Sugel Michelén (MTS) es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Ha sido por más 35 años uno de los pastores de Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, en República Dominicana, donde tiene la responsabilidad de predicar regularmente la Palabra de Dios.
11 de febrero «Has dejado tu primer amor». Apocalipsis 2:4
Debemos recordar siempre aquella hora (la mejor y más brillante de todas) cuando, por primera vez, vimos al Señor, soltamos nuestra carga, recibimos el rollo de la promesa, nos gozamos en la completa salvación y proseguimos nuestro camino en paz. Aquella fue la hora de la primavera para nuestra alma: el invierno había pasado. Los ruidos de los truenos del Sinaí habían cesado, y el centelleo de sus relámpagos no se veía más. Dios estaba reconciliado con nosotros; la ley no amenazaba más con venganza; la justicia no exigía castigo… Entonces aparecieron las flores en nuestro corazón: la esperanza, el amor, la paz y la paciencia brotaron del césped.
El jacinto del arrepentimiento, la campanilla de la santidad, el azafrán de la dorada fe, el narciso del primer amor, todos ellos, adornaron el jardín de nuestra alma. El tiempo del canto de los pájaros había llegado, y nosotros nos regocijamos con acción de gracias; magnificamos el nombre santo de nuestro clemente Dios, y nuestra resolución fue: «Señor, soy tuyo, enteramente tuyo; todo lo que soy y todo lo que tengo quisiera consagrarlo a ti. Tú me has comprado con tu sangre; permíteme, pues, que me consuma y sea consumido en tu servicio.
Me consagro a ti tanto en la vida como en la muerte. ¿Hemos cumplido esta resolución? Nuestro amor ardía entonces con una santa llama de consagración a Jesús. ¿Arde así ahora? ¿No podría Jesús decirnos con razón: «Tengo contra ti que has dejado tu primer amor»? ¡Ay!, cuán poco hemos hecho para la gloria de nuestro Maestro. Nuestro invierno ha durado demasiado. Estamos tan fríos como el hielo, cuando debiéramos sentir el calor del verano y producir flores sagradas. Damos a Dios solo centavos, cuando él merece las monedas de oro; más aún: merece que la sangre de nuestro corazón sea acuñada en el servicio de su Iglesia y de su verdad.
¿Continuaremos así? ¡Oh Señor, después que nos has bendecido tan ricamente, ¿vamos a ser ingratos y hacernos indiferentes a tu buena causa? ¡Avívanos para que podamos volver a nuestro primer amor y hacer las primeras obras! ¡Envíanos una benéfica primavera, oh Sol de Justicia!
Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 50). Editorial Peregrino.
Sábado 11 Febrero Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios. Marcos 11:22 Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte… y nada os será imposible. Mateo 17:20 George Müller (2) Teoría y práctica
El capitán de un barco cristiano en el cual viajaba George Müller cuenta lo siguiente: «Nuestro barco estaba frenado desde hacía varios días, en medio de una niebla impenetrable, sin nada de viento. El señor Müller vino a mi cabina y me dijo:
–Capitán, el sábado por la noche tengo que estar en Quebec (Canadá).
–Es imposible, respondí.
–¡Muy bien! Si su barco no puede llevarme, el Dios a quien conozco desde hace 57 años se encargará de encontrarme otro medio de transporte. Él nunca ha permitido que falte o llegue tarde a mis compromisos.
–¿Sabe cuál es la densidad de la niebla?
–No, mis ojos no ven la niebla; ellos ven al Dios vivo que dirige toda mi vida.
George Müller se puso de rodillas y oró:
–Señor, si esa es tu voluntad, haz desaparecer esta niebla en cinco minutos. Sabes que prometí estar el sábado en Quebec. Creo que es tu voluntad.
Cuando él terminó de orar, yo también quise orar, pero él puso su mano en mi espalda y me dijo que no lo hiciera, y precisó:
–Primero, usted no cree que Dios lo hará, y segundo, sé que Dios ya respondió. Entonces no es necesario que ore por lo mismo… Capitán, desde que conozco a mi Señor, no ha pasado un solo día sin que haya tenido una audiencia ante el Rey. Levántese, capitán, suba a la cubierta y compruebe que la niebla ya desapareció.
Fui… el viento se había levantado y ya no había niebla. ¡El sábado en la noche George Müller estaba en Quebec!».