¿Tenemos que dar el diezmo? | Juan Manuel Vaz

Juan Manuel Vaz Salvador nació en Barcelona, España. Tras ser salvo, fue creciendo en el conocimiento de la Palabra y finalmente Dios le llamó al ministerio pastoral.

Juan Manuel es el fundador del ministerio ICPF, donde también sirve como pastor en la localidad de Hospitalet, en Barcelona. Además, ha escrito el libro La Iglesia Frente al Espejo.

Actualmente se dedica al pastorado en la Iglesia Caminando Por Fe (en Barcelona) y es conferenciante a nivel internacional.

EL MENSAJE DE LOS SALMOS

EL MENSAJE DE LOS SALMOS

EMILIO ANTONIO NÚÑEZ

En lo que hemos recorrido del Antiguo Testamento, es evidente la universalidad del propósito salvífico de Dios. Pero nos queda por decir siquiera algo del testimonio misionológico de los Salmos. De éstos el Dr. Mervin Breneman ha dicho:

La misión de la iglesia no se basa solamente en algunos textos de prueba sino en la totalidad del mensaje bíblico de Génesis a Malaquías y de Mateo a Apocalipsis […] El libro de los Salmos es la sección del Antiguo Testamento que más se usa en las iglesias. Sin embargo, en los escritos sobre misionología cuesta encontrar un trabajo que indique el aporte de los Salmos a este tema. Lo que un pueblo cree se expresa en su canto. De ahí la importancia de los Salmos para la teología bíblica. Todas las grandes enseñanzas teológicas del Antiguo Testamento se encuentran en los Salmos.
Por razones de tiempo y espacio nos limitaremos a considerar el mensaje de algunos de los salmos que se destacan por su énfasis misionológico, y que a veces se les llama «Salmos misioneros». Por ejemplo, los Salmos 47, 67, 96–100, 117, 148. En la gran variedad de temas de los Salmos no podían faltar el de la soberanía del Señor sobre toda la creación, el del juicio divino sobre todos los pueblos de la tierra, y el de la voluntad salvífica de Dios en cuanto a todas las naciones. Le daremos especial atención a este último tema en nuestro acercamiento a los salmos.

Los Salmos mesiánicos y misioneros se hallan en profundo contraste con los salmos imprecatorios, en los cuales se le pide a Yahvé que castigue a los enemigos de su pueblo, Israel.
El Dr. Walter C. Kaiser nos hace notar que de los ciento cincuenta salmos incluídos en el Salterio, solamente tres de ellos pueden clasificarse como principalmente, o totalmente, imprecatorios, es decir, Salmos 35, 69, 109; y agrega que después de los salmos que se citan con más frecuencia en el Nuevo Testamento, o sea los salmos mesiánicos 2, 22, 110 y 118, vienen esos tres salmos imprecatorios en cuanto a las veces que se les cita en las páginas neotestamentarias.
Se dice que además de los Salmos 35, 69, y 109, solamente quince salmos tienen elementos imprecatorios.

El Diccionario de la Real Academia Española dice que «imprecar» significa: «proferir palabras con que se expresa el vivo deseo de que alguien sufra mal o daño». Los salmos imprecatorios plantean un serio problema ético, especialmente a los que creemos en la inspiración y autoridad divinas de las Sagradas Escrituras. Algunos autores han intentado solucionar el problema diciendo que los verbos hebreos no se usan en este contexto para expresar un deseo, sino sencillamente con referencia a lo que sufrirán en el futuro los enemigos de Dios y de su pueblo. Pero los entendidos en el idioma hebreo afirman que este intento de respuesta al problema no es admisible.
Otros sugieren que la ética del Antiguo Testamento no es tan elevada como la del Nuevo. Sin embargo, ellos pasan por alto textos como los de Levítico 19:18, 34 («Amarás a tu prójimo como a ti mismo», «Como a uno de vosotros trataréis al extranjero que habita entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo»); Proverbios 24:17–18, y 25:21–22. Pasan por alto que en Romanos 12:20 el apóstol Pablo está citando Proverbios 25:21–22 (RV 95). Tampoco es aceptable la idea de que el salmista está pensando solamente en enemigos espirituales, y no en enemigos de carne y hueso. Otros han sugerido que las imprecaciones en sí mismas no son producto de la inspiración divina; pero que en este caso la inspiración del sagrado texto solamente garantiza la fidelidad en el registro de lo que aquellos piadosos israelitas sentían y expresaban, llenos de justa indignación por la iniquidad de los enemigos del Señor y de su pueblo. En otras palabras, las imprecaciones no son revelación normativa para los lectores del contenido bíblico.

No cabe duda que los israelitas que oran en los salmos imprecatorios anhelan que resplandezca la justicia de Dios. Ellos tienen un «hasta cuándo» que espera respuesta de parte del Señor. A veces nos preguntamos cómo serían las oraciones de los judíos que sufrían la injusticia y crueldad de los campos de concentración en tiempos de la segunda guerra mundial. Es posible que unos derramarían su alma ante Dios pidiendo el perdón para sus verdugos, en tanto que otros clamarían por justicia, por el castigo inmediato para aquellos seres inhumanos. Quiérase o no la oración puede reflejar lo que está experimentando, en su situación vital, el que ora.

