4 recomendaciones de John Newton sobre la oración pública

4 recomendaciones de John Newton sobre la oración pública

John Newton (1725–1807), el famoso escritor del himno Sublime gracia, escribió más de mil cartas en su vida, y muchas de ellas tratan el tema de la oración. Newton creía y enseñaba que la oración es una disciplina tanto personal como congregacional. En correspondencia con un amigo, Newton expresó su opinión sobre las oraciones públicas, o las “oraciones sociales”, como las llamaba. Se refirió a estas oraciones como “los ejercicios más provechosos (además de la predicación pública) en los que los cristianos pueden participar”.[1] En otra carta, Newton instruyó a un lector sobre cómo realizar dichas oraciones públicas: que sean cortas, metodológicas, distinta del sermón, y reverentes.[2]

1. Las oraciones públicas deben ser cortas

En primer lugar, Newton argumentó que “las oraciones largas deberían evitarse en general”, porque podrían distraer incluso a las personas más espiritualmente maduras. Para él, el problema de algunas oraciones públicas era su larga duración. Entonces, Newton dijo que es mejor que los oyentes “deseen que la oración haya sido más larga, que pasar la mitad del tiempo deseando que haya terminado”.[3]

2. Las oraciones públicas deben ser simples

A Newton no le gustaban las oraciones elaboradas, argumentando que sonaban más bien “artificiales”. No quiso decir que las oraciones deberían ser desorganizadas. De hecho, dijo que “cierta atención a una metodología puede ser adecuada, para prevenir repeticiones”.[4] Recomendó la Guía de oración de Isaac Watts, pero comentó: “Poner demasiada atención al método que allí se recomienda da un aire de estudio y formalidad, y ofende esa simplicidad que es esencialmente necesaria para una buena oración”.[5]

3. Las oraciones públicas deben ser distintas de los sermones

Las oraciones deben basarse en las Escrituras y el evangelio, deben reflejar la experiencia, las expresiones, y los sentimientos del alma.

Las oraciones públicas son, de hecho, una oportunidad de aprendizaje para aquellos que escuchan, pero Newton lamentó que “las oraciones de algunos buenos hombres parecen más una predicación que una oración”. Newton creía que la predicación es hablar “la mente del Señor a la gente”, mientras que orar es hablar “los deseos de la gente al Señor”. Cuando se confunde una cosa con otra, “difícilmente puede llamarse una oración”. Lejos de beneficiar a la congregación, lamentó Newton, oraciones así difícilmente ayudarán a quienes desean orar de todo corazón. En contraste, Newton elogió las oraciones que son como un “respirar hacia el Señor en confesión, petición, o alabanza”. Y aunque las oraciones deben basarse en las Escrituras y el evangelio, deben reflejar la experiencia, las expresiones, y los sentimientos del alma. Al hacerlo, las oraciones resultarán en “la edificación de otros”.[6]

4. Las oraciones públicas deben ser reverentes

Por último, Newton desaprobó la “costumbre que algunos tienen de hablar [casualmente] con el Señor en oración”. Se refería al tono informal, como si la oración fuera “una ocasión familiar y trivial”. Exhortó a los que oran públicamente a recordar que le hablaban al Rey de reyes. Orar de esta manera “evitará que hablemos con [Dios] como si fuera un hombre igual a nosotros”.[7]


[1] John Newton, Letters of John Newton (Edimburgo: Banner of Truth Trust, 2007), 78.

[2] Aunque la carta no está dividida como tal, el patrón parece obvio a medida que se lee.

[3] John Newton, The Works of the Reverend John Newton (Edimburgo: Banner of Truth Trust, 1985), 1:77.

[4] Newton, Works, 1:77.

[5] Newton, Works, 1:77.

[6] Newton, Works, 1:77.

[7] Newton, Works, 1:77.

