Examinemos nuestros caminos | Charles Spurgeon

30 de marzo
«Examinemos nuestros caminos y escudriñémoslos, y volvamos al SEÑOR».
Lamentaciones 3:40 (LBLA)

La esposa que tiernamente ama a su esposo ausente ansía su regreso; una prolongada separación de su señor es para su espíritu como media muerte. Así acontece con las almas que aman mucho al Salvador: tienen que ver su faz; no pueden soportar que él esté en los montes de Beter y las deje privadas de su comunión. Una mirada de reproche, un dedo levantado, será penoso para los hijos amantes que temen ofender a su tierno padre y que solo son felices con su sonrisa. Querido amigo, así sucedió una vez contigo. Un texto de las Escrituras, una amenaza, un toque de la vara de la aflicción y, enseguida, fuiste a los pies de tu Padre clamando: «Muéstrame por qué pleiteas conmigo». ¿Pasa lo mismo ahora o estás contento con seguir a Jesús de lejos? ¿Puedes contemplar sin alarmarte que se ha interrumpido tu comunión con Cristo? ¿Eres capaz de tolerar que tu Amado ande en dirección contraria a la tuya, porque tú caminas en dirección opuesta a la de él? ¿Han hecho tus pecados separación entre ti y tu Dios y tu corazón está tranquilo? ¡Oh, permíteme exhortarte cariñosamente!, porque es penoso que podamos vivir en paz sin el presente disfrute del rostro del Salvador. Esforcémonos por sentir lo malas que son estas cosas: el poco amor a nuestro agonizante Salvador, el poco gozo en nuestro precioso Jesús, el poco compañerismo con el Amado… Celebra una verdadera Cuaresma en tu alma mientras te lamentas por la dureza de tu corazón. ¡No detengas el lamento! Recuerda dónde recibiste la salvación. Ve enseguida a la cruz: allí, y solo allí, puedes lograr que tu espíritu se aliente. No importa cuán duros, cuán insensibles, cuán muertos hayamos llegado a estar. Vayamos otra vez con todos los andrajos, la pobreza y la contaminación de nuestra condición natural. Abracemos aquella cruz; fijémonos en aquellos lánguidos ojos; bañémonos en aquella fuente llena de sangre: esto nos hará volver al primer amor; esto restaurará la sencillez de nuestra fe y el afecto de nuestro corazón.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 98). Editorial Peregrino.

Compartir una comida

Jueves 30 Marzo
(Jesús dijo:) He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Apocalipsis 3:20
La comunión (5)
Compartir una comida

Compartir una comida con una persona a menudo tiene un valor simbólico, pues la comida es un momento privilegiado para intercambiar opiniones.

Así, en varios pasajes de la Biblia, las comidas ofrecen la oportunidad para hablar, pero también para reconciliarse y hacer alianzas (Génesis 18:8; 31:54; 2 Samuel 9:13).

El Señor quiere hablar con nosotros, llama a nuestra puerta, se acerca a cada uno de nosotros para decirnos: ¡Ábreme la puerta de tu corazón! Entonces, simbólicamente, el Señor Jesús puede comer con nosotros. Y su presencia hace arder nuestros corazones con un gozo indecible.

¡Así se expresa nuestra comunión con él! Pero no fuerza al que no desea su presencia. El día de su resurrección caminó con dos discípulos, y esperó que lo invitasen para quedarse con ellos. Entonces, en el momento de la comida, sus ojos se abrieron y lo reconocieron como el Señor resucitado (Lucas 24:13-33).

Esta comunión se vive, sobre todo, cuando se celebra la Cena durante el culto (1 Corintios 10:16). Existe la comunión «horizontal», que une a los que participan: disfrutan de los mismos privilegios con respecto al Señor y están unidos entre ellos. También existe, y ante todo, la comunión «vertical», que une a cada uno con el Señor, y que une el conjunto (imagen de la Iglesia) a Cristo (el Esposo).

La Cena del Señor es el recuerdo de Aquel que dio su vida por nosotros. ¡Qué gozo poder participar en ella!

(fin. Primera parte el 2 de marzo)
Ezequiel 23:28-49 – Hechos 28:17-31 – Salmo 37:30-34 – Proverbios 12:17-18

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch

Los hechos del Espíritu y de los apóstoles | Por Burk Parsons 

Nota del editor:Este es el primer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Hechos de los Apóstoles

Tal vez te sorprenda escuchar que Saint Andrew’s, la iglesia en la que el Dr. Sproul y yo servimos como pastores, tiene muchos miembros que han salido de iglesias pentecostales y carismáticas. Cuando se unen a nuestra congregación, los insto a no dejar atrás al Espíritu Santo. Pareciera que los creyentes de algunas iglesias presbiterianas y reformadas tienden a olvidarse de la persona y el poder del Espíritu Santo. Aunque no ha sido así a lo largo de la historia ni debería serlo desde el punto de vista doctrinal, tristemente a menudo parece que es así.

A veces, cuando algunos cristianos abrazan la doctrina de la soberanía de Dios y el modo pactual en que el Señor opera en la historia de la redención, pierden de vista la hermosa doctrina bíblica de la persona y la obra del Espíritu en y por medio de Su pueblo. Así, su teología, evangelismo, oraciones y adoración terminan sufriendo. Aunque conocen y pueden defender correctamente la doctrina de la causalidad primaria (Dios es la causa primaria de todo lo que acontece), parecen olvidar la doctrina de la causalidad secundaria (Dios ordena providencialmente que todo acontezca según la naturaleza de las causas secundarias en y por medio de Su creación y Sus criaturas). Sabemos que Dios es soberano sobre todo y que ha ordenado los fines, pero a menudo olvidamos que también ha ordenado los medios para alcanzar esos fines (Hch 2:23). Si bien es cierto que Dios conoce el fin desde el principio, también orquesta todo de forma sabia y providencial desde el principio hasta el final, tanto en la iglesia como en el mundo, tanto en el plano natural como en el plano sobrenatural. El Espíritu Santo inculca poder, equipa e infunde valentía en las personas en las que mora para que oren, prediquen, evangelicen, discipulen e incluso mueran.

Cuando abordamos la gran historia de la iglesia en el libro de los Hechos, suele surgir esta pregunta: ¿debemos llamar a este libro Hechos de los apóstoles o Hechos del Espíritu Santo? Bien podríamos darle ambos nombres. El relato de Lucas, al igual que todas las narraciones históricas que se han escrito (explícita o implícitamente), nos muestra la majestad soberana de la actividad redentora y misionera que nuestro Dios triuno lleva a cabo en el mundo en y por medio de vasos débiles y rotos como nosotros, quienes, por Su gracia, no podemos ni queremos dejar atrás al Espíritu Santo, que va delante de nosotros y mora en nosotros.

Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Burk Parsons
El Dr. Burk Parsons es pastor principal de Saint Andrew’s Chapel en Sanford, Florida, director de publicaciones de Ministerios Ligonier, editor de Tabletalk magazine, y maestro de la Confraternidad de Enseñanza de Ligonier. Él es un ministro ordenado en la Iglesia Presbiteriana en América y director de Church Planting Fellowship. Es autor de Why Do We Have Creeds?, editor de Assured by God y John Calvin: A Heart for Devotion, Doctrine, and Doxology, y co-traductor y co-editor de ¿Cómo debe vivir el cristiano? de Juan Calvino. Encuéntralo en Twitter @BurkParsons.