Líderes en el hogar

El Blog de Ligonier

Serie: El liderazgo

Líderes en el hogar
Por Timothy Z. Witmer

Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El liderazgo

¿Quién lo dice?». Probablemente has escuchado estas palabras en una discusión. Probablemente has dicho estas palabras en una discusión. La importancia de estas tres palabras radica en el hecho de que llegan a la pregunta fundamental de quién tiene «derecho» a ser escuchado y quién tiene el derecho a ser seguido. ¿Quién es el líder? Por supuesto, el problema en nuestra cultura es que nadie quiere reconocer a alguien en tal posición, es decir, a alguien que tenga autoridad. Pero como puedes ver en este asunto, Dios ha ejercido Su prerrogativa como Creador del universo de identificar a aquellos que son llamados a liderar en la iglesia (los ancianos). Él también ha establecido la autoridad del gobierno civil (Rom 13). Las Escrituras también brindan una clara orientación sobre la autoridad dentro de la familia.

MARIDOS Y MUJERES
Probablemente haya más malentendidos sobre la relación entre marido y mujer que sobre cualquier otro tema en nuestra sociedad. Las Escrituras, sin embargo, son muy claras. Un pasaje clave que trae claridad al tema se encuentra en Efesios 5. En este capítulo, Pablo detalla varias implicaciones prácticas de la nueva vida en Jesús, incluida la forma en que los maridos y sus mujeres deben relacionarse entre sí. Comenzamos, como lo hace Pablo, con una mirada al rol de la mujer:

Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del cuerpo. Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo (Ef 5:22-24).

Al mirar este texto, debemos tener cuidado con las caricaturas y los malentendidos que abundan. Hace muchos años, cuando empezaba mis estudios de teología, hablaba con un amigo y él dijo: «Oye, Tim, encontré mi versículo favorito en la Biblia». Yo respondí: «¿En serio? ¿Cuál es?». Él dijo: «Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos». Él continuó con una fuerte risa. Le pregunté: «¿Leíste el resto del pasaje?». Pareciendo algo desconcertado, respondió «no» y se alejó. Era obvio que no había seguido leyendo sobre los roles complementarios que hombres y mujeres son llamados a cumplir en el contexto del matrimonio.

En primer lugar, debemos observar que tanto el hombre como la mujer son creados a la «imagen de Dios» (Gn 1:26). Ambos también están encargados de ejercer dominio sobre la creación. Las Escrituras son excepcionales en la dignidad que se le otorga al género femenino. Pero es importante comprender que los maridos y las mujeres están llamados a diferentes roles en el matrimonio.

MUJERES: SUMISIÓN RESPETUOSA
La mujer es llamada a respetar el liderazgo amoroso de su marido. La palabra «someter», usada por Pablo en este contexto, tiene en su raíz la idea de «orden». Para que alguna organización funcione correctamente, debe haber un lugar donde «uno asume la responsabilidad». El propósito de esta disposición no es para que el marido pueda dar órdenes, sino para que haya orden en el hogar. Primus inter pares es una gran locución en latín que captura esta dinámica. Significa «el primero entre iguales». A continuación, veremos la naturaleza del liderazgo que el marido está llamado a proporcionar.

Pero antes analicemos algunas de las caricaturas sobre el rol de la mujer. En primer lugar, la sumisión de una mujer a su marido no es una expresión de inferioridad. Hay quienes piensan que cuando uno está llamado a someterse a otro, esto automáticamente implica que el que se somete es inferior. Este no es el caso. El ejemplo más profundo de esto es el mismo Señor Jesús. Él ha existido eternamente con el Padre y el Espíritu Santo en la gloria del cielo. Pero del misterio de la encarnación, Pablo escribe:

El cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Flp 2:6-8).

Jesús vino al mundo en sumisión y obediencia al Padre, pero en ningún momento fue inferior al Padre. Su sumisión fue con el propósito de lograr nuestra redención. Como Dios-hombre, Él cumplió perfectamente la ley en nuestro lugar. Como Dios-hombre, Él expió perfectamente nuestros pecados en la cruz. La sumisión voluntaria del Salvador al Padre en la encarnación fue diseñada con un propósito específico, pero en ningún momento estuvo en una posición de inferioridad.