Giancarlo Montemayor es el Director Editorial de B&H Español. Es instructor de 9Marcas y Simeon Trust en Español. Al mismo tiempo, Giancarlo estudia un PhD en Historia, en el Southern Baptist Theological Seminary. Está casado con Marcela, y tienen dos hijos.

Nuestro misericordioso Espíritu

Nuestro misericordioso Espíritu

6/17/2018

No contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. (Efesios 4:30)

El Espíritu Santo se entristece cuando los creyentes no cambian su antigua manera de vivir y adoptan la nueva. Siente dolor cuando los creyentes mienten y ocultan la verdad, cuando se enojan y son implacables, cuando roban y se niegan a compartir, y cuando dicen palabras obscenas y no tienen un espíritu misericordioso.

Cuando usted fue salvo, el Espíritu de Dios puso en usted un sello, que declara que usted es de Dios para siempre. Como Él ha sido tan misericordioso que le dio salvación eterna, lo selló para siempre, y ha guardado su salvación hasta el día de la redención, ¿cómo es posible que lo contriste? Él ha hecho tanto por usted que, como muestra de gratitud, no debe contristarlo.

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El tipo de oración que le agrada a Dios

JUNIO, 17

El tipo de oración que le agrada a Dios

Devocional por John Piper

Pero a éste miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra. (Isaí?as 66:2)

La primera marca de un corazón recto es que tiembla ante la Palabra del Señor.

Isaí?as 66 lidia con el problema de que algunas personas adoran a Dios de una manera que a él le agrada y que otras lo adoran de una manera que no le agrada. El versículo siguiente describe al malo que le presenta sacrificios: «El que mata un buey escomo el que mata a un hombre, el que sacrifica un cordero como el que desnuca un perro». Sus sacrificios son abominación a Dios: van a la par con un asesinato. ¿Por qué?

En el versículo 4 Dios explica: «Porque llamé, mas nadie respondió, hablé, mas no escucharon». Sus sacrificios eran abominación a Dios porque el pueblo no prestaba oídos a su voz. Pero ¿qué hay de aquellos cuyas oraciones Dios escuchaba? Dios dice en el versículo 2: «Pero a éste miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra».

Por consiguiente, concluyo que la primera marca de los justos, cuyas oraciones son una delicia para Dios, es que tiemblan ante la Palabra de Dios. Esas son las personas a quienes el Señor mirará.

Por lo tanto, la oración del recto que agrada a Dios viene de un corazón que en un principio se siente frágil en la presencia de Dios. Tiembla al oír la Palabra de Dios, porque se siente tan lejos del ideal de Dios, tan vulnerable a su juicio, tan indefenso y arrepentido por sus fallas.

Eso es justamente lo que dijo David en Salmos 51:17: «Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito;
al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás». Lo primero en la oración aceptable delante de Dios es el quebranto y la humillación de la persona que ora.

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Deuteronomio 22 | Salmos 110–111 | Isaías 49 | Apocalipsis 19

17 JUNIO

Deuteronomio 22 | Salmos 110–111 | Isaías 49 | Apocalipsis 19

En los primeros seis versículos de Isaías 49, habla el Siervo del Señor. ¿Quién es él? No se le nombra, pero podemos extraer algunas conclusiones de la descripción provista por el texto. Como al profeta Jeremías, Dios lo llama antes de que naciese (49:1; cp. Jeremías 1:5); como él, encuentra una oposición que lo lleva a la desesperación, aunque persevera fielmente (49:4; cp. Jeremías 4:19–22, etc.). Dios ha hecho su boca como “una espada afilada” (49:2), lo cual sugiere un ministerio profético.

No obstante, lo más asombroso de este Siervo es algo que parece ser una sorprendente confusión a primera vista. Dios se dirige a él en estos términos: “Israel, tú eres mi siervo; en ti seré glorificado” (49:3, cursivas añadidas). Por tanto, el Siervo es Israel, pero el Señor lo llama “para hacer que Jacob se vuelva a él, que Israel se reúna a su alrededor” (49:5, cursivas añadidas), lo cual distingue a este Siervo de Israel y lo representa como su salvador. ¿Por qué?

