El carácter del cristiano | Tim Challies

El carácter del cristiano
Por: Tim Challies

Como cristianos, todos queremos crecer en madurez espiritual y en nuestra semejanza a Cristo. Al menos, espero que sea así. Todos queremos convertirnos en lo que somos en Cristo, dejar a un lado conductas de pecado e injusticia y reemplazarlas con conductas de santidad. En última instancia, queremos ser como Cristo, pensar como Él pensaba y comportarnos cómo Él se comportó. Hacemos bien en aspirar a los más altos estándares de santidad y piedad.

La Biblia presenta un grupo de personas que están para servir como modelos de madurez cristiana: Los ancianos ( a veces denominados ancianos, y otras veces pastores u obispos). Los ancianos están calificados para su oficio, principalmente sobre la base de su carácter. Mientras que la Biblia demanda una cualidad relacionada con una habilidad (la capacidad de enseñar) y otra relacionada con la cantidad de tiempo que un hombre ha sido cristiano (no un recién convertido), todos los demás requisitos están relacionados con el carácter. Sin embargo, aunque estas cualidades se exigen de los ancianos, no son exclusivas de los ancianos.

D.A. Carson ha dicho que la lista de requisitos para los ancianos es “notable por no ser nada especial”. ¿Por qué? Porque estos rasgos se repiten en otros lugares como cualidades que deben estar presentes entre todos los creyentes. Carson dice: “Los criterios mencionados se exigen a todos los cristianos en todas partes; que es otra manera de decir que los ancianos son, ante todo, los primeros en ser ejemplo de las virtudes cristianas que se presuponen como mandatos a todos los cristianos”. Toda iglesia debe estar llena de hombres y mujeres que evidencien estas características.

Esto significa que si quieres crecer en santidad, un buen lugar para comenzar es conociendo e imitando las cualidades de carácter de los ancianos. Hoy comienzo una nueva serie sobre el carácter de un cristiano y voy a estructurar la serie en torno a estas cualidades del carácter. Quiero responder a preguntas como las siguientes: ¿De qué manera se superponen los requisitos de un anciano y la vocación de todos los cristianos? De manera muy práctica, ¿cómo se evidencian esas cualidades en la vida del creyente? ¿Cómo puedo saber si estoy mostrando estas virtudes? Y ¿cuál es la mejor manera de orar por ellas en mi propia vida?

¡Espero que me acompañes a considerar cómo estimularnos unos a otros al amor, a las buenas obras, y a ser cada vez más como Cristo! Espero que me acompañes para que aprendamos juntos cómo podemos ejemplificar las más altas virtudes cristianas.

Creo que iré progresando a través de la serie de la siguiente manera:

Introducción
Irreprensible
Hombre de una sola mujer (y mujer de un solo hombre)
Prudente, con dominio propio, respetable
Hospitalario
Sobrio, amable, pacificador
No amante del dinero
Un líder en el hogar
Maduro y humilde
Respetado por los de afuera

Esta serie se iniciará con la cualidad que sirve como resumen o “sombrilla” para el resto de ellas: la cualidad de ser irreprensible, de ser irreprochable y libre de cualquier gran defecto de carácter y comportamiento. Cada semana se estará publicando un artículo.

(Nota #1: Hay tres textos que consideramos cuando se habla de los requisitos de un anciano: 1 Timoteo 3: 2-7, Tito 1: 6-9 y 1 Pedro 5: 1-3. Cada uno de estos tiene elementos comunes, pero cada uno también tiene elementos únicos. Llegamos a una adecuada comprensión de las calificaciones de los ancianos cuando vemos los tres pasajes juntos. Esto es lo que haremos en las próximas semanas. Nota #2: para el desglose de las cualidades del carácter, tengo la intención de seguir el patrón que Thabiti Anyabwile utiliza en su obra que escribió en 2012 “Finding Faithful Elders and Deacons” (Hallando ancianos y diáconos fieles).

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Challies.com.