De manera similar, el respeto de la mujer por el liderazgo de su marido no es una expresión de inferioridad sino un reconocimiento de sumisión al plan de Dios para el orden en la familia. Es un grave error que un marido malinterprete su lugar de liderazgo como una posición de superioridad. Recuerda que Pedro describió a la mujer como «coheredera de la gracia de la vida» (1 Pe 3:7). Pablo escribió: «No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3:28). Con respecto a nuestra posición en Cristo, no hay diferencia. El marido y la mujer participan por igual en los beneficios y la posición garantizada por la obra de Cristo, pero el matrimonio es una relación en la que somos llamados a diferentes roles.

En segundo lugar, la sumisión de la mujer a su marido es voluntaria. La responsabilidad de someterse no significa la sumisión de todas las mujeres a todos los hombres. Es una dinámica única establecida para el funcionamiento ordenado de la familia en el matrimonio. Por lo tanto, es muy importante que una mujer tenga esto en cuenta cuando esté considerando casarse. ¿El hombre con el que pretendes casarte es alguien cuyo liderazgo respetas y a quien puedes someterte? Si no, él no es el hombre adecuado. Con demasiada frecuencia, las mujeres piensan que pueden cambiar a un hombre después de casarse con él. No cuentes con eso.

En tercer lugar, la sumisión de una mujer a su marido es una expresión de su sumisión a Cristo. Para una mujer, seguir el liderazgo de su esposo es un aspecto importante de seguir a Cristo. Pablo escribe: «las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor» (Ef 5:22). Esto no significa «como si tu marido fuera el Señor», sino más bien «como parte de tu obligación para con el Señor». Una forma de hacer a un marido muy obstinado y desanimarlo es fallando en respetar su liderazgo. Si bien esta es la obligación de la mujer en el Señor, como maridos, siempre debemos preguntarnos si somos respetables y si estamos liderando como el Señor quiere. Esto nos lleva a examinar el rol del marido.

MARIDOS: LÍDERES AMOROSOS
La mujer es llamada a un rol difícil, pero es un rol que será mucho más fácil de asumir si su marido cumple con su responsabilidad de proporcionar un liderazgo amoroso. Es interesante observar que Pablo dirige unas cuarenta palabras a las mujeres, pero unas ciento quince a los maridos. En Efesios 5:25-33, él describe el rol de los maridos en el matrimonio. La clave es el versículo 25: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella».

¿Cuál es el estándar de amor que se establece ante los maridos? Es el amor sacrificial del Señor Jesucristo. Es Su liderazgo de servicio amoroso el que proporciona el entorno para que las mujeres lo sigan. Veamos cómo el amor de Cristo da ejemplo del amor de los maridos por sus mujeres.

En primer lugar, el amor de Cristo es incondicional. No había nada en ti o en mí que mereciera o exigiera el amor de Cristo. Muy por el contrario, «Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rom 5:8). No solo no le amamos, sino que en nuestro pecado íbamos en la dirección opuesta. Es el clásico caso de amor no correspondido. Es por eso que nuestra relación con Él es únicamente por Su gracia.

Nuestro amor por nuestras esposas también debe ser incondicional. Tenemos que admitir desde el inicio que la analogía se viene abajo porque somos seres humanos pecadores. Debemos admitir que hubo «condiciones» que nos atrajeron hacia nuestras esposas, incluidas la personalidad, los intereses e incluso la buena apariencia. Sin embargo, nuestro amor por nuestras mujeres se basa en el compromiso que hicimos en nuestros votos matrimoniales en la presencia de Dios y los testigos. Tu amor por tu mujer debe ser incondicional en el sentido de que no cambia según las circunstancias. Los maridos deben tener cuidado de no comunicarles a sus mujeres que su amor se basa en cómo se ven hoy o en cómo les responden hoy. Nuestro amor se basa en el compromiso, no en las condiciones.

En segundo lugar, el amor de Cristo es sacrificial. Pablo escribe que los maridos deben amar a sus mujeres «como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella» (Ef 5:25). ¿Hasta qué punto amó Cristo a la Iglesia? Él se dio completamente por ella. Su venida fue para entregarse en servicio desinteresado. A nosotros, como maridos, se nos dice que este es nuestro modelo para servir a nuestras esposas. Esto es muy opuesto a nuestra inclinación natural. A todos nos gusta que nos sirvan, especialmente en el hogar. Los maridos deben ser los principales siervos en el hogar, preparados para hacer lo que sea necesario en el hogar y con los hijos.