También debemos tener en cuenta que los escritores de los salmos imprecatorios sabían que el pecado contra el prójimo repercute en los cielos. El efecto es horizontal (del ser humano al ser humano) y vertical (del ser humano al Señor). David dijo: «Contra tí, contra tí solo he pecado; he hecho lo malo delante de tus ojos, para que seas reconocido justo en tu palabra y tenido por puro en tu juicio» (Sal 51:4, RV 95). En lo que toca a las ofensas que sufrían los israelitas de parte de los pueblos impíos, se aplica el principio de que Dios ha recibido también la ofensa y que su justicia tiene que ser vindicada. Aquellos israelitas piadosos no eran indiferentes a los intereses del Reino de Dios. Estaban llenos de celo por la santidad y la justicia del Señor, y por el cumplimiento del propósito divino en la historia. Israel, el pueblo del cual vendría el Cristo (el Mesías), tenía una parte muy importante en ese cumplimiento. Por lo tanto, los que perseguían a Israel se oponían también a la voluntad salvífica de Dios.

Los escritores de los salmos imprecatorios están dejando la venganza en manos del Señor. En Romanos 12:19 y Hebreos 10:30 se citan las palabras de Deuteronomio 32:35: «Mía es la venganza y la retribución». Cuando Jacobo y Juan le preguntaron a Jesús si debían pedir que descendiese fuego del cielo para consumir a unos samaritanos que no quisieron recibirlos, Él dijo: «Vosotros no sabéis de qué espíritu sois, porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas» (Lc 9:51–56).

Sin lugar a dudas, el ejemplo sublime de mansedumbre ante los enemigos lo tenemos en el Cristo crucificado. En aquellos momentos de dolor inenarrable Él oró a favor de los que habían decidido matarle, y dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23:34).
Por supuesto, cuando esté muy próximo el regreso del Señor Jesucristo a nuestro planeta, vendrá «aquel día», del cual «no hay otro semejante a él», según lo dicho por el profeta Jeremías. «Es un tiempo de angustia para Jacob (el pueblo de Israel), pero de ella será librado» (Jer 30:7). Será el tiempo de la gran tribulación, cuando se desatarán fuerzas demoníacas y humanas en contra de los que se nieguen a postrarse ante la bestia. Posiblemente del corazón de los piadosos surgirá el clamor por el fin de aquellos sufrimientos y por el castigo de los enemigos de Dios y de su pueblo. Aun en el cielo los mártires de la fe clamarán a gran voz preguntándole a Dios: «¿Hasta cuándo Señor, Santo y verdadero, vas a tardar en juzgar y vengar nuestra sangre de los que habitan sobre la tierra?» (Ap 6:10). El «hasta cuándo» de tiempos antiguotestamentarios resonará en la tierra y en los cielos.

Referirnos a los salmos imprecatorios ha sido inevitable en un capitulo como éste, dedicado a enfatizar la apertura de los salmos a la salvación de los pueblos no israelitas. El contraste entre los salmos imprecatorios y los salmos «misioneros» es abismal. A continuación haremos un esbozo misionológico de los Salmos 47, 67, y 96, sin pasar por alto algunas de las expresiones relacionadas con el tema de la misión en otros himnos del salterio.

Núñez, E. A. (1997). Hacia una misionología evangélica latinoamericana (pp. 240-245). COMIBAM Internacional – Dpto. de Publicaciones.

¿Los videojuegos o la verdadera vida?

Viernes 24 Febrero

Ciertamente como una sombra es el hombre; ciertamente en vano se afana.

Salmo 39:6

(Jesús dijo:) Yo he venido para que (mis ovejas) tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

Juan 10:10

¿Los videojuegos o la verdadera vida?

A mi nieto le encantan los videojuegos, pero sabe que no debe dejar de lado su trabajo de la escuela para meterse durante horas en ese mundo virtual fascinante. Sin embargo, miles de jóvenes dejan que esos juegos absorban la mayor parte de su tiempo y así, desconectados de la realidad, entran en un universo fantástico, identificándose con héroes terroríficos de poderes extraordinarios. Las escenas violentas son frecuentes, y la misma muerte no es más que un incidente, seguido por otra «vida». ¡Cuidado! Detrás de lo que parece una simple diversión se esconde un peligro real. Muchos educadores estiman que la mayoría de esos juegos pueden ser nocivos y llevan a algunos a perder la noción misma de la realidad, que confunden con la ficción. Esto preocupa a muchos sociólogos, quienes no dudan en considerarla como una adicción peligrosa.

Amigos cristianos, ¡tengan cuidado! Todos sabemos que es más fácil abrir un juego en el ordenador o en el teléfono que dejarlo. ¡No perdamos nuestro tiempo! Dios nos invita a vivir una vida en abundancia, mucho más rica, fundada en una relación sólida con él por medio de la oración y la lectura de la Biblia, y que resplandece en el mundo real. Pensemos en los consejos del apóstol Pablo a Timoteo, su hijo espiritual: hagamos el bien, seamos ricos en buenas obras, atesorando un buen fundamento para el futuro, echando mano de la vida eterna (1 Timoteo 6:17-19).

2 Samuel 17 – Hechos 7:30-60 – Salmo 26:1-7 – Proverbios 10:15-16

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch