Tesis #24 – Todo cristiano debe desarrollar un carácter piadoso

Ministerios Integridad & Sabiduría

Tesis # 24

Todo cristiano debe desarrollar un carácter piadoso

95 Tesis para la iglesia evangélica de hoy

Miguel Nuñez

Miguel Núñez

Es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Es el pastor de predicación y visión de la Iglesia Bautista Internacional, y presidente de Ministerios Integridad y Sabiduría. El Dr. Núñez y su ministerio es responsable de las conferencias Por Su Causa, que procuran atraer a los latinoamericanos a las verdades del cristianismo histórico. Puede encontrarlo en Twitter.

Una producción de Ministerios Integridad & Sabiduría

¿Es bíblico el cesacionismo?

Got Questions

¿Es bíblico el cesacionismo?

El cesasionismo es la creencia de que los “dones milagrosos” de las lenguas y la sanidad ya han cesado – que el fin de la era apostólica marcó el fin de los milagros asociados con esa era. La mayoría de los cesasionistas creen que, mientras que Dios puede y aún realiza milagros hoy en día, el Espíritu Santo ya no utiliza a individuos para llevar a cabo señales milagrosas.

Los registros bíblicos muestran que los milagros se produjeron durante determinados períodos específicos con el propósito de autentificar un nuevo mensaje de Dios. A Moisés se le concedió realizar milagros para autentificar su ministerio ante el faraón (Éxodo 4:1-8). Elías realizó milagros para autentificar su ministerio ante Acáb (1 Reyes 17:1;18:24). Los apóstoles realizaron milagros para autentificar su ministerio ante Israel (Hechos 4:10, 16).

El ministerio de Jesús también fue marcado por milagros, a los que el apóstol Juan llama “señales” (Juan 2:11). Lo que Juan quería decir es que los milagros eran la prueba de la autenticidad del mensaje de Jesús.

Después de la resurrección de Jesús, mientras la Iglesia se establecía y el Nuevo Testamento estaba siendo escrito, los apóstoles lo demostraban con “señales” tales como las lenguas y el poder para sanar. “Así que las lenguas son una señal, no para los que creen, sino para los incrédulos.” (1 Corintios 14:22, un verso que dice claramente que el don nunca fue para edificar a la iglesia).

El apóstol Pablo predijo que el don de lenguas acabaría (1 Corintios 13:8). Aquí exponemos seis pruebas de que ya han cesado:

1) Los apóstoles, a través de quienes vinieron las lenguas, fueron únicos en la historia de la iglesia. Una vez que su ministerio fue concluido, la necesidad de señales que lo autentificaran dejó de existir.

2) Los dones de milagros (o señales) solo son mencionados en las primeras epístolas, tales como 1 Corintios. Los libros posteriores, tales como Efesios y Romanos, contienen pasajes detallados sobre los dones del Espíritu, pero los dones de milagros ya no son mencionados, aunque Romanos menciona el don de la profecía. La palabra griega traducida como “profecía” significa “declarar” y no necesariamente incluye la predicción del futuro.

3) El don de lenguas era una señal para el Israel incrédulo de que la salvación de Dios ahora estaba disponible para otras naciones. Ver 1 Corintios 14:21-22 e Isaías 28:11-12.

4) El don de lenguas era inferior al de la profecía (predicar). Predicar la Palabra de Dios edifica a los creyentes, mientras que las lenguas no lo hacen. Se les dice a los creyentes que procuren profetizar más que hablar en lenguas (1 Corintios 14:1-3).

5) La historia indica que las lenguas cesaron. Las lenguas ya no son mencionadas en absoluto por los Padres Post-apostólicos. Otros escritores tales como Justino Mártir, Orígenes, Crisóstomo y Agustín, consideraron que las lenguas fueron algo que sucedió solo en los primeros días de la Iglesia.

6) Observaciones actuales confirman que el milagro de las lenguas ha cesado. Si el don estuviera aún vigente, no habría necesidad de que los misioneros asistieran a escuelas de idiomas. Los misioneros podrían viajar a cualquier país y hablar cualquier lenguaje fluidamente, así como los apóstoles fueron capaces de hacerlo en Hechos 2. Respecto al don de sanidad, vemos en las Escrituras que la sanidad estaba asociada con el ministerio de Jesús y los apóstoles (Lucas 9:1-2). Y vemos que al finalizar de la era apostólica, la sanidad, al igual que las lenguas se volvieron menos frecuentes. El apóstol Pablo, quien resucitó a Eútico (Hechos 20:9-12), no sanó a Epafrodito (Filipenses 2:25-27), ni a Trófimo (2 Timoteo 4:20), ni a Timoteo (1 Timoteo 5:23), ni aún a sí mismo (2 Corintios 12:7-9). Las causas del “fracaso en sanar” de Pablo son: 1) el don nunca tuvo como propósito sanar a todo cristiano, sino el autentificar el apostolado; y 2) la autoridad de los apóstoles ya había sido probada suficientemente, no habiendo ya más necesidad de milagros posteriores.