Como en Isaías 42, este Siervo encarna todo lo que Israel debió haber sido. Es un Israel ideal, el Siervo perfecto de Dios, y por tanto una figura diferente del Israel empírico, capaz de salvar a este. En parte, su identidad sigue siendo secreta en este punto del libro: “Me convirtió en una flecha pulida, y me escondió en su aljaba”, dice él. Sin embargo, Dios declara: “No es gran cosa que seas mi siervo, ni que restaures a las tribus de Jacob, ni que hagas volver a los de Israel, a quienes he preservado. Yo te pongo ahora como luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra” (49:6). De hecho, incluso cuando el Señor utiliza a este Siervo “para hacer que Jacob se vuelva a él, que Israel se reúna a su alrededor” (49:5), seguramente se está vislumbrando algo más que un retorno a la tierra o a Jerusalén. Después de todo, el siervo Ciro cumple eso para Israel. Este Siervo, sin embargo, lleva a Israel a Dios; la restauración tiene menos que ver con un lugar que con el Dios viviente.

Isaías 49 es demasiado complejo para que podamos resumirlo adecuadamente aquí. Sin embargo, quiero llamar la atención sobre dos temas. Primero, en 49:8–12, el pueblo “retornado” no se compone sólo de israelitas, sino de gentiles, y el regreso es principalmente hacia Dios. Los israelitas volverían desde el norte, pero aquellos vendrían de todas partes. Segundo, aunque el Señor ha prometido algunas cosas buenas, Sion (que representa al pueblo de Dios) se queja de que el Señor la ha abandonado y olvidado. No obstante, el Señor responde con un compromiso conmovedor: “¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho…? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!” (49:15). En tiempos de inactividad y desánimo, recordemos los compromisos a largo plazo de Dios y reflexionemos sobre Romanos 8:31–39.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 168). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Equilibrio espiritual

Domingo 17 Junio

Sed hacedores de la palabra (de Dios), y no tan solamente oidores.

Santiago 1:22

Equilibrio espiritual

Los medios de comunicación nos dan muchos consejos razonables para mantener una buena condición física: «Coma de forma equilibrada, no demasiada sal ni demasiado azúcar, ni demasiada grasa… Adapte su alimentación a su edad… Haga ejercicio».

Podemos trasladar estos principios a la salud espiritual del cristiano; este se alimenta mediante la lectura de la Biblia. Tiene que respetar ciertos principios:

–Comer de forma equilibrada: Se nos recomienda variar los alimentos (verduras, harinas, productos lácteos…) para no sufrir carencias. Del mismo modo, es bueno leer toda la Palabra de Dios. Esta contiene enseñanzas ricas y variadas. ¡No nos limitemos siempre a los mismos textos!

–Ni demasiada sal, ni demasiado azúcar, ni demasiada grasa: La Palabra contiene exhortaciones, advertencias, consuelos, enseñanzas doctrinales… Si solo leemos pasajes severos, nos desanimaremos; y si nos limitamos a palabras de ánimo, correremos el riesgo de estar satisfechos de nosotros mismos. También necesitamos la sana doctrina a fin de vivir para la gloria de Dios.

–Adapte su alimentación a su edad: Un niño no tiene las mismas necesidades que un adolescente, un adulto o una persona mayor. Recojamos en la Palabra de Dios aquello que corresponde a nuestra edad espiritual.

–Haga ejercicio: Si alguien come y nunca hace ejercicio, su salud se verá afectada. De la misma manera, no es sano para el cristiano leer la Biblia todo el día. Debe asimilar lo que lee, ponerlo en práctica en su vida cotidiana y darlo a conocer a los que nos rodean.

Levítico 26 – Efesios 5 – Salmo 71:19-24 – Proverbios 17:15-16

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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