72 – El judaizar nuestros cultos y servicios de adoración no es algo bíblico

Ministerios Integridad & Sabiduría

Tesis # 72

El judaizar nuestros cultos y servicios de adoración no es algo bíblico

95 Tesis para la iglesia evangélica de hoy

Miguel Núñez

Es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Es el pastor de predicación y visión de la Iglesia Bautista Internacional, y presidente de Ministerios Integridad y Sabiduría. El Dr. Núñez y su ministerio es responsable de las conferencias Por Su Causa, que procuran atraer a los latinoamericanos a las verdades del cristianismo histórico. Puede encontrarlo en Twitter.

Una producción de Ministerios Integridad & Sabiduría

¿Deben los pastores de hoy interesarse por la Reforma?

¿Deben los pastores de hoy interesarse por la Reforma?
Por D. A. Carson

Los pastores devotos a su ministerio tienen muchas cosas que hacer. Aparte de la meticulosa preparación de sermones frescos y estudios bíblicos semana tras semana, de las horas dedicadas a brindar consejería, del cuidado en el desarrollo de excelentes relaciones, de la evangelización cuidadosa y reflexiva (¡y que requiere mucho tiempo! ), la orientación de otra generación que viene detrás, las incesantes exigencias de la administración y la supervisión, por no mencionar el cuidado de sus propias almas, está el conjunto regular de prioridades familiares, incluyendo el cuidado de los padres ancianos, los preciosos nietos y un cónyuge enfermo (o cualquier número de permutaciones de tales responsabilidades), y, para algunos, los niveles de energía que disminuyen en proporción inversa a la edad.

Entonces, ¿por qué debería apartar horas valiosas para leer acerca de la Reforma, que normalmente se piensa que comenzó hace 500 años? Cierto, los reformadores vivieron en tiempos que cambiaban rápidamente, ¿pero cuántos de ellos pensaron seriamente en la epistemología posmoderna, el transgenerismo y la nueva (in)tolerancia? Si hemos de aprender de los antepasados, ¿no sería prudente elegir a los más recientes? No necesariamente.

EL PASTOR COMO MÉDICO GENERAL
Un pastor es, por definición, alguien parecido a un MG (un «médico general»). No es un especialista en, por ejemplo, el divorcio y las segundas nupcias, historia de las misiones, comentarios culturales o períodos particulares de la historia de la iglesia. Sin embargo, muchos pastores tendrán que desarrollar un conocimiento introductorio competente en todas estas áreas como parte de su aplicación de la Palabra de Dios a las personas de su entorno. Y eso significa que está obligado a dedicar algo de tiempo cada año a la lectura en amplias áreas. Una de esas áreas es la teología histórica. La literatura histórica bien elegida nos expone a diferentes culturas y épocas, amplía nuestros horizontes y nos permite ver cómo los cristianos de otros tiempos y lugares han reflexionado sobre lo que dice la Biblia y cómo aplicar el evangelio a toda la vida. ¡Sigue leyendo!

En segundo lugar y, más específicamente, un conocimiento creciente de la teología histórica hace maravillas al destruir la ilusión de que la exégesis perspicaz y rigurosa comenzó en el siglo XIX o en el XX. No todo lo que se escribió hace 500 años, o hace 1500 años, es totalmente admirable y digno de repetirse, como tampoco es totalmente admirable y digno de repetirse todo lo que se escribe en la actualidad. Pero esa lectura histórica es el único antídoto eficaz contra la trágica actitud de un seminario (cuyo nombre no se ha revelado para proteger a los culpables) que durante mucho tiempo sostuvo que sus estudiantes únicamente debían aprender una buena exégesis y una hermenéutica responsable: no necesitaban aprender lo que otros pensaban, ya que con la exégesis y la hermenéutica en su haber podían girar la manivela y ofrecer una teología fiel por sí mismos.

¡Qué ingenuo es creer que la exégesis y la hermenéutica son disciplinas neutrales y sin valores! La realidad es que necesitamos escuchar a otros pastores-teólogos, tanto de nuestros días como del pasado, si queremos crecer en riqueza, matices, perspicacia, autocorrección y fidelidad al evangelio.

