La importancia del arrepentimiento

La importancia del arrepentimiento

6/7/2018

Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados. (Hechos 2:38)

Nadie puede ir a Jesucristo a menos que se arrepienta. Jesús comenzó su ministerio proclamando la necesidad del arrepentimiento (Mt. 4:17), y Pedro y Pablo siguieron proclamándola. El arrepentimiento es una decisión consciente de apartarse del mundo, del pecado y del mal. ¡Es algo decisivo!

Si usted acudió a Jesucristo pensando que lo único que tenía que hacer era creer, pero que no tenía que confesar su pecado ni estar dispuesto a apartarse de la maldad de este mundo, no ha entendido el mensaje de salvación. La vida de muchas personas no ha cambiado nada desde que supuestamente creyeron en Cristo. Por ejemplo, algunas eran inmorales y siguen siendo inmorales. Algunas cometían adulterio y siguen cometiendo adulterio. Y algunos cometían fornicación y siguen cometiendo fornicación. Pero según 1 Corintios 6:9-10, los fornicarios y los adúlteros no heredarán el reino de Dios.

Si verdaderamente usted es salvo, se esforzará por apartarse de las cosas del mundo.

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Vivimos por fe

JUNIO, 07

Vivimos por fe

Devocional por John Piper

…la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2:20)

La fe está en perfecta armonía con la gracia venidera de Dios: se corresponde con la libertad y la plena suficiencia de la gracia, y dirige nuestra atención a la gloriosa fiabilidad de Dios.

Una de las implicaciones importantes de esta inferencia es que la fe que justifica y la fe que santifica no son dos clases de fe distintas. Santificar simplemente quiere decir hacer santo o transformar en semejanza a Cristo. Todo esto es por gracia.

Por lo tanto, también debe ser por fe, porque la fe es la acción del alma que se conecta con la gracia, y la recibe, y la canaliza para convertirla en poder para obedecer, y la protege para que no quede anulada a causa de la jactancia humana.

Pablo hace explícita esta relación entre la fe y la santificación en Gálatas 2:20 («vivo por fe»). La santificación es por el Espíritu y por la fe; dicho en otras palabras, es por gracia y por fe. El Espíritu es el «Espíritu de gracia» (Hebreos 10:29). El hecho de que Dios nos haga santos es obra de su Espíritu, pero el Espíritu obra mediante la fe en el evangelio.

La simple razón por la que la fe que justifica es también la fe que santifica es que tanto la justificación como la santificación son la obra de la gracia soberana. No son el mismo tipo de obra, pero ambas son la obra de la gracia. La santificación y la justificación son «gracia sobre gracia».

La fe es la consecuencia natural de la libertad de la gracia. Si tanto la justificación como la santificación son la obra de la gracia, es lógico que ambas sean por fe.

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Deuteronomio 11 | Salmos 95–96 | Isaías 39 | Apocalipsis 9

7 JUNIO

Deuteronomio 11 | Salmos 95–96 | Isaías 39 | Apocalipsis 9

En la meditación del 7 de noviembre del volumen 1, hablábamos de la enfermedad casi mortal del rey Ezequías, de su recuperación y su posterior insensatez con los emisarios babilonios (en 2 Reyes 20, encontramos un relato parecido al de Isaías 39–40). La muerte no es lo que más hay que temer. Si Ezequías hubiese muerto por su enfermedad, en lugar de vivir quince años más, no habría sucumbido ante sus peores pecados de orgullo y crueldad (Isaías 39:5–8). Sin embargo, aquí nos centraremos en algo más prosaico: la cronología de los acontecimientos, ya que hay varias lecciones que aprender.

Hay mucho debate sobre la datación del reinado de Ezequías. Está razonablemente claro que la invasión de Senaquerib (Isaías 36:1) tuvo lugar en 701 a. C., el decimocuarto año de Ezequías como rey, lo cual significa que subió al trono en 715 a. C. Sin embargo, 2 Reyes 18:1 afirma que esto aconteció en el tercer año del rey Oseas de Israel (el reino del norte), es decir, aproximadamente en 727. Probablemente, Ezequías fue regente con su padre Acaz desde 727 a 715, año en que este murió, reinando en solitario a partir de ahí (las regencias compartidas eran comunes entre los reyes de Judá e Israel). Por tanto, la invasión de 701 tuvo lugar en el año decimocuarto o vigesimosexto del reinado de Ezequías, según se incluyan o no los años de regencia. No obstante, 2 Reyes 18:1 también especifica que este reinó durante veintinueve años desde el inicio de la misma, lo cual sitúa su muerte en 698. Si su enfermedad se produjo quince años antes (Isaías 38:5), estamos hablando del año 713. Los emisarios de Babilonia realizaron su visita poco después, en 712 o 711, más de una década antes de la invasión asiria bajo el mando de Senaquerib. La frase “por aquellos días” (38:1) debe de ser entonces una referencia general a la época de la vida y el reinado de Ezequías y no tanto a algo más específico.

Esto significa que no debemos considerar posteriores a la invasión asiria los acontecimientos de Isaías 38–39, como si este episodio fuese una recaída tras la intercesión heroica y la fiel obediencia descritas en los capítulos 36–37. La situación es más compleja. Después de prósperos años de administración (2 Reyes 18), Ezequías cae enfermo y se cura de forma milagrosa. Seguidamente, se jacta ante los emisarios de Babilonia (Isaías 39), lo cual bien podía ser parte de su plan de rebelión contra Asiria. Ezequías sólo aprende a confiar en el Señor una década más tarde, cuando los asirios casi lo destruyen. Muere tres años después de esta invasión. Si esta cronología es correcta, su postura extraordinariamente egoísta y cruel en Isaías 39:8 refleja con precisión su ambivalencia hacia Dios y su profeta, hasta que la desesperación lo venció.

¿Cuándo y cómo aprendemos a confiar en el Señor?

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 158). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Morir tranquilo

Jueves 7 Junio

Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

2 Corintios 5:20-21

Morir tranquilo

A raíz de la muerte de un famoso comentador deportivo, los medios de comunicación recordaron una frase que lo había hecho famoso: «Ahora podemos morir tranquilos». La había pronunciado al comentar la victoria del equipo francés de fútbol en la final de la copa del mundo. Probablemente sus palabras iban más allá que sus pensamientos, pero daban testimonio de su pasión por el fútbol. Su mayor deseo acababa de cumplirse, por ello, en aquel momento, sentía una plena satisfacción.

Pero, ¿es esto suficiente para morir tranquilo? Pensar de esta manera sería no tomar las cosas en serio. Habría que ser muy inconsciente para afirmar que se puede morir tranquilo sin estar en regla con Dios. Nuestras pasiones no deben hacernos olvidar la solemnidad del momento en que nos encontremos cara a cara con Dios. Hace mucho tiempo un profeta hizo esta advertencia: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios” (Amós 4:12). Tenemos que prepararnos, pues por naturaleza, siendo pecadores, no tenemos acceso a Dios y lo rechazamos. Pero Dios nos dio la solución para reconciliarnos con él por medio de la muerte de su Hijo, pues Jesús hizo “la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20). Solo la fe en Jesucristo nos da la justicia que nos permite tener la paz con Dios. Y solo entonces podemos mirar la muerte con serenidad, porque Dios, Juez de todos (Hebreos 12:23), recibirá como un hijo muy amado al que creyó en él, siendo perdonado de sus pecados y reconciliado con él mediante el sacrificio de Jesucristo.

Levítico 17 – Romanos 13 – Salmo 68:21-27 – Proverbios 16:29-30

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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