Sublime gracia del Señor | Charles Spurgeon

12 de febrero

«Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre». Juan 14:16

El magnífico Padre se reveló a los creyentes de la antigüedad, antes de la venida de su Hijo, y Abraham, Isaac y Jacob lo conocieron como el Dios Todopoderoso. Después vino Jesús, y el siempre bendito Hijo, en su persona misma, fue el deleite de los ojos de su pueblo. Y, desde la ascensión del Redentor, el Espíritu Santo ha sido la cabeza de la presente dispensación y su poder se manifestó gloriosamente en Pentecostés y lo ha hecho después de entonces.

Él permanece en esta hora presente como Emmanuel (Dios con nosotros) morando en y con su pueblo: vivificando, guiando y reinando en medio del mismo.

¿Reconocemos su presencia como debiéramos?

No podemos restringir la acción del Espíritu: él es enteramente soberano en todas sus obras.

Sin embargo, ¿estamos suficientemente ansiosos por obtener su auxilio, o suficientemente despiertos como para no provocarle a que nos retire su ayuda?

Sin él, nada podemos hacer; pero, con su poderosa energía, pueden producirse los más extraordinarios resultados.

Cada cosa depende de la manifestación o de la ocultación de su poder. ¿Le aguardamos siempre, tanto para nuestra vida interior como para nuestro servicio externo, con la respetuosa dependencia que conviene?

¿No acudimos, con frecuencia, presurosos a su llamado y obramos, después, independientemente de su ayuda?

Humillémonos esta noche por los errores pasados, e imploremos ahora que el celestial rocío repose sobre nosotros, que el óleo sagrado nos unja y que la llama celestial arda en nosotros.

El Espíritu Santo no es un don temporal, sino que él permanece con los santos.

No tenemos más que buscarlo acertadamente y lo hallaremos.

Él es celoso, pero también compasivo: si se va con ira, vuelve con misericordia.

Condescendiente y tierno no se cansa de nosotros, sino que aguarda para ser siempre benigno.

Sublime gracia del Señor

que a un infeliz salvó;

fui ciego mas hoy veo yo,

perdido y él me halló.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar (S. D. Daglio, Trad.; 4a edición, p. 51). Editorial Peregrino.

El justo en su muerte tiene esperanza

Domingo 12 Febrero

Pero tú eres el que me sacó del vientre; el que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre.

Salmo 22:9

Los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían… Confió en Dios.

Mateo 27:41-43

El justo en su muerte tiene esperanza.

Proverbios 14:32

Jesús – su confianza (6)

Adán desconfió de Dios, y tras él, la humanidad también desconfió de su Creador. El mundo se organizó sin Dios; así, la desconfianza y la rebeldía hacia él forman parte de la atmósfera donde vivimos. El pecado y sus consecuencias reinan, y el hombre acusa a Dios por ello…

Jesús vino a este mismo mundo y vivió en él como un hombre totalmente confiado en Dios:

– Dios era su Dios desde el vientre de su madre. También veló sobre él en el momento de su nacimiento. Durante su infancia, Jesús siempre confió en Dios.

– En plena tempestad durmió tranquilamente en la popa de una barca (Marcos 4:38). Y pudo decir: “Yo confiaré en él” (Hebreos 2:13).

– Antes de resucitar a su amigo Lázaro, lleno de confianza en Dios su Padre, le dijo: “Yo sabía que siempre me oyes” (Juan 11:42).

– Confió totalmente en la sabiduría de su Padre: “Sí, Padre, porque así te agradó” (Mateo 11:26).

– Cuando estaba clavado en la cruz y sus enemigos se burlaban de él, cuando Dios lo abandonó (Mateo 27:46), su confianza permaneció (Proverbios 14:32).

– Por último, en el momento de morir, entregó su espíritu a su Padre (Lucas 23:46). Confiaba en que Dios velaría sobre él y no lo abandonaría en la muerte (Salmo 16:9-10). Y su confianza no fue defraudada. ¡Dios lo resucitó y lo sentó a su diestra! (Efesios 1:20).

2 Samuel 5 – Mateo 26:47-75 – Salmo 22:6-11 – Proverbios 8:32-36

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