¿POR QUÉ LA REFORMA?
Pero, ¿por qué centrarnos en la Reforma en particular? Aunque fue desencadenada por la cuestión de las indulgencias, el debate sobre las indulgencias pronto condujo, directa o indirectamente, a debates de sondeo acerca de la autoridad, el lugar de la revelación (¿debemos recurrir a un depósito ostensiblemente dado a la iglesia que abarque tanto la Escritura como la Tradición, o a la sola Scriptura?), el purgatorio, la autoridad por la que se perdonan los pecados, el tesoro de las satisfacciones, la naturaleza y el lugar de la iglesia, la naturaleza y la autoridad de los sacerdotes/presbíteros, la naturaleza y la función de la Eucaristía, los santos, la justificación, la santificación, la naturaleza del nuevo nacimiento, el poder esclavizante del pecado, y mucho más.

Todos ellos siguen siendo temas centrales en el programa teológico actual. Incluso la cuestión de las indulgencias sigue siendo importante: tanto el Papa Benedicto como el Papa Francisco han ofrecido indulgencias especiales plenarias en determinadas circunstancias (aunque en una estructura más restringida que la adoptada por Tetzel). Además, el estudio de la Reforma es especialmente saludable como respuesta a quienes piensan que la llamada «Gran Tradición», tal como se conserva en los primeros credos ecuménicos, es invariablemente una base adecuada para la unidad ecuménica, como si no hubiera herejías inventadas después del siglo IV. En este frente, el estudio de la Reforma fomenta útilmente un poco de realismo histórico.

Además del carácter hermenéutico distintivo de la Reforma que surgió de la sola Scriptura, los reformadores se esforzaron por desarrollar una hermenéutica rigurosa que estuviera alejada de los caprichos de la cuádruple hermenéutica que se impuso durante la Edad Media. Esto no significa que fueran literalistas simplistas, incapaces de apreciar los diferentes géneros literarios, las metáforas sutiles y otras figuras retóricas cargadas de símbolos; significa, más bien, que se esforzaron por dejar que la Escritura hablara en sus propios términos, sin permitir que se impusieran métodos externos al texto como una cuadrícula extratextual diseñada para garantizar las respuestas «correctas». En parte, esto estaba ligado a su comprensión de la claritas Scripturae, la perspicuidad o claridad de la Escritura.

La teoría católica acerca de la espiritualidad suele distinguir entre la vida de los católicos ordinarios y la vida espiritual de los católicos realmente comprometidos. Es casi una versión católica de la teología de la «vida superior». Se dice que conduce a una conexión mística con Dios, y que se caracteriza por prácticas y disciplinas espirituales extraordinarias. Pero aunque he leído a fondo, por ejemplo, a Julián de Norwich, encuentro una gran cantidad de misticismo subjetivo y prácticamente ninguna base en las Escrituras o el evangelio. Y, en lo que a mí respecta, no puedo imaginarme ni a Pedro ni a Pablo recomendando el retiro monástico para alcanzar una mayor espiritualidad: siempre es un peligro que ciertas prácticas ascéticas se conviertan en caminos normativos para la espiritualidad cuando no hay apoyo apostólico para ellas.

Nuestra generación contemporánea, cansada de los enfoques meramente cerebrales del cristianismo, se ve atraída por los últimos modelos patrísticos y medievales de la espiritualidad. Qué alivio, entonces, acudir a los escritos más cálidos de los Reformadores, y descubrir de nuevo la búsqueda de Dios y su justicia bien fundamentada en las Sagradas Escrituras. Por eso, la carta de Lutero a su barbero sigue siendo un clásico: está llena de aplicaciones piadosas del evangelio a los cristianos comunes, construyendo una concepción de la espiritualidad que no está reservada a la élite de los elegidos, sino a todos los hermanos y hermanas en Cristo. Asimismo, los primeros capítulos del Libro III de las Instituciones de Calvino ofrecen una reflexión más profunda sobre la verdadera espiritualidad que muchos tomos contemporáneos mucho más largos.

La Reforma es de fundamental importancia para entender la historia occidental. Tres movimientos a larga escala establecieron el escenario para el mundo occidental contemporáneo: el Renacimiento, la Reforma y la Ilustración. Cada uno de los tres es complejo, y los eruditos siguen debatiendo sus múltiples facetas. No obstante, la afirmación de que estos tres movimientos tienen roles fundamentales no se puede cuestionar fácilmente.

