozoso, sea disfrutando de los bienes que le place darme, o en los males que me envía para mi bien, y que por medio de su ejemplo me ha enseñado a soportar”.
Pascal cita con convicción las Santas Escrituras para que todos los que dudan, y aún más los indiferentes e incrédulos, sean iluminados por la Palabra divina. Con seis palabras subraya la inspiración de las Escrituras: “Solo Dios habla bien de Dios”. Y añade: “No conocemos a Dios sino por Jesucristo. Sin este Mediador se pierde toda comunicación con Dios… Sin la Escritura, que solo tiene por objeto a Jesucristo, no conocemos nada y no vemos nada más que oscuridad y confusión en la naturaleza de Dios y en nuestra propia naturaleza”.
“Recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:21).