¿Qué significa “Cristo es la cabeza de la iglesia”?

DUSTIN BENGE

Identificar a Cristo como la cabeza de la iglesia denota que tiene señorío soberano y autoridad suprema sobre ella. La Biblia menciona en varios textos que «Cristo es la cabeza de la iglesia», por ejemplo:

Más bien, al hablar la verdad en amor, creceremos en todos los aspectos en Aquel que es la cabeza, es decir, Cristo (Ef 4:15).

Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo (Ef 5:23).

Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía (Col 1:18).

Cuando pensamos en la palabra «jefe», a menudo, pensamos en un director ejecutivo o en el jefe de alguna institución u organización. Pero la frase «cabeza de la iglesia» no se emplea para identificar a Cristo como cabeza de una compañía o cabeza de alguna organización terrenal.

Identificar a Cristo como la cabeza de la iglesia denota que tiene señorío soberano y autoridad suprema sobre ella

Por supuesto, mi mente va a Efesios 5:23, cuando el apóstol Pablo distingue a Cristo como la cabeza de la iglesia para explicar el papel del varón en la familia. Pero lo más interesante en ese versículo es la frase «la cabeza de la iglesia». Su cuerpo, la iglesia, no es el resultado del ingenio humano. La iglesia no es el resultado de la visión de algún empresario. El Cristo viviente es la cabeza de un organismo viviente.

Al pensar en el señorío y la soberanía de Cristo sobre la iglesia, quizás tu mente vaya de inmediato a la Gran Comisión que Jesús delegó a Sus discípulos: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra» (Mt 28:18).

Así, la supremacía de Cristo, que fue establecida de manera firme antes de la creación y exhibida en Su encarnación, reina ahora, ahora mismo, sobre Su iglesia y, por supuesto, será eternamente establecida a Su regreso.

Cristo es la cabeza y nosotros, como iglesia, somos el cuerpo llamado a darle gloria en toda nuestra manera de vivir

Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y en Él todas las cosas permanecen. Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía. Porque agradó al Padre que en Él habitara toda la plenitud, y por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de Su cruz, por medio de Él, repito, ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos (Col 1:16-20).

Así que la iglesia recibe toda su vida de Cristo y no tiene vida aparte de Él. Son uno, Cristo es la cabeza y nosotros, como iglesia, somos el cuerpo llamado a darle gloria en toda nuestra manera de vivir.

Esta es una adaptación de un artículo publicado originalmente en Crossway.
Dustin Benge (PhD, The Southern Baptist Theological Seminary) es profesor asociado de espiritualidad bíblica y teología histórica en el Southern Baptist Theological Seminary. Él y su esposa, Molli, viven en Louisville, Kentucky.

La humildad en los esposos y padres

Serie: El orgullo y la humildad

Por Erik Raymond

Nota del editor:Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El orgullo y la humildad

Hace años, Andrew Murray observó que la humildad es el semillero en el que crecen todas las demás gracias de la vida cristiana. De igual manera, el semillero del orgullo hace brotar todos los vicios del pecado. Por lo tanto, no es exagerado decir que si descuidamos la humildad, no podemos progresar en la vida cristiana. Esto es especialmente importante para los esposos y padres cuando cumplimos con nuestras responsabilidades hacia Dios, nuestras esposas y nuestros hijos (Ef 5:25-33; Col 3:21; 1 Pe 3:7).

Cuando procuramos la humildad, tendemos a pasar a las acciones específicas sin pensar mucho en por qué debemos hacerlo. Antes de entrar en algunos detalles, considera un marco para esas acciones.

Un marco para la humildad
El orgullo es una necedad. Después de todo, nuestro Creador nos da y sostiene nuestras vidas. Qué arrogante es pensar que somos algo aparte de Dios cuando, en realidad, no somos nada. Al estar a la sombra de nuestro Creador, deberíamos ser humildes para adorar y preguntarnos con el salmista: «¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes?» (Sal 8:4).

Es más, considera que nuestro Señor Jesucristo se humilló haciéndose hombre (Flp 2:6-8) por nosotros y por nuestra salvación. ¿Cuál fue la raíz de nuestro pecado? El orgullo. No es exagerado decir que Cristo se humilló para rescatar a personas orgullosas que no se humillaron, no quisieron ni pudieron hacerlo. Cuando luchamos con la humildad, mirémonos en el espejo y veámonos a nosotros mismos mirándonos, y recordemos: Jesús se humilló para salvarnos cuando estábamos metidos hasta el cuello en una rebelión orgullosa. ¿Cómo entonces podemos persistir en el orgullo?