Salvados del Infierno y llevados al Cielo | Charles Spurgeon

8 de febrero
«Él salvará a su pueblo de sus pecados».
Mateo 1:21
Muchas personas, si se les preguntase qué entienden por salvación, responderían: «Ser salvados del Infierno y llevados al Cielo». Este es uno de los resultados de la salvación, pero no es ni la décima parte de lo que contiene esa gracia. Es cierto que nuestro Señor Jesucristo redime a todo su pueblo de la ira que ha de venir. Él lo salva de la espantosa condenación que sus pecados le han acarreado, pero el triunfo de Jesús es mucho más completo que esto. Él salva a su pueblo «de sus pecados». ¡Oh dulce liberación de nuestros peores enemigos! Cuando Cristo efectúa la salvación, expulsa a Satanás de su trono y no le permite más ser el dueño. Ningún hombre es un verdadero cristiano si el pecado reina en su cuerpo mortal. El pecado estará en nosotros —no será completamente desterrado hasta que el alma entre en la gloria—, pero nunca tendrá el dominio. Habrá una lucha por ese dominio: entre el codiciar contra la nueva ley y el nuevo espíritu que Dios ha implantado en nosotros; pero el pecado nunca obtendrá la ventaja ni será el monarca absoluto de nuestra naturaleza. Cristo será el dueño de nuestro corazón, y el pecado debe ser subyugado. El León de la tribu de Judá prevalecerá y el dragón será echado fuera. ¡Creyente!, ¿está dominado en ti el pecado? Si tu vida no está santificada es porque tu corazón no ha sido transformado, y si tu corazón no ha sido transformado es porque aún no eres salvo. Si el Salvador no te ha santificado, no te ha renovado, no te ha dado odio hacia el pecado y amor a la santidad, entonces no ha hecho nada en ti de carácter salvífico. La gracia que no hace a un hombre mejor que los demás es una vil impostura. Cristo salva a su pueblo, no en sus pecados, sino de sus pecados: «Sin la cual [la santidad] nadie verá al Señor» (He. 12:14); «Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo» (2 Ti. 2:19). Si no hemos sido salvados del pecado, ¿cómo esperamos ser contados entre su pueblo? Señor, sálvame ahora mismo de todo mal, y capacítame para honrar a mi Salvador.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 47). Editorial Peregrino.

Un pastel envenenado

Miércoles 8 Febrero
El pecado entró en el mundo por un hombre (Adán), y por el pecado la muerte… todos pecaron.
Romanos 5:12
Todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.
Hechos 10:43

Un pastel envenenado
Decidí hacer un pastel rico; para ello compré la mejor mantequilla, huevos frescos, harina de buena calidad, etc. Mezclé los ingredientes y obtuve una masa suave y apetitosa. Pero si una persona mal intencionada hubiese vertido una pizca de veneno en la masa, este se hubiese extendido por toda la masa y todo el pastel sería envenenado. Si bien todos los ingredientes eran excelentes, la pequeña dosis de veneno sería suficiente para contaminar el pastel.

Esta imagen ilustra un poco la situación actual del hombre. Dios creó a Adán perfecto, lo dotó de numerosas cualidades; los «ingredientes» eran excelentes. Pero el pecado, como un veneno mortal, arruinó esta criatura perfecta. ¡Y contaminó toda la naturaleza humana! Los daños son completos y terribles: en su naturaleza, Adán se convirtió en un hombre pecador, como toda su descendencia. ¡Por ello Dios declaró que no se podía esperar que saliera algo bueno del hombre! Las más hermosas cualidades morales están contaminadas por el pecado; todo está totalmente estropeado…

Pero Jesucristo es la maravillosa y poderosa respuesta de Dios a esta trágica situación. Vino a este mundo como un hombre sin pecado, y se ofreció en sacrificio. Los que creen en él son purificados de sus pecados y reciben una nueva naturaleza, santa como la suya:

“Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron… todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).

2 Samuel 2 – Mateo 24:29-51 – Salmo 20:6-9 – Proverbios 8:12-16

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