Las razones arriba expuestas son la evidencia para el cesasionismo. De acuerdo a 1 Corintios 13:13-14, haríamos bien en “seguir el amor,” el mejor de todos los dones. Si debiéramos desear dones, hemos de desear declarar la Palabra de Dios, para que todos sean edificados.

Un cristianismo consistente

Ministerios Ligonier

El Blog de Ligonier

Serie: La ética cristiana

Un cristianismo consistente
Por Jim E. Kim

Nota del editor: Este es el sexto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: La ética cristiana

on frecuencia, en la Biblia se trata el tema de la hipocresía pero rara vez se menciona de manera diplomática. Originalmente designaba a un actor actuando con una máscara pero luego la palabra adquirió la connotación negativa de una inconsistencia entre lo que uno cree y cómo actúa. Esta inconsistencia se puede entender de dos maneras. Algunas inconsistencias son pretensiones de justicia propia, actuando como si uno fuera justo y virtuoso de manera exterior, mientras se carece de convicción interior. Hay muchos ejemplos de esto en los Evangelios. Jesús criticó deliberadamente a muchos que estaban más interesados ​​en la alabanza pública por sus actos religiosos de orar, ayunar y dar limosna (Mt 6:2516), aquellos que condenaban los pecados de otros mientras ignoraban los suyos propios (7:5) y aquellos que adoraban de labios y externamente pero sin sinceridad (15:8-9). Jesús llamó la atención sobre la hipocresía de muchos líderes religiosos de Su tiempo comparándolos con vasos y platos que están limpios por fuera mientras permanecen sucios en su interior, y con «sepulcros blanqueados», como algo hermoso por fuera que cubre la muerte por dentro (23:25-28). Esta inconsistencia —pretensión espiritual externa o falsa espiritualidad— es la descripción más común de hipocresía.

Pero la hipocresía también puede referirse a una inconsistencia de otro tipo: pretender no tener convicciones internas cuando ejercitarlas es inconveniente o difícil. En Gálatas 2, Pablo relata una interacción importante que tuvo con Pedro y Bernabé (vv. 11-14). Cuando Pedro se unió a Pablo en Antioquía, inicialmente disfrutó de la compañía y hermandad de los cristianos gentiles sin vacilar ni dudar. Esto es totalmente consistente con la creciente comprensión de Pedro del mensaje del evangelio, que rompe las tradiciones y distinciones que separaban a los judíos de los gentiles (ver Hch 10-11). Sin embargo, cuando llegaron otros llamados «los de la circuncisión», que mantenían las distinciones tradicionales entre judíos y gentiles, Pedro «empezó a retraerse y apartarse» (Gal 2:12). ¿Por qué? Por su temor a los hombres. Cuando Bernabé y muchos otros judíos comenzaron a seguir a Pedro, Pablo se enfrentó a Pedro y lo reprendió por su hipocresía (v. 13). Pedro debió haberlo sabido. Aunque realmente creía en el poder del evangelio para derribar las barreras humanas, siguió las costumbres de los hombres por temor al juicio de ellos. Sus acciones externas eran incompatibles con sus convicciones internas.

Si somos honestos, luchamos contra ambas formas de inconsistencia. En la Iglesia, a menudo buscamos la aceptación y el reconocimiento de otros creyentes hablando, actuando y sirviendo en maneras que nos hagan parecer más fieles, más conocedores y más maduros de lo que realmente somos. Además, en nuestra vida diaria, con frecuencia buscamos la aceptación y el reconocimiento del mundo silenciando nuestras convicciones y ocultando nuestros compromisos en la forma en la que hablamos, actuamos y servimos. Nada de esto es aceptable.

Las Escrituras nos exhortan a ser cristianos consistentes, con una vida de fe informada y motivada por el evangelio. Claro, esto es más fácil decirlo que hacerlo. Tal vez la iglesia de Colosas nos instruya. Cuando Pablo escribió su carta a esa congregación, la iglesia de Colosas era pequeña y nueva, y muchos de sus creyentes estaban luchando para vivir su fe en un mundo confuso y hostil. Por todos lados había filosofías, sabidurías y religiones que animaban a estos creyentes a silenciar, mezclar y, en ocasiones, a abandonar su fe. A estos cristianos que luchaban para vivir su fe, ¿qué les dijo Pablo? Les recordó enfática y repetidamente a los colosenses que Cristo es supremo sobre todas las cosas y que todos los creyentes le pertenecen (Col 1:15-20). Como dice de manera muy bella el Catecismo de Heidelberg: «Que yo en cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo» (pregunta y respuesta 1). Además, si le pertenecemos, entonces como creyentes debemos andar «como es digno del Señor» (Col 1:10; ver 2:6).