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¿POR QUÉ ESTA REFORMA?
Hay tres lecciones que debemos aprender de la Reforma acerca de la soberanía de Dios en los movimientos de avivamiento y reforma. Después de todo, existieron otros reformadores y movimientos reformistas que se mostraron prometedores en sus inicios, pero que en gran medida se esfumaron. Juan Wycliffe (c.1320-1384) fue un teólogo, filósofo, eclesiástico, reformador eclesiástico y traductor de la Biblia, y el trabajo que realizó se anticipó a la Reforma, pero no se puede decir que la precipitara. Jan Hus (1369-1415) fue un sacerdote checo, reformador, erudito, rector de la Universidad de Carlos de Praga y artífice de un movimiento reformista, a menudo llamado «husitismo», pero, por supuesto, fue martirizado y su movimiento, importante en Bohemia, no alcanzó en Europa más que la condición de predecesor.

¿Por qué Lutero, Calvino y Zuinglio vivieron lo suficiente como para orientar una Reforma gigantesca mientras que el traductor bíblico William Tyndale (1494-1536) fue asesinado? La retrospectiva histórica ofrece muchas razones por las que ésta vivió y aquella murió, por las que esta acción reformadora se desvaneció y aquélla encendió una llama incontenible. Vale la pena comprender los detalles históricos, pero los ojos de la fe verán la mano de Dios en la auténtica reforma, y nos recordarán que debemos alabarle por lo que ha hecho, y nuestras peticiones por lo que aún le rogamos que haga.

EXPLICA LA BIBLIA, HAZ TEOLOGÍA
La Reforma se destaca como un movimiento que buscaba integrar la exégesis de los libros bíblicos con lo que hoy llamaríamos teología sistemática. No todos los reformadores lo hicieron de la misma forma. Algunos actuaban como si estuvieran exponiendo los textos bíblicos, pero en realidad tendían a saltar de una palabra o frase fundamental a la siguiente, deteniéndose en cada punto para descargar tratamientos teológicos de los diversos «loci».

Otros, como Bucer, siguieron el texto más de cerca, pero también descargaron su tratamiento de los «loci» sobre la marcha, haciendo sus comentarios extraordinariamente largos y densos. Calvino se esforzaba en sus comentarios por lo que llamaba «lúcida brevedad», y reservaba su teología sistemática principalmente para lo que se convirtió en los cuatro tomos de la Institución de la religión cristiana. De hecho, los comentarios de Calvino son tan «escuetos» que no pocos estudiosos le han criticado por no incluir suficiente teología en ellos. Pero lo que llama la atención de todos estos reformadores, independientemente de sus éxitos o fracasos a la hora de lograr una integración adecuada, es el modo en que intentaron simultáneamente explicar la Biblia y comprometerse con una teología seria. En cambio, hoy en día pocos sistemáticos son excelentes exégetas, y pocos exégetas muestran mucho interés por la teología sistemática. Las excepciones no hacen más que confirmar la regla.

ENTENDIENDO SU ÉPOCA—Y LA NUESTRA
Los reformadores leyeron bien sus propia época. Aunque se apoyaron en la «norma» de las Sagradas Escrituras, comprendieron realmente dónde estaban las fallas en su propio tiempo y lugar. Algunas de las mismas cuestiones prevalecen actualmente. Por otra parte, lo que debemos extraer de los reformadores en este sentido no es solamente la lista de temas en los que se especializaron, sino la importancia de entender nuestros tiempos y aprender a comprometernos con la verdad de las Escrituras.

Traducido por Nazareth Bello

Don Carson es profesor de investigación del Nuevo Testamento en la Trinity Evangelical Divinity School en Deerfield, Illinois, y cofundador de The Gospel Coalition.

¿Qué es la gloria de Dios?