Finalmente, Pablo nos recuerda que Jesús estaba preocupado por la santidad de la Iglesia. Su amor y sacrificio fueron para «santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada» (Ef 5:26-27). El amor de Jesús al darse a Sí mismo no fue simplemente para que fuéramos perdonados, sino para que fuéramos santos. La principal preocupación de un marido debe ser que su esposa e hijos sean estimulados en su crecimiento en Jesús. Al igual que con el rol de la mujer, ser un líder amoroso es parte de la obediencia del marido a Cristo.

Podemos regocijarnos de que Dios nos ha hablado y enseñado cómo debe ser el liderazgo en el hogar. Es cierto, estos respectivos roles no surgen de manera natural o fácil debido a nuestro egoísmo pecaminoso. Esta es la razón por la que nuestros hogares deben ser lugares de arrepentimiento y perdón, donde la dependencia diaria de la gracia del evangelio y del poder del Espíritu sean moldeados y practicados. Solo entonces nuestros hijos verán en sus padres la realidad del evangelio. Solo entonces, de acuerdo con el plan que Dios quiere, nuestros matrimonios reflejarán el misterio de la relación entre Cristo y Su Iglesia.

Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Timothy Z. Witmer
El Dr. Timothy Z. Witmer es pastor de St. Stephen Reformed Church en New Holland, Pa., y profesor de teología práctica emérito en el Westminster Theological Seminary en Filadelfia. Es autor de Mindscape y The Shepherd Leader.

3-PELEA LA BUENA BATALLA POR LA FAMILIA | CARLOS CONTRERAS

Conferencia Por Su Causa

TEMA: Pelea La Buena Batalla

PLENARIA: PELEA LA BUENA BATALLA POR LA FAMILIA

CARLOS CONTRERAS

PELEA LA BUENA BATALLA
Para nadie es un secreto que estamos viviendo días muy complejos y turbulentos… días que nos recuerdan la realidad de que siempre hemos estado bajo una guerra espiritual que frecuentemente se intensifica sobre la Iglesia y en especial sobre sus líderes. Siempre ha habido una brecha entre el mundo y el pueblo de Dios, pero con el paso de los años esa brecha se ha ido acrecentando al punto que, se dice que en Occidente estamos viviendo una era pos-cristiana, una época donde los valores cristianos ejercen cada vez menos influencia sobre nuestra sociedad. El mundo se vuelve cada día más hostil hacia nosotros y por eso es necesario recordar el consejo del apóstol Pablo a su discípulo más joven, Timoteo —“pelea la buena batalla de la fe”—, para que al final de nuestros días podamos decir como él: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe” (2 Tim. 4:7).

¡El diablo existe! (1)

Martes 21 Junio
El diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
1 Juan 3:8
¡El diablo existe! (1)
Mucha gente no cree en el diablo, sin embargo, él existe. ¡Está presente desde el principio hasta el final de la Biblia! Dos profetas del Antiguo Testamento hablan de su origen. Era un ángel especialmente poderoso, “sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura… querubín grande” (Ezequiel 28:12, 14). Pero, cegado por el orgullo, dijo: “Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono” (Isaías 14:13). Entonces Dios lo echó de su monte, porque estaba “lleno de iniquidad” (Ezequiel 28:16). Ahora es el jefe de los ángeles que cayeron con él, el jefe de las “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12), pero que actúan en la tierra para hacer mal.

Satanás atacó al hombre desde el principio, induciendo a Adán y Eva a desobedecer a Dios (Génesis 3). Eso le funcionó muy bien, pero en ese momento Satanás supo que no tendría la última palabra, que la “simiente” de la mujer, es decir, Jesucristo, le heriría la cabeza (Génesis 3:15). Desde entonces, en los límites fijados por Dios, el diablo se ocupa en rodear la tierra y andar por ella (Job 1:7; 2:2), tratando de arrastrar a los hombres a la perdición, con él. El apóstol Pedro nos advierte contra este enemigo: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8).

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:27-29).

(mañana continuará)
Números 3 – 1 Timoteo 3 – Salmo 73:10-20 – Proverbios 17:23-24

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