Pablo consideró la idea de vivir «como es digno del Señor» lo suficientemente importante como para repetirla en otros lugares con ligeras variaciones, ya que instó a los creyentes a vivir de una manera digna «del evangelio de Cristo» (Flp 1:27), «de la vocación con que habéis sido llamados» (Ef 4:1) y de «Dios» (1 Tes 2:12). Esta es una vida tan transformada por Cristo que ya no busca mayor identidad ni mejor estatus pretendiendo ser algo más que pecadores salvados por gracia. Esta es una vida tan conformada a Cristo que seguir la voluntad de Dios en Cristo ya no es un sacrificio, sino un gozo persistente, incluso cuando seguirlo fielmente implique persecución y sufrimiento. Esta es una vida tan centrada en Cristo que agradarle a Él es el primer y único propósito en la vida, de modo que ya no seamos tentados a agradar a otros pretendiendo ser más o menos de lo que realmente somos. Como dijo de modo provechoso Juan Calvino:

Por lo tanto, si se pregunta qué clase de vida es digna de Dios, tengamos siempre presente esta definición de Pablo: que es una vida tal que, dejando las opiniones de los hombres, y dejando, en suma, toda inclinación carnal, está regulada de manera que queda sujeta únicamente a Dios.

Esto significa que ya sea en privado o en público, en la Iglesia o en el mundo, ante un amigo o enemigo, o en persona o en línea, vivimos consistentemente de una manera digna de alguien que es amado por Cristo, salvo por Cristo y que pertenece a Cristo.

Un cristianismo consistente es lo que la Palabra enseña y lo que el mundo necesita. Nuestras iglesias no necesitan cristianos con egos inflados sino creyentes que a diario entiendan que «es necesario que Él crezca, y que yo disminuya» (Jn 3:30). Nuestras comunidades y sociedades no necesitan cristianos que se desvanezcan en el trasfondo de la cultura y la vida actuales; en cambio, necesitan de aquellos que con fidelidad y consistencia en lo ordinario den testimonio de una vida y una realidad que no son de este mundo. Esto no es algo que podamos hacer por nosotros mismos, pero damos gracias «Porque Cristo, que nos ha redimido y liberado por Su sangre, también nos renueva a Su propia imagen por Su Espíritu Santo, para que así demos testimonio, a través de toda nuestra conducta, de nuestra gratitud a Dios por Sus bendiciones, y para que Él sea alabado por nosotros» (Catecismo de Heidelberg, 86).


Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Jim E. Kim
Jim E. Kim

El Rev. Joel E. Kim es presidente de Westminster Seminary California. Es el co editor de Always Reformed [Siempre Reformado].

En búsqueda de la verdad (2)

Lunes 31 Enero

(Jesús dijo:) Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí. Juan 5:39

En búsqueda de la verdad (2)

Testimonio

“Tuve que admitir que la Biblia no contenía ningún error. La única opción racional era confiar en su autoridad. Comprendí que Jesús, quien era el Creador del universo, también había pagado el precio por todas mis ofensas a Dios. Comprendí que obtendría la vida eterna si recibía su perdón y le dejaba el justo lugar en mi vida. Pero tenía miedo al desprecio y al ridículo que mi compromiso suscitaría ante mis amigos, mis profesores y mi familia. Entonces dudé durante varios meses. Tenía un sentimiento extraño de confusión. Sabía lo que debía hacer, pero mi orgullo me lo impedía.

Una noche oré pidiendo a Dios que me quitase esa resistencia e hiciese de mí un cristiano. Oré durante varias horas sin respuesta aparente. Finalmente tomé conciencia de que Jesucristo no se impone a nadie, incluso si se lo pedimos. Era yo el que debía hacer prueba de humildad y aceptarlo. Esto fue lo que hice a la una de la mañana. Reconocí a Jesucristo como mi Salvador y mi Señor.

Mi miedo al ridículo desapareció poco a poco, y empecé a compartir mis descubrimientos de la verdad espiritual con los estudiantes y los profesores de mi facultad…

Estoy contento de poder decir que, desde que conozco a Jesús como mi Salvador y Señor, mi gozo en él, y mis conversaciones con los demás sobre él, aumentan cada año”.

“Las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20).Hugh R.

Génesis 34 – Mateo 20:1-15 – Salmo 18:25-30 – Proverbios 6:12-15

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