La gloria de Dios es la belleza de Su espíritu. No es una belleza estética o material, sino una belleza que emana de Su carácter, de todo lo que Él es. Santiago 1:10 hace un llamado al hombre rico para que se “gloríe en su humillación,” indicando una gloria que no tiene que ver con la riqueza, el poder o la belleza material. Esta gloria puede coronar a un hombre o llenar la tierra. Es vista dentro de un hombre y en la tierra, pero no es de ellos; es de Dios. La gloria del hombre es la belleza del espíritu del hombre, la cual es falible y eventualmente pasajera, y por lo tanto es humillación – como lo dice el verso. Pero la gloria de Dios, la cual es manifiesta en el conjunto de todos Sus atributos, jamás se desvanece. Es eterna.

Isaías 43:7 dice que Dios nos creó para Su gloria. En contexto con otros versos, puede decirse que el hombre “glorifica” a Dios porque a través del hombre, la gloria de Dios puede ser vista en cosas tales como el amor, la música, el heroísmo, etc. – cosas pertenecientes a Dios que nosotros llevamos en “vasos de barro” (2 Corintios 4:7). Somos los vasos que “contienen” Su gloria. Todas las cosas que somos capaces de hacer y de ser, encuentran su fuente en Él. Dios interactúa con la naturaleza de la misma manera. La naturaleza exhibe Su gloria. Su gloria es revelada en la mente del hombre a través del mundo material en muchas formas, y con frecuencia de diferentes maneras para diferentes personas. Una persona puede quedar cautivada por la vista de las montañas, y otra persona puede amar la belleza del mar. Pero quién está detrás de ambos (la gloria de Dios) le habla a ambas personas y las conecta con Dios. De esta manera, Dios es capaz de revelarse a Sí mismo a todos los hombres, sin importar su raza, herencia o lugar. Como dice el Salmo 19:1-4. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras.”

El Salmo 73:24 llama “gloria” al mismo cielo. Solía ser común escuchar a los cristianos hablar de la muerte como ser “recibido en la gloria,” la cual es una frase tomada de este Salmo. Cuando el cristiano muere, él será llevado a la presencia de Dios, y en Su presencia estará naturalmente rodeado por la gloria de Dios. Seremos llevados al lugar donde literalmente reside la belleza de Dios – la belleza de Su Espíritu estará allí, porque Él estará allí. Nuevamente, la belleza de Su Espíritu (o la esencia de Quien Es Él) es Su “gloria.” En ese lugar, Su gloria no necesitará venir a través del hombre o la naturaleza, en vez de ello será vista claramente, así como lo dice 1 Corintios 13:12, “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.”

En el sentido terrenal/humano, la gloria es una belleza o vitalidad que descansa sobre lo material de la tierra (Salmo 37:20, Salmo 49:17), y en ese sentido, es pasajera. Pero la razón de su desvanecimiento es porque las cosas materiales no perduran. Éstas se marchitan y mueren, porque la gloria que se encuentra en ellas pertenece a Dios, y vuelve a Él cuando el deterioro o la muerte se adueñan de lo material. Piensa en el hombre rico que mencionamos antes. Los versos dicen, “El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación, pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba.” ¿Qué significa esto? El verso está advirtiendo al hombre rico, que se dé cuenta que su riqueza, poder y belleza proceden de Dios, y que se humille al recapacitar en que es Dios quien hizo lo que él es, y le dio todo cuanto tiene. Y el estar consciente de que él perecerá como la hierba, lo traerá a la conclusión de que la gloria procede de Dios. Que Dios es la fuente, el manantial de donde emanan todas las pequeñas glorias.

Puesto que la gloria procede de Dios, Él no permitirá establecer la afirmación de que la gloria proviene del hombre, o de los ídolos del hombre, o de la naturaleza. En Isaías 42:8, vemos un ejemplo del celo de Dios por Su gloria. Este celo por Su propia gloria es de lo que Pablo está hablando en Romanos 1:21 cuando habla sobre las maneras en las que la gente adora a la criatura en vez de al Creador. En otras palabras, ellos miran al objeto a través del cual procede la gloria de Dios, y en vez de dar a Dios el crédito por ello, ellos adoran a ese animal, o árbol u hombre como si la belleza que poseyeran se hubiera originado dentro de ellos. Este es el corazón mismo de la idolatría y es un hecho muy común. Todo aquel que haya vivido, ha cometido este error en uno u otro momento. Todos nosotros hemos “cambiado” la gloria de Dios a favor de la “gloria del hombre.”