Un marco para un liderazgo humilde
Si entendemos que Dios es nuestro Creador, abordaremos nuestras responsabilidades desde la perspectiva de la mayordomía. Un mayordomo es alguien que entiende que no es el dueño sino el cuidador. Esposos y padres, ¿cómo cambiarían sus relaciones si recordaran que su esposa no es en última instancia suya? ¿Y que sus hijos tampoco son suyos en última instancia? Dios ha concedido a los esposos y padres la responsabilidad de guiar a sus esposas e hijos con amor. No debemos eclipsar los derechos de Dios para la adoración promoviéndonos a nosotros mismos en Su lugar. Los mayordomos han de ser fieles y tratar bien a quienes están a su cargo (1 Co 4:2). Nada es más infiel que robarle la gloria a nuestro Amo maltratando a los que Él cuida o tratando de ocupar Su lugar en la vida de nuestras familias.

Jesús instruye a Sus seguidores (especialmente a los que dirigen) a reflejar Su servicio, sirviendo a los demás (Mr 10:43-45). La fuente de muchos de nuestros momentos pecaminosos como esposos y padres es nuestro deseo de ponernos la corona en lugar del delantal de servicio. Queremos ser servidos en lugar de servir. ¿Puedes ver cómo este tipo de deseo y acción distorsiona el reflejo del evangelio que estamos llamados a modelar como esposos y padres? Jesús no es solo la motivación de nuestro servicio, sino también el modelo.

Expresiones de un liderazgo humilde
El liderazgo humilde se manifiesta de diversas maneras. He aquí algunas de ellas.

El liderazgo humilde acepta la realidad. En lugar de tratar de vivir en un mundo de fantasía donde somos los héroes y el centro del universo, los hombres humildes abrazan la verdad de que son defectuosos, débiles y necesitados de gracia. Esto nos libera para reflejar el carácter de Dios en lugar de proyectar nuestro propio avatar o identidad.

El liderazgo humilde es comprensivo. Se nos ordena conocer bien a nuestras esposas e hijos. Este conocimiento conduce a la comprensión (Col 3:21; 1 Pe 3:7). La humildad se muestra aquí con paciencia amorosa. Los líderes humildes buscarán aprender sobre sus esposas o hijos a medida que cambian. Considerarán los intereses de los demás más importantes que los propios (Flp 2:3).

El liderazgo humilde confiesa el pecado. Nuestro defecto es dar voz a nuestro abogado defensor interior cada vez que parece que hemos hecho algo malo. Pero este es el fruto podrido que crece en el semillero del orgullo. En cambio, el líder humilde puede confesar su pecado a su esposa e incluso a sus hijos. Sí, esto nos hará parecer menos importantes. Pero enfatizará nuestra necesidad de gracia y misericordia. En nuestro menguar, apuntamos a que Dios aumente (Jn 3:30).

El liderazgo humilde se somete a la autoridad de Dios. Podemos hacerlo reflejando Su diseño para el liderazgo. También podemos hacerlo leyendo la Biblia, instruyendo a nuestra familia en la Palabra, y orando con y por ellos. En esto, no sólo equipamos a otros, sino que modelamos una humilde dependencia de Dios.

Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.

Erik Raymond
Erik Raymond es el pastor principal de Redeemer Fellowship Church en el área metropolitana de Boston. Él y su esposa Christie tienen seis hijos

Socorro en la tempestad

Miércoles 3 Agosto

Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Luego se alegran, porque se apaciguaron; y así los guía al puerto que deseaban.

Salmo 107:29-30

El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?

Salmo 27:1

Socorro en la tempestad

El Abeille Bourbon es un remolcador de 80 metros de largo, con sede en Brest, Francia, equipado especialmente para el rescate marítimo. Atendido por una tripulación experimentada, opera desde Ouessant, frente a la costa de Bretaña. Ayuda a los barcos que están en peligro de naufragar, cuando las tempestades se desatan, y los remolca hasta los puertos más cercanos.

La Biblia menciona varias tempestades (leer Jonás 1:4Hechos 27Mateo 8:24…). Las tempestades simbolizan un tiempo de prueba. Dios, quien ama a todos los hombres, a menudo se manifiesta a través de ellas. Todo el que necesite ayuda debe pedirla, sin tardar, a Jesús el Salvador. En él descubrirá a Aquel que vive, que puede hacerse cargo no solo de su situación presente, sino de toda su vida. ¡Qué paz me da Jesús cuando comprendo que él tiene el poder de perdonar mis pecados y darme la vida eterna!

Los creyentes también atraviesan tempestades, por lo tanto necesitan ayuda. Como el barco es enganchado al remolcador, el creyente está unido a Cristo por el vínculo de la fe. En él está la fuerza. Él conoce el fin de la prueba y limita su intensidad (Job 1:12). Él tiene el poder, no solo para conducirnos en medio de la tempestad, sino también para detenerla: Él es Dios. Él es poderoso para llevarnos hasta el puerto.

El Señor nos ama eternamente:

Su gracia jamás cesará;

A la meta nos llevará,

Porque es nuestra esperanza,

Nuestro gozo supremo.

Jeremías 7 – Lucas 13:18-35 – Salmo 90:1-6 – Proverbios 20:22

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