Este es el error que mucha gente continúa haciendo: confiando en cosas terrenales, en relaciones terrenales, en sus propios poderes, talentos o belleza, o en la bondad que ven en otros. Pero cuando estas cosas se desvanecen y caen como lo harán inevitablemente (siendo sólo contenedores temporales de la gloria mayor), esta gente cae en la desesperación. Lo que todos necesitamos considerar es que la gloria de Dios es constante, y que los que viajamos a través de la vida, la veremos manifestada aquí y allá, en esta persona, o ese bosque, o en una historia de amor o heroísmo, ficticia o no, o en nuestras propias vidas. Pero al final, todo eso regresa a Dios. Y el único camino a Dios es a través de Su Hijo, Jesucristo. Es en Él donde encontraremos la fuente misma de toda la belleza en el cielo, si estamos en Cristo. Nada será una pérdida para nosotros. Todas esas cosas que se desvanecieron en la vida, las encontraremos nuevamente en Él.

Muéstranos cómo terminar bien

El Blog de Ligonier

Serie: De una generación a otra

Muéstranos cómo terminar bien
Por Wiley Lowry

Nota del editor: Este es el duodécimo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: De una generación a otra

Terminar bien comienza ahora. Puede que admitir la vejez sea una lucha muy antigua, pero los cristianos jóvenes necesitan los ejemplos de los santos mayores que han aceptado su edad y están cultivando el fruto espiritual en sus últimos años.

El estímulo de nuestros amigos ancianos es una bendición especial. Sidney era casi sesenta años mayor que yo, pero en los últimos años de su vida fue uno de mis amigos más cercanos. Me llamaba por teléfono, y sus primeras palabras solían ser: «Habla el viejo». Sidney aceptó su edad y, como disfrutó el amor de Dios durante muchas décadas, estaba comprometido con terminar bien.

Sidney me mostró cómo terminar bien con dos palabras. En una ocasión, fui con él a ver a un amigo moribundo, y Sidney se inclinó junto a su amigo, habló con él en voz baja, oró con él, y luego le dijo : «Billy, dos palabras: te… amo…». Eso era todo, dos palabras sencillas pero notables. Y ese era Sidney: amaba a las personas de un modo sencillo pero notable. Ya fuera su esposa, que sufría de Alzheimer; sus médicos y enfermeras, que lo cuidaron durante un cáncer y un derrame cerebral, o el camarero que le traía café antes del almuerzo, Sidney quería saber de ellos, cómo estaban y cómo podía ayudarlos y orar por ellos. Vi cómo el «viejo» servía a Dios y a los demás con esas dos palabras sencillas.

La gran bendición de ver a alguien terminar bien no es solo que aprendemos cómo vivir mañana; en realidad, es que aprendemos cómo vivir hoy. Los hombres y mujeres que siguen viviendo la segunda mitad de su vida con madurez y fidelidad a Dios son una motivación para que las generaciones jóvenes vivan de esa misma forma ahora.

En el Nuevo Testamento, leemos que Timoteo disfrutó las bendiciones de contar con ejemplos fieles y piadosos. No solo tuvo a su abuela Loida y a su madre Eunice, que le ejemplificaron y enseñaron la fe, sino también a Pablo, que peleó la buena batalla, terminó la carrera y guardó la fe. Timoteo necesitaba las lecciones que aprendió de los hombres y las mujeres mayores para ser diligente y fructífero en el llamado de Dios. Piensa en algunos de los aspectos en que Pablo terminó bien:

Siguió consagrado a Dios en oración, alabanza, adoración y obediencia hasta el final.
Soportó las pruebas con gracia y valor.
Vivió con humildad, contentamiento, gratitud, gozo y esperanza.
Amó y sirvió a los demás, incluso cuando era difícil para él.
Recordó y formó a la generación venidera para el ministerio.
Se preparó para la muerte y estaba ansioso por estar con Cristo.
Pablo «terminó la carrera» y el patrón general de su vida fue un ejemplo de la gracia y perseverancia de Dios, pero, en realidad, las prioridades de la vida de Pablo son las mismas preocupaciones apremiantes a cualquier edad.

Cuando los creyentes jóvenes enfrentan horarios ocupados, presiones diarias y el costo de seguir a Jesús, quieren saber que todo estará bien. Nuestros temores pecaminosos y las mentiras del mundo insisten en que debemos buscar el éxito y el placer a toda costa, pero los creyentes maduros tienen el beneficio de la retrospectiva y la perspectiva para insistir en que el camino de Dios es el mejor. Necesitamos tener ejemplos vivos de sabiduría y vejez que testifiquen que Dios es fiel y que ser fiel a Él es, a fin de cuentas, lo único que realmente importa.

Nadie sabe lo que nos depara el mañana y siempre estamos entrando a etapas nuevas y desconocidas de la vida. Dios puede llamarnos a terminar antes de lo que habíamos planeado, pero Él es bondadoso. De hecho, el salmista nos da una oración y un camino a seguir:

Oh Dios, tú me has enseñado desde mi juventud, y hasta ahora he anunciado tus maravillas. Y aun en la vejez y las canas, no me desampares, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a esta generación, tu poderío a todos los que han de venir (Sal 71:17-18).

Algunos pueden sentirse tentados a pensar que el llamado a terminar bien solo es relevante para las personas que tienen ochenta o noventa años, pero en realidad la preparación comienza mucho antes. El carácter y los hábitos piadosos que se desarrollan a través de los años son los patrones que emergen en la vejez e influyen a los creyentes más jóvenes de un modo inolvidable. La necesidad de ser fieles en la segunda mitad de la vida es demasiado importante como para esperar hasta que sea demasiado tarde. Por lo tanto, la petición es simple: muéstranos ahora cómo comenzar a terminar bien.

Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Wiley Lowry
El Rev. Wiley Lowry es ministro de cuidado pastoral en la First Presbyterian Church de Jackson, Mississippi, y profesor adjunto de Belhaven University.

1-LA SOLEDAD DE DIOS | SERIE INFANTIL

Ministerio Infantil ICEF

Serie Infantil: Los Atributos de Dios

1-LA SOLEDAD DE DIOS

Mis Primeros Pasos en la fe

Basado en la confesión de Fe de Westminster

En algunos versículos de la Biblia utilizamos diferentes versiones, ya que tratamos que el lenguaje a usar sea entendible para los niños. Guión y Adaptación por ICEF.

Narración: Elena Pacheco Edición: Elena Pacheco

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¿Quién es más grande, Dios o el hombre?

Lunes 13 Junio
¿Quién dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo el Señor?
Éxodo 4:11
El que hizo el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá?
Salmo 94:9
¿Quién es más grande, Dios o el hombre?
Llevé a un compañero a la estación del tren. El tráfico era pesado, así que gastamos más tiempo de lo previsto. En el recorrido hablamos de Dios, pues ambos creíamos en él, pero de manera diferente: él veía a Dios solo como un inmenso poder inicial; yo conocía al Dios de la Biblia, infinito en poder, pero también como Persona… Después de estacionar el automóvil, tomamos las maletas y nos dimos prisa. Entonces le pregunté: ¿Qué hace que un hombre sea grande?

 – Su inteligencia y su sentido moral, respondió rápidamente.

 – Entonces, ¿negarías que Dios es quien ha dado al hombre su inteligencia? Quién es más grande, ¿Dios o el hombre?

Mi compañero subió rápidamente al tren. La puerta se cerró mientras me respondía: -¡Dios es más grande!

En efecto, Dios es más grande que el hombre. Él nos hizo, y no al contrario (Salmo 95:6). Dios creó al hombre a su imagen; nos dio una inteligencia, un sentido moral y una personalidad. Pero Dios posee todo esto de una manera suprema: “Su entendimiento es infinito” (Salmo 147:5). Dios habló de varias maneras, él es Aquel que se revela. Es el Dios que recuerda todo, anota todo y sabe todo. Está en todas partes y por encima de todo. Tales pensamientos podrían aplastarnos, pero la Biblia nos muestra que Dios nos ama y nos dio lo más valioso que tenía: su propio Hijo.

Levítico 23 – Efesios 2 – Salmo 70 – Proverbios 17:7